Inteligencia aumentada: la solución a muchos de los males de la inteligencia artificial
/por Idoia Salazar/
Había dos caminos. Uno llevaba a la adversidad, a lo exótico. El otro rayaba la obviedad; tanto, que las ramas del camino luchaban por esconderlo. El primero invitaba a soñar, a veces con pesadillas, otras con un mundo irreal y misterioso que suscitaba una curiosidad eterna. Los principios del segundo se asentaban en la mera y lógica evolución de la historia. No era tan excitante, pero, sin duda, sí más seguro y con retos tan interesantes como el primero.
La creación de un ser artificial ha sido el sueño del hombre desde que nació la ciencia. Muchos inventos y proyectos científicos a lo largo de la historia de la humanidad han sido orientados hacia este propósito. Pero es ahora, en este preciso momento, cuando se han alineado las estrellas y estamos más cerca de conseguirlo, al menos aparentemente.
La inteligencia artificial y la robótica están impactando en la sociedad de la manera esperada. La imaginería popular en torno a estas tecnologías alimentada por la literatura y la cinematografía de ciencia-ficción hace soñar con un futuro, no muy lejano, dominado por robots a través de la llamada singularidad tecnológica, el momento en que las máquinas nos superen en inteligencia, tomen sus propias decisiones, y sean capaces de mejorarse a sí mismas.
La verdad es que, si miramos este panorama apoyados cómodamente en el alféizar de una ventana, no deja de ser inquietante y, a la vez, extremadamente llamativo. Aún más si los medios de comunicación contribuyen con el contexto que estoy observando y le dan su pincelada de verosimilitud cuando muestran que aquellos seres artificiales humanoides que antes eran intangibles —como el robot Sophia, por ejemplo, entre otros muchos—, ahora se dedican a ir de foro en foro realizando entrevistas, simulando sentimientos e incluso recibiendo la nacionalidad de algún que otro país. Y mientras, los últimos informes de grandes consultorías muestran cómo en unos diez años, como mínimo el sesenta por ciento de puestos de trabajo desaparecerán del repertorio humano para contribuir a engrosar el de las máquinas.
Sin duda nos encontramos en un momento de transición en el que a veces no nos queda claro si seguimos sentados en la sala de cine o enfrascados en una interesante novela futurista, o nos hemos puesto unas gafas 3D y penetrado en el mundo virtual… O si debemos creer que todos los augurios que escuchamos referentes a la inteligencia artificial y la robótica serán, en breve, una realidad tangible.
Pues sí, este stand by es nuestro momento para forjar unas bases sólidas del que será nuestro futuro. Por lo tanto, es un punto en la historia realmente relevante. Un cruce de caminos. Si tomamos una dirección incorrecta, posiblemente lo lamentemos a medio-largo plazo. Y a veces —no siempre— el camino más obvio, el más sencillo y no tan rebuscado, es el correcto. Es este, el ancho, el lógico, el neutral, el camino que quiero destacar y marcar con fuego en este artículo. Es la llamada inteligencia aumentada.
La inteligencia aumentada
La inteligencia artificial no suplanta, no sustituye a los humanos: Simplemente nos asiste, y lo hará aún más en un futuro, para aumentar nuestras capacidades. Nos mejora. No nos reemplaza. Y es que, desde que el hombre es hombre siempre ha buscado mejorarse, por ejemplo creando herramientas que le permitieran aumentar su fuerza bruta. En el siglo XVIII, los zapatos de tacón revolucionaron la vestimenta de las mujeres —y de algunos hombres—. Nos aumentaba. Nos hacía parecer más esbeltos ante una sociedad con cada vez más modelos de perfección. Las gafas mejoran nuestra vista, los audífonos nuestros oídos… El teléfono móvil, en la actualidad, es una extensión de nuestra propia memoria. ¿O no es vedad?
Si es algo que en otros momentos de la historia se ha vivido con toda naturalidad, ¿por qué tanto revuelo ahora con la inteligencia artificial? Muy sencillo. Estas tecnologías tocan algo que, hasta hace pocos años, pensábamos que era una peculiaridad únicamente atribuible al ser humano: la toma de decisiones, el razonamiento lógico, el uso de nuestra inteligencia. Las predicciones actuales apuntan a que en pocos años la evolución de los sistemas de IA permitirá a estos algoritmos independizarse de su programación inicial humana y aprender a tomar sus propias decisiones basadas en su experiencia. Esto ¿será bueno o malo? ¿Mejor o peor que ahora? Isaac Asimov, padre de las leyes de la robótica, escribió en su libro Yo, robot (1950): «Si fuese posible crear un robot capaz de ser funcionario civil, creo que haríamos un gran bien, ya que las leyes de la robótica le impedirían dañar a un ser humano, lo incapacitarían para la tiranía, la corrupción, la estupidez, el prejuicio». Es una reflexión abierta a todo tipo de opiniones. Dejémoslo ahí.
En cualquier caso, sí creo firmemente que en no mucho tiempo llegaremos a ver a las máquinas tomando decisiones que se podrían denominar propias. Es un hecho que sus decisiones estarán basadas en un análisis más profundo y exhaustivo que el que seríamos capaces de hacer cualquiera de nosotros. Los problemas con los sesgos actuales de los datasets (conjunto de datos con los que se entrena a la máquina), una vez que ya somos conscientes de ello, posiblemente se resuelvan en un breve periodo de tiempo. Pero otra cosa, muy diferente, es que dejemos que estas decisiones sean irrevocables, y más si se trata de resoluciones importantes que afectan a la vida de personas. Dejemos que la máquina siga siendo una máquina, que nos aumente. Antes nos aumentaba físicamente; ahora aumenta nuestra inteligencia, y esa ayuda nos hace terminar con el interminable papeleo y las tareas de análisis más arduas, pero es una ayuda al fin y al cabo. La máquina nos dará su decisión. Incluso, con el tiempo, la explicación de su decisión. La ahora llamada caja negra o black box se hará transparente y nos ofrecerá el razonamiento que ha seguido para probar su validez, pero en cuestiones importantes, como una decisión médica o judicial, entre otras, el humano debe ser el que tenga la última palabra, tomando la decisión y el razonamiento de la máquina con la conveniente consideración. Es ahora cuando debemos marcar este límite. Si nos dejamos llevar por lo exótico que suena decir que tenemos un robot-juez, posiblemente el siguiente capítulo de nuestra historia será como una película de ciencia-ficción… pero de las que acaban mal.
Idoia Salazar es doctora en periodismo y profesora en los grados internacionales en la Facultad de Comunicación y Humanidades de la Universidad CEU San Pablo, investigador principal del Grupo SIMPAIR (Social Impact of Artificial Intelligence and Robotics) y especializada en ética en la inteligencia artificial.Desarrolló su carrera profesional en los medios digitales del Grupo PRISA, en los que fue responsable en el área de I+D, participando en proyectos competitivos de la Unión Europea relacionados con tecnologías de web semántica y su implementación en productos del grupo. Es autora del libro Las profundidades de Internet: Accede a la información que los buscadores convencionales no encuentran y descubre el futuro inteligente de la Web(2006), así como de numerosos artículos en medios de comunicación divulgativos.
Completamente de acuerdo con el concepto de realidad aumentada. En el momento en el que podamos unir nuestra inteligencia con la IA, daremos un importante paso evolutivo.
De este futuro cada vez menos lejano, habla también Yuval Noah en 21 lecciones para el Siglo XXI, llevando el planteamiento un paso más allá. También muy recomendable.
Un saludo Idoia!