Preguntas y caminos a la espera de una respuesta
/ por Manolo D. Abad /
Uno se pregunta siempre cómo surgen determinadas historias, qué hay en nuestra cabeza y en nuestra vida que nos conduce a un determinado texto, que no es sino otro camino más que tomamos, para encontrarnos las más de las veces. Como si en nuestro laberinto inexplicado quisiésemos conocer qué es lo que hay al final, como en esa escena de La huella cuando Michael Caine se pierde en el infernal jardín que sólo será una más de las pruebas que le esperarán en las siguientes horas.
Cuando llega el momento, siempre mágico, en que el olor del papel de un nuevo libro nos embriaga, comprendemos que en cada renglón hemos dejado algo de nosotros. Más o menos, eso lo sabemos tiempo después, cuando reconocemos en las líneas de un poema o en las esquinas ocultas de la frase de un relato, algo escondido que habíamos guardado de nosotros mismos a salvo de todo y de todos.
El caso es que un nuevo libro ha llegado, el quinto ya, en la travesía que inicié hace ya una década con la publicación de Vasos sucios en la madrugada; el decimoctavo si lo sumamos a los colectivos, y a uno le entra cierto vértigo.
Con Rec-Capitulación, que así se llama el nuevo trabajo, se trataba de echar la vista atrás y recoger un montón de pedazos dispersos por esos libros colectivos, por las revistas y por los fanzines y también seleccionar material inédito. Por supuesto, el conjunto no puede presentar homogeneidad, puesto que recoge más de una década de perseverancia en la escritura aunque los más avispados podrán descubrir una lucha por forjar un estilo propio. Mi querido amigo Jesús Palacios lo definió como romanticismo gélido, y la definición me pareció muy certera, a pesar de lo que quizás tenga de atadura estética en determinados momentos. Sin embargo, uno se sorprende a sí mismo (creo que más para bien que para mal) al recorrer en la corrección de los textos ese camino global del libro compuesto por pequeños trozos amalgamados en virtud de un montón de situaciones. El vértigo del que hablaba antes hubiera sido mayor si me hubiese dado por recorrer los cientos de artículos, perfiles musicales, críticas de discos, conciertos o películas… Probablemente, más de un escalofrío me hubiese asaltado como una ducha fría a cuarenta grados de temperatura en el exterior: tan placentera como chocante. De hecho, me habían animado a recopilar y seleccionar —para otro nuevo libro— los más de trescientos artículos que he publicado con el diario El Comercio desde que comencé a colaborar con este periódico gracias al decisivo impulso de su antiguo director Íñigo Noriega, hoy al frente de El Diario Montañés, en junio de 2013. Por determinadas circunstancias he detenido desde principios de año alguna de esas colaboraciones, pero espero retomarlas pronto. Y también, gracias a este Rec-Capitulación, someterme a la tarea de seleccionar y ordenar temáticamente los que crea más destacados para probar suerte también con un nuevo libro que, con este nuevo impulso, espero que no se retrase mucho. Así, quizás, este momento personal de cambios quedase definitivamente concluido y comenzar un nuevo camino.
Pero volvamos a Rec-Capitulación. Como en un giro casual, mientras recopilaba todos los textos repartidos anárquicamente en diversos formatos, aparecieron un montón de poemas de un momento especialmente doloroso para mí: desde otoño de 2009 al inicio del verano de 2010. Como si quisiera datar el que pensaba era mi propio final, cada poema quedó marcado con su fecha… Instantes muy personales no en el borde del precipicio, por aquello de parafrasear el título de mi segundo libro, sino en el fondo, buscando el puente más adecuado para el suicidio, para el definitivo final. Y lo digo muy en serio. Una llamada liberadora de mi viejo compañero Alan Álvarez me cambió —como él mismo vaticinó— la vida. No me la cambió, me la entregó: una nueva vida. Corramos un tupido velo, que si ya me suelen decir que resulta arduo leer algunos de mis textos, esto que digo no va a ser —promocionalmente— muy satisfactorio. La vida está ahí, la lucha para quien no sigue el camino convencional debe estar asumida de la cabeza a los pies. No hay que arrepentirse porque ya es demasiado tarde, aunque haya quien envidie nuestras múltiples vivencias…
Aparte de los devastadores poemas, que quise concluir con uno más optimista («Frontón de la Esperanza»), la miscelánea incluye inéditos que formaban parte de mi primer libro que se quedó ahí («Insolaciones») y un montón de textos desperdigados en diversos formatos. La sensación, para quien me haya leído en alguno de mis cuatro trabajos anteriores, será la de descubrir las aristas de un autor que esconde aún muchos rincones oscuros con los que poder estremecer al lector que haya flipado con, por ejemplo, mi novela “Elevator”. También el proceso de aprendizaje, de una siempre necesaria perseverancia.
Lo dejo aquí. Seguro que no hallarán ni autocomplacencia, ni cursilería, ni petulancia, ni artificiosidad, ni tanta tontería blanda como abunda por ahí. Está prohibido cuando mis dedos se deslizan por el teclado o rasgo en el primer papelote que se me pone por delante unas palabras, a veces casi ilegibles. Se puede ser sensible sin ser sensiblero, tan sólo requieren unas dosis elevadas de exigencia y rigurosidad. Pero si ven que decaigo en mi empeño, no dejen de decírmelo: escucharemos alguna canción y nos tomaremos un algo mientras damos cuenta de los detalles.
Rec-Capitulación
Manolo D. Abad
Hifer Editor, Colección Turbulencias, 2018
142 páginas
13 €
Manolo D. Abad (Oviedo, 1968) es escritor, periodista, crítico de rock y crítico cinematográfico. Entre 1987 y 2008 escribió para la revista Ruta 66. Desde 1998 a 2004 editó y dirigió la revista cultural gratuita Interferencias. En la actualidad es asesor musical de la Radiotelevisión Autonómica del Principado de Asturias y colabora en el diario La Nueva España y en sus suplementos Cultura y La Nueva Quintana, así como en las revistas culturales Post Magazine, Literarias y Clarín. Ha publicado los libros de relatos Vasos sucios en la madrugada (Septem, 2008) y Viajes al fondo del precipicio (Turbulencias, 2012) y la novela Elevator (Turbulencias, 2012) . Ha participado en los libros colectivos Songbook (Ruta 66 Ed., 2006), Mensajes de un mundo dibujado (Septem, 2007), Palabras con ángel (AEA, 2008), Una noche de verano (AEA, 2010), NeoNoirCine Negro Americano Moderno (T&B, 2011) y Leyendas urbanas (Laria, 2012).
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