Creación

Hilo de pecios sueltos y haikus enjaulados (5)

Concatenación de escritos fragmentarios de José Manuel Sariego; fugaces aprehensiones del flujo de conciencia del autor en un tiempo abracadabrante.

/ por José Manuel Sariego /

Cervantes copia a Garcilaso

Altisidora es una de las doncellas de la esclarecida duquesa que acoge en su castillo a don Quijote y Sancho Panza al albur de las trepidantes peripecias de ambos personajes. Altisidora pretende a toda costa quebrar la fidelidad a Dulcinea del más célebre caballero andante, oriundo de un innominable lugar de la Mancha. Trata de llevárselo al huerto, sin éxito, mediante el despliegue de toda una panoplia de tretas, artimañas y requiebros. Conseguir no lo consigue, vive dios, pero su indomeñable empeño le lleva a simular, desesperada, despechada, y confabulada con buena parte de los cortesanos del castillo y hasta con la mismísima duquesa, sus propias exequias, a modo de escenificación de un reproche furibundo, de una burla despiadada contra el desamorado don Quijote. La pérfida y simulada difunta, la redicha Altisidora aparece en una escena de la narración tumbada sobre uno de esos armazones de madera revestida de paños fúnebres que se erigen para la celebración de las honras de un muerto o, como viene al caso, de una muerta fingida. Mas, que sea el autor inmortal quien se explaye en ciertos pormenores del cortejo fúnebre, que bien se defiende él solito sin necesidad de muñecos ventrílocuos.

Comenzó en esto a salir al parecer debajo del túmulo un son sumiso y agradable de flautas, que, por no ser impedido de alguna humana voz, porque en aquel sitio el mismo silencio guardaba silencio a sí mismo, se mostraba blando y amoroso. Luego hizo de sí improvisa muestra, junto a la almohada del al parecer cadáver, un hermoso mancebo vestido de romano, que al son de un harpa que él mismo tocaba cantó con suavísima y clara voz estas dos estancias:

—  En tanto que en sí vuelve Altisidora, / muerta por la crueldad de don Quijote, / y en tanto que en la corte encantadora / se vistieran las damas de picote, / y en tanto que a sus dueñas mi señora / vistiere de bayeta y de anascote / cantaré su belleza y su desgracia, / con mejor plectro que el cantor de Tracia.

—  Y aun no se me figura que me toca / aqueste oficio solamente en vida, / mas con la lengua muerta y fría en la boca, / pienso mover la voz a ti debida. / Libre mi alma de su estrecha roca, / por el estigio lago conducida, / celebrándote irá, y aquel sonido / hará parar las aguas del olvido. 

El extracto escogido figura en el capítulo LXIX de la segunda parte de el Quijote. Y se traen a colación tanto la referencia textual al hermoso mancebo disfrazado de romano que canta y toca el harpa como las dos estancias por él entonadas en razón a observaciones que mucho tienen que ver con avatares de rabiosa actualidad. A saber. Si alguien afirmara que la mejor receta para resistir cuarentenas de cualquier modalidad consiste en leer a sorbos desopilantes el Quijote (especialmente la segunda parte), no diría una nonada, voto a bríos. Bien deseable sería que se propalase por doquier vacuna tan secular. La otra razón poderosa justifica el título —aunque parezca traído por los pelos— del pecio vigente (nunca mejor dicho de este desecho fabricado deprisa y sin arte). Si la primera de las estrofas se atribuye a la cosecha propia del autor, la segunda octava real es copia literal de la que aparece en la Égloga III de Garcilaso de la Vega. Los exégetas de la obra cervantina coinciden en atestiguar que cuando Cervantes copia —con todo el morro—, lo hace como muestra de admiración hacia el escritor plagiado. Nada que ver si se compara con las reacciones viscerales de ahora que imputan y condenan a Rosalía por un presunto delito de apropiación intelectual, musical, artística, cultural y hasta étnica cuando osa versionar -de forma admirable y respetuosa, dicho sea de paso- una canción de Los Chunguitos: Me quedo contigo. Va a ser verdad eso de que los tiempos cambian que es una barbaridad. Como también lo es que, si la ración de copieteo se produjera más al sur de la península ibérica, en Marruecos por citar un reino, a un manco de Lepanto cualquiera, copión de tres al cuarto, de medio pelo o, mejor, de media pluma, le raerían el brazo sano, previo juicio sumarísimo. El bueno de Sancho sentenciaría el asunto con esa otra socorrida verdad que dice eso de que quien no se consuela es porque no quiere.

Por acabar el pastiche como se inició, con buen sabor de boca, con un sorbo risueño, cópiese sin rubor lo que escribe Cervantes de la acosadora Altisidora, al desmantelarse el simulacro de entierro: «[…] que debía estar cansada, por haber estado tanto tiempo supina».

La lucha por la vida

Sobrevivir no
significa encima de,
sino so el umbral.

Mejor sin compañía

Suspiraba por
morir ahora, en medio
de soledades.

Los muertos, dice,
no reclaman compaña,
les basta un virus.

Marilyn

¿Una frívola
yo, que sufro de insomnio?
Si soy Marilyn.

¿Una loca yo,
que distingo la lluvia
de la tristeza?

Definición

Vértigo es pena
que anida en tu nuca, en tu
vientre, en tu sima.

Observación

De tanto mirar
penuria, en los párpados
salen verrugas.

Descastado

Nunca visita
cementerios; ni aunque esté
su misma madre.

Modorra

Cuando no duerme
se pone a trazar haikus
zarrapastrosos.

Este verano
los mosquitos se han vuelto
insoportables

La rotonda

Tumbose al sol en
el montículo de la
rotonda. Murió.

Dos días después,
lo divisa un vecino
desde su balcón.

Nadie, nadie lo
reclama. Nadie, nadie
lo mima. Nadie.


José Manuel Sariego Martínez (Santibáñez de la Peña, Palencia, 1954), más conocido por su dedicación a las tareas políticas como concejal, diputado regional y dirigente del partido socialista gijonés, ha publicado dos libros en los que se entremezclan reflexiones y comentarios derivados de aquella actividad junto a textos más intimistas: La ciudad y la memoria que se me escurren entre los pliegues de la rutina (La Productora, 2004) y Desusado estuche de mi memoria (Trea, 2013). En 2015 publicó en Trea su primera, decidida, neta incursión en los inabarcables territorios de la república literaria: Los reinos tristes de Acilina.

Acerca de El Cuaderno

Desde El Cuaderno se atiende al más amplio abanico de propuestas culturales (literatura, géneros de no ficción, artes plásticas, fotografía, música, cine, teatro, cómic), combinado la cobertura del ámbito asturiano con la del universal, tanto hispánico como de otras culturas: un planteamiento ecléctico atento a la calidad y por encima de las tendencias estéticas.

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