La escritura encubierta

La ceguera

Un artículo de Ricardo Labra sobre la desidia de la ciudad de Oviedo hacia sus grandes escritores, de Clarín a Ángel González, compatible con un homenaje oportunista a Woody Allen o el dispendio de miles de euros en una gigantesca bandera de España.

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Recientemente, en el que fuera el último pleno municipal de la pasada legislatura, se desestimó en el Ayuntamiento de Oviedo el reconocimiento de Leopoldo Alas Clarín como hijo adoptivo de la ciudad. No resulta extraño que esta abstrusa confabulación del alcalde y de los ediles del PP para denegar la distinción al autor de La Regenta haya transcendido por sus ribetes hiperrealistas y vodevilescos el ámbito local y provinciano para suscitar el interés de los medios periodísticos de nuestro país y del ámbito cultural hispánico.

Nadie entiende, fuera de la amurallada Vetusta, que la heroica ciudad no quiera premiarse a sí misma reconociendo a uno de sus hijos más preclaros. y sin duda, en esto hay consenso, el mejor escritor que ha dado la bien novelada Oviedo.

La extravagante situación tiene su miga, sobre todo si se tiene en cuenta que de la muerte del insigne escritor han transcurrido ciento veintidós años y de la publicación de su obra más universal, La Regenta, ciento treinta y ocho. Tiempo suficiente para que la calidad literaria de Leopoldo Alas Clarín se haya impuesto al exigente cedazo del tiempo y hoy se considere a La Regenta no solo la mejor novela de nuestro realismo finisecular, sino una de las más destacadas del realismo europeo. Solo basta realizar para comprobarlo un somero recorrido por las grandes novelas del siglo XIX cuyo tema central es el adulterio, como contrapunto de crítica social y moral. Entre Madame Bovary (1856) de Gustave Flaubert, Ana Karenina (1877) de León Tolstói, O Primo Basilio (1878) de José Maria Eça de Queirós y Effi Briest (1895) de Theodor Fontaine, sobresale el pináculo de la torre de la catedral de La Regenta del genial escritor de Oviedo.

Por ello resulta incomprensible esta mostrenca y retardataria actitud para cualquier lector, para cualquier foráneo. Pero no nos engañemos: Alas Clarín es tan solo un síntoma. Pocas ciudades españolas tienen entre los anaqueles de sus calles tan egregio elenco de escritores, que pueden cifrarse simbólicamente en Benito Jerónimo Feijoo (siglo XVIII), Leopoldo Alas Clarín (siglo XIX) y Ángel González (siglo XX), pero junto a estos autores también cabe citar a Ramón Pérez de Ayala, Dolores Medio, Víctor Botas y, entre los últimos talentos literarios, José Avello. Oviedo ha contado siempre, desde el siglo XIX, con grandes narradores, y por eso se la conoce como la bien novelada, aunque visto lo visto también podría denominarse la gran desmemoriada, por no emplear símiles más severos.

Cualquier viajero que recale en Oviedo apenas encuentra rastro de sus memorables escritores. No conozco ciudad con fuste literario —incluso en aquellas que distan mucho de poder compararse con la bien novelada— que no cuente con una casa de escritor, con un aula de recepción o una fundación o pequeño museo que ilustre al visitante sobre los tesoros intangibles que puede encontrar en su deambular por las páginas del palimpsesto urbano.

Todavía recuerdo la desesperación de Susana Rivera, la viuda de Ángel González, tocando la puerta de diferentes instituciones, municipales y también autonómicas, para ofrecerles el legado del poeta asturiano, obteniendo una desconsoladora indiferencia. Como si el legado de uno de los mejores poetas del siglo XX no mereciese ningún interés y pudiera saldarse en almoneda.

En cambio, esa falta de diligencia no se cumple con las cuestiones banales o redundantes, como cuando se erigió una estatua a Woody Allen por unas palabras lisonjeras dichas sobre Oviedo con motivo de su Premio Príncipe de Asturias; o, más recientemente, cuando se colocó una enorme bandera nacional en el entorno de La Escandalera (conocida como el banderolu de Canteli), supongo que para exaltar los valores patrióticos de la ciudad. Y digo redundante, porque la enseña nacional luce decorosamente en dos edificios aledaños, el de la Junta General y el de la Presidencia del Principado de Asturias, junto a la bandera de Europa y la bandera de Asturias. Cuando bajo por la calle marqués de Santa Cruz, tengo la impresión de estar viendo un arpón o tridente clavado sobre la ciudad. Una versión —a lo grandono— del Neptuno del Campo San Francisco.

El caso Alas Clarín, que todavía espera a que su ciudad le haga justicia, es un síntoma. ¿Qué pasa con Oviedo? ¿Por qué no se ponen de acuerdo las administraciones culturales municipales y autonómicas para habilitar un edificio —puede ser el Palacio de la plaza del Sol— en donde se recoja el patrimonio y el legado literario de los escritores de la ciudad? Incluso les propongo un nombre que refleja la ironía y la coña que siempre ha caracterizado a los carbayones, y lo llamaría El cañu de las letras. Un cañu cuyas letras no cesan de vivificar las piedras milenarias de la ciudad, y que como el Cañu del Fontán nunca se agota. Un cañu al que cualquier foráneo tendría que dirigirse si de verdad quisiera conocer el enigmático y cautivador espíritu de esta ciudad.

Leopoldo Alas Clarín es el síntoma. Continuamos esperando.


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Ricardo Labra, poeta, ensayista y crítico literario, doctor en Investigaciones Humanísticas y máster en Historia y Análisis Sociocultural por la Universidad de Oviedo; licenciado en Filología Hispánica y en Antropología Social y Cultural por la UNED, es autor de los estudios y ensayos literarios Ángel González en la poesía española contemporánea y El caso Alas Clarín: la memoria y el canon literario; y de diversas antologías poéticas, entre las que se encuentran Muestra, corregida y aumentada, de la poesía en Asturias, «Las horas contadas»: últimos veinte años de poesía española y La calle de los doradores; así como de los libros de relatos La llave y de aforismos Vientana y El poeta calvo. Ha publicado los siguientes libros de poesía: La danza rota, Último territorio, Código secreto, Aguatos, Tus piernas, Los ojos iluminados, El reino miserable, Hernán Cortés, nº 10 y La crisálida azul.

1 comment on “La ceguera

  1. Cuanta razón tiene usted, y que lástima da lo que usted tan acertadamente describe! En otro orden de cosas, que lástima también el abandono del Paseo de los Álamos!

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