Pájaro herido, de Carlos Iglesias Díez
/por Carlos Alcorta/
Seis años han pasado desde la publicación del primer y único libro de Carlos Iglesias (Oviedo, 1983). Aquel libro, El niño de arena, supuso un agradable descubrimiento porque los poemas que lo integraban, a pesar de transparentar las lógicas influencias propias de un poeta en ciernes, dejaban claro que poseían una ambición más sólida. La voz de Iglesias que comenzaba entonces a perfilarse, sin renunciar al magisterio de ciertos autores vinculados a la poesía de los cincuenta y a la de la experiencia, anunciaba un deseo de reflexionar sobre la realidad más allá de lo meramente anecdótico, volviendo los ojos a la tradición áurea, pero actualizándola desde la visión de un joven actual. Pájaro herido, su reciente entrega, confirma esta sospecha. Uno no tiene más que detenerse en las citas que preceden a los poemas para darse cuenta de que los intereses lectores de Carlos Iglesias han tomado otros derroteros.
Por su estructura, el libro parece un cancionero de amor unas veces, y se aproxima a la estrofa del haiku otras. Pájaro herido es un libro compacto, aunque excesivamente breve, más aún si tenemos en cuenta que han pasado seis años desde la publicación del anterior. Por eso he de reconocer que me ha sabido a poco, algo que, por otra parte, dice mucho sobre la capacidad de autoanálisis del propio poeta y sobre su exigencia estética. Hay, además, mucha y buena poesía en estos pocos poemas; poesía amorosa, sensorial, erótica incluso, todo ello bajo la advocación del un astro tutelar, la Luna, así, con mayúsculas, como prefiere el autor escribirlo: un astro que parece ser el vigía de la educación sentimental del autor.
El tú que fluctúa entre la devoción y la añoranza es celebrado con una entrega apasionada —ecos de la lírica provenzal parecen oírse en algunas estrofas— que crece sin desmayo. Todo parece girar en torno de la persona amada. El mundo no parece tener sentido sin ella, aunque al final del libro se vislumbra ya la sombra del desencanto, como en el poema titulado «Polaroids», uno de los más narrativos del libro: «Tú: señal de labios en un vaso,/ un silencio de zapatillas blancas.// tú: una hoja entre las páginas de un libro,/ un pañuelo de papel arrugado.// Tú: azul iluminando la caverna,/ un llanto en la oscuridad.// Tú: un mensaje en el contestador, / compases musicales apenas esbozados.// Tú: borrador de un poema,/ del Poema.// Tú».
La mayoría de los poemas se limita a sugerir más que a describir —algo, por otra parte, propio de la más popular de las estrofas japonesas—, de tal forma que es el lector quien debe aportar su granito de arena para dar un sentido al poema. Como escribe Guillermo Fernández Ortiz en el epílogo, «Carlos Iglesias no nos detalla nada con profusión, todo ha de ser intuido; nos hace sus cómplices con una prudencia digna de elogio; crea y recrea la atmósfera de sus textos con el mínimo número de palabras». Palabras con plomo que lastran el vuelo de este pájaro herido.
Carlos Iglesias huye del confesionalismo más escrupuloso porque no se rebaja a glosar lo anecdótico. Sin embargo, sus poemas dejan suficientes pistas como para presumir que el pájaro herido sanará y remontará el vuelo. Poemas futuros, que espero no se hagan de rogar tanto, nos mostrarán a un pájaro en pleno vuelo, con la vista puesta en otros horizontes.
Pájaro herido
Carlos Iglesias Díez
Bajamar Ediciones
10€
50 páginas
Selección de poemas de Pájaro herido
SÁBADO
LAS horas crecen a la velocidad de pequeñas llagas.
En el interior, trato de sofocar el humo de tus preguntas.
Tal vez la realidad tenga tus ojos y, al verte,
mis palabras huyan.
Tal vez la torre del silencio
vuelva a arder
entre tú y yo.
DEDICATORIA
PARA ti me invento
días sin calendario,
donde vuelan las horas
como
calladas sinfonías,
la noche esculpe
en Luna
los besos que te doy,
y la ternura solo es
ese pájaro herido
que tiembla
entre tus manos.
HOY
EL amor es un grifo
que gotea de vez en cuando.
La soledad es una película
con demasiados extras.
El dolor es un gato
nacido sin cola.
Tú y yo somos una promesa
que cumple solo
el aire.
Y tu silencio son
estas palabras ciegas
que hoy te escribo.
FADO
LA lluvia es una tela invisible,
que envuelve las calles
por las que anduvimos.
Se desliza entre las sombras
como un gato sigiloso,
suena igual que las palabras
que nunca te dije,
sabe a la saudade que hoy tengo
de la luz que te llevaste,
y su lamento cae,
implacable,
como el olvido.
POLAROIDS
Tú: señal de labios en un vaso,
un silencio de zapatillas blancas.
Tú: una hoja entre las páginas de un libro,
un pañuelo de papel arrugado.
Tú: azul iluminando la caverna,
un llanto en la oscuridad.
Tú: un mensaje en el contestador,
compases musicales apenas esbozados.
Tú: borrador de un poema,
del Poema.
Tú.
TAN LEJOS, TAN CERCA
DEJO pasar con lentitud los días,
ajeno a los milagros
que tu nombre augura;
mientras sueño,
en secreto,
con ser otro,
y el destino me hace burla,
una vez más,
desde el fondo
de tus ojos rasgados.
FINAL
CUANDO el amor solo sea
un haz de quebradas luces,
entre tus dedos seguiré siendo
ceniza de Luna.
ANIVERSARIO
LA realidad es un destello azul,
apagando mi vela,
donde solo la Luna y tu recuerdo
cumplen años
desde siempre.
DIANA
El temblor de todo
lo que hoy nace;
tus pensamientos,
como un eco
de los míos;
un abismo de palabras,
y al fondo,
siempre tú:
mi mundo en equilibrio.
NOTA BIO-BIBLIOGRÁFICA
CARLOS IGLESIAS DÍEZ (Oviedo, 1983) es profesor de lengua castellana y literatura. En 2012 publicó el libro El niño de arena (Colección Deva, Ateneo Obrero de Gijón) y algunos de sus poemas, asimismo, han aparecido en antologías y libros colectivos tales como Nombres propios (Llibros del Pexe, 2007) o Tu sangre en mis venas. Poemas al padre (Renacimiento, 2017). Por otro lado, es coautor de la antología Siete mundos: selección de nueva poesía (Impronta, 2015). Colabora regularmente en la revista Anáfora.
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