Narrativa

Francis Scott Fitzgerald: vulgar, espuria belleza

José de María Romero Barea reseña una reedición de 'El gran Gatsby' recién publicada por Cátedra.

/ una reseña de José de María Romero Barea /

Leer es una forma de autoexploración: «Cuando te apetezca criticar a alguien —me dijo [mi padre]—, recuerda que no todo el mundo ha tenido las mismas oportunidades que tú». Revisitamos la novela El gran Gatsby (1925; Cátedra, 2021), casi un siglo después, exiliados, junto a los avatares, a la propia peripecia, enredados en la historia que (se) cuentan, atrapados entre su porvenir y nuestro ayer, «dentro y fuera, al mismo tiempo encantado[s] y repelido[s] por la variedad inagotable de vida».

Regresa el relato clásico en renovada traducción de la profesora universitaria María Luisa Venegas, para rememorar que la ceguera colectiva remite al volver a imaginarnos en su universalidad. Se regocija Francis Scott Fitzgerald (Saint Paul, Minessota, 1896-Hollywood, California, 1940) en la inconsciente emoción de atravesar los límites, esa euforia ingrávida que nos insta a buscarnos en nuestras decepciones, «una válvula de escape a la imaginación […] un indicio satisfactorio de lo irreal que es la realidad».

Afea el estadounidense nuestra falta de voluntad para enfrentarnos a la falacia, pertinente en estos tiempos de alternativas mentiras en red, predecibles estribillos y omnipresentes medios de comunicación que retroceden en marcha hacia el presente: «La ciudad vista desde el puente de Queensboro es siempre la ciudad que se ve por vez primera, con su descabellada promesa inicial de todo lo misterioso y bello del mundo». En su crítica de una ensoñación masiva, el infalible sentido de justicia de Gatsby cuestiona el poder correctivo de la ficción.

Dado que «ni el fuego ni la nieve suponen un desafío a las quimeras que un hombre almacena en su corazón», la imprevisibilidad de la constancia se cumple en el esplendor ocasional de una identidad no aislada en categorías, sino «al servicio de una inmensa, vulgar y espuria belleza». En lugar de afrontar horrores pretéritos, el misterioso millonario incurre en un retransmitido ritual de expiación, impulsado por una esperanza sin posibilidades: «Pensé que no había diferencia tan profunda entre los hombres —ni en inteligencia ni en raza— como la diferencia entre el enfermo y el sano».

Frente a los intentos de la realidad por desenmascarar las elucubraciones, el movimiento perpetuo se reafirma en la inocencia deliberada de «un nuevo mundo tangible sin ser real, donde los pobres fantasmas, respirando sueños como se respira el aire, vagan a la aventura». Para regresar a la verdad de lo que somos, el miembro de la Generación Perdida nos devuelve a nuestras fronteras, manifiesta nuestro destino en la búsqueda de una felicidad en constante cambio.

Su esfuerzo incansable reside en la imagen ambulatoria del microcosmos existencial, donde la meta es mera ilusión, «detrás, en la vasta oscuridad más allá de la ciudad, donde los campos oscuros de la república se extendían en la noche». Intuitivamente, el residente en la ciudad ficticia del West Egg, en la rica Long Island, entiende que el periplo emociona más que el destino, que la búsqueda es más auténtica que la felicidad, «el futuro orgásmico que año tras año retrocede ante nosotros».

Se concluye que, al perseguir nuestro sueño, de alguna manera, lo estamos viviendo, «y así seguimos batallando, barcos a contracorriente, barloventeando incesantes hacia atrás, hacia el pasado». Libro adentro, la escritura del autor de Suave es la noche (1934) se convierte en camino para nuestros pensamientos, los sintetiza para trascender el mero homenaje, los convierte, a cambio, en «una reflexión compleja y atemporal sobre los anhelos, las esperanzas y los sueños inherentes a la condición humana», según el especialista de la Universidad de Sevilla Juan Ignacio Guijarro, en la introducción, un acto de celebración, añadiremos, con un poder regenerativo que culmina en nuestro autodescubrimiento.


El gran Gatsby
Francis Scott Fitzgerald
Cátedra, 2021
368 páginas
15 €

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José de María Romero Barea (Córdoba, 1972) es profesor, poeta, narrador, traductor y periodista cultural. Es autor, entre otras obras, de los poemarios Resurrecciones (2011), (Mil novecientos setenta y) Dos (2011) y Talismán (2012), que conforman la trilogía El corazón el hueco, primera sección a su vez del proyecto Poesía (qué si no). El primer libro de la segunda sección, Un mínimo de racionalidad, un máximo de esperanza salió publicado en 2015. Romero Barea también es autor de la trilogía narrativa Interrupciones, formada por Hilados coreografiados (2012), Haia (2015) y Oblicuidades (2016), y ha traducido los poemarios Spanish sketchbook, de Curtis Bauer (España en dibujos, 2012); Disarmed, de Jeffrey Thomson (Inermes, 2012) y Gerald Stern. Esta vez. Antología poética (2014). Además, colabora con reseñas, entrevistas y traducciones en publicaciones de ámbito nacional e internacional como El País (Babelia)Le Monde DiplomatiqueLa Vanguardia (Revista de Letras)Claves de Razón PrácticaÁbacoQuaderni IberoamericaniQuimera y Nueva Grecia, de cuyo consejo de redacción forma parte. Los volúmenes La fortaleza de lo ilegible (2015) y Asalto a lo impenetrable (2015) incluyen una amplia selección de su obra crítica.

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