La escritora irlandesa Nuala Ní Chonchúir (Dublin, 1970) se ha ido abriendo hueco en la prestigiosa narrativa breve anglosajona desde principios del presente siglo. Un buen ejemplo de ello es Nude (2009), su tercer volumen de relatos, que Máximo Aláez traduce al español de forma brillante bajo el cuidado del sello KRK.
Pasan por las páginas de Desnudo (KRK, 2018) personajes de distinta procedencia cuya vida queda al desnudo ante el lector, a veces con ironía, a veces con dramatismo, pero siempre desde una perspectiva cercana, familiar, que favorece la empatía con sus vicisitudes. Las historias incluidas en Desnudo gravitan en torno al cuerpo desnudo y proponen, a su vez, una mirada introspectiva al mundo del arte y los modos de representación del cuerpo femenino. También aguantan con nota una lectura centrada en la disección de los alambicados sentimientos que rigen las relaciones de pareja.
Máximo Aláez, traductor del volumen, charla para El Cuaderno con la autora.
/por Máximo Aláez /
Pregunta.- Nuala, ¿cómo situarías Desnudo en relación con tus anteriores volúmenes de relatos (The Wind Across the Grass, y To the World of Men, Welcome), así como con los volúmenes que has publicado después (Mother America y Joyride to Jupiter)? ¿Ocupa Desnudo un lugar especial para ti?
Respuesta.- Me siento orgullosa de este libro; es una colección de relatos más coherente que las dos precedentes, en el sentido de que presenta el tema recurrente del cuerpo desprovisto de vestidos, en el mundo del arte y también en lo tocante a personas que se aman. Y el título Desnudo refleja todo eso —no hay ningún relato con ese título en el libro, sino que es, más bien, un título que unifica a todas las historias. Siempre he estado interesada en el arte visual y solía coleccionar postales de desnudos femeninos y masculinos (me gustaban sobre todo la Olimpia de Manet y la Madonna Irlanda de Micheal Farrell), así que para mí fue un placer encontrar un modo de escribir acerca de esos cuadros y revestir de humanidad a sus modelos.
P.- Tu prosa es muy intensa y personal… ¿Hay algún/alguna escritor/a en particular que te guste en especial, o que haya ejercido alguna influencia específica en tu manera de escribir, o en tu decisión de convertirte en una escritora profesional?
R.- Hay muchos. Mis padres siembre coleccionaron libros, especialmente obras irlandesas, así que crecí leyendo a Edna O’Brien, Frank O’Connor, John McGahern, Brendan Behan y Elizabeth Bowen, entre otros. Después leí a las hermanas Bronte, Jane Austin, etcétera. Cuando fui algo mayor, leí a Anne Enright y a Mary Morrissy, así como a otros escritores irlandeses jóvenes. Ya en mi edad adulta he leído a muchas/os escritoras/es americanas/os de relatos: Amy Bloom, Lorrie Moore, Valerie TrueBlood, Arlene Heyman. Supongo que siempre he querido ser una escritora “a tiempo completo”, pero una tiene que adaptar su vida para que tal cosa ocurra (ser más frugal, tener otros trabajos como dar clases, hacer labores de tutorización o hacer reseñas; es imposible ganar lo suficiente sólo escribiendo libros). Indudablemente mi pasión por la escritura nació de mi amor por la lectura. Y también de la habilidad de mi padre para contar historias de manera oral. Las historias son muy importantes en Irlanda: a la gente le encanta crear narraciones a partir de las cosas más intrascendentes que les suceden.
P.- Sé que esta es una pregunta que te hacen a menudo, pero ¿podrías hablarnos un poco acerca de cómo comienza el proceso de creación literaria en tu caso? ¿Ha habido algún cambio sustancial en ese proceso, a medida que has madurado como escritora o a medida que has ganado experiencia?
R.- Solía encontrar mucha inspiración en el mundo de las imágenes; otras veces la primera línea de una historia solía colarse entre mis pensamientos, hasta el punto que necesitaba explorarla y expandirla. Hoy día simplemente una palabra puede hacer que empiece una historia, o incluso fragmentos de conversaciones que escucho casualmente, o algún artículo que leo. Las historias llegan por distintos cauces. La voz es importante (es decir, una vez consigo ajustar de manera correcta el sonido de la historia, el tono); todo parece fluir a partir de ahí.
P.- Pareces tener mucha seguridad a la hora de manejar casi todos los tipos de narrador (incluyendo el narrador en segunda persona, que a buen seguro ha de plantear un desafío para la mayoría de los escritores). ¿Cómo escoges el tiempo narrativo? ¿Te sientes más a gusto con la narración en tiempo presente o en tiempo pasado, y qué te hace escoger uno u otro para cada historia?
R.- Me encanta la narración en primera persona y en tiempo presente, y también me resulta fácil escribir en segunda persona: es un punto de partida natural para mí, en la medida en que hay algo en esa intimidad, esa característica típicamente irlandesa, que me resulta muy atrayente. Es un punto de vista muy convincente; es como una voz en el oído del/la lector/a que le persuade para que escuche la narración. Hace poco escribí una novela desde el punto de vista de una tercera persona, en tiempo pasado, y fue todo un desafío para mí. Prefiero una experiencia más interior, más inmediata. Me gusta vestirme con la piel de mis personajes y ocuparlos enteramente. En lo referente a escoger el tiempo narrativo, una vez tengo la voz de la historia, esas cosas vienen solas, así que son ellas las que me escogen a mí, en cierto sentido.
P.- Desnudo tiene algunos hilos comunes que unen a la mayoría de los relatos; ¿existe alguna razón en particular por la cual escogiste la desnudez (en su sentido más amplio) como tema principal del libro? ¿En qué sentido es importante para ti la desnudez?
R.- Como dije antes, coleccioné muchas postales de desnudos, durante muchos años, cada vez que visitaba alguna galería o museo de arte, y mis amigos también me las enviaban; hice un collage grande con ellas y lo colgué en mi casa. Me interesaba la historia del desnudo, a partir de qué momento se había empezado a permitir la aparición de la carne desvestida en el arte, y también me interesaba el mundo de la censura. En Irlanda, debido muy probablemente al catolicismo, tendemos hacia la timidez y la modestia en el tema de la desnudez. Cuando contemplaba mi collage de desnudos, comencé a reflexionar en especial acerca de las mujeres, las modelos, acerca de sus historias y sus vidas. Así que empecé una exploración del tema y las historias salieron de manera natural a partir de esa investigación.


P.- ¿Tienes algún relato preferido en Desnudo, o hay alguno de ellos que tenga una significación especial para ti?
R.- Algunos de ellos son mis preferidos por razones extrañas, no necesariamente por su contenido. Puede que esto tenga que ver más con el momento en que escribí cada historia, o con algún elemento de la historia que es más personal, o quizás con algún recuerdo entrañable. Me siento muy orgullosa de “Cowboy y Nelly”, porque es una invención de principio a fin y porque me gustan los personajes. “Una princesa Amarna del Norte”, basado en las falsificaciones de Greenhalgh, me hace sonreír. Algunas de las otras historias hacen que recuerde alguna visita que hice a museos y galerías de arte, por todo el mundo, y ese acto de volver la vista atrás me resulta muy agradable.
P.- Ya has escrito un buen número tanto de novelas como de volúmenes de relatos; ¿te resulta más “fácil” escribir novelas que escribir relatos (o al revés)?
R.- Ninguna de las dos cosas es fácil, pero la novela es más una cuestión de trabajo: siempre hay un punto a partir del cual puedo proseguir, cada día, de manera que me ofrece un elemento reconfortante, como escritora. Por el contrario, en el caso del relato, siempre estás comenzando de nuevo: personajes nuevos, situaciones nuevas, etcétera. Los relatos son más difíciles en el sentido de que no existe margen para que una se oculte en ellos, pues todo es inmediato y todo está a la vista. Me encantan tanto la novela como el relato, pero quizás soy de manera más natural una escritora de relatos.
P.- A juzgar por los distintos países que aparecen en Desnudo, parece ser una viajera muy entusiasta. ¿Hay algún país que hayas visitado y que te haya dejado una impronta significativa, o que incluso hay influido en tu escritura por algún motivo?
R.- Solía viajar bastante a París, dos o tres veces al año, porque era barato viajar hasta allí con Ryanair. Así que llegué a conocer la ciudad bastante bien y verdaderamente me enamoré de ella. Ahora que tengo más invitaciones para viajar a otros sitios, debido a mi labor como escritora, ya no viajo tanto hasta allí. Pero todavía ocupa un lugar especial en mí: me siento feliz allí.
P.- Has escrito diversas historias sobre arte/artistas antes (y después de) Desnudo. ¿Por qué crees que te sientes tan vinculada al arte visual? ¿Hay algún artista/estilo artístico que te guste especialmente?
R.- Crecí en una casa repleta de obras artísticas (mis padres son coleccionistas). Mi propia casa ya se está quedando sin espacio para colgar más obras. Y dos de mis hermanas son artistas y otra es fotógrafa. Desde siempre me he sentido atraída por lo visual. Citando a Rufus Wainwright (más o menos), me gustan las “cosas bonitas”: colecciono, por ejemplo, obras en vidrio, especialmente pisapapeles azules. Disfruto con cosas visualmente agradables.
Soy muy fan de los “fauves” y de los expresionistas. Me encanta Gauguin, Matisse y la artista alemana Paula Modersohn Becker. Sus obras son tan monumentales y el color es siempre protagonista; me encanta eso.

P.- Por último, una pregunta “de género”. ¿Te ha resultado muy difícil conciliar la vida familiar con la escritura? ¿Y qué consejo le darías a una aspirante a convertirse en escritora que quiera comenzar su carrera profesional sin renunciar a formar una familia?
R.- Me molesta que esto tenga que verse como una cuestión de género; es decir, que se asuma que las mujeres que tienen un trabajo todavía tengan que encargarse de las tareas familiares. Sin embargo… Yo me convertí en madre a los veintitrés años y me concentré en serio en la escritura cinco años más tarde, así que la escritura y la maternidad, en mi caso, siempre han ido de la mano. Tengo tres hijos; tan sólo me sentí frustrada cuando eran bebés, pero en el momento en que cumplieron un año, los llevaba a la guardería durante unas horas, tres mañanas a la semana, y me ponía a escribir (a menudo con la ayuda de una beca del Arts Council).
Si quieres escribir, encontrarás un modo de hacerlo. Tengo amigos que se levantan a altas horas de la madrugada para escribir antes de irse al trabajo. Tengo amigos que se acuestan tarde para poder escribir. Si realmente quieres escribir, lo harás, y nada se interpondrá en tu camino. Si te tomas tu escritura en serio, los demás (tu familia) también lo harán. Es tarea del/la escritor/a implicarse en su labor y marcarse límites y objetivos. Las historias se escriben palabra tras palabra y sólo tú, como escritor/a, puedes escribirlas.
Nuala Ní Chonchúir (Dublín, 1970), también conocida como Nuala O’Connor, es una autora irlandesa que se ha ido haciendo un importante hueco en el mundo de las letras anglosajonas. Su primera obra importante es la colección de relatos The Wind Across the Grass (2004), a la que siguió To the World of Men, Welcome (2005). Estos dos volúmenes ya muestran a una escritora madura, que construye sus relatos con paso firme y una voz propia y contundente. Tras el poemario Tattoo (2007), en 2009 presenta su tercer volumen de relatos, Nude, en el que su voz se nos ofrece brillante y esplendorosa, con narraciones mucho más flexibles y dinámicas.
En 2010 Ní Chonchúir publica su primera novela, You, y en 2014 la segunda, The Closet of Savage Mementos; antes publicó Mother America (2012), relatos centrados en la maternidad y las relaciones materno-filiales. Con su siguiente novela, Miss Emily (2015), trata la figura de la poeta norteamericana Emily Dickinson. Su última publicación es otro volumen de relatos, Joyride to Jupiter (2017).
La presente edición de Nude supone la presentación de Ní Chonchúir al público español.
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