Poéticas

La esencia de la nieve

Antonio Reseco reseña 'El baile de los pájaros', de Basilio Sánchez, un poemario para cargarse de armas contra la murte de la poesía.

/ una reseña de Antonio Reseco /

Se le presupone a cualquier autor una evolución en su carrera que no solo obedece a la acción de limar formas o estilos, sino también a la fórmula material de la obra. Y, como no podía ser de otra manera, esa afinación final del instrumento, esa meta —más o menos predeterminada—, suele coincidir con la transformación de la propia persona, su madurez y su experiencia de la vida que, obviamente, siempre es más y no menos. El baile de los pájaros, de Basilio Sánchez, engloba todo lo anterior: «Camino sin propósito./ Mi destino es un árbol,/ una piedra,/ un nudo solitario en el silencio/ de lo que se mantiene sin orgullo, sin razones morales». Como una declaración de intenciones, estos versos, que no son sino el libro entero, vienen a decirnos algo así como que la vida acaba por descubrir que no está hecha de grandes logros o banal pirotecnia de salón, sino de pequeños detalles que, de pronto, nos llevan a comprender quiénes somos y qué hemos conseguido. Porque es fácil distraerse con aquello que no conseguimos ni jamás podremos ser.

El baile de los pájaros es un libro que, como todos los del autor, mantiene una línea estable en su creación y en su visión del mundo y de la poesía. A través de esta podemos ver o interpretar aquel. Pero a esa línea se le pueden añadir dos notas que lo identifican y que, sin embargo, no son sino un eslabón más en la poética del autor. La primera es su claridad. En este volumen compuesto por tres partes, con diecisiete poemas en cada una de ellas, Basilio Sánchez depura el verso hasta convertirlo, probablemente, en el más diáfano de toda su trayectoria. Y ello lo hace con una proliferación de definiciones que se sirven del verbo copulativo ser, que es, a la postre, el más indubitable de todos. Y, sin embargo, lo logra sin perder un ápice de belleza o brillantez: «el otoño no es algo que suceda,/ el otoño es una forma de vida»; «el poema es el baile de los pájaros frente a la comitiva de la boda». O aquella otra que obliga a pararse y pensar qué estamos haciendo: «Un bosque calcinado es una casa vacía». En este sentido, se me antoja que esa sencillez, no exenta de la elegancia habitual del autor, da un paso más a lo largo de ese permanente periplo que es ir desnudándose para ser comprendido.

El segundo de los aspectos más destacables de El baile de los pájaros es que consolida el camino marcado en libros anteriores como en He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes. Y lo hace volviendo sobre un triángulo cuyos vértices son nominados por naturaleza, esencia y poesía. El baile de los pájaros despliega una clara vocación ecológica, pero no un ecologismo de tomar el té ni un ecologismo de abordaje, sino un ecologismo interiorizado y casi espiritual, un ecologismo franco que integra al autor (y al hombre, por ende) en la naturaleza, a la que pertenece y de la que no puede ni debe escindirse: «Somos hijos de un árbol y una piedra,/ de una hoguera encendida/ con los restos de otra». La esencia, el segundo pilar, inseparable del anterior, nos dice que es en las pequeñas cosas, en las más corrientes o insignificantes, donde se encuentra la verdad del hombre, donde el ser humano lo es y puede reconocerse, y donde jamás se engañará. Como el autor afirma, se «dedica a lo poco»: «Pertenezco al linaje de los tímidos,/ al de los pusilánimes,/ al de los constructores silenciosos». «Para todos nosotros, el silencio de Dios es el silencio/ de las cosas que, a nuestro alrededor,/ con su sola presencia,/ nos hablan de sí mismas». Y es la poesía la única argamasa capaz de unir todos los vértices del triángulo. La única capaz de explicar el mundo a los ojos del poeta y hacerle ver la revelación que se esconde en esa naturaleza, en lo simple, en una piedra, en un árbol o en la nieve (recurrente en el poemario). Allí, y solo allí, se resuelve el enigma de nuestra propia existencia: «La poesía/ no sólo son palabras,/ son palabras que tiemblan,/ son palabras que están a nuestro lado,/ que nos dicen aquello/ que queremos decir y no sabemos». El autor, por tanto, se identifica con la naturaleza que le rodea, con lo menos llamativo o trascendental, y es la poesía la que, sin embargo, le advierte de que se encuentra ante lo nuclear de su vida. Solo a través de la palabra podrá comprender el dilema que supone eso que llamamos vivir: «En mi tenacidad,/ en mi constancia,/ escribo como un monje,/ pero también escribo como el hombre/ más rico de la tierra».

Los libros de Basilio Sánchez, y El baile de los pájaros no es una excepción,están perfectamente medidos y ponderados, milimétricamente equilibrados, cargados, sin duda, de un simbolismo que se ancla en una voz poética que bebe de la observación más profunda y de un desprecio absoluto por lo rimbombante o lo espurio. Textos titulados con términos como jardín, bosque, zarza, nevada o semilla se alternan con otros donde los sustantivos son fortaleza, arca o fervor. Y es fácil comprender que unos y otros están entrelazados, que un bosque es también símbolo de fortaleza o un jardín es un arca. La naturaleza encierra en sí misma una metáfora de armonía que se refleja en esos otros conceptos generales. No es algo nuevo en el autor, pero sí algo que afianza su obra en una solidez que no es tan común en los autores de la poesía española actual.

El baile de los pájaros, tal vez menos metapoético que otros libros anteriores, vale al lector para cargarse de armas contra la muerte de la poesía, para incitarlo a comprender que lo sustancial subyace en lo elemental, que es mucho lo que puede encontrarse en este género y que, afortunadamente, aún quedan autores que saben explicarnos lo primordial, lo que somos y lo más trascendente de nosotros con palabras sencillas: «Hoy he escrito una línea con la mano de Dios.// De todo lo posible,/ el poeta ha elegido multiplicar los panes y los peces».


El baile de los pájaros
Basilio Sánchez
Pretextos, 2023
96 páginas
18 €

Antonio Reseco (Villanueva de la Serena, 1973) es licenciado en derecho. Entre otros, ha publicado los poemarios Un lugar conocido (2002), Anotaciones del viaje (2005), El otoño cotidiano (2005), Geografías (2006), Huidas (2009), London Bureau (2012), Casi no existir (2015) y Equilibrios (2021). Es autor de numerosos artículos, relatos y poemas que han aparecido en distintas revistas y ha sido incluido en diversas antologías. En 2012 fue publicada su primera obra de teatro, Dickens no tiene corazón, y el libro de relatos El conejo, la chistera y el mago sin memoria; en 2018 el volumen de relatos El café portugués. También en narrativa, Lo que no será (2021) Dedica también otra parte de su labor creativa a la traducción, al ensayo y a la crítica literaria. Dentro de estos, se encuentra su último libro El tiempo de los transatlánticos.

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