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Un centralismo raro

«Es el español un centralismo raro: pactos de gobierno y presupuestos aprobados con el voto de partidos no ya regionalistas sino abiertamente independentistas, comunidades donde se puede regatear espacio a la lengua franca en la educación, regiones con conciertos económicos, principados, cuerpos de policía autonómicos… En España somos chapuceros hasta para ser centralistas». Un artículo de Iván Álvarez.

/ por Iván Álvarez /

España es un país que padece de un centralismo insoportable, ¿no te has enterado? Madrid, la capital, es una ciudad muy grande, todo el mundo se va a vivir allí, solo hay trabajo allí, todas las autopistas llevan hasta allí y la mejor agua del grifo está allí. Enciendes el televisor, pones los noticiarios, y todo te evoca al famoso chotis de Agustín Lara: Madrid, Madrid, Madrid. Ciertamente como provinciano esto a veces yo lo veo como un canteo; tiene razón mi paisano Rodrigo Cuevas cuando dice que parece que en este país, si quieres conseguir algo, tienes que pasar por Madrid. Confieso que no conozco Madrid, así que eso explicaría que esté aquí, procrastinando como un campeón.

Lo que yo me pregunto es si de verdad España es un país centralista o si más bien estamos ante ese fenómeno universal que los rojos llamamos concentración de mano de obra y capitales. No me refiero a capitales administrativas, no, me refiero a eso que tú no tienes, pobre infeliz: dinero. En Madrid se concentra capital, igual que en París, igual que en Londres, igual que en Moscú e igual que en Tokio. ¡Pero ojo cuidado! Si reducimos la escala vemos que también se concentra en la ciudad procedente del campo, en las ciudades medianas procedente de las ciudades pequeñas y así hasta las metrópolis. Vemos que en Asturias también hay un centro, que se traga y absorbe todo lo que hay en las alas. Lo vemos en la costa de Galicia, donde Vigo o La Coruña concentran a la mitad de la población gallega. Lo vemos en Cataluña con Barcelona, Zaragoza en Aragón o Valladolid en Castilla y León. Vaya, resulta que en España no tenemos un centralismo, sino varios. Conozco mucha gente que se ha ido a vivir a Madrid, pero también a Barcelona o Bilbao, pero eso no es centralismo, eso es que los vascos y catalanes son muy listos y se lo saben montar muy bien. Si me absorbe un punto de la periferia ni me quejo. Sospecho que si la capital de España estuviera en Valencia, y fuera una ciudad de seis millones de habitantes, nadie hablaría de centralismo, pero resulta que Madrid tiene el pecado original de estar en el centro geográfico de España. Blanco y en botella, leche; ciudad grande en el centro es igual a centralismo. Suena lógico.

España es un país curioso, donde mucha gente protesta incluso por tener un trazado radial de infraestructuras. Maldito españolismo, ¿a quién se le ocurre unir la capital con todos los extremos el país y, de paso, conectar un montón de ciudades intermedias? ¿Para qué quiere un coruñés una autopista que le conecte con Madrid, y de paso con Lugo, Ponferrada, si se desvía un poco León, Astorga, Benavente, Valladolid o Ávila? Cero utilidades, la verdad. Malvado centralismo. Sí es verdad que ciertas infraestructuras necesarias no existen más que en el mundo de las ideas, y que se priorizan las que influyen de una manera u otra en la capital, pero esto se debe más a lógicas partidistas y a la necesidad de conectar núcleos económicos que con una política centralista de país. Decía Estrabón en su Geografíaque los astures estaban asalvajados por el clima y por la inconexión con el resto de la Península. Me parecería gracioso que dos mil años después estemos en las mismas si no fuera porque soy asturiano, y claro, lo sufro.

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Me parece estúpido que para ir a Ponferrada tenga que pasar por León, por ejemplo. Y todos conocemos los retrasos de la Autovía del Cantábrico o el corredor mediterráneo, por poner algunos ejemplos. Pero volviendo al sistema radial no hay nada malo en ello, y por el contrario es totalmente lógico que se trace así. Observa la capital de tu provincia o comunidad autónoma y verás que a ella también se puede llegar desde diversas procedencias, y que hay un trazado más o menos radial a su alrededor. Maldito centralismo pucelano, ¡ni Castilla ni León, el Bierzo autodeterminación!

Pero vayamos a lo que de verdad determina si un país o Estado es centralista: la política. España tiene un importante sistema autonómico donde sus divisiones se hacen cargo de no pocas competencias legislativas y ejecutivas. Y estas competencias no son peccata minuta, algunas son tan importantes que se emplean como moneda de cambio en importantes negociaciones entre gobierno central y gobiernos autonómicos. No se me malinterprete; aunque soy un fervoroso jacobino entiendo que debe haber cierta autonomía y descentralización institucional, para agilizar la toma de decisiones y adaptarlas a la diversidad cultural, demográfica, etcétera, de un país de medio millón de kilómetros cuadrados. El problema se da en el momento en el que el partido fuerte de una comunidad que representa menos del 5% de la población total condiciona políticamente a toda la población restante. El problema también aparece cuando unas regiones pueden hacer dumping fiscal a otras (curioso que lo que permite a Madrid concentrar tantos capitales es, precisamente, ¡la descentralización en materia fiscal del Estado!). Es el español un centralismo raro: pactos de gobierno y presupuestos aprobados con el voto de partidos no ya regionalistas sino abiertamente independentistas, comunidades donde se puede regatear espacio a la lengua franca en la educación, regiones con conciertos económicos, principados, cuerpos de policía autonómicos… En España somos chapuceros hasta para ser centralistas.

Siento pavor cuando algunas personas celebran que exista nacionalismo en la periferia, porque eso sirve de contrapeso al centralismo madrileño. Muchos de los que están leyendo esto seguro que han oído alguna vez, o incluso defendido, que el nacionalismo no será tan malo si hace prosperar a sus respectivas regiones. Es como decir que si quieres triunfar en la política española tienes que ser un xenófobo de mierda. Si hay un país donde el nacionalismo ha hecho daño ese es España. Tuvimos durante cuarenta años a un gallego —ná menos— que consideraba a la mitad de los españoles enemigos de la nación. Por poner el caso más flagrante. Pero nacionalismo no es solo que el PNV le regatee buenas inversiones a Madrid —haga contrapeso—: nacionalismo también es que una maruja te increpe en tu puesto de trabajo por no hablar catalán o, en casos más extremos, que alguien que busca independentzia eta sozialismoa te mande al cieloak de un tiro en la cabeza. Quiero decir, que si quieres hacer contrapesos te metes a equilibrista o diseñador de ascensores, pero el nacionalismo tiene otros efectos indeseables.

Para terminar, quería hacer mención de paisanos míos, supuestamente de izquierdas, que a menudo reclaman un marco político propio [sic] o incluso un concierto económico como el vasco. La izquierda asturianista quiere parecerse al PNV y Daniel Lacalle. Asturies ye diferente. Queremos hacer dumping fiscal, pero como los vascos, no como Madrid, que eso es de fachas. Y queremos un procesu, aunque presumiblemente sería más cutre, porque aquí no tenemos algo que sí suelen tener los indepes pata negra: dinero. Supongo que buscar la prosperidad más allá del marco de competencia interterritorial es mucho pedir para un izquierdista radical.


Iván Álvarez es historiador, licenciado por la Universidad de Oviedo.

Acerca de El Cuaderno

Desde El Cuaderno se atiende al más amplio abanico de propuestas culturales (literatura, géneros de no ficción, artes plásticas, fotografía, música, cine, teatro, cómic), combinado la cobertura del ámbito asturiano con la del universal, tanto hispánico como de otras culturas: un planteamiento ecléctico atento a la calidad y por encima de las tendencias estéticas.

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