Poéticas

El deambular de Néstor Sánchez

"Diario de Manhattan" (Ediciones Sin Fin, 2017) del escritor argentino Néstor Sánchez se presenta mañana martes 05 de diciembre en la librería Calders de Barcelona. En la misma sede, el próximo martes 12 de diciembre se producirá el estreno del documental "Se acabó la épica", basado en el deambular por Europa de Néstor Sánchez.

El Diario de Manhattan del escritor argentino Néstor Sánchez (1935 -2003), incluido en el libro de relatos La condición efímera, publicado en Buenos Aires en los años ochenta, estrena edición en España bajo el sello de Ediciones Sin Fin y se presenta mañana martes 05 de diciembre en la Librería Calders de Barcelona. El próximo martes 12 de diciembre se estrenará en la misma sede el documental Se acabó la épica, dirigido por Matilde Michanié y basado en la vida del autor argentino.

Néstor Sánchez nació en Buenos Aires en 1935 y murió en la misma ciudad en 2003, después de haber deambulado por América y Europa. Publicó su primera novela, Nosotros dos (1966, Sudamericana, por recomendación de Julio Cor­tázar), a la que siguieron Siberia blues (1967), El amhor, los orsinis y la muerte (1969) y Cómico de la lengua (1973, Seix Barral, que tam­bién reeditó sus otras novelas en España). Fue traducido al francés por Albert Bensoussan para Galli­mard y a su vez fue traductor de obras de Louis-Ferdinand Céline, Henri Michaux, Cesare Pavese y René Daumal, entre otros, a lo lar­go de una vida de vagabundo que lo llevó a transitar por varias ciuda­des, entre ellas Barcelona, París, Roma, Caracas, Lima, Nueva York y Los Ángeles, viviendo como indi­gente con frecuencia. Al regresar tras dos décadas de ausencia a su país natal, publicó La condición efímera (Sudameri­cana, 1988), compuesto por doce relatos entre los cuales se destaca el presente Diario de Manhattan.

El documental Se acabó la épica, con guión y dirección de Matilde Michanié,  es un recorrido fragmentario del camino de este buscador perpetuo. Entre 1967 y 1973, en pleno auge del boom de la literatura latinoamericana, Néstor Sánchez publica cuatro novelas. Su originalidad es prometedora pero a la vez lo ubica en un sector marginal del mercado. Su vida y su carrera se alimentan una de la otra. Va del dos por cuatro del arrabal a la danza esotérica y de la literatura a la experiencia mística. El intento de fundir la poesía con la prosa, que Sánchez denominará escritura poemática, lo convierte literariamente en un rebelde solitario, en un autor de la literatura argentina misterioso y único.

Enlace para ver el trailer: https://www.youtube.com/watch?v=GD1HgnIuqZE

Se acabó la épica
Sobre la vida y obra de Néstor Sánchez
Guión y dirección: Matilde Michanié
70 minutos – Argentina, 2015

 

 

 

 

 

 


Prólogo

[extracto]

/ por Osvaldo Baigorria /

Del deambular de Néstor Sánchez por Europa, América del Sur y del Norte entre los años 70 y 80 no quedaron huellas en ninguno de sus libros a excepción de este diario, crónica, relato, cuento poemático de una experiencia de vida a la intemperie en esa isla a la que se nombra de entrada, en la que se irrum­pe como lo haría un constructor de vero­símiles.

En la década del 60, Puig y Sánchez an­duvieron a la par en sus vías de ca­nonización como «renovadores de las letras hispa­noamericanas», al decir de Ángel Rama. Tenían casi la misma edad (Puig era tres años mayor) y habían publica­do sus primeras novelas casi al mismo tiempo (Nosotros dos en 1966, La trai­ción de Rita Hayworth en 1968). Pero si hacia mediados de los 70 Sánchez ya empezaba a ser conocido en Europa (Gallimard publicó su primera obra, titulada Nous deux en París con traducción de Albert Bensoussan, y Seix Barral publicó en Barce­lona sus otras novelas: Siberia blues, Cómico de la lengua y El amhor, los orsinis y la muerte), de pronto se vio o se sintió arrastrado por un llamado a silencio, a abandonar la «carrera de escritor» para lan­zarse a una búsqueda de autoconocimiento sin atenuantes, como él mismo diría. Un silencio que rompería por única vez al publicar a fi­nes de los 80, ya de regreso en Buenos Aires, la serie de re­latos que llamaría La condición efímera y, dentro de este libro, el poderoso Diario de Manhattan.

Néstor Sánchez (Buenos Aires, 1935 – 2003)

Diario de Manhattan

Néstor Sánchez

 • Diciembre

lunes 5

La elocuencia íntima sobradamente íntima de un año que termina en la vicisitud constante entre comprensión o penumbra. Aparecer en esta isla, recorrerla incluso en sus gangrenas, es como adjudicarle verosimilitud: a veces, sin embargo, se parece demasiado a una metáfora de toda humanidad que decae degradándose; otras, un museo perfecto de hasta el último pormenor de lo que no debe hacerse.

Comprar este cuaderno representó, en cierto modo, consentir necesidad de cauce, de punto de apoyo para alguna forma de preservación interior en principio no deducida.

Por ahora ningún propósito concreto, salvo que escribiré en permanencia, por primera vez, con la mano izquierda.

miércoles 14

La caravana incesante de los puentes que colma cada mañana la ciudad; la caravana desvariada que la vacía cada tarde con dos luces de frente, hacia los relámpagos sonoros del televisor. Cinco días de flujo y reflujo multitudinario en cuatro ruedas, acaso con el único motivo no del todo explícito de consumir petróleo en gran escala. El planeta, fatalidad en sí mismo, requiere ser vaciado, a su edad, del líquido negro. Él está en otro argumento; papá y mamá por lo común también.

Y el sol una estrella, y doscientos cincuenta mil millones de estrellas (de soles) nada más en esta galaxia; con el punto en la luna.

Agregué la pierna izquierda; por ahora es la que sube y baja los cordones. La atención tendería a circular en otra frecuencia?

domingo 25

Releí la nota del miércoles catorce y debo extremar cautela, no irme detrás de la reflexión contenedora de grandes brújulas. Necesitaría, por contraste, agudizar rigor oponiéndome con más frecuencia a la queja.

Bien pierna izquierda en cordones; ya puedo sumar (por el indicio repentino de antes de ayer) que el cuerpo sólo gira en la dirección de ese flanco.

Subrayé queja por tratarse de la vieja batalla a veces campal. Queja es negatividad que se obtura obturando, lo supe y me consta; es no admitirse inaccesible a las dificultades –por grandes que parezcan– del desconocido en lo desconocido. Queja, en el plano que sea, es despreciarse antes de aprender a renunciar. Y la renuncia más incómoda señala siempre confort, seguridad, autotranquilización. Queja es una mujer histérica, destemplada, estúpida, que toma el control para sólo consagrar mensualidades, paseos vespertinos y estufas.

• Enero

martes 3

Chinos me hizo bien; al conjuro conquisté un sobretodo (habrá que reforzarle los botones, con la izquierda), y A separate reality. Don Juan Matus una presencia providencial; su guerrero impecable entre lo absolutamente mejor de este siglo. Otra vez la tentación en cuanto a la conducta iluminada en la marginalidad sin transigencia. En lo que concierne a toda la tarde de ayer leyéndolo de cara al Hudson, al solcito, nada más apropiado que lo impuesto por la memoria, en un entreacto: y respiré un poco del aire incorruptible. Por completo evidente, de todos modos, que él pierde el aliento (el aliento yaqui) sólo en los caminos que tienen corazón.

jueves 5

En especial para releerlo: no dejarse ganar por la eficacia inversa de lo escabroso horario. Controlar en todo lo posible el escándalo de lo que insiste en describir, y padece casi con saña los estímulos infames de todo orden. Dejar muchas veces en suspenso la crueldad estabilizada de tantas cosas que ya no podrían ni siquiera atemperarse. Se es testigo desconcertado que debe, literalmente, curarse de espanto. Y no integra una justificación.
Por la noche A partir de mañana evitar en permanencia el hábito de las manos en los bolsillos; sospecho que establece una especie de postura interior capacitada para convocar, incluso, ciertas actitudes mal conocidas. Casi dos maneras de estar y de aparecer, casi dos maneras opósitas de recibir impresiones. ¿Puede acaso concebirse una suma mayor de iniquidades que las brindadas a diario por el masacote de publicidad a ser digerido en cada metro cuadrado, con constancia ya disuadida, funestamente sojuzgada?

viernes 6

De modo que decía el pobre Cesare durante aquellos años del bochorno premonitorio: esta muerte que nos acompaña de la mañana a la noche, inquieta, insomne, como un viejo remordimiento a un vicio absurdo. Juan Matus comparece (mejor reclama): ten la muerte como consejera. El subrayado debe significar algo parecido a la gratitud. Casi veinte años, en mí, entre ambos. Y a esta altura de la circunstancia individual (lo pensé mucho anoche, con fidelidad recrudecida) un sinfín de sospechas ya atacadas de fuero íntimo, de muy difícil participación con nadie. Cuando escuché que había vías despojadas por entero de condescendencia, no se produjo el mismo tipo de abatimiento. Si pecado es no dar en el blanco, el miedo a este pecado superaría, casi, el de faltar para siempre jamás, para siempre jamás. El resto es energía transformándose, energía que se desconoce por entero y reimplanta el quid tumefacto: ¿Y si habría que merecerlo? Por supuesto, un enorme cartel inmediato: no está prohibida la caza; está permitido cazar cazadores.

sábado 21

Hasta en los sitios casi sin acceso, a cada instante, la circulación contundente de los automóviles de la policía. Sacerdotes por lo general gigantescos, temibles, del dios dólar omnipresente mencionado en cada diálogo, en cada amago de diálogo. También custodian, según parece: tráfico de drogas, prostitución, travestismo profesional, ciertos robos, el crimen permanente, la impiedad. Conquisté un par de guantes de lana.

• Febrero

martes 16

Ha mejorado bastante la caligrafía. Logré y leí de un tirón Life is real only then, when I am, tercero y último de la serie de George Ivanovich Gurdjieff (el otro que bien baila de este siglo). Libro diáfano y sobrecogedor: parecería quedar pendiente, fuera de alcance, a partir de tres raros puntos suspensivos. Es oportunamente apropiado acordarse de que alguien no exento de derecho me dijo en cierta ocasión en París: Gurdjieff llevó a cabo un trabajo sobrehumano. Al influjo, recapitulando sus venidas a esta isla con una legión de personas a su cargo, volvió a especificarse su noción cuarto camino como la vía seca, la vía árida por excelencia. El bar donde escribía (y recibía interesados de todas partes del mundo), ya no está. Agrego por asociación: buscar certidumbre no querría decir que a la vuelta de la esquina se encuentra certidumbre. Gurdjieff sigue vinculado en permanencia a la obligación apremiante de enfrentarse con dificultades inmensas; pensando en él todo esfuerzo personal, por sincero que aparezca, no pasa de un juego complaciente.
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Además, por si acaso, la belleza siempre contrastada de amante de la esencia, que sin duda requeriría subrayarse: cuando un hombre empieza a trabajar en sí mismo, todo le habla.

• Marzo

 domingo 14

Otra vez el favor subrepticio de un cuaderno de notas: tres días con sus noches para revisarse, para criticarse antes de saber adónde da. Resulta incómodo escribir con este traqueteo. Puentes oscuros, siniestros, de la ponderada civilización industrial; y ya mucho más allá todas las luces de la probeta. El escarnio y las luces. Unreal city, exclamó el monje Eliot (¿o era Yeats?). Extenso trayecto hasta California y una nota pendiente sobre la naturaleza angélica. Debe ser que bajo en Los Ángeles. En algún momento cruzaremos el Mississippi. Vendrán zonas áridas con sombrerudos rígidos, botas de taco diagonal y patadas a las puertas (los boys de las vacas; el entretenimiento de los caballos), pero también se verán indios lánguidos, repletos de silencio, perfectamente derrotados, como corresponde. En alguna medida este ómnibus célebre es el colectivo digamos ciento diez, de colores vivos, en tren de conducirme a la matinée del cine Veinticinco de Mayo.

El centro de gravedad futuro será, en las entrañas, admitir lo inadmisible, tanto en la nieve como en el mar, tanto en la comprensión como en la penumbra.

Cada instante perdido estaría perdido para siempre.


Diario de Manhattan
Néstor Sánchez
Epílogo de Osvaldo Baigorria
Ediciones Sin Fin
Barcelona, 2017; 12,30 €

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