Altísimo equilibrio
/ por Moisés Mori /
«Maupassant, un verdadero romano»
Con este epígrafe de Nietzsche (frase tomada de Ecce homo) se abre el breve ensayo de Alberto Savinio sobre Guy de Maupassant y, a renglón seguido (sin pasar al cuerpo central de la página), el autor del libro añade: “Los epígrafes se ponen a la cabeza de los escritos para aclarar en muy pocas palabras su contenido: este epígrafe de Nietzsche ilumina tanto mejor la figura de Maupassant cuanto que no se comprende lo que quiere decir”. Y la paradoja se consolida, pues esa curiosa acotación incluye a su vez una llamada que nos remite a las “Notas” (páginas finales), a la primera de las ciento una notas que contiene este libro extraordinario, y ahí, entre otras divagaciones, observa Savinio que ese epígrafe que no se entiende bien, que no se sabe lo que quiere decir, ilumina la figura del escritor francés “por la vía del absurdo”: “La absurda, la inane definición de Nietzsche atrae <<en el acto>> la atención hacia la figura de Maupassant con más fuerza que una definición exacta, una definición profunda”.
Como se ve, en Maupassant y el <<otro>>, se coloca Alberto Savinio (Atenas, 1891 – Roma, 1952) desde el principio en un plano que elude la profundidad y los itinerarios convencionales, pues aun manejando la bibliografía disponible en ese momento (escribe en 1944), busca acercarse a Maupassant (vida y obra) por sus propios medios, es decir, los de la literatura: intuición, imaginación, analogía, atrevimiento, paradoja. De modo que lo verdaderamente sugestivo de este ensayo singular no es tanto la tesis que pueda ahí formularse sobre el normando o romano o doble Maupassant, sino el deslumbrante recorrido de una escritura que se desvía a cada paso de su primer propósito para ofrecer sin embargo -con esas mismas y continuas digresiones- los elementos que (como la sentencia de Nietzsche) terminan, en efecto, por iluminar el objeto, pero sobre todo generan y constituyen la andadura misma.
Porque la digresión no es en Savinio algo externo o sobrepuesto, ni siquiera un rasgo de estilo, sino un modo de pensar, un método o procedimiento asumido, cuya pertinencia, exactitud y profundidad son las propias del arte: las mismas e intangibles propiedades que suelen atribuirse más comúnmente al lenguaje poético, pues la poesía nos conduce a la verdad más oscura de las cosas mediante silencios, evocaciones, hipérbatos, acentos caprichosos y palabras equívocas. De manera que si estamos hablando de Maupassant y <<el otro>>, bien puede desviarse Savinio aquí y allá, adentrase en espacios desacostumbrados, escribir así sobre esto y aquello, traer, en fin, sobre la mesa cuestiones tan inesperadas como: el verdadero apellido de Greta Garbo; el celibato y el matrimonio entre hermanos; el distinto ritmo de las obras literarias (de carro, de tren, etc.); la pasividad de las orejas; el vuelo de un bombín en la plaza parisina de la Bolsa; que los morenos son más ligeros que los rubios; los lapsus de su máquina de escribir; la necesaria unidad de Europa; que Benedetto Croce es a la poesía lo que un cura a los sujetadores; que la muerte es más segura que la cárcel; el flan de la señora Adela; diferencias entre el frac y el chaqué; los parecidos adquiridos; la trascendencia de la maquinilla de afeitar eléctrica; los cadáveres del tiempo; el atractivo de las joyas… Pues todo ello -como la rima o la sinestesia- también puede hacernos comprender mejor el realismo-naturalismo de Maupassant o los horrores de “El Horla”. Y, entre tanto, la escritura de Savinio no decae, nunca se pierde: se eleva, se desliza entre Atenas y Roma.
También es cierto que algunos lectores -como los que se atragantan con el verso libre, o sencillamente se sienten incómodos con tales procedimientos- pueden preguntase a qué vienen las orejas o el chaqué si estábamos hablando de, digamos, Una vida, Bel Ami o “Bola de sebo”. El ateniense acepta el envite (“Algún lector, llevado por la fuerza de la costumbre, preguntará: <<Pero ¿esto qué tiene que ver?>>”) y responde como un poeta de vanguardia: “Nuestro procedimiento literario, antimiguelangelesco por excelencia, trata de rodear a cada objeto del ambiente más rico, más completo, más <<inesperado>>. Se trata de dar a conocer la cosa lo mejor posible por medio de otras cosas y de cosas distintas, de iluminarla con la luz más intensa, de penetrarla más hondamente. La andadura literaria es para nosotros como caminar sobre la cuerda floja”. Y desde ese aéreo y delicado equilibrio, Maupassant y <<el otro>> no solo esboza una biografía del escritor, sino que analiza su obra narrativa y nos ofrece, en suma, un retrato vibrante del novelista francés.
Los principales rasgos biográficos de Maupassant (entramado familiar, sexualidad de toro, rechazo del matrimonio) se trazan con ayuda del psicoanálisis (lo que no resulta raro en Savinio); y el examen de su obra (magisterio de Flaubert, insuficiencias del realismo, etc.) conduce hacia una conclusión: que el por todos aclamado, aunque muy “mediocre” Maupassant, solo llega a ser un escritor mayor cuando, en sus últimos años, la locura (<<el otro>>) se apodera de él. Distingue, pues, Savinio un primer Maupassant (efímero, temporáneo), cuyos cuentos y novelas no sobrepasan esa misma mediocridad de la sociedad francesa que reflejan (la de su época: 1850 – 1893) y otro, un segundo Maupassant (“poeta altísimo de la locura”) ya dominado por ese fuego incontrolable (<<el otro>> interior) que le lleva a la clínica psiquiátrica, al temblor de sus mejores relatos (“Sobre el agua”, “El Horla”, “¿Quién sabe?”) y a una rápida muerte; es decir: un escritor (“grandísimo escritor”) que se adelanta a su tiempo, que anuncia alguno de los cambios sociales y estéticos (ismos) que van a producirse tras la Gran Guerra.
Pero Maupassant y <<el otro>> es también un texto sobre el civilizado Alberto Savinio, sobre ese doble de Andrea de Chirico (nombre auténtico del ateniense). De hecho, tras el citado epígrafe de Nietzsche, el libro comienza directamente con la llegada del joven Savinio a París en 1910, es decir, como si fuera a relatarse una historia personal, un episodio autobiográfico (por lo demás, suficientemente conocido). Bien es verdad que a ese viajero que llega a la capital francesa se le llama siempre, desde el primer momento, Nivasio (el acostumbrado anagrama narrativo de Savinio). Empieza el ensayo sobre Maupassant: “Nivasio Dolcemare llegó por primera vez a París la noche del 25 de febrero de 1910 y cuando bajó del vagón…”.
Y es que interesado siempre por las biografías de artistas (recuérdese Contad, hombres, vuestra historia, donde el autor se acerca a Collodi, Verdi, Isadora Duncan, Julio Verne, Apollinaire, etc.), Savinio ha entrado él mismo siempre en esas vidas a su modo, y no tanto para renovar el género biográfico como por necesidad: por buscar en la literatura lo imposible. Indica, por ejemplo, en otro título suyo, Vita di Enrico Ibsen: “La biografía es para nosotros un juego secreto. Escribimos también biografías para tener compañía: para hacernos un grupo de amigos, para aumentar el número de nuestros hijos. Digo bien: para aumentar el número de nuestros hijos. Nada está tan poblado como nuestra soledad”.
Biografía, comentario crítico, historia, humor, autobiografía, narración… Maupassant y <<el otro>> ofrece varios perfiles, y sus ciento una notas no solo multiplican esa pluralidad, sino que configuran el particular carácter de este breve pero altísimo libro. Pues esas “Notas” (a veces de más de una página), que, por supuesto, en nada se asemejan a las de un estudio académico, tampoco son un suplemento o un quiebro gratuito, sino parte fundamental del texto, su prueba poética, la creación sobre la marcha (<<en el acto>>) de un género misceláneo (o literariamente hermafrodito), vías que facilitan salidas del discurso en cualquier dirección: las orejas, el chaqué, la lucha contra el esteticismo, el purismo, el dolorismo… Y dada su relevancia, hubiera sido deseable que esta edición, que rescata felizmente un libro tanto tiempo olvidado, hubiera dado a esas veinte páginas de “Notas” un tamaño mayor de letra, el que corresponde a un grandísimo texto.
Por nuestra parte, mientras leemos a Savinio, sentimos que estamos aplicando este método suyo: “En cuanto a nosotros, que escribimos, tenemos un método seguro para determinar si un autor es poeta o no lo es, y son las ganas de trabajar que despierta en nosotros la lectura de sus obras”.
Maupassant y <<el otro>>
Alberto Savinio
Traducción de José Ramón Monreal
Acantilado, 2018
112 páginas; 14,00 €
Alberto Savinio, pseudónimo de Andrea de Chirico (Atenas, 1891 – Roma, 1952), fue pintor—al igual que su hermano, Giorgio de Chirico—, escritor y músico. Entre sus obras destacan Hermaphrodito (1918), La casa inspirada (1925), La infancia de Nivasio Dolcemare (1941) y Toda la vida (1945), aunque es probablemente en el ensayo donde su fuerza se despliega con total rotundidad: Nueva Enciclopedia (1977; Acantilado, 2010) y Maupassant y “el otro” (Acantilado, 2018).
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