Narrativa

El hombre que se espiaba a sí mismo

El testamento literario de Sam Shepard, escrito cuando una enfermedad degenerativa se iba apoderando de su cuerpo, es la despedida de un hombre diverso que mostró como narrador, autor teatral, guionista, actor y batería de rock que la vida iba en serio.

/ por Ovidio Parades /

El hombre se ve ahora a sí mismo desde otra perspectiva, desde otro ángulo, desde el otro lado. Allí donde la muerte empieza a acechar, cada día más presente. La muerte, a escasos pasos ya de la orilla. El hombre que conoció a mujeres con mucho talento. Patti Smith, la amiga de toda la vida, sigue ahí. ¿Quién no recuerda sus fotografías de hace más de medio siglo en la terraza de un destartalado edificio, en un parque solitario o sentados en el borde de la cama deshecha de un frío apartamento? ¿Quién no recuerda sus fotografías con Jessica Lange después del rodaje de Frances, biopic de la actriz Frances Farmer, donde se conocieron? El hombre que escribía poemas, cuentos, novelas, guiones y obras de teatro (con numerosos premios, entre ellos el Pulitzer recibido por El niño enterrado), que actuaba (nominado al Oscar por Elegidos por la gloria como mejor actor de reparto) y que también dirigía películas. El hombre que ya solo puede escribir. Solo o con la ayuda de sus hijos, hermanas y amigos, citando las frases a esas personas para que las graben o las apunten en un papel que después transcribirán. Ese tránsito —otro más— doloroso. El hombre, Sam Shepard, icono indiscutible de la contracultura americana desde los años setenta, está muy enfermo. La enfermedad degenerativa conocida como ELA se ha apoderado de su cuerpo. Y necesita ayuda para los movimientos más básicos, para las necesidades primordiales. Pese a todo, se sigue observando a sí mismo, a lo que le rodea. Regresa al pasado. «Hay momentos en que no puedo evitar pensar en el pasado», apunta. Los paisajes desérticos, la luna en todas sus variantes, las playas de San Francisco, las calles de Nueva York, las tormentas de nieve, las lluvias torrenciales, los moteles, los bares de carretera… Los cruces de caminos que atraviesan toda su obra. Se agarra al presente. Escribe. Respira. Respira. Escribe. Casi al unísono. O dicta sus pensamientos. Las palabras que fluyen, tratando de ser más fuertes que la propia enfermedad. Las palabras que componen el apunte del poema, la novela, el cuento, el recuerdo, el sueño. El hombre aún está vivo. Y se espía. «Espía de la primera persona»: el título viene a resumirlo todo en este caso. Se espía. El hombre se espía, sí. En presente. Mientras piensa en algún tratamiento: «Somos niños que creemos en milagros», escribe. La esperanza fugaz y, después, la lucidez demoledora. «Nadie presta atención a nadie». 

En apenas cien páginas, una narración de gran belleza, imponente y perturbadora, dolorosa y definitiva. Un homenaje a sus temas esenciales, a la supervivencia y, en cierto modo, a lo inevitable. La devastación, la muerte. La luna llena, con todo, sigue brillando en lo alto. El hombre también seguirá espiando el rastro de esa luz hasta que el 27 de julio de 2017 la suya, tan poderosa, desaparezca definitivamente a los setenta y tres años.


Espía de la primera persona
Sam Shepard
Anagrama, 2023
104 páginas
17,90 €

Ovidio Parades (Oviedo-Uviéu, 1971) es narrador de oficio, reconocido por crítica y público por su aguda visión de la realidad plasmada en una prosa directa. Promotor cultural. Colaborador literario en diversos medios escritos y radiofónicos. Tiene publicado varios libros de prosa miscelánea (El extraño viaje, con prólogo de Elvira Lindo; Ventanas compartidas, con prólogo de Maruja Torres; Vivir en los cafés, con prólogo de Laura Freixas), tres novelas (El tiempo que vendrá, La mujer de al lado y La noche se detiene), un diario (Los días raros) y tres volúmenes de cuentos (Corrientes de amor, Mujer en el bar y Carver y el metro de Berlín, publicado por la editorial madrileña Tres Hermanas). Fue librero durante casi diez años. Ha ganado algunos premios literarios y ha quedado finalista, entre otros, del concurso que la revista Zenda le dedicó a Javier Marías y cinco veces del Premio Internacional de Poesía Jovellanos. 

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