Mirar al retrovisor

¡El problema son los blancos!

Joan Santacana escribe sobre la invasión del Capitolio por partidarios de Donald Trump el 6 de enero de 2021.

/ Mirar al retrovisor / Joan Santacana Mestre /

La crisis de Estados Unidos el Día de Reyes del 2021 será, esta sí, una crisis histórica. Será histórica porque marcará el futuro desarrollo del país y quizás de parte del mundo. Su causa no son los negros, ni los hispanos, ni los hippies, ni los movimientos feministas que tanto han preocupado a las sucesivas administraciones norteamericanas: son los blancos, las masas de ciudadanos blancos que crecieron en un país en donde el color de la piel, por el solo hecho de estar menos pigmentada, otorgaba ventajas, puestos de trabajo y simpatía. A ellos, habitantes del Medio Oeste, obreros en los cinturones del óxido, no les era necesario estudiar nada, ¿para qué? Tenían suficiente con ser blancos. Mientras, los demás —mujeres, negros, asiáticos e hispanos—, si no estudiaban, estaban condenados a la delincuencia, la marginación, la prostitución o la miseria.

Hubo un tiempo en que este excedente de población blanca condenada a la miseria engrosaba las filas de la Marina y el Ejército, porque su país andaba metido en muchas guerras. Las guerras de la posguerra —valga la redundancia— se encadenaban una a otra, y Estados Unidos estuvo metido en casi todas. Hoy sigue habiendo guerras y siguen metidos en ellas, pero las guerras de hoy ya no necesitan tantos marines: necesitan legiones de informáticos, de ingenieros que se transforman en pilotos de combate, de expertos en computación, etcétera. Y ellos son blancos, pero no saben nada de todo esto, porque apenas han estudiado. Es por ello que, de las inmensas llanuras que atraviesa la Ruta 66, emergen miles, millones de ciudadanos de piel blanca que no tienen estudios, que no conocen nada más allá de su corta mirada, que jamás nadie se planteó que fueran a la Universidad. Observan con odio a sus semejantes, muchas veces negros, ocupar cada vez más puestos ejecutivos. Los odian por ser negros y por ser ejecutivos y odian a los blancos que han estudiado porque los consideran afeminados, inútiles y estúpidos. Odian a las mujeres que se abren paso cada vez más en una sociedad hasta ahora masculina y a las que ven triunfar en oficios que ellos no pueden soñar. Estos ciudadanos son, pues, el problema, y como el sistema los margina ahora, en un país de una gran tradición violenta, son dinamita con la mecha puesta.

Mi dirán ustedes que estos blancos estaban allá hace décadas y nunca habían hecho lo que el Día de Reyes hicieron. Y es verdad: no se habían atrevido a asaltar el Capitolio, como tampoco se atrevían a proclamarse racistas ante las cámaras de televisión, como tampoco a insultar a una mujer con estudios de forma pública y notoria. Y ahora lo hacen, lo han hecho, se han atrevido, desafiando no solo a la policía, sino también al mundo entero. Se abalanzaron sobre las cámaras de televisión de las cadenas de noticias, ahuyentaron a periodistas y desafiaron al personal del Capitolio. La causa de ello es bien clara para cualquier analista: Donald Trump. Él y sólo él les quitó el miedo; les dijo que eran la América auténtica, los boys que van a rescatar al país de las garras de comunistas, negros, chinos, homosexuales y mujerzuelas.

Mucha gente piensa que es gente que está loca, pero no es verdad. No nos engañemos: el problema no es si están locos o no. Nada de lo que han dicho es gratuito: son simples altavoces de todo lo que hemos oído decir a Trump durante cuatro años. Personajes como Jake Angeli, disfrazados con una piel de bisonte y el rostro pintado, admirado por los suyos en el interior del Capitolio, son el eslabón más débil de la ciudadanía; sin duda alguna un ignorante, pero imbuido de la autoridad que le otorga el propio presidente. Y es que estamos viviendo, no solo en América, una auténtica revolución de los ignorantes. En el Capitolio, como ocurre en otras latitudes, los ignorantes tienen voz y gritan. Sus argumentos son simples, fáciles de emitir, no requieren razonamientos. Es la pura demagogia transmitida sin filtro en Internet, el insulto sin argumentos en redes sociales y en el parlamento; es, en definitiva, el populismo que lanza al mercado de las ideas falsedades, mentiras, insultos, groserías. No requieren razonamientos, ni tan siquiera los escuchan. Saben que su ventaja es la capacidad de insultar y el convencimiento de que muchos como ellos les seguirán.

Cuando Trump fue catapultado a la presidencia de Estados Unidos, yo estaba en Quito, y vi a una académica norteamericana que compartía docencia conmigo horrorizada ante la perspectiva del triunfo de este personaje: me decía que yo no sabia de quién se trataba. Y recuerdo haberle dicho que todo lo que decía y afirmaba aquel exótico candidato republicano era tan solo para ganar las elecciones: despues, le dije, se comportará. Pero yo estaba en un error grave. También el ascenso de Hitler al poder estuvo jalonado de razonamientos como el mío, que decían: «son buenos chicos, patriotas, que no harán lo que dicen, es solo para asustar a los antialemanes y a los judíos». ¡Pero lo hicieron! Y Europa tardó doce años en eliminarlos y sus semillas todavía producen malas hierbas por doquier. ¿Cuánto tardará la democracia más antigua del mundo en arrancar esas malas hierbas? Porque, de lo contrario, ¿imaginan que las elecciones fueran impugnadas fraudulentamente por el partido perdedor? ¿Imaginan que Trump, despues de esto, siguiera en la Casa Blanca? Si esto ocurriera, implicaría que todo el sistema democrático se hundiera y el mundo estuviera ante una nueva Edad Oscura, una nueva Edad Media. Yo espero que, esta vez, la historia no se repetirá.


Joan Santacana Mestre (Calafell [Cataluña], 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención en museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña.

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13 comments on “¡El problema son los blancos!

  1. LUIS HEREDIA

    Excelente Dr. Santacana, un gusto saludarle desde Quito.

  2. Carmen Aranegui

    Excelente análisis y llamada de atención para salvaguarda de la democracia. Enhorabuena.

  3. Me parece excelente este comentario, y creo que aborda la raíz fundamental del problema, el tema de la educación y la cultura. El poder económico siempre trató de favorecer la inculturización de las bases populares y el clasismo. Ahora de esos polvos empiezan a venir lodos.
    El análisis que hace es válido para todos los populismos que pululan por el mundo occidental, y por tanto eso mismo podría suceder en cualquier país, incluido el nuestro. Como bien expone en los párrafos finales, mucho cuidado con que se abra la caja de Pandora.

  4. Intelectualismo suicida pol’iticamente correcto y fundamentalista buenista en el ocaso de occidente

  5. Ahmed Ouaddi

    No se preocupe usted, Joan. La raza blanca habrá desaparecido antes del año 2300, y con ello el problema se habrá terminado. Los blanquitos apenas tienen hijos, prefieren vivir con perros o gatos y vestirlos, mientras los musulmanes tenemos 4 hijos o más. Las mujeres blancas en edad fértil solo son el 2% de la población mundial, y muchas de ellas están abocadas al mestizaje.
    Los blanquitos lechosos cada vez pintan menos en el mundo actual.

    • Matamoros

      Así que en el 2300 estaremos todos mirando a la meca? Antes de eso ya nos habremos encargado de vosotros. Te saluda un blanquito que seguro no estará en tu paraíso imaginario

  6. JUANJO COMPAIRÉ

    Admirado compañero Joan. Yo también aprendí de vuestro grupo de didáctica de la Historia. Algunas de tus afirmaciones son matizables, quizá demasiado genéricas («los» blancos, por ejemplo, sin pensar que Chomsky o Bernie Sanders son también blancos; quizá habría que decir los «supremacistas blancos»). Me parece muy genérico también esto de la revolución de los ignorantes. Es cierto que hay una masa (sobre todo de hombres) que hacen ostentación de su ignorancia. Pero en la cúspide hay líderes que saben muy bien lo que están haciendo.

  7. Demócratas NO= Democracia, Republicanos NO= República.
    En estos días parecen volver querer instalar, algunos, en esta piel de miles de siglos, el no estudiar, el esfuerzo, el currículum, no se necesitan para llegar a querer gobernar un país y obtener puestos de trabajo con gran importancia (siempre hay quien puede realizar el trabajo mientras ellos ponen la cara). NO HEMOS APRENDIDO NADA …

  8. Demócratas NO=Democracia, Republicanos NO = República.
    Estos días en nuestro país, algunos, imponen el no estudios, el no esfuerzo, el no currículum, es significado para llegar a dirigir un país y obtener puestos de gran importancia, aunque no tengan ni idea ( otros harán por ellos) ponen la cara y ya está.
    No hemos aprendido nada?

  9. M.Eugenia

    Comparto esta exposicion,tan esclarecedora.

  10. Carmen Saldarriaga

    Maravilloso análisis!! Como dicen la pura verdad!!!

  11. Mauricio Saenz

    El texto tendría mucho más valor si no fuera por esa generalización tan peligrosa como estupida. Ese racismo al revés en nada contribuye a esclarecer este momento tan difícil que vivimos. Ese camino reduccionista solo puede conducir a la tragedia. Que alguien escudado en supuestos méritos académicos salga con semejante tontería solo suma al ambiente de estulticia que se apodera del mundo por cuenta, precisamente, de los seguidores de Trump

  12. Mmmmm la xente negra nos Estaos Xuníos nun ye qu’estudie demasiao tampoco. Tanto los pretos como los latinos y los blancos probes nun puen permitise estudios universitarios n’un país onde estos son percaros.
    Nun me convence l’argumentu esi de la falta d’estudiu. Arreciende a ciertu elitismu que considera que por nun tener dío a la Facultá unu va pasar tola vida de babayu p»arriba cuando entá l’autididactismu te una posibilidá afayaiza pa bien de xente. Incluso l’analfabetiismu mesmo nun tien por qué ser siempres sinónimu de falta d’intelixencia.

    Cuido qu’el problema por aquelles fasteres tien que ver enferma con munches causes más allá del nivel d’ educación formal de dellos grupos étnicos.

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