/ Mirar al retrovisor / Joan Santacana Mestre /
Leí no hace mucho tiempo en una entrevista con expertos sobre el sexo que se calcula que entre el treinta y el cincuenta por ciento de la población adulta tiene fantasías sadomasoquistas. En la citada entrevista, la autora afirmaba que un porcentaje nada despreciable de la población practica el sadomasoquismo más o menos duro. No voy a entrar en el estéril debate sobre esta forma de sexualidad, pero sí quisiera compartir algunas reflexiones de naturaleza histórica que escribí para un ensayo titulado Entre sábanas: matrimonio, sexo y placer en la historia y que Ediciones Trea tiene en cola de edición.
Sobre el masoquismo se escribió muy poco hasta finales del siglo XIX. A los hombres y mujeres de aquella época, inmersos en el romanticismo y el puritanismo, no les resultaba fácil comprender, y menos aceptar de forma explícita, la existencia de personas que no pudieran gozar y sentir placer si no era mediante prácticas sádicas, y menos todavía,que el placer se consiguiera mediante el sufrimiento. Poco se sabía de estas prácticas, excepción hecha de la obra del marqués de Sade, hasta la llegada de las novelas de Leopold von Sacher-Masoch (1836-1895). Este novelista austriaco alcanzó celebridad, como es bien sabido, después de la publicación de Venus im Pelz (La Venus de las pieles), publicada en 1870, y en donde retrató a personajes a quienes les daba placer causar sufrimiento o recibirlo. En esta novela hay un protagonista, Severino, que cuenta las intimidades de su relación con Wanda, la mujer de la cual se había enamorado y que le extorsionaba para que le tratara como a un esclavo, de forma progresivamente más humillante. Wanda, reticente al principio, pero enamorada de Severino, acepta el papel. Se firma un contrato entre ambos por el que él se somete completamente a ella. En el relato aparecen numerosos elementos fetichistas, como el vestido de cuero, que se relaciona con la dominación, e incluso, en un momento del relato, Severino convence a Wanda para que le sea infiel, ya que él considera que el mayor sufrimiento es contemplar la infidelidad del ser amado. Wanda se adentra por el camino de las infidelidades hasta que encuentra a un hombre por el cual ella se deja dominar. Aquí se pone fin a la relación entre Wanda y Severino, después de que la mujer hallara un goce extremo en aquellas prácticas que al principio le daban asco.
La curiosa e interesante moraleja que el autor pone en boca de Severino al final de la novela reza:
«La moraleja es que, tal como la naturaleza la ha creado y como el hombre en la actualidad la trata, la mujer es enemiga del hombre, pudiendo ser su esclava o su déspota, pero jamás compañera. Solo cuando el nacimiento haya igualado a la mujer con el hombre, mediante la educación y el trabajo; cuando, como él, pueda mantener sus derechos, podrá ser su compañera. En la actualidad, o somos el yunque o el martillo. Yo fui un burro al hacerme esclavo de una mujer, ¿comprendes? Esa es la moraleja: el que se deja dar de latigazos, lo merece. Como has visto, yo he sido golpeado, pero sané […]»
Esta narración era en parte autobiográfica, ya que el novelista tuvo una relación similar con otra novelista, Fanny Pistor. Las prácticas sadomasoquistas descritas en esta obra ciertamente existían antes y eran ya conocidas en muchos casos: así, el ya aludido marqués de Sade, que dio su nombre al sadismo, nos muestra en su obra Justine a una joven inocente como víctima masoquista. La heroína se somete completamente a la voluntad de diversos sádicos. Pero Sacher-Masoch describió y tipificó el concepto, precisando sus principales características. Mucha gente cree que este hombre quería dominar a mujeres, pero lo cierto es que en su época y en Austria se le consideraba un defensor de los derechos de la mujer.
La obra de este autor ciertamente causó escándalo, pero al mismo tiempo alcanzó un gran éxito, de tal modo que su apellido se identificó con hacerse azotar, atar y humillar por una mujer atractiva, pero corpulenta, vestida con pieles; contemplar cómo la amada gozaba con otro o ser tratado como un animal doméstico, y todo género de castigos. En La Venus de las pieles, la protagonista dice respecto a esto:
«¿No me conocéis aún? Sí, soy cruel; ya que tanto te gusta esa palabra. ¿Pero no tengo derecho para serlo? El hombre es el que solicita, la mujer es lo solicitado. Esta es su ventaja única, pero decisiva. La naturaleza la entrega al hombre por la pasión que le inspira, y la mujer que no hace del hombre su súbdito, su esclavo, ¿qué digo?, su juguete, y que no le traiciona riendo, es una loca».
Las ideas sadomasoquistas se extendieron con rapidez y hallaron pronto buenos ilustradores que supieron poner en imágenes las descripciones de novelistas y escritores, como el caso del famoso caricaturista y grabador inglés Thomas Rowlandson (1756-1827), cuya obra gráfica fue ampliamente difundida entre los burgueses británicos a lo largo del siglo XIX. De esta forma, y gracias a los relatos escritos y a las numerosas publicaciones ilustradas, las prácticas sadomasoquistas se convirtieron en una faceta más del erotismo y de la sexualidad, de tal forma que entre el 7 y el 8 por ciento de mujeres y hombres respectivamente, afirman en 2019 que lo probaron y les gustó y entorno a un 15 por ciento de mujeres y un 19 por ciento de hombres afirman que les gustaría probarlo. Y como gritó Severino en la novela, muchos afirman que, si se les diera a elegir entre dominar o ser dominado, les parecería mucho más atractivo ser dominados por una mujer hermosa. Lógicamente desconozco el grado de fiabilidad de este tipo de estadísticas, pero dado el éxito de obras como la trilogía de E. L. James 50 sombras de Grey, estoy tentado a creerlo.

Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.
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