Narrativa

Biblia: los relatos fundacionales

Existen numerosas adaptaciones pictóricas y cinematográficas, pero la edición de la Biblia de Frédéric Boyer y Serge Bloch propone una lectura inédita y esclarecedora de ese todo, a menudo oscuro y dispar, que es el Antiguo Testamento, inspirándonos en lecturas e interpretaciones recientes que otorgan un lugar clave al relato.

La Biblia forma parte del patrimonio literario y cultural de la humanidad. Sus historias han modelado el mundo en que vivimos. Existen numerosas adaptaciones pictóricas y cinematográficas, pero esta edición de Frédéric Boyer y Serge Bloch  propone una lectura inédita y esclarecedora de ese todo, a menudo oscuro y dispar, que es el Antiguo Testamento, inspirándonos en lecturas e interpretaciones recientes que otorgan un lugar clave al relato. Cada episodio es el fruto de la colaboración entre el escritor y el dibujante. La idea sustancial de este trabajo es realzar el vínculo que existe entre la Biblia y nosotros: estos relatos hablan de las grandes preguntas que siempre nos hacemos.


Frédéric Boyer (Cannes, Francia, 1961)
Serge Bloch (Colmar, Francia, 1956)

/ por José Luis Puerto /

En la tradición intelectual francesa contemporánea, hay una relación con el hecho religioso mucho más viva, fecunda y creativa que en España. No hay más que espigar nombres –en muy distintas direcciones– como los de Jacques Maritain, Theilard de Chardin, Jean Baruzi (con una pionera visión e interpretación del símbolo en San Juan de la Cruz)… y otros muchos.

Los españoles contemporáneos, alineados en filias (tradicionalismos a lo Donoso Cortés) o en fobias (nuestros no menos ancestrales anticlericalismos), hemos sido incapaces de generar una cultura viva en torno al hecho religioso; como sí hicieron, sin embargo, nuestros clásicos. Recordemos toda la literatura mística e incluso esa corriente –castigada como heterodoxa– que fue el quietismo, plasmado por Miguel de Molinos, en su maravillosa Guía espiritual, nuestro último gran libro de espiritualidad.

Y esta fértil tradición intelectual francesa frente al hecho religioso se percibe palpablemente en Biblia. Los relatos fundacionales, del escritor Frédéric Boyer, sobria y eficazmente ilustrada por Serge Bloch.

¿Y qué aporta este libro? ¿Por qué aparece en el contexto de un mundo descreído, materialista y pragmático, como es el occidental? ¿Puede aportarnos algo de luz a unos ciudadanos que no tenemos más que oídos sordos para lo que es la vida del espíritu y que, cuando la percibimos, miramos para otra parte?

Ante tales interrogantes, lo primero que podemos decir es que estamos ante un libro necesario. Acerca hasta nosotros los grandes relatos bíblicos fundacionales, no de un modo literal ni arqueológico, sino plasmando, a través de un fraseo leve y comprensible, que facilita la lectura, los grandes arquetipos narrativos de la cultura semítica de origen judaico que se encuentran en la Biblia y, dentro de ella, en el Antiguo Testamento y, más particularmente, en el Pentateuco (Génesis, Éxodo, Deuteronomio) y en otros, como los Libros de Josué, de Rut, de los Jueces, de Samuel (el primero y el segundo), de los Reyes (el primero), de Isaías, de Ezequiel, de Jonás, de Job, de Ester, de Tobit, de Esdrás, de Nehemías, de Daniel, el Cantar de los Cantares, así como también los Salmos.

Estamos ante un conjunto de treinta y cinco relatos fundacionales de lo que puede ser la raíz de la cultura semítica judaica, de la que todos hemos bebido y que, desde la escuela, todos conocemos. Relatos, por tanto, que forman parte del imaginario que nos puebla, a través del cual se ha ido configurando nuestra concepción del mundo.

La gran aportación de occidente a la cultura universal es la fusión y peculiar reelaboración que realiza a partir de la síntesis de dos grandes tradiciones históricas: la semítica (lo islámico, judaico y cristiano), por una parte, y, por otra, la clásica greco-latina.

En esta obra, Frédéric Boyer actualiza, reelabora, sintetiza y plasma, a través de un lenguaje de hoy y mediante la inserción en el corazón de los relatos de problemáticas que vivimos y padecemos en nuestro mundo (exilio, migraciones, tiranías, guerras, cainismos..), unas historias que, pese a sernos conocidas, en muchas ocasiones hemos recibido meramente como relatos anecdóticos.

Hay un doble eje en estos treinta y cinco relatos bíblicos fundacionales, tal y como Frédéric Boyer los ha reelaborado y nos los propone: por una parte, estamos ante relatos que tienen una indudable clave “mítica”, si podemos utilizar este calificativo, en principio, aplicado estrictamente al mundo clásico. Y son “míticos” porque están presente de continuo en ellos las sagas fundadoras del pueblo hebreo y, además, porque la divinidad –YHWH (Yavéh)– vigila y protege de continuo ese mundo. Y, por otra, ante relatos de los que se desprende, de continuo, una indudable moralidad.

Si partimos de la clave “mítica”, hemos de advertir la presencia de personajes poderosos, marcados por el halo fundacional y también visionario, en ocasiones, como Abraham, Isaac, Jacob, José, Moisés, Saúl, David, Elías…; también de la continua plasmación de arquetipos (sirviéndonos del concepto acuñado por Jung), como elementos que plasman un universal válido como experiencia general humana: el cainismo, el diluvio, la confusión de lenguas, la venganza, la reconciliación… y otros muchos. Y, también en clave que nos atrevemos a llamar “mítica”, está en estos relatos la presencia de lo que Alejo Carpentier llamaba “lo real maravilloso”: el arca de Noé, la zarza que arde, el mar que se parte en dos y traza un camino para que los hebreos regresen a su tierra de su exilio egipcio, el becerro de oro, los seres forzudos y gigantescos (Sansón, Goliat), etc. Para entender este sentido de lo “mítico”, hemos de tener en cuenta que tales relatos se engloban en lo que –en el ámbito escolar– se denominaba como “historia sagrada”, un interesante concepto sobre el que ahora no podemos reflexionar.

Pero también estos treinta y cinco relatos –como hemos ya indicado– albergan una indudable moralidad; una moralidad que no es arqueología, sino que nos podemos aplicar a nosotros mismos y a nuestro tiempo, pues el sentido de tal moralidad, también ante los problemas de nuestro tiempo, tiene un claro carácter regenerador, tanto de los individuos, como de la sociedad.

¿Dónde puede advertirse esa moralidad de que hablamos? En primer lugar, en la continua presencia de dualismos, que sirven para que los lectores configuren su peculiar cartografía del bien y el mal. Así, las historias protagonizadas por Caín y Abel, Jacob y Esaú, José y sus hermanos, Samuel y Saúl, David y Goliat… contribuyen a trazar tal cartografía; como también determinados dualismos conceptuales, diseminados por no pocas historias (el exilio y el reino, por ejemplo).

Esta cartografía moral de la que hablamos, con nítidas distinciones entre el bien y el mal, también la inculcan los cuentos maravillosos, como demostró de un modo convincente Bruno Bettelheim en su excelente análisis de tales cuentos (Psicoanálisis de los cuentos de hadas).

Hay una moralidad –expresada en varias historias– sobre la que quisiéramos llamar la atención: la que nos atreveríamos a denominar como el fracaso de la fraternidad, presente en las historias de Caín y Abel (“la envidia envenena las relaciones”, “el primer crimen fue matar al hermano”, de Jacob y Esaú (“los hermanos gemelos que se vuelven enemigos”, el fuerte que ultraja al débil), o de José y sus hermanos. Frédéric Boyer, ante la derrota de lo humano que supone el fracaso de la fraternidad, nos propone una pregunta: “Pero ¿cómo volver a encontrar entre los hermanos el camino del perdón?”

También se acentúa en estas historias la perspectiva de los soñadores, de los no pragmáticos, de aquellos decididos –a contracorriente– a existir en los territorios del espíritu, de la “utopía” (si es que podemos utilizar tal término) y del sueño. Es la perspectiva –de muy distintos modos– de Jacob, de José (“El Señor de los Sueños siempre está en las estrellas y en la luna” –indican los hermanos–; pero José afirma su perspectiva: “Quieren matar los sueños. Hacer que el soñador desaparezca”), de Isaías, de Ezequiel… Pero no falta la perspectiva del inocente: Jacob (en este sentido, recomendamos a quienes deseen ahondar en tal perspectiva lean la obra poética, de título homónimo, de José Ángel Valente).

Y estos relatos ponen el dedo en otra llaga de nuestro mundo: la migración, el exilio, el éxodo, con el sufrimiento que tales lacras comportan. Pero, frente a esta realidad, desgraciada y trágica, de nuestro tiempo, debida, sin duda, a los propios seres humanos, Frédéric Boyer concluye –en sus contemporáneas y hermosas versiones de estos relatos fundacionales– con unos enunciados que miran hacia la luz y hacia lo abierto: “La esperanza renacerá. Muchos de los que duermen en el país del polvo se despertarán.” “Pero ¿no se dice que los hombres son sólo polvo? La esperanza y el perdón hacen que los hombres no sean polvo.”

Estamos ante una nueva manifestación –en estas afirmaciones finales, que constituirían algo así como una suerte de moraleja–  de lo que el filósofo judío-alemán Ernst Bloch llamara “el principio esperanza” (en una obra homónima de 1949). Es esa perspectiva humanizadora de exorcizar lo cerrado, lo sombrío, lo oscuro, y de buscar lo abierto (esa maravillosa propuesta de Rilke en su octava elegía de Duino).

Qué bueno sería que, en nuestro país –una sociedad en la que el cuarenta por ciento de los ciudadanos no lee nunca por desgracia–, quienes lo hacen se acercaran a Biblia. Los relatos fundacionales, de Frédéric Boyer, hermosamente ilustrado por Serge Bloch, que acompaña eficazmente los textos, porque es un libro que desde lo fundacional y lo mítico nos propone también una moralidad de la que estamos muy necesitados.


Biblia. Los relatos fundacionales
Serge Bloch
y Frédéric Boyer
Traducción de Ernesto Kavi
Sexto Piso, 2016, 528 páginas
33.00€

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