Arte

Capturando el trabajo y las vidas

El historiador del trabajo, el sindicalismo y el movimiento obrero Rubén Vega reseña un libro de reciente publicación que recoge y comenta fotografías tomadas por el fotógrafo José Zamora entre 1935 y 1943 en la Real Compañía Asturiana de Minas.

Capturando el trabajo y las vidas

/una reseña de Rubén Vega/

El título y la cubierta de un libro encierran siempre una promesa acerca de su contenido; un reclamo en busca de lectores. Quienes seguimos disfrutando de las sensaciones emanadas del contacto visual, el manoseo y hasta el aroma de los libros editados en papel sabemos bien que no son pocas las ocasiones en que un ejemplar acaba en nuestra biblioteca o en nuestra mesilla de noche porque nos entró por los sentidos, como una especie de enamoramiento a primera vista. El que acaban de alumbrar Juan Carlos de la Madrid y Alfonso García ofrece un enunciado poliédrico: Fotografía, industria y trabajo. José Zamora Montero (1874-1953) y la ilustración de portada —un mazo de fichas de trabajadores con su retrato y sus datos personales— nos pone en la pista de cómo se articulan asuntos que, pese a su evidente interrelación, no suelen ser abordados de forma conjunta. Siendo la propuesta ya rica en su enunciado, el libro contiene mucho más de lo prometido: una biografía, un volumen con/sobre fotografía, una aproximación a la historia de una empresa, un repaso por el trabajo industrial, pero también un recorrido por el ocio, la vida cotidiana, la sociabilidad, el paisaje y el paisanaje de una comarca; todo ello aderezado con muchos otros ingredientes de diversa naturaleza y dispersa procedencia que ensamblan en un relato fluido, coherente y consistente.

Estamos, por supuesto, ante la biografía de una persona hasta ahora desconocida, hasta el punto de que los autores se permiten considerarse casi creadores de un personaje que no existía (valga la licencia para expresar la capacidad literaria para recomponer una biografía a partir de retazos dispersos que han debido rastrear, reunir y relacionar). Hay, por tanto, una biografía recompuesta de un fotógrafo que nunca se consideró a sí mismo como tal, puesto que la fotografía era para él una afición que ocasionalmente le reportó encargos pero nunca ingresos. José Zamora fue, durante casi medio siglo, un empleado modelo; el laborioso y eficiente hombre de confianza que cualquier empresa sueña tener a su servicio. Entre las muchas tareas que asumió a lo largo de su vida laboral se encuentra la de retratar a la totalidad de la plantilla de la Real Compañía Asturiana de Minas: centenares y centenares de fotografías tomadas entre 1935 y 1943. Las fichas individuales de cada trabajador que obran en el archivo de la empresa han sido el punto de partida de las pesquisas que han dado lugar al libro. La búsqueda ha permitido agregar no sólo fotografías de las instalaciones de la fábrica, sino también de su entorno y del álbum familiar de Zamora, recomponiendo de este modo la totalidad de su obra y ofreciendo un mosaico gráfico pleno de información sobre la vida social y la actividad industrial a lo largo de la primera mitad del siglo XX.

Pero tanto la biografía como las fotografías sirven en realidad como hilos conductores de una obra concebida como híbrido de muchos otros componentes que contextualizan, enmarcan, explican y se complementan entre sí. Hay en el libro una historia sucinta pero certera de la Real Compañía Asturiana de Minas desde su fundación en 1833. No es en absoluto tema menor el recorrido por los avatares de una empresa tan longeva: una multinacional de capital belga en su origen que, transformada en Asturiana de Zinc en 1957 e integrada en el grupo Glenclore en la actualidad, sigue existiendo sobre el mismo espacio geográfico que la vio nacer hace casi dos siglos. Bajo una u otra denominación, se trata de una factoría primordial en el devenir de la industrialización asturiana que, gracias a esa dilatada continuidad, está muy bien documentada en un archivo de extraordinaria riqueza y es, sin embargo, una gran desconocida. Se trata de una empresa que ha sido siempre singular, por su carácter pionero, por sus innovaciones tecnológicas, por haber sido capaz de liderar un mercado mundial desde un enclave periférico, por una muy peculiar idiosincrasia y por haber encarnado a través de su historia una de las experiencias más exitosas que imaginarse pueda de paternalismo industrial; un bastión inexpugnable para el sindicalismo de clase en una región hegemonizada por las organizaciones obreras, escenario de sucesivas victorias sin paliativo de la empresa cada vez que se plantearon desafíos de envergadura en huelgas siempre perdidas. En Asturias, la historiografía acerca del paternalismo ha tenido como referencia repetidas veces estudiada al marqués de Comillas y la Hullera Española. Pese a representar un caso más acabado aún y de más largo recorrido, la RCAM no contaba más que con la reciente atención que le ha prestado Jorge Muñiz. De la Madrid y García aportan ahora alguna luz añadida a esa faceta, ilustrada con algunas perlas como la cita que refiere el propósito que inspira una de las más valiosas aportaciones de la empresa: una escuela de calidad, animada con prácticas pedagógicas avanzadas y que, no obstante, considera necesario recordar a los profesores que «no olviden que los alumnos que tienen que enseñar son hijos de obreros y se preparen para obreros, y no exagerar queriéndoles enseñar demasiadas cosas», tal como recoge la Memoria anual de 1927.

Las relaciones laborales y los conflictos son objeto de atención, como lo son las políticas de la empresa e igualmente su influjo en la vida social de la comarca avilesina. Surgen de ahí diversas derivadas que aportan informaciones valiosas sobre asuntos que a priori parecerían insospechados pero que el relato va hilando sin aparente cesura: el Club Náutico de Salinas, las relaciones sociales, el tranvía, la publicidad, la vivienda obrera, el economato, la escuela, las huelgas, la revolución del 34, la militarización… Todo ello urdido desde un profundo conocimiento de la época y del ambiente, así como de las fuentes; en especial del archivo de la empresa, pero no menos de la prensa; y bebiendo de una bibliografía exhaustiva.

En tanto que las fotografías están en el origen de toda la obra y sirven en gran medida de base o simplemente dan pie a los muy diversos aspectos que van siendo abordados, el análisis de las propias imágenes se impone como obligado. Existe una aproximación a las técnicas, las cámaras de fotos y los lenguajes iconográficos, así como una incursión en la historia de la fotografía obrera. Pero el libro está concebido antes que nada como un trabajo de historia social, de modo que las personas, sus vidas, su trabajo y sus relaciones nunca dejan de estar en el punto de mira. Las fotografías de las instalaciones conducen a una descripción de las formas de producción y los cambios tecnológicos que acompañan a una empresa caracterizada por su disposición a innovar y a renovarse. Cuando los talleres, los hornos, las máquinas y las técnicas son puestas en relación con los trabajadores retratados, aflora un examen de las condiciones de trabajo, la estructura de la plantilla, los oficios, las tareas, las categorías, los itinerarios profesionales, el trabajo infantil y femenino. Se supera de este modo una carencia habitual en la mayor parte de la bibliografía que parece condenada a adoptar una perspectiva ingenieril, como si las máquinas, las técnicas y la organización del trabajo fueran disociables de las personas que las hacen funcionar y las condiciones en que esto se produce, o bien hacerlo desde una óptica obrerista que desatiende las cuestiones técnicas.

Los retratos y las fichas personales de cada trabajador ofrecen y reclaman un tratamiento individualizado que los autores afrontan y que la profusión de fotografías reproducidas ilustra de modo elocuente. De hecho, las fotos proporcionan otra lectura paralela posible que incluso admitiría hacer abstracción del texto, de modo que un hipotético lector que no leyera castellano encontraría a buen seguro estímulos suficientes para hojear el libro de principio a fin y sacar provecho de ello. A veces, entran por la vista las evidencias del trabajo infantil o las huellas de la dureza de unas vidas que hacían envejecer prematuramente a quienes gastaban su salud y sus cuerpos en tareas extremadamente duras. Ahora bien, el texto ayuda a adentrarse en ese ejercicio analítico abordando, desde el privilegio que da poner a cada uno cara, nombre, edad, profesión…, una lectura sociológica y psicológica, un análisis de las poses, los gestos, los rostros, las indumentarias, los uniformes. Que los retratados no fueran modelos interesados en posar, sino personas reclutadas en su lugar de trabajo para hacerse la foto de su ficha, añade un interés especial, en tanto que en su gran mayoría llevan puesta su ropa de trabajo y a menudo carecen de la voluntad de posar para un retrato que no han buscado, al igual que su fotógrafo carece de la conciencia de serlo y, por tanto, de una pretensión artística o simplemente de preparar las fotos. La autenticidad que de ahí se deriva no escapa a la perspicacia de los autores, que realizan una profusa selección de rostros y se adentran en sus vidas.

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Desde el momento en que el oficio como historiadores, el poso de la experiencia y un pulso narrativo notable se conjugan con una propuesta de lecturas con muy diferentes capas y profundidades, el libro convierte un trabajo de investigación en un producto de alta divulgación. Ello le proporciona la capacidad de atraer a públicos diversos, porque en realidad la obra contiene varios libros y encierra variedad de temas.


Rubén Vega es historiador y profesor de historia contemporánea en la Universidad de Oviedo, así como responsable del Archivo de Fuentes Orales para la Historia Social de Asturias (AFOHSA). Es especialista en culturas del trabajo, movimiento obrero, conflictividad social y procesos de desindustrialización.

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