Rescates

Un maestro del cuento: Daniel Sueiro

Álvaro Acebes Arias 'rescata' a un autor de magistrales relatos que siguen en busca de lectores; obras maestras capaces como pocas de encoger el corazón del lector.

/ Rescates / Álvaro Acebes Arias /

Es casi un tópico afirmar que durante décadas el cuento español fue considerado un género menor, víctima del abandono por parte de lectores y críticos. No obstante, su revalorización en los últimos años, con la consiguiente avalancha de estudios, monografías y antologías, así como la aparición de nuevos autores y editoriales especializadas, invita a pensar que la narrativa breve goza hoy en nuestro país de buena salud, pese a que aún colea la idea de que el cuento es la forma de descanso entre novela y novela que escoge el escritor; el entrenamiento necesario para alcanzar luego cotas más altas. Sobre las razones de por qué continúan estos prejuicios, habría mucho que discutir. Tal vez sea mejor escuchar a los que más saben de esto para despejarlos, pues como dijo una vez uno de los grandes del género, Medardo Fraile, en realidad lo único que de menor tiene un relato es que ocupa menos espacio, que se gana con él menos dinero y que pregona menos el nombre de su autor. Y como apostillaba el maestro de maestros, Ignacio Aldecoa, cualquier cuento, al igual que una novela, tiene ritmos y urdimbres muy especiales, pero nunca debiera ser un paso hacia más grandes empresas, sino una gran empresa en sí.

Parece que las cosas, como les decía, han cambiado, pero si pensamos en el momento en que Fraile, Aldecoa y otro puñado de narradores comenzaron a publicar sus primeros relatos, el panorama no podía ser más desolador. Cierto es que en los años cincuenta encontramos revistas (Alcalá, La Hora) y periódicos (El Español) que abrieron sus páginas a los cuentistas, pero también hay que indicar que muchos de esos escritores tenían muy difícil, por no decir imposible, la publicación más adelante de esas colaboraciones en forma de libro. En un mundo literario lastrado por la precariedad editorial y donde la hegemonía de la novela era asfixiante nadie reivindicaba los valores estéticos del cuento y no sería hasta finales de la década que esta situación empezó a cambiar, cuando apareció la conocida antología de Francisco García Pavón en Gredos, que tuvo varias reediciones, y en la que se reunieron algunos de los relatos de la que es una de las más importantes generaciones de narradores breves de nuestra literatura. Echen un vistazo al índice: Julián Ayesta, Miguel Delibes, Elena Soriano, Ignacio Aldecoa, Medardo Fraile, Jesús Fernández Santos, Ana María Matute, Jorge Ferrer Vidal, Carmen Martín Gaite y, así, un largo etcétera. En los años siguientes muchos de ellos publicarían sus primeros libros de relatos, contribuyendo al desarrollo del género y a sentar las bases de lo que sería el realismo social.

Entre los reunidos por García Pavón figuraba el gran Daniel Sueiro (1931-1986), quien, frente a muchos de esos compañeros de generación, nunca ha sido lo suficientemente revindicado y todavía espera a que el gran público lo descubra. Nacido en un pequeño pueblo cerca de La Coruña, Sueiro estudió Derecho, pero pronto interrumpió la carrera y se trasladó a Madrid para ejercer como periodista, trabajando para ABC o Pueblo y convirtiéndose en amigo de algunas de los más destacados nombres de la generación del cincuenta, como Claudio Rodríguez, Isaac Montero y los cineastas Mario Camus y Basilio Martín Patino. Entre colaboraciones en distintos medios e incursiones en el cine, Sueiro fue publicando libros de relatos y novelas, escritos para dar cuenta de una realidad miserable que las más de las veces no tenía reflejo en la prensa o que era completamente desvirtuada. Era la suya, por tanto, una literatura que se presentaba libre de los embozos oficiales y que pretendía ofrecer una imagen fidedigna de la España cerrada y pobre del franquismo.

Podría decirse que hay dos etapas en la trayectoria del autor gallego: la del narrador que va de finales de los cincuenta hasta principios de los setenta y donde sobresalen novelas como Estos son tus hermanos (1965), Corte de corteza (1969) o la póstuma Balada del Manzanares (1987) y libros de cuentos de la talla de Los conspiradores (1959) o nouvelles como Solo de moto (1967), y una segunda donde, tras un largo silencio, encontramos al reportero e historiador con títulos que se aproximan a los moldes del nuevo periodismo que llegaba de Estados Unidos. En este campo, el que más éxito y repercusión le aportó a Sueiro, sobresalen estudios sobre el franquismo o acerca de la construcción del Valle de los Caídos, reeditados en los últimos años, y, sobre todo, sus investigaciones en torno a la pena de muerte: El arte de matar (1968) y Los verdugos españoles (Historia y actualidad del garrote vil) (1974). De este último material, dicho sea de paso, surgió uno de los más perturbadores documentales del cine español, Queridísimos verdugos (1977) de Basilio Martín Patino. Rodada clandestinamente y sorteando todo tipo de riesgos, la película exploraba la cara más siniestra de la dictadura a través de las entrevistas a tres verdugos españoles, quienes relataban con estremecedora naturalidad su manera de entender el oficio. Guionista y director temieron las represalias que, ya en democracia, podía acarrearles esta pesadilla goyesca que, ante todo, era una reflexión sobre la naturaleza del poder y la condición humana. Los coqueteos de Daniel Sueiro con el cine, por otro lado, no acabaron aquí. Suyos son los guiones de la primera película de Carlos Saura, Los golfos, y de Los farsantes de Mario Camus. Con Umbral llegó a escribir otro sobre los últimos días de Lorca, pero la película no encontró financiación y el guion quedó durmiendo en el cajón de alguna productora. Juan Antonio Bardem, por su parte, adaptó al cine con un resultado irregular varios de los relatos de Sueiro en El puente. Mención destacada merecen sus colaboraciones en Encuentros con las letras de TVE que dirigía Carlos Vélez a finales de los setenta y que mantuvo a Sueiro como un rostro habitual del programa hasta principios de los ochenta, cuando fue cancelado. Internet nos brinda el regalo de volver a ver esas entrevistas y hace aún más dolorosa la ausencia de este tipo de formatos ante el erial televisivo que padecemos hoy.

Las razones para que exista una clara frontera entre el Sueiro narrador e historiador a partir de los setenta hay que buscarlas en la propia evolución que la literatura tuvo en aquella época y el cansancio ante un realismo social que, a juicio del novelista, no daba más de sí y se había convertido en anatema. Así, de la voluntad por indagar de forma crítica y testimonial en la realidad española que hay en sus primeros libros, enmarcados en aquella «estética del rastrojo», como la llamó Aldecoa, Sueiro pasó a una narrativa que se inscribía dentro de las corrientes renovadoras que habían llegado de Hispanoamérica. Corte de corteza, novela que se mueve en los terrenos de la ciencia-ficción y que cuenta la historia de un hombre al que le hacen un trasplante de cerebro y sufre la consiguiente pérdida de su identidad, es un buen ejemplo de ello. Imagínense la sorpresa cuando Sueiro la publicó. Nadie entendió el chiste. El que había sido uno de los mejores y más brillantes exponentes del realismo social tomaba la senda que más tarde seguirían otros narradores como Juan Goytisolo, Delibes o Cela. Leída hoy, en realidad está fabula futurista con ribetes kafkianos, tan divertida como aterradora, no está tan alejada de los postulados de la primera etapa de Daniel Sueiro, pues más allá de las diferencias compositivas y formales, es fácil percibir cómo se mantiene el propósito de denuncia y el tratamiento de unos temas que, aunque de manera satírica y burlesca, revelan el sentido ético de su escritura. Lo mismo vale para las investigaciones históricas de las que les hablaba antes. Puede que la poca aceptación de su última novela apartara a Sueiro de la literatura y lo inclinara hacia el reportaje y la labor historiográfica, pero esos trabajos son solo la alternativa que tomó el escritor para continuar realizando con la misma lucidez y compromiso de siempre la defensa de unos valores humanos en un mundo en crisis.

Pero volvamos a los cuentos, la parte capital de la obra de Daniel Sueiro. Queda muy lejana la edición de los Cuentos completos preparada por Darío Villanueva y que salió a finales de los ochenta. En los últimos años pequeñas editoriales han recuperado algunos de los relatos del gallego —la madrileña Libros de la Ballena, además de coordinar un estupendo blog sobre el escritor, es responsable de la edición de un volumen con uno de los mejores títulos que conozco, Cuentos para leer en la cama con un pitillo en la boca—, pero, en general, el autor de Solo de moto continúa siendo un desconocido para los lectores. Una pena, porque es un cuentista excepcional y pocos narradores pueden competir con él en la sutileza e intensidad de su mirada. Uno de los escritores actuales que más sabe del tema, Eloy Tizón, afirma que los buenos cuentos son como lámparas, capaces de iluminarnos la conciencia y quebrarnos por dentro. Eso mismo se aprecia en los relatos de Daniel Sueiro, en los que, huyendo de los finales abruptos y sorpresivos, parece que no ocurre nada y se dejan las cosas en el aire, aunque en realidad pasa de todo. En sus cuatro libros de cuentos el escritor gallego nos habla de la realidad atroz del franquismo, de las injusticias y el estancamiento social y pinta un ambiente gris y sucio, combinando todo ello con un increíble sentido del humor, que se transforma en demoledora ironía cuando se lanza contra la pequeña burguesía del régimen. A eso hay que añadir la inevitable compasión y ternura por las vidas de los más humildes. Sueiro dijo en una ocasión que escribía porque era incapaz de soportar ni un día más el aburrimiento, el aburrimiento del país, el aburrimiento de todos nosotros. A él le gustaba hablar de lo que no se hablaba y afirmaba que los suyos eran tema locales e inmediatos. Sin desmentir sus palabras, haremos mal si nos acercamos a estos relatos pensando que solo vamos a encontrar un testimonio de la realidad cotidiana bajo la dictadura, pues Sueiro es un escritor alérgico a las moralejas y sus temas son, en realidad, universales. Sus cuentos miran hacia nuestro presente, abordando asuntos que van desde la desigualdad, la precariedad laboral y la deshumanización tecnológica a los problemas de la juventud para cumplir con sus aspiraciones, pasando por la reivindicación feminista y la defensa ecologista. ¿Les suena?

De entre los libros de cuentos de Daniel Sueiro el que prefiero es, sin duda, Los conspiradores, el segundo que publicó y que mereció el Premio Nacional de literatura en 1959. No creo que haya una mejor manera de acceder a su obra que esta colección de relatos, la cual tuvo que esperar cinco años a ser publicada en Taurus por problemas con la censura e, inencontrable durante mucho tiempo, fue reeditada en 2005 por Menoscuarto con un pormenorizado estudio de Fernando Valls. Algunos de los cuentos incluidos en el volumen son auténticas cimas de nuestra literatura breve, tan descacharrantes como geniales, y en los que el escritor gallego construye toda una épica de lo insignificante amparándose en el humor y la combinación de todo tipo de registros, siempre atento a retratar los ambientes y las clases sociales del franquismo. No pierdan de vista, por ejemplo, el cuento titulado «Mi asiento en el tranvía» en el que Sueiro nos sitúa, a partir de la aparentemente anodina historia de un joven que se niega a ceder su plaza a otros viajeros, ante lo que es la defensa de una postura moral empeñada contra viento y marea en mantener y preservar la dignidad. «Al fondo del pozo», otro de los estupendos cuentos de Los conspiradores e inspirado en vivencias personales, dialoga con Kafka y se aproxima al absurdo de Beckett y Buster Keaton para contar las miserias de un grupo de escritores y plumíferos de todo pelaje que trabajan para el régimen franquista y esperan en las oficinas de la administración el cobro por sus artículos. A ninguno le importa haber prostituido su talento ni humillarse ante las ventanillas de los funcionarios (acuérdense de aquella escena de El verdugo en el que el gran Pepe Isbert, que se las sabía todas, guiaba a un atribulado Nino Manfredi por todos los mostradores de la burocracia franquista para conseguir su vivienda) porque lo importante es sobrevivir. Y si ese cuento, que es el último del conjunto, no es suficiente para observar el arte de Daniel Sueiro, lean la novela corta «El regreso de Frank Loureiro», retrato trágico de una figura recurrente en las narraciones del gallego, la del emigrante que vuelve a casa solo para descubrir que ha fracasado en su intento por escapar de la miseria y la derrota. No conozco muchas historias capaces de encogerle a uno el corazón como esta pequeña obra maestra.

Daniel Sueiro murió en Madrid a los 55 años. Tras su muerte prematura, y a pesar de que ha habido empeños notables por sacarle del olvido, la obra del autor de Los conspiradores sigue en busca de lectores. En uno de los impagables apéndices que se incluyen en la edición de Menoscuarto el escritor afirmaba que después de haber leído un buen cuento es aconsejable cerrar el libro, dejar que pase el tiempo, respirar hondo y ponerse a pensar hasta desentrañar completamente el sentido y significado de lo que acabamos de leer, esperando a sentir un estremecimiento tanto dentro del corazón como sobre la piel. Es el turno de ustedes. Lean algunos de los magistrales relatos de Daniel Sueiro y aguarden el milagro.


Álvaro Acebes Arias (León, 1990) es licenciado en filología hispánica y profesor de Educación Secundaria. Doctorando en la Universidad de León con una tesis sobre la obra del escritor Rafael Chirbes, ha realizado además estudios sobre los distintos cauces de la narrativa española, con especial interés en figuras como Belén Gopegui, Marta Sanz, Isaac Rosa o Ricardo Menéndez Salmón. También ha participado en revistas, medios literarios y en organizaciones culturales como el Club Cultural Leteo de León o el Seminario Permanente Claudio Rodríguez de Zamora.

3 comments on “Un maestro del cuento: Daniel Sueiro

  1. Moitas grazas a Álvaro Aceves por traernos ao grande Daniel Sueiro al presente. Un autentico pracer.
    E moitas grazas a ista magnífica revista.

  2. Pingback: Una relectura de Antonio Ferres – El Cuaderno

  3. Pingback: Arturo del Hoyo, cuentista secreto – El Cuaderno

Deja un comentario

Descubre más desde El Cuaderno

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo