Crónicas ausetanas

Rosaria Costa y la derrota imposible de la mafia siciliana

Xavier Tornafoch escribe sobre las circunstancias que rodearon, y los acontecimientos que desencadenó, el asesinato del juez Giovanni Falcone en 1992.

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El dia 23 de mayo de 1992 tuvo lugar en el término municipal de Carini (Sicilia) el asesinato del juez italiano Giovanni Falcone. Mil kilos de explosivo situados bajo la autovía que une la ciudad de Palermo con el aeropuerto internacional acabaron con su vida, la de su esposa Francesca Morvillo y la de los escoltas Rocco di Cillo, Antonio Montinaro y Vito Schifani. Era el primer acto terrorista de grandes dimensiones de la mafia siciliana, al que siguieron unos cuantos más, y que se llevaron por delante a personajes que se habían distinguido en la lucha contra la Cosa Nostra, el más destacado de ellos Paolo Borsellino, juez que formaba parte de grupo judicial de Falcone, y que se ocupaba de la lucha contra el crimen organizado desde la magistratura de la capital siciliana. El impacto en la opinión pública italiana del asesinato de Falcone fue enorme, entre otras cosas porque las connivencias entre determinados ámbitos del deep state italiano y los mafiosos eran más que una sospecha o una leyenda urbana. De hecho, a Falcone, el más amenazado entre los amenazados de los enemigos de la mafia, le habían retirado una parte de su escolta por orden del ministerio del interior. Además, el hombre que ordenó el asesinato de Falcone, Salvatore Toto Riina, hacía décadas que vivía huido de la justicia en una lujosa mansión del centro de Palermo, desplazándose con total impunidad por la isla para atender sus negocios. El funeral del matrimonio Falcone y los tres policías asesinados se celebró en la bellísima catedral de Palermo, cuyo parecido a la de Palma de Mallorca evidencia la pertenencia de Sicilia en tiempos pretéritos a la Corona Aragonesa, en un ambiente de mucha tensión. Miles de personas llenaban la nave central y otros miles se agolpaban en el exterior en un ambiente de indignación y nerviosismo, a la espera de la llegada del gobierno italiano en pleno y del presidente de la República. La policía tenía muchos problemas para contener a la gente que gritaba y gesticulaba, esa costumbre tan siciliana, contra las autoridades. Cuando estas hicieron su aparición, la multitud gritaba bufones, traidores, asesinos. En las imágenes que retrasmitían las televisiones italianas se puede comprobar que era una muchedumbre compuesta mayoritariamente por gente sencilla que se abalanza contra el presidente italiano, aprisionándolo entre sus escoltas, que sudan a mares mientras sus caras revelan una enorme preocupación. En el momento de iniciarse las exequias los ánimos se serenaron. Se volvieron a exacerbar coincidiendo con las palabras que dirigió a la multitud Rosaria Costa, la viuda del policía Vito Schifani.  Desde el altar, mientras uno de los curas oficiantes la sujetaba para que no cayera al suelo mientras hablaba víctima del dolor y la emoción, interpeló directamente a los mafiosos a los que exigió que se pusieran de rodillas y se arrepintieran de sus crímenes. Dijo textualmente que sabía que estaban en la catedral, que la veían y que la oían, que no necesitaban intermediarios para interpretar sus palabras. Antes denunció al Estado, ése al que su marido servía y que lo sacrificó sin más.

Las palabras de Rosaria y la ola de indignación ciudadana que inundó Italia tras la muerte de Falcone obligaron al stato, que había sido señalado por la gente como corresponsable de los asesinatos mafiosos, a actuar. En los meses y años siguientes los principales capos mafiosos fueron detenidos y puestos a disposición de la justicia. El primero de ellos fue el propio Toto Riina, apresado el 15 de enero de 1993 en Palermo, gracias a la delación de su chófer. Le siguieron muchos otros, culminando con la detención del capo dei capi Bernardo Provenzano el 11 de abril de 2006 en Corleone, su pueblo natal. La estrategia criminal de la mafia siciliana cambió gracias a la contundencia de las fuerzas del orden italianas. Los hombres de la Cosa Nostra continuaron controlando el tráfico de drogas, los locales de alterne y multitud de actividades comerciales. Los sobornos a políticos también continuaron, aunque a partir de entonces la promiscuidad entre los mafiosos y los cargos públicos se volvió más discreta. La vía de los asesinatos indiscriminados, de los coches bomba y de la guerra contra el estado fue abandonada. En realidad, la honorable sociedad había empezado a tener problemas serios unos cuantos años antes, cuando aún vivían Falcone y Borsellino, que también fue asesinado por orden de Riina. Las confesiones de Tommaso Buscetta, el primer pentito (arrepentido) de la mafia desvelaron a la opinión pública, y a la justicia transalpina, muchos de sus secretos. En cualquier caso, Buscetta era un individuo peculiar, miembro de la mafia palermitana desde joven había participado en todas las batallas mafiosas, en las que habían perecido buena parte de su familia. Huyó a Brasil, fue extraditado a Italia y se deprimió. Se consideró abandonado por sus antiguos camaradas y decidió confesarlo todo a Falcone, que consiguió procesar, probar los delitos y condenar a 350 miembros de la Cosa Nostra. El juicio fue todo un espectáculo. El pentito Buscertta, de piel morena y porte elegante, contrastaba con el aspecto desbagado de Riina cuando compareció unos años después ante el tribunal que lo condenó a seis cadenas perpetuas, presentándose ante los jueces como un agricultor analfabeto, aunque no era ni una cosa ni la otra. Era el líder de una organización criminal que poseía los recursos para enfrentarse al Estado italiano y ponerlo en serios aprietos.

La mafia no sucumbió ante el empuje del Estado después de las muertes de Falcone y Borsellino, cambió de tácticas. Perdió algunas batallas y sus líderes dejaron de vivir en la impunidad. Ahora bien, la Cosa Nostra continúa formando parte del paisaje social de Sicilia, hasta el punto que hace poco tiempo fue detenido Giusseppe Costa, Pino para los amigos, hermano de Rosaria Costa, la cual indicó que se sentía traicionada y que su hermano era su Caín particular. La policía italiana acusa a Pino de asociación mafiosa, mientras Rosaria, la viuda coraje que se atrevió a interpelar a la mafia en su momento más álgido, y que ahora vive en la Liguria y tiene un hijo en la Guardia de Finanza, debe pasar por la vergüenza de enfrentarse a la prensa para dar explicaciones de algo que en realidad, y como ha demostrado de forma documentada Roberto Saviano, forma parte de la esencia misma de una sociedad profundamente devastada por la corrupción, la pobreza y la violencia.


Xavier Tornafoch i Yuste (Gironella [Cataluña], 1965) es historiador y profesor de la Universidad de Vic. Se doctoró en la Universidad Autónoma de Barcelona en 2003 con una tesis dirigida por el doctor Jordi Figuerola: Política, eleccions i caciquisme a Vic (1900-1931) Es autor de diversos trabajos sobre historia política e historia de la educacción y biografías, así como de diversos artículos publicados en revistas de ámbito internacional, nacional y comarcal como History of Education and Children’s LiteratureRevista de Historia ActualHistoria Actual On LineL’AvençAusaDovellaL’Erol o El Vilatà. También ha publicado novelas y libros de cuentos. Además, milita en Iniciativa de Catalunya-Verds desde 1989 y fue edil del Ayuntamiento de Vic entre 2003 y 2015.

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