Mirar al retrovisor

Los nuevos bárbaros de hoy: Trump, o Atila reencarnado

Un artículo de Joan Santacana.

Mirar al retrovisor

Los nuevos bárbaros de hoy: Trump, o Atila reencarnado

/por Joan Santacana Mestre/

Como es bien sabido, en un mensaje difundido en Twitter, Donald Trump ha dicho que, si Irán ataca intereses estadounidenses, su país tiene «identificados 52 sitios iraníes, algunos de ellos de muy alto nivel e importantes para Irán y la cultura iraní, y esos objetivos, e Irán mismo, serán golpeados muy rápido y muy fuerte». También Atila, en el siglo V, al mando del ejército mas poderoso de su tiempo, amenazó con arrasar Constantinopla y Roma.

¿Qué cabe decir ante semejante salvaje? Hitler, un hombre que jamás antes de la guerra había visitado París, ni conocía San Petersburgo o Londres, destruyó conscientemente el patrimonio cultural de Polonia, saqueó y aniquiló cuanto pudo de la URSS, intentó arrasar Londres y casi lo consiguió y París se libró de una completa destrucción gracias a que se incumplieron sus terribles órdenes. El desconocimiento del valor civilizador de la cultura desencadenó estas ideas monstruosas.

Bertrand Russell (1872-1970), quizás uno de los filósofos y matemáticos más grandes e influentes del siglo XX, cuando inmediatamente después de la segunda guerra mundial volvió a visitar Berlín —ciudad que conocía bien—, escribió en sus memorias:

Yo conocía bien el Berlín de los viejos tiempos, y la horrible destrucción que vi aquella vez me causó una fuerte impresión. Desde mi ventana casi no se divisaba una sola casa en pie. No conseguía descubrir dónde vivían los alemanes. Esta destrucción total se debía en parte a los ingleses y en parte a los rusos y yo la consideraba monstruosa. Contemplar la inexplicable devastación de Dresde a manos de mis compatriotas me daba nauseas. Pensé que, cuando era evidente que los alemanes estaban a punto de rendirse, no había por qué continuar y no tenían por qué matar no solamente 135.000 alemanes, sino también destruir sus casas e innumerables tesoros; aquello era propio de bárbaros.

Russell se horrorizó al contemplar la destrucción innecesaria del patrimonio cultural centroeuropeo y la masacre inútil de miles de personas. Ahora, setenta y seis años después, otro mandatario, un nuevo Atila, escogido al igual que Hitler por millones de conciudadanos de un país culto y desarrollado, pero como el Führer también desconocedor del valor civilizador de la cultura, amenaza con la destrucción de joyas impresionantes del patrimonio mundial. Los sitios Patrimonio de la Humanidad que la Unesco ha reconocido en Irán son lugares de tal importancia para el resto del mundo que resulta inimaginable su destrucción. Irán aceptó y firmó la convención de la Unesco el 26 de febrero de 1975, y hoy pasan de veinte los lugares declarados. ​

Los tres primeros sitios de Irán que la Unesco declaró Patrimonio de la Humanidad fueron Choga Zanbil, Persépolis y Meidan Emam (Isfahán), inscritos en la sesión celebrada en París en 1979 por el Comité del Patrimonio Mundial. En 2003 se añadió Tajte Soleimán. A modo de ejemplo, el conjunto de Choga Zambil —la ciudad sagrada del reino de Elam— está rodeada por tres imponentes murallas concéntricas y es de una belleza única. La construcción esa ciudad se fecha hacia el año 1250 a. C. y permaneció inacabada después del ataque del monarca asirio Asurbanipal, por lo que el conjunto conserva todavía miles de ladrillos sin utilizar.

Por lo que respecta a Persépolis, fue la lujosa y refinada capital del imperio aqueménida, fundada por Darío I en el año 518 a. C. Según el informe de la Unesco, «fue construida sobre una inmensa terraza, natural y artificial a la vez, en la que el rey de reyes erigió un espléndido conjunto palaciego de proporciones colosales, inspirado en los modelos mesopotámicos. Este sitio arqueológico es único en su género por la cantidad y la calidad de los vestigios monumentales que contiene».

Finalmente, Meidan Emam, en Isfahán, es un conjunto fundado por el sha Abás el Grande a principios del siglo XVII; la plaza del imán está flanqueada por edificios monumentales unidos entre sí por una serie de arcadas de dos pisos. Este sitio es famoso por la Mezquita Real, llamada también mezquita del Imán, por la mezquita del jeque Lotfollah, el pórtico de Qeysariyé y por el palacio timúrida del siglo XV.

Meidan Emam

Además de estos sitios, hay que mencionar conjuntos monumentales tales como Pasargada, Behistun, Tabritz o bien la extraordinaria mezquita Alhama de Isfahan, nombres que cualquier estudiante de arte suele conocer, dada su importancia.

Ahora, el presidente de los Estados Unidos ha dicho que tiene seleccionados algunos de estos lugares y que podría aniquilarlos. Sin duda alguna, podría destruirlos, aun cuando seguramente no lo hará. Pero lo grave de la noticia no es si lo hará o no; lo grave es que se la haya ocurrido lanzar la amenaza. Y es grave por su significado: en efecto, esta amenaza nos indica que el señor Trump no tiene ni idea de las convenciones internacionales sobre la protección del patrimonio mundial; tampoco conoce las convenciones sobre la guerra, que explícitamente prohíben este tipo de acciones y que su país promovió, firmó y se comprometió solemnemente cumplir. Y si lo conoce, todavía es peor la amenaza, porque indica que estamos frente a un poder bárbaro y salvaje, absolutamente fuera de control.

La amenaza también nos indica una insensibilidad terrorífica sobre lo que es un bien cultural; a ninguna persona medianamente sensible y culta se la podría ocurrir semejante idea, ni que fuera a titulo de fanfarronada. ¡Pero a él se le ha ocurrido!

Ciertamente, la profanación por parte del ejército estadounidense de yacimientos arqueológicos fundamentales para nuestra cultura no es un hecho infrecuente. Sólo en el año 2008, durante la presidencia de George Walker Bush, el yacimiento arqueológico de Babilonia, uno de los más importantes del mundo —según afirmó en su día el jefe del departamento de antigüedades del Oriente Medio del Museo Británico, John Curtis—, fue aplastado por las divisiones acorazadas del ejército norteamericano. Sobre los venerables y frágiles restos, conservados a lo largo de casi tres mil años, vertieron el aceite de sus depósitos, colocaron las rampas de aterrizaje de los helicópteros y acamparon sus legiones. Son los nuevos bárbaros de hoy, dignos colegas del Estado Islámico que también dinamitó parte del patrimonio cultural de Siria y de Irak. Son los nuevos hunos que, al mando de su brutal caudillo, aspiran al título de azote de Dios. En noviembre de 2008 tres grandes museos, el Museo Británico de Londres, el Museo del Louvre de Paris y el Museo Pérgamo de Berlín, se unieron para realizar una exposición sobre la destrucción de Babilonia por los norteamericanos. Ahora, las amenazas de Trump indican que este comportamiento de las huestes de Norteamérica no fue una excepción, ni tan siquiera un error o una muestra de ignorancia: fue una acción criminal y premeditada.

Podríamos hoy suscribir las palabras de Bertrand Russell, que después de contemplar la destrucción causada por la guerra en Berlín y Dresde manifestó sus temores al escribir que «cuando este libro se publique, […] el mundo permanecerá en la duda; continuará suspendido, balanceándose entre la esperanza y el miedo». Y así seguimos: entre la esperanza y el miedo.


Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.

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