Escuchar y no callar

Profesiones manuales

Miguel de la Guardia escribe sobre la falta de profesionales en algunos sectores, en un país en el que las universidades están desbordadas y la formación profesional se descuida.

/ Escuchar y no callar / Miguel de la Guardia /

Nuestras universidades públicas están desbordadas, a pesar de la crisis de natalidad que padecemos, y eso ha potenciado la eclosión de universidades privadas en nuestro país. Seguimos con la obsesión de la formación universitaria para nuestros hijos y no acabamos de librarnos de la sensación de que la formación profesional lo es de segundo orden. Lo cierto es que, mientras el número de egresados universitarios en España no para de crecer, con resultados desiguales en cuanto a sus posibilidades de empleo, carecemos de albañiles, electricistas y fontaneros en general y no digamos si lo que se requieren  son especialistas encofradores, alicatadores, soldadores, frigoristas… Frente a esta realidad, las acciones de gobierno no parecen haber dado resultados positivos y las empresas se lamentan de la falta de profesionales bien formados para actualizar sus plantillas y garantizar el recambio generacional.

El problema de la falta de profesionales manuales se debe en parte a la falta de la adecuación de los salarios a las necesidades de los ciudadanos en estos tiempos de inflación que nos ha tocado vivir, pero para ello es posible actuar sobre el salario mínimo y favorecer la integración de los jóvenes durante periodos de formación. En cualquier caso, dignificar el trabajo manual y mejorar la formación profesional son las tareas urgentes que deberíamos plantearnos si al frente del ministerio de educación hubiera alguien a quien le importara más el futuro de nuestro país que las anécdotas de sus propio partido.

La formación profesional, o es práctica, o no sirve para nada. Un buen centro de formación debería estar equipado con talleres y maquinaria adaptados a la realidad de las empresas y para ello es imprescindible crear nuevos centros, por parte de la administración o en conexión con las empresas, para favorecer una formación integral que se apoye en la experiencia de profesionales de cada ramo y actúe como vehículo de transmisión y actualización del conocimiento y las tecnologías. En Francia esto se consiguió en parte con la creación en 1966 de los Institutos Universitarios de Tecnología (IUT), integrados en las universidades y que gozan de gran prestigio en ese país. Otro tanto creo que debería hacerse en España si no queremos perder el tren de las aplicaciones tecnológicas en el marco de las empresas.

En cualquier caso, es cierto que la urgencia de un cambio generacional en muchas empresas no permite esperar a la creación, construcción y dotación de nuevos centros y sería conveniente poner en marcha soluciones a corto y medio plazo mientras se reorganiza con medios adecuados la formación profesional en los campos de urgente necesidad de profesionales. Aquí es donde, de nuevo, me sorprendo ante la falta de imaginación e iniciativas de nuestros políticos. La reciente cumbre de Granada ha puesto de manifiesto el problema de garantizar las fronteras de Europa y la decisión de no dejar en manos de las mafias el acceso a nuestros países de las personas que, por razones políticas o económicas, se agolpan en la periferia de nuestras fronteras. Lo que no deja de sorprenderme es que la falta de imaginación, la desidia o, simplemente, la pereza de nuestros políticos les impida ver que existe una alternativa para resolver a la vez los problemas de integración de los migrantes y las necesidades de nuestro país. Se trataría de desplazar a los campos de refugiados técnicos de los distintos ramos en los que hay ofertas de trabajo que no se pueden satisfacer con los profesionales españoles para que dichos técnicos evalúen la capacidad de los posibles candidatos y pongan en marcha su proceso de incorporación a los lugares, como la llamada España vaciada, necesitados de albañiles, fontaneros y electricistas, capaces de rehabilitar y construir viviendas para nuevos vecinos, pastores y silvicultores, para atender las necesidades del mundo rural, y cualquier otro profesional que pudiera encontrar en nuestro país las herramientas necesarias para una vida digna, a la vez que contribuye al buen funcionamiento y repoblación de importantes áreas del interior que agonizan mientras se despueblan y la administración descuida los servicios imprescindibles para asegurar su continuidad.


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Miguel de la Guardia es catedrático de química analítica en la Universitat de València desde 1991. Ha publicado más de 700 trabajos en revistas y tiene un índice H de 77 según Google Scholar y libros sobre green analytical chemistry, calidad del aire, análisis de alimentos y smart materials. Ha dirigido 35 tesis doctorales y es editor jefe de Microchemical Journal, miembro del consejo editorial de varias revistas y fue condecorado como Chevallier dans l’Ordre des Palmes Académiques por el Consejo de Ministros de Francia y es Premio de la RSC (España). Entre 2008 y 2018 publicó más de 300 columnas de opinión en el diario Levante EMV.

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1 comments on “Profesiones manuales

  1. Vicent Yusa

    Un problema evidente.
    Entre los múltiples aspectos que inciden en el desfase entre oferta y demanda de determinados trabajos, y que apuntas en tu artículo, las cuestiones demográficas son uno de ellos. Acabo de leer que en el Plan Presupuestario enviado a Bruselas, se contemplan los “flujos migratorios” como parte de la solución. Aquí convergen las razones de utilidad y humanidad.

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