/ una reseña de Luciano Hevia Noriega /
Cuando cayó en mis manos Al oeste del Edén, apenas sabía quién era Jean Stein, más allá de sonarme vagamente como autora de la célebre entrevista realizada a William Faulkner en 1956 en la mítica The Paris Review, ahora compilada junto con otras en una primorosa edición estuchada a cargo de Acantilado. Pero Jean también era hija de Jules Stein, fundador de MCA y uno de los hombres más ricos de Estados Unidos, lo que le permitió codearse y tratar con las grandes figuras de la industria cultural de varias generaciones.
Stein, que se suicidó pocos meses después de que su trabajo viera la luz, pergeña una muy particular historia de amor (y odio) hacia la ciudad de Los Ángeles en forma de relato oral coral a través de las vicisitudes de cinco de sus familias más emblemáticas: los Doheny, los Warner, los Garland, el matrimonio de Jennifer Jones y David O. Selznick y la suya propia, legándonos una adictiva contracrónica del sueño americano y su reverso más tenebroso sin un ápice de autocomplacencia por la que desfila una larga y eximia nómina de entrevistados que fueron testigos de los hechos relatados: Lauren Bacall, Warren Beatty, Joan Didion, Jane Fonda, Frank Gehry, Dennis Hopper, Naomi Klein, Arthur Miller, Gore Vidal…
Aunque el interés por lo narrado nunca decae, la cinefagia del que suscribe convierte los capítulos dedicados a los Warner y Jennifer Jones en mis preferidos debido a la posibilidad de dar rienda suelta a una mitomanía que, como la autora ya señala en el prólogo, se ha convertido en seña de identidad y polo de atracción de una urbe que entre 1900 y 1930 multiplicó por diez su población, superando el millón de habitantes, al calor de la pujanza de la industria petrolífera y el boom inmobiliario. En ello tuvo mucho que ver la familia Doheny con su patriarca Edward a la cabeza, figura totémica que le proporcionó un Oscar a Daniel Day-Lewis por su genial interpretación en la estupenda Pozos de ambición, a su vez basada en la novela Petróleo de Upton Sinclair, cuya vida estuvo plagada de escándalos que incluyeron sobornos, contratos fraudulentos, el suicidio de su primera esposa y un truculento affaire nunca del todo aclarado que acabó con la vida de su hijo Ned y uno de los principales colaboradores familiares, alimentando la crónica de sucesos y sirviendo de inspiración a Raymond Chandler para algunos de sus pasajes marlovianos.
Jack Warner, hijo de emigrantes polacos, fundó junto a sus hermanos Harry, Sam y Albert la Warner Bros. en 1923 y su retrato está plagado de traiciones y mezquindades, como corresponde a una personalidad mezcla de vanidad y grosería alimentada por un nada domeñado complejo de inferioridad. La irrupción del sonoro y el éxito de El cantor de jazz lo encumbraron hasta el punto de conformar con Darryl F. Zanuck (20th Century Fox), Samuel Goldwyn y Louis B. Mayer (Metro-Goldwyn-Mayer) un poderoso póquer que manejó con mano de hierro la floreciente industria cinematográfica, los grandes estudios y a un star-system férreamente controlado bajo contratos leoninos. Casi todos los entrevistados coinciden en que el inmenso poder adquirido lo transformó, viéndose inmerso en constantes prácticas que vulneraban la ética más elemental: imposición de códigos disciplinarios de dudosa legalidad, maniobras antisindicales, una vergonzosa colaboración con el Comité de Actividades Antiamericanas, el engaño a sus hermanos para quedarse en solitario con la empresa fingiendo una venta, el despido de su propio hijo…
La historia de Jane Garland, hija de un empresario ferroviario muerto cuando era una niña y una Miss Cleveland coleccionista de maridos, es la de un truncado proyecto de actriz a la que una enfermedad mental y el desapego familiar arrojaron en manos de médicos caros, enfermeros veinticuatro horas al día, tratamientos experimentales no demasiado exitosos, sucesivos intentos de suicidio y autolesiones y una fabulosa cuenta corriente inmovilizada en fondos de inversión a los que casi todos querían meter mano.
La vida de Jennifer Jones tuvo un antes y un después de conocer al poderoso David O. Selznick: antes, un temprano matrimonio y dos hijos con el actor Robert Walker y una carrera que no despegaba; después, la fama mundial, cinco nominaciones al Oscar coronadas con una estatuilla por La canción de Bernadette y una boda con el productor que da paso a una turbulenta relación plagada de fastuosas fiestas con el todo Hollywood, caprichos por doquier, una trayectoria profesional descendente, terapias con gurúes del psicoanálisis y viajes espirituales a la India, con Selznick ejerciendo como una especie de Pigmalión para el que ningún proyecto está a la altura de la creación a la que moldeó como arcilla. Tras enviudar, un nuevo enlace con el tiburón de los negocios Norton Simon, multimillonario empresario de alimentación y coleccionista de arte, y el suicidio de una hija veinteañera con la que nunca se entendió.
Y finalmente, los Stein, la familia de la propia autora, radiografiada sin paños calientes: un padre fundador de la poderosísima MCA al que se le atribuye la invención del actual concepto de representación y gira artística, las ambiguas relaciones empresariales con la mafia antes y después de la Ley Seca, la entrada en la industria cinematográfica durante la segunda guerra mundial, un casi monopolio que vulneraba un puñado de leyes pero que era tolerado debido a las buenas relaciones con el poder político (con un Ronald Reagan que ya apuntaba maneras) o, nuevamente, un poco edificante papel durante la Caza de Brujas del infame senador McCarthy.
En resumen, un delicioso libro que atrapa como si de una superproducción de la Era Dorada se tratara, con una adecuada proporción de información y chismorreo en la que se da voz a una pléyade de estrellas y famosos, pero también a mayordomos, jardineros o peluqueras y en el que las lujosas mansiones prolijamente descritas gozan de tanto (o más) protagonismo que sus cambiantes propietarios. Gozo lector mayúsculo.
[EN PORTADA: Parte trasera del famoso cartel de Hollywood, fotografiado por Michael E. Arth]

Jean Stein
Anagrama, 2020
238 páginas
21,9€

Luciano Hevia Noriega (Les Arriondes [Asturias], 1975) es licenciado en historia y especialista en gestión cultural por la Universidad de Oviedo y trabaja como librero. Ha colaborado ocasional o habitualmente en periódicos y revistas como El Cien, El Impulso, El Fielato o La Ratonera.
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