Crónica

En el descanso, fútbol: esto no es (sólo) otro libro sobre narcotráfico

Ángel Luis Miguel Martín reseña 'Sito, presidente', de Felipe de Luis Manero, un libro sobre «la tragedia, la epopeya y la comedia del fútbol, y de la vida, según Sito Miñanco», narcotraficante gallego que adquiriera y llevara a la gloria el Cambados Futbol Club.

/ una reseña de Ángel Luis Miguel Martín /

En marzo de 2020 se resolvió la vigésima sexta edición del Premio Café Bretón y Bodegas Olarra, del que resultaron ganadores ex aequo la obra Basura, del riojano Óscar Calavia y Sito, presidente, del periodista y escritor Felipe de Luis Manero.

Dicen los miembros del jurado, según podemos leer en Rioja2.com, que en Sito, presidente «brilla lo mejor de la narrativa de lo más cercano que florece en la prensa local, género especialmente fecundo en ese peculiar rincón de la periferia europea que es Galicia». Efectivamente, nos encontramos con un libro cuyo protagonista de portada es Sito Miñanco, pero cuyo desarrollo es posible gracias a lo local, a los secundarios, auténticos protagonistas de, dice el autor en <www.pontevedraviva.com>, «una historia de gente anónima que llegó a vivir algo inaudito». Lo inaudito, lo contable, la excusa (confesada) que el autor tiene para hablar de Sito Miñanco es «la historia de auge y caída del megalómano proyecto emprendido por el mítico narcotraficante en el club de fútbol de su pueblo».

Pronto nos deja claro el autor que este no es un libro sobre fútbol. Periodista deportivo y multidisciplinar con trayectoria y personalidad reconocidas, advierte desde las primeras páginas que esto no es Odio al fútbol moderno (para eso tiene su podcast, Hablemos de fútbol) ni tampoco un meme innecesario de Fariña. Es «la tragedia, la epopeya y la comedia del fútbol, y de la vida, según Sito Miñanco» a partir de su incursión en un club de categoría regional, fútbol modesto donde «qué importa si (un club) se retira. La vida seguirá exactamente igual que antes»; y cuyo «verdadero valor se lo da su gente».

Empezando por la que ya no está y que es el origen de la aventura: el padre de Sito Miñanco. Sito fue (es) un enamorado del fútbol, que no llegó a ser un jugador profesional por falta de don (¿paradójico, no, Don Sito?) y que decide hacerse cargo del equipo de fútbol de su pueblo cuando su progenitor muere. Un poco como homenaje, otro poco «porque puedo» y otro poco más grande porque él es un bandido generoso (Robin Foot) que cuida de su gente hasta el punto de «desemboca[r] en una dependencia afectiva para con Sito por parte del pueblo». Toma la decisión apoyándose en su tío Xepe, aldeano curtido y veterano del club que será protagonista del libro y de la historia si bien, parece, no tanto como él cree.

A lo largo de las más de 180 páginas del libro van desfilando entrenadores, jugadores, vecinos, familiares, periodistas y espontáneos que tienen un papel más o menos definido e importante en el relato. Sin olvidar al autor, protagonista de varias anécdotas y regresiones con poca relevancia. Todos ellos tejen, con opiniones firmes algunos, veladas los más, el hilo endeble de la narración mientras cimentan la fama innegable del protagonista. Fama obtenida inicialmente con el contrabando, apoyada en el cuidado de sus paisanos y defendida incluso después de la evidencia del delito. Porque Sito Miñanco (o Prado Bugallo, la verdad es que el criterio del autor para usar un nombre u otro no parece tener esos mismos cimientos) no sale especialmente bien parado. Mientras unos lo defienden a capa y espada otros no pueden pasar por alto las consecuencias de sus actos. ¿Puede un delincuente ser buena persona?, se pregunta el autor al final del libro.

Lo que queda probado es que Sito llevó su vida de excesos al fútbol, provocando un tsunami que empujó a un club de regional a las puertas de la Segunda División española mientras dejaba en las playas gallegas un reguero de adicción y muerte y la idea de que ser narcotraficante podía ser mejor opción que estudiar o trabajar honradamente. Así lo cuenta Felipe de Luis en un libro «a caballo entre la crónica, la biografía y el ensayo» (EFE) que el propio autor define como «(un libro) humano sobre personas que vivieron algo irrepetible». Quizá su intención de hacer un «estudio del comportamiento humano [y tratar] dilemas morales como el del villano generoso» sea un objetivo excesivamente optimista. Queda esta intención un poco alejada del producto final por la dificultad de enlazar opiniones contrapuestas, el uso inconsistente de la ironía y el registro lingüístico o la inclusión (inexplicable) de más de una explicación quasi para niños que extraña inevitablemente al lector. Pero es, sin duda, un gran ejercicio de periodismo, campo por el que el autor transita de forma natural y sin atascos como Sito hacía a bordo de su planeadora.

Hoy son los jaques árabes y los mangantes del petróleo los que se regalan clubs de fútbol para pasar el rato mientras descansan de sus quehaceres cotidianos. En los años ochenta, Sito Miñanco hizo lo propio con el club de su pueblo, el Juventud Cambados, su divina juventud.

Cuando su padre murió, el 24 de mayo de 1986, Sito Miñanco tomó la determinación de convertirse en presidente de un club de fútbol. Con el cadáver presente de Eugenio Prado y en el abrumador silencio que siempre trae consigo la muerte, Sito y Xepe decidieron hacer historia.


Sito Presidente
Felipe de Luis Manero
Pepitas de Calabaza, 2020
192 páginas
17 €

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