Crónica

Reconquistar la ciudad

Andy Merrifield llama a recuperar una idea bretoniana de la ciudad como lugar de aventuras, de encuentros inesperados y de desenvolvimiento 'underground' frente a la ciudad estandarizada y tiránica del tardocapitalismo (crónica de Pablo Batalla Cueto sobre una conferencia de Merrifield durante el congreso «Pensar con Marx hoy»).

Pensar con Marx hoy

Reconquistar la ciudad

Pablo Batalla Cueto asiste en Madrid al congreso Pensar con Marx hoy, que pasa revista al legado y a la vigencia de Karl Marx y su pensamiento cuando se cumplen doscientos años de su nacimiento; y EL CUADERNO publicará una crónica diaria suya de alguna de las conferencias plenarias celebradas durante los cuatro días que dura el evento.

«Ni el marxismo ni la ciudad están en buena forma ahora mismo»: así opina el investigador y escritor británico Andy Merrifield (1960- ), autor de Metromarxism: a marxist tale of the city y uno de los ponentes de relumbrón internacional invitados a conferenciar en el congreso «Pensar con Marx hoy», que se celebra en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense desde el 2 hasta el 6 de octubre de 2018. Lo hizo en el marco del eje «Ciudad, territorio y poder», uno de los dieciséis que vertebran el congreso, y sucediendo a Costis Hadjimichalis, que disertó antes que él sobre La espacialidad del desarrollo desigual.

Disertó Merrifield sobre que «no es buen momento para hablar ni del marxismo, ni de la ciudad. El marxismo no está de moda, no es el más simpático de la clase, y las grandes ciudades, al menos las que yo conozco mejor, son pálidos reflejos de lo que yo pensaba que iban a ser». Explicó melancólico en este sentido que siente «nostalgia de los años setenta y ochenta, cuando no sucedía que el centro de Londres y Nueva York fueran todo cadenas, multinacionales, los mismos edificios de oficinas, los mismos bancos, los mismos sospechosos habituales de colonizar y explotar los espacios de la ciudad y de expulsar a algunos de sus habitantes. Crecí», siguió rememorando Merrifield, «leyendo a Breton y a los surrealistas, que entendían la ciudad como un lugar de aventuras, de novedades, de encuentros inesperados, de nichos oscuros e interesantes; y hoy echo de menos los suburbios underground, que eran los que hacían a las ciudades interesantes. Además eran baratos: podíamos vivir allí a lo grunge, lo que hoy ya no es posible. Hoy sólo los ricos disfrutan las ciudades».

Disertó también Merrifield sobre que «la ciudad hoy no parece ser la ciudad-fábrica sobre la que teorizaba Marx; no parece producir valores. La ciudad parece algo parasitario del valor excedente que mencionaba Marx en lugar de productora de valor ella misma. Sólo está llena de personas tomando café, a menudo en la misma cadena, y no trabajando demasiado. Y las personas que están tomándose ese café son bastante ricas, pero, ¿cómo están ganando esa riqueza? No parece que lo hagan en base a los modos tradicionales de explotación, sino a través de mediaciones de miles de kilómetros. Tal vez debamos pensar en un marxismo que empiece de nuevo y que reformule algunas de las antiguas preguntas sobre lo que son las clases trabajadoras».

Andy Merrifield.

No hay a juicio de Merrifield muchos motivos para el optimismo a la altura de 2018 en lo que respecta a recuperar la ciudad para las masas populares, pues el estallido de esperanza que en 2010-2011 pudieron suponer movimientos como el 15-M u Occupy Wall Street, de los que parecía que «estaban dando energía a la ciudad y produciendo agendas políticas interesantes en la dirección de recuperar espacios urbanos», parecen haberse «disipado; haber perdido su momento». Urge prender de nuevo esa llama, y en opinión de Merrifield ello pasa, entre otras cosas, por leer a Eduardo Galeano. Del fallecido escritor uruguayo, Merrifield citó con reverencia su llamado a acuñar un marxismo mágico que sea el resultado de desleír una medida de razón, otra de pasión y otra de misterio, receta a la que el autor añadiría un cuarto ingrediente: la esperanza, entendida como «la noción mágica de que las cosas pueden pasar aunque no parezca que están sucediendo». También «un cierto sentido del humor, de la ironía», de tal manera que se dé lugar en conjunto a un marxismo distinto del de Samuel Beckett, que asumía el fracaso como inevitable y simplemente llamaba a seguir fracasando sin perder el entusiasmo.

Merrifield reivindicó sobre todo durante su charla el concepto de lo underground. Lo hizo remitiéndose a Henri Lefebvre, que hablaba de lo residual y escribió páginas interesantísimas sobre cómo todo sistema totalizante tiene siempre pese a todo fugas; secreciones; «gente que, como Groucho, no quiere encajar en ese club que los tendría como miembros». Reflexionó Merrifield que «ahora las ciudades desplazan, evacúan, expulsan a las personas de todos los lugares» y que el capitalismo genera refugiados que huyen de regímenes tiránicos o desastres medioambientales, pero también «refugiados de la vida cotidiana que no tienen trabajo y no pueden pagar un alquiler o comprarse una casa y flotan en el éter sin encontrar un partido ni a nadie que los represente, volviéndose fácilmente manipulables para el sistema capitalista, que en última instancia les propone librarse de los emigrantes para resolver sus problemas».

Frente a esa ciudad devoradora de la belleza y de la justicia, hay que reivindicar otra —proclamó Merrifield— convertida en un puntal de liberación. Esa otra ciudad no es inimaginable. Recordó el conferenciante en este sentido, por ejemplo, que «una de las cosas fascinantes que ocurrieron cuando Trump se negó a renovar el Acuerdo de París sobre el calentamiento global es que muchas ciudades norteamericanas decidieron que iban a apoyar y a ratificar ese acuerdo. El debate del cambio climático, en general, ha planteado posibilidades muy interesantes para las ciudades». Merrifield fantasea —confesó— con un mundo de ciudades-Estado que lleven la voz cantante en el desenvolvimiento político del mundo; con un mundo de citoyens que priorice las ciudades como espacio jurisdiccional. Hay que buscar, dijo, «ciudades resilientes y resistentes», que incluyan en lugar de excluir y recuperen ese sentido perdido de lo underground; de la condición periférica, que puede ser periférica en sentido literal pero también como actitud, como una determinada manera de estar en el mundo que dé lugar a «personas con vidas periféricas, que piensen como la periferia y se sientan periferia aunque vivan en el centro; que sientan náusea y enfado ante los rascacielos de Manhattan y que sepan qué hacer al respecto».

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