/ por Pablo Batalla Cueto /
Martes, 31/10/2023. Día de fastos monárquicos en Madrid, en torno a la jura de la Constitución por la princesa Leonor, que cumple dieciocho. El Ayuntamiento capitalino ha querido rodear el acontecimiento de un gran boato, pero, por las imágenes que se ven, la gente está pasando bastante del tema. No se ven grandes multitudes guarneciendo el recorrido de dos Rolls-Royce escoltados por la Guardia Real. El puñado de personas que sigue la ceremonia en la pantalla gigante que se ha montado en Callao se cuenta con facilidad. El sentido común en España no es ni monárquico ni, por desgracia, republicano, sino un accidentalismo perezoso; un melasudismo al que le vale la Monarquía mientras no se invista de excesiva fanfarria ni protagonice escándalos demasiado vergonzantes. Se pasa de los grandes boatos; esto no es el Reino Unido.
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Juan Carlos el Campechano, Felipe el Preparao… ¿Qué epíteto popular le tocará en suerte a Leonor?
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Publica Haaretz un artículo sobre cómo un número creciente de afrikaners, los colonos blancos que edificaron el Apartheid sudafricano, está convirtiéndose al judaísmo ortodoxo y emigrando a Israel, donde se instalan preferentemente en las colonias de Cisjordania. De Apartheid en Apartheid y tiro porque me toca.
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En Bélgica, tres de los mayores sindicatos del país —que abarcan tres millones de militantes— anuncian que se negarán a transportar, por avión o por mar, cualesquiera armas que tengan como destino Israel. Ecos de las huelgas de solidaridad internacionalista que eran habituales en otro tiempo. Al cielo de esta edad de la penumbra, algo de luz le queda.
Miércoles, 1/11/2023. Leo en Haaretz sobre Zvi Sukot, un político israelí que, en su juventud, fue objetivo del servicio secreto israelí, el Shin Bet, por su involucración en actividades violentas de la ultraderecha sionista en Cisjordania. Ahora acaba de ser nombrado portavoz de una nueva subcomisión sobre asuntos cisjordanos de la Knéset, el parlamento israelí. Otro inquietante pájaro con poltrona en el Israel actual es Itamar Ben-Gvir, ministro de Seguridad nacional, un tipo del que hay imágenes sosteniendo, en 1996, el emblema del Cadillac de Isaac Rabin, mientras decia: «Igual que hemos llegado a su coche, podemos llegar a él».
Neonazis cadeneros ayer; ministros, subsecretarios y directores generales hoy. Lo que sucedería si Vox gobernase en España. Lo que sucede ya, de hecho, en algunas comunidades autónomas y municipios a cuyos gobiernos han accedido.
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Maximiliano Kolbe se cambiaría hoy por un neonato gazatí a cuya incubadora cortan la luz. La Todesfüge de Paul Celan cantaría ahora a las almas vaporizadas por un misil israelí, cuya tumba no es ya una Franja estrecha. El teniente Dreyfus pierde su empleo en alguna parte por hablar bien de Palestina.
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Gonzalo Torné: «El cerebro humano tiene dos tendencias desde siempre: la necesidad tribal de definirse buscando enemigos y una persecución casi maníaca de belleza».
Jueves, 2/11/2023. Leo en La casa eterna: una saga de la Revolución rusa, de Yuri Slezkine, que la Gran Purga de Stalin convirtió «el mundo de fraternal camaradería […] en un estado de naturaleza hobbesiano». Arósev, una de sus víctimas, escribía antes de serlo, en su diario, no recordar «la última vez que oí a alguien decir algo bueno, o al menos no del todo malo, sobre otra persona. Siempre que la gente habla de otro, da la impresión de estar mascando y royendo un cadáver sanguinolento. En esas conversaciones, incluso su manera de mover la boca es repulsiva como la de un roedor».
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La mensual excelencia literaria de Tomás Sánchez Santiago en El Cuaderno:
«Ves a los últimos descendientes de tu estirpe familiar. Son todos aún muy pequeños (Gala, Miranda, Hugo, Martín, Daniel, Mariñe). Escudriñas sus rostros y sus gestos para ver si descubres en ellos algo de aquellos ancestros que les precedieron y tú conociste. A veces, en el destello de un instante, te parece reconocer, como una moneda caída de muy lejos, la huella restituida de algún rastro familiar que se ha depositado en ellos».
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Claman algunas almas atribuladas por la indiferencia con la que la comunidad internacional asiste a los crímenes de Israel, y a veces la comparan desfavorablemente con la movilización de hace ochenta años para acabar con los nazis. Pero no se le declaró la guerra a la Alemania nazi hasta que la invasión de Polonia no colmó un vaso que, antes, había aceptado otras anexiones. Si se hubiera quedado quieta, y dentro de sus fronteras hubiera exterminado hasta al último judío, el mundo habría mirado para otro lado.
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George L. Mosse, en Los orígenes intelectuales del Tercer Reich, un libro que ahora reedita La Esfera de los Libros: «En última instancia, la revolución nazi fue la revolución burguesa “ideal”: una “revolución del alma” que en realidad no amenazó ninguno de los intereses económicos personales de la clase media».
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Al parecer, en Israel piden donaciones para el ejército, a cambio de las cuales uno puede escribir un mensaje personalizado en los misiles que se lanzan en Gaza. Cosas como: «¡Qué ganas de broncearme en la nueva playa de Gaza!». O: «¡Qué ganas de comer humus de Hamás en la playa de Gaza!». O: «Esta va por Chandler Bing». La banalidad del mal. Rosa Linares se acuerda y cuenta en Twitter de algo que menciona Arturo Barea en La forja de un rebelde. En un bombardeo en Madrid durante la guerra civil, un obús que no explotó llevaba dentro este mensaje: «Camaradas: no temáis. Los obuses que yo cargo no explotan. Firmado: un trabajador alemán».
Viernes, 3/11/2023. Rescatados un padre y su hijo en la parte cántabra de Picos de Europa durante un temporal de nieve y ventisca. Como dice Luis Ordóñez, hablemos de la peña que ve un aviso de ciclogénesis explosiva el lunes, una tromba de lluvia y viento que va a caer a media semana y decide que el mejor plan para el puente es ir a Picos de Europa.
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Jordi Turull envía una nota a la dirección de Junts en la que descalifica el acuerdo PSOE-ERC Defiende que la negociación se alargue e incluir al máximo de afectados en la amnistía: «No dejaremos tirado a ningún soldado». Una criatura muy de los tiempos, este milhombres que piensa y pregona que libra alguna clase de guerra santa o heroica, con soldados y batallas, en lugar de un sainete zarzuelero.
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Un tal Ritchie Torres, político republicano estadounidense, escriben Twitter que «la idea de que Israel está cometiendo genocidio o limpieza étnica es un libelo de sangre. Es una mentira peligrosa destinada a incitar al odio hacia Israel como Estado judío; el tipo de odio que ha llevado a los extremistas a celebrar, pedir o cometer violencia contra los judíos. Acusar falsamente a las víctimas históricas del genocidio de haber cometido ellos mismos genocidio es tan despreciable como los acusadores». Me recuerda a María Elvira Roca Barea escribiendo que la «imperiofobia» es «racismo hacia arriba»; y el odio al Imperio español, el equivalente en «hacia arriba» de lo que el antisemitismo es «hacia abajo». Victimismo reaccionario, disfraces de cordero para los lobos en una época cuyo paradigma heroico no es ya el combatiente, sino la víctima.
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Son curiosos los comentarios sobre Israel del tipo «la historia será severa con Israel y con nosotros por mirar para otro lado», clara adaptación de la antigua creencia en un dios justiciero: esta vida es un valle de lágrimas, pero ya llegará Paco con la rebaja en el Juicio Final. Me temo que ese dios nuevo tampoco existe. Nos reconforta pensar —parafraseando aquello de Camus sobre España— que, aunque uno pueda tener razón y ser derrotado, aunque la fuerza pueda destruir el alma y el coraje, a veces, no obtener recompensa, hay una justicia divina y futura más allá de los eones todos que compensará nuestros padecimientos. Pero no la hay.
Sábado, 4/11/2023. En tiempos de catástrofes en los que nos desborda nuestra impotencia política para detenerlas, es fuerte la tentación de exhibir compensatoriamente potencia moral: no cambiaremos el mundo, pero el mundo no nos cambiará a nosotros. Es difícil, pero muy importante, resistirse a ella. Tu fortaleza moral no importa si se yergue, cual columna de Simeón el Estilita, en medio de un apocalipsis cuyos estragos podían, al menos, ser paliados en algún grado, pero tú te opusiste a ello. La ética sin política es narcisismo. Aporta o aparta.
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En una gasolinera, veo una sección de repostería, napolitanas, cruasanes y así, que lleva este membrete: «R’SPIRO. Artesanos de momentos». Que caiga el meteorito ya, por caridad.
Domingo, 5/11/2023. Jónatham Moriche: «Deberíamos pensar y usar esta legislatura como un precioso ‘tiempo comprado’ para apuntalar las defensas materiales, culturales y morales de nuestro país frente a la espiral geopolítica, económica y ecológicamente catastrófica que se va a tragar el mundo en las décadas por venir».
También Moriche: «Como síntesis, necesariamente parcial, del proyecto de país que nos urge para salir enteros de las décadas de incendio por venir: ser lo suficientemente fuertes para no convertirnos en la Palestina de nadie y lo suficientemente decentes para no convertirnos en el Israel de nadie».
Lunes, 6/11/2023. Juegos en el salón, ante la chimenea encendida. Hacemos puzles, jugamos a los médicos y a las peluquerías, ponemos voz a los peluches. I. se carcajea con esa risa suya, limpia y estruendosa, una risa que hace libre. Pero de repente, se sienta, con la cara demudada en un rictus de preocupación. Dice: «Papá, mamá, no quiero morir. No quiero que os muráis». El corazón en un puño. Precoz como es, ya se da cuenta de qué cuerda de funambulista es la vida.
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Jorge Dioni: «Si quieres manifestarte sin comunicarlo, hazte de derechas. Si quieres cortar la calle sin que te calienten, hazte de derechas. Si quieres atropellar a un policía sin consecuencias, hazte derechas. Después, nos preguntamos por qué la gente se hace de derechas». Hacerse de derechas es como hacerse del Madrid: una confortable suscripción a la victoria y la impunidad.
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Veo que Fernando Savater quita importancia, en un artículo de El País, a los abusos sexuales de la Iglesia («magreos indebidos» que no le quitan el sueño) porque… peor es la amnistía. La falta de fondo de la sima de degeneración moral por la que cae esta gente loca de odio contra la izquierda es impresionante. El País debería hacerse mirar en qué se está convirtiendo su sección de Opinión, en parte por oportunismo y en parte por falta de agallas para mandar a tomar viento a vacas inmerecidamente sagradas como este soplagaitas o El Roto, que últimamente se dedica a dibujar viñetas antivacunas, negacionistas del cambio climático o contra los trans. La pluralidad está bien; dar voz a dementes, no.
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Miguel Torga, 1988: «¡Lo que han hecho con este Algarve! Lo único que le falta es que degraden también su sol. Teníamos aquí un paraíso a nuestra medida. Tenemos ahora un infierno a la medida de los demás».
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Termino de leer Libre: el desafío de crecer en el fin de la historia, el libro de Lea Ypi sobre su infancia y adolescencia en la Albania tardocomunista. Me ha gustado mucho; es muy interesante. Para muestra este párrafo que condensa como pocos lo que significa el colapso de una civilización:
«Acababa de convertirme en pionera, un año por delante de mi curso. Había sido seleccionada para representar a mi colegio siempre que hubiera que depositar coronas de flores en las tumbas de los héroes de la Segunda Guerra Mundial y en aquel momento era también la encargada de pronunciar el voto con el que jurábamos lealtad al Partido. Me paraba delante de todos los alumnos del colegio antes de comenzar las clases y declaraba solemnemente: «¡Pioneros de Enver! En nombre de la causa del Partido, ¿estáis listos para luchar?». «¡Siempre listos!», rugían los pioneros. […]
Al final de aquel verano [de 1990] fui dos semanas a un campamento de pioneros. […] Durante el día competíamos. Competíamos a ver quién hacía mejor la cama, quién terminaba antes de comer, quién nadaba más lejos, quién sabía más capitales del mundo, quién había leído más novelas, quién podía resolver ecuaciones complejas y quién sabía tocar más instrumentos musicales. […] Al término de esas dos semanas casi no había niño que no volviera a casa con, al menos, una estrella roja, una banderita, un diploma o una medalla, obtenida individualmente o como parte de un equipo. Yo volvía con uno de cada.
Mis dos semanas en el campamento de pioneros fueron las últimas de su historia. La bufanda roja de pionera, que tanto me costó ganar y que llevaba todos los días con orgullo al colegio, pronto se convertiría en un trapo con el que limpiábamos el polvo de las estanterías. Las estrellas, las medallas, los diplomas y hasta el mismísimo título de “pionera” pronto se volverían reliquias de museo, recuerdos de una época distinta, fragmentos de una vida pasada que alguien había vivido en algún lugar».
Este pasaje es brutal, también:
«Una tarde, Bashkim Spahia, un médico local y exmiembro del Partido reconvertido en candidato de la oposición, llamó a nuestra puerta visiblemente alterado. Llevaba una chaqueta gris marengo con un corte estilo Leonid Brézhnev y debajo una camiseta morada con letras de color rosa en el centro. El pantalón también era de color morado. La camiseta decía en inglés: SWEET DREAMS, MY LOVELY FRIENDS.
Bashkim preguntó si mi padre no tendría un par de calcetines grises para prestarle durante unos meses. Dijo que había llamado a todas las puertas. Nos explicó que el Departamento de Estado de Estados Unidos había distribuido unos folletos con importantes consejos sobre cómo debían vestir durante la campaña electoral aquellos que aspirasen a ser miembros del parlamento.
—Por lo visto, solo son aceptables los calcetines oscuros, grises o negros, pero mejor grises —añadió con tono contrariado—. Yo solo tengo calcetines blancos. También dicen que necesito un sponsour para mi campaña. ¿Qué es ese ‘sponsour’ que piden? ¡Si yo ni siquiera tengo calcetines! —exclamó desesperado.
[…] La noche en que se anunció su victoria lo vimos en un debate en televisión llevando los gruesos calcetines de lana gris que mi abuela le había tejido a mi padre. Mi familia estaba particularmente orgullosa de haber contribuido a la victoria de Bashkim. No le guardaban ningún rencor; no tuvieron inconveniente en pasar por alto que su mujer, Vera, se hubiera quejado una vez ante el Consejo del Partido de que mis padres se mostraban poco dispuestos a limpiar la calle los domingos. Tampoco le reprocharon a Bashkim que nunca le devolviera los calcetines a mi padre. Tras un corto período de tiempo, nuestro médico local no solo se convirtió en un político carismático, sino también en un empresario muy prestigioso. Cambió la camiseta de SWEET DREAMS por un reloj Rolex y la chaqueta tipo Brézhnev por una de Hugo Boss. Apuesto a que tamsbién empezó a usar calcetines de seda. Casi nunca lo volvimos a ver y las pocas veces que lo atisbamos fue desde lejos, mientras cerraba de un golpe la puerta de su oscuro y reluciente Mercedes Benz, rodeado de imponentes guardaespaldas. Habría sido imprudente, además de inverosímil, acercarnos a él y acusarle de haberse apropiado indebidamente de los calcetines de mi padre».
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En Israel, las estribaciones próximas a Gaza se convierten en miradores de los bombardeos, a los que acuden ciudadanos israelíes con sillas, comida y bebida como quien acude al cine, a celebrar cada resplandor de cada misil, sabiendo que se ha exterminado un puñado de vidas palestinas. A qué abismos de degeneración puede llegar un ser humano.
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Leo que Pierre Vilar expresaba su desconcierto con la sorprendente fórmula según la cual «el historiador es un experto, no un físico. No busca la causa de la explosión en la fuerza expansiva de los gases, sino en la cerilla del fumador». Él afirmaría contundentemente, decía, que «el historiador es un físico, no un experto. Busca la causa de la explosión en la fuerza expansiva de los gases, no en la cerilla del fumador».
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Me cuentan de una manifestación contra la amnistía en Oviedo, en la que la gente grita «prensa española manipuladora» y «lo llaman democracia y no lo es». Estos acaban montando un 15-M facha en Colón, mandando a dormir allá a las chachas filipinas.
Pablo Batalla Cueto (Gijón, 1987) es licenciado en historia por la Universidad de Salamanca, periodista y corrector de estilo. Ha sido o es colaborador de los periódicos y revistas Asturias24, La Voz de Asturias, Atlántica XXII, Neville, Crítica.cl, Jot Down, La Soga, Nortes, LaU, La Marea, CTXT y Público; ha dirigido A Quemarropa, periódico oficial de la Semana Negra de Gijón, y desde 2018 es coordinador de EL CUADERNO. Ha publicado los libros Si cantara el gallo rojo: biografía social de Jesús Montes Estrada, ‘Churruca’ (2017), La virtud en la montaña: vindicación de un alpinismo lento, ilustrado y anticapitalista (2019) y Los nuevos odres del nacionalismo español (2021).
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