El runrún interior

El runrún interior: un dietario (30)

Pablo Batalla Cueto registra en su dietario pensamientos propios y notas de libros leídos y cosas vistas en Internet, escribiendo sobre la reforma laboral, la baja audiencia del discurso navideño del Rey o la lectura de 'El método Yakarta', de Vincent Bevins.

/ por Pablo Batalla Cueto /

El runrún interior: un dietario (29)

Martes, 21/12/2021. Un tuit argentino: «El antiintelectualismo de los intelectuales, fase superior de la boludez». Sabias palabras. Y las mismas habas cocidas en todas las casas.

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Parece ser que la popularidad de Boris Johnson está en horas bajas. Los conservadores se desploman en las encuestas, en las que ganan holgadamente los laboristas. El motivo, cosas como que se haya filtrado que Johnson estuvo bebiendo vino con varios amigos en el jardín del número 10 de Downing Street en mayo, cuando en el resto del país regía el límite de una persona máximo para los encuentros en exteriores. Que las élites pasen olímpicamente de las leyes no es nada nuevo bajo el sol. Pero tampoco lo es que eso despierte iras. Estas fiestas obscenas del establishment en tiempo de restricciones pandémicas pueden ser y están, de hecho, siendo, los «que coman pasteles» del siglo XXI.

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Evaristo Páramos, celebérrimo líder de La Polla Records, carga contra las vacunas y contra la OMS y ofrece el escenario de sus conciertos para discursos conspiranoicos. De Evaristo cuentan quienes han ido a sus conciertos a lo largo de los años haberlo visto comerse sin preguntar pastillas que le pasaban desde el público o hasta tragarse escupitajos de los de primera fila, algo que estuvo medio de moda en el mundo punk durante un tiempo. Pero vacunas, no, que a saber qué llevan. Hay gente cuya estupidez no cabe en los gráficos.

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No he seguido con mucho interés las conflictivas primarias de Podemos Asturias, que dirimen conceder el liderazgo del partido a Daniel Ripa o Sofía Castañón. Tengo buenos amigos en ambas candidaturas y escucho argumentos convincentes por parte de las dos, aunque me inclino levemente por la preferencia por la candidatura de Castañón. Percibo de la otra un instrumentalizar el «no ser Madrid», el que Ripa sea el último barón díscolo del partido —lo cual es cierto, y es un punto en contra de Castañón, bendecida por el aparato—, cuyas formas me desagradan. Es, desde luego, deseable que las federaciones de un partido no sean meras sucursales de un aparato madrileño, pero no ser Madrid no debiera convertirse en un argumento ganador por sí solo, ni algo capaz de disimular el centralismo y el autoritarismo propios en el seno de la federación. Se puede ser un barón díscolo con respecto a Madrid pero un cacique de puertas para dentro de la taifa propia; ese ocalitu que impida crecer nada a su alrededor que en tiempos se decía que era Xuan Xosé Sánchez Vicente en el PAS. No sé si Ripa lo es: no estoy informado hasta ese punto. Ya digo que he seguido el asunto con muy escaso interés. Pero algo de ese aroma me llega.

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Leo que, cuando Ho Chi Minh llegó al jardín de Ba Dinh, en Hanói, para declarar la independencia de Vietnam en 1945, empezó leyendo un extracto de la Declaración de Independencia de EEUU. Uno de tantos ejemplos preciosos de cruce de la tradición socialista/comunista y la liberal. Dijo concretamente: «»Todos los hombres son creados iguales. Son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, entre ellos la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad». Esta afirmación inmortal forma parte de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América de 1776. En un sentido amplio, significa: todos los pueblos de la tierra son iguales desde la cuna, todos los pueblos tienen derecho a vivir, a ser felices y libres».

Tamames me cuenta otra anécdota curiosa relacionada con esto. Ho Chi Minh intentó coincidir con Woodrow Wilson en la Conferencia de Paz de París (1919) porque le gustaban sus Catorce Puntos, pero terminó descubriendo que no estaban pensados para naciones como Vietnam, y que Wilson era un tipo bastante racista. El verdadero liberal era él.

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Parece que el movimiento antivacunas está desmadrándose en Euskadi como en ningún otro sitio de España. No tanto en los números absolutos: la vacunación en el País Vasco está por encima de la media. Pero sí en su grado de organización, expansión y combatividad. Tiento una explicación. Sabemos que la fortaleza del tejido asociativo alemán no perjudicó, sino que benefició a los nazis: era más fácil expandirse captando asociación a asociación que ciudadano a ciudadano. Lo del antivacunismo en Euskadi seguramente se deba también a eso: el País Vasco tiene el asociacionismo más variado y activo de España y eso es maravilloso en muchos sentidos, pero también puede provocar que, en cuanto aparece uno de estos predicadores con un poco de carisma en un grupo de montaña o de mujeres o una cooperativa, capte a medio colectivo de una sentada.

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Xan López: «Estaría bien ser el Chile de Europa. Temo que acabemos siendo la Polonia del sur. Es posible que solo sigamos siendo la cosa mediocre e inmovilista que el PSOE seguirá queriendo hacer».

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Moriche: «En las décadas que vienen, el motor de la historia ya no será la lucha de clases, sino la defensa de lo que quede en pie de racionalidad e institucionalidad frente a una acumulación magmática de flagelantes encolerizados (chalecos, QAnon, antivax) con rasgos de guerra religiosa».


Miércoles, 22/12/2021. Leo con deleite El método Yakarta, recién publicado en castellano por Capitán Swing: un libro que pasa revista a la cruzada anticomunista de la guerra fría y los asesinatos masivos de comunistas en Indonesia (en torno a un millón de militantes asesinados por los esbirros de Suharto) y, siguiendo el modelo de lo allá perpetrado, otros países. El libro se detiene en el papel auspiciador de Estados Unidos y, dentro del horror de lo que relata, tiene algunos pasajes divertidos. Cuenta Vincent Bevins, su autor, que, entre las muchas cosas que la CIA valoró o planeó para acabar con la Revolución cubana durante la Administración Kennedy, se contó esta propuesta de Edward Lansdale: simular una segunda venida de Cristo en la isla. Antes, en Filipinas, donde la CIA se empleó a fondo contra la «rebelión Huk», Lansdale había ideado esta otra imaginativa añagaza: propagar el rumor de que un aswang, especie de vampiro de la mitología local, andaba suelto y destruía a quienes llevaban el mal en su corazón. Aquello sí se hizo: los agentes de la CIA agarraron a un rebelde Huk que habían asesinado, le abrieron dos agujeros en el cuello, lo desangraron y lo dejaron tirado en un camino.

Cuenta también Bevins esta otra astracanada: la CIA contrató en un momento dado a actores porno para producir una película que destruyera la reputación de Sukarno, el presidente indonesio, de quien buscaron un doble. Un doble regulero: era un hispano al que enterraron en maquillaje para que pareciera indonesio. Y calvo, para desacreditar a Sukarno (que siempre llevaba sombrero) también por ese lado. La idea era propagar el rumor de que Sukarno se había acostado con una azafata del KGB. Al final, la cinta no llegó a proyectarse, porque el equipo —cuenta Bevins— no fue capaz de ensamblar una cinta lo bastante convincente. Por otro lado, la agitadísima vida sexual de Sukarno era bien conocida y aceptada en Indonesia, así que el vídeo podía hasta beneficiarle. Un poco lo que les pasó aquí en España a quienes pergeñaron aquel vídeo de Pedro J. Ramírez en braguitas, dejándose sodomizar por una corpulenta señora ecuatoguineana con un consolador gigante.

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Tristán Duanel: «Hay fenómenos que despachamos por ‘nostálgicos’ y que, ojo, solo responden a la necesidad de un relato compartido, discernible independientemente de edad, clase, etc. Y ahí o tiras de Sálvame o de un pasado sin Netflix en el que todas escuchábamos historias en la misma hoguera. Me pasa con la música, por ejemplo. Sacas la guitarrita para canturrear con las compadras y no tienes más narices que volver a Estopa o La Oreja porque hace siglos que no escucháis lo mismo. Por eso son tan extrañamente importantes programas como Tu cara me suena. Se convierten en clases de historia de la música popular que mantienen vigentes y comprensibles verdaderos temazos».

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Qué tremenda cumbre de la civilización son los polvorones. Su recia delicadeza o delicada reciedumbre. La civilización es exactamente eso: un delicadísimo polvorón.

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La movilización en defensa de la filosofía, amenazada de defenestración de los currículos educativos por la enésima reforma educativa neoliberalizante, tira mucho del eslogan de que la filosofía enseña a pensar. Pero Juan Ponte explica bien que no exactamente. El arte, la técnica, también nos enseñan a pensar. La filosofía va más allá: nos hace pensar el pensamiento; levantar las alfombras, cuestionar los fundamentos, de nuestro pensamiento, el que se nos ha enseñado a pensar por otros medios.

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Circula estos días por Twitter un extracto excelente de una conferencia de Jorge Lago. Lo transcribo: «[…] el marxismo no tuvo ese componente hedonista porque era profundamente productivista; porque no supo, a mi juicio, trabajar una dialéctica que le era interna. Para hacer la revolución necesitábamos afirmar la identidad obrera: defender el trabajo, definirnos como trabajadores. “Yo soy metalúrgico, he sostenido el Frente Popular Francés”. Ese que nos dejó tirados en la guerra civil, pero bueno. Soy una identidad obrera, pero lo soy para adquirir poder en una lucha que debería hacer desaparecer esa identidad, que es la superación de las clases. El problema es cuando deja de haber horizonte de transformación revolucionaria y te quedas defendiendo exclusivamente una identidad que es justamente la que te ha dado el modo de producción capitalista. Entonces entras en el repliegue identitario y en la Feria de Ana Iris Simón».

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Una curiosa casualidad. Con apenas unas horas de diferencia fallecieron hace cinco días Luis Menéndez de Luarca y Joaquín Navarro. Navarro era a por quien iban los asesinos de los abogados de Atocha. Menéndez se libró de ser asesinado aquel día porque se le alargó una reunión. Como si un diosecillo hubiera anudado sus existencias, unidos en la muerte prematura sorteada, lo estarían también en la natural no evitada.

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Un párrafo de El método Yakarta:

«No sin cierta ironía, el contacto directo con Europa había sido siempre importante para fomentar los movimientos revolucionarios en el tercer mundo. El movimiento independentista indonesio echó sus primeras raíces en Holanda, y fue en París donde Ho Chi Minh recibió su educación política. Cuando se trasladaban a estudiar o a trabajar en las capitales imperiales, los súbditos de las colonias a menudo entraban en contacto con ideas que nunca se había permitido que llegaran a su tierra natal. Gran parte del colonialismo se había basado en la lógica de «Haz lo que digo, no lo que hago». O más bien, en la práctica de “Haz lo que dicen los blancos, no lo que hacen”. De este modo, mientras que los europeos ampliaban la educación a toda la población y sus intelectuales debatían los méritos del socialismo y del marxismo, gran parte de todo esto estaba prohibido en las colonias. A los nativos se les podían ocurrir cosas. Por ejemplo, en el Congo, controlado de manera despiadada por los belgas desde que el rey Leopoldo II fundara el Estado Libre del Congo en 1885 (y Estados Unidos se apresurara a ser el primer país del mundo en reconocer la colonia), las autoridades prohibían las publicaciones de izquierdas y las revistas liberales a la moda que circulaban libremente en Europa. Temían incluso que las clases obreras negras vivieran juntas en espacios urbanos: ¿no conllevaría esto la subversión o, aún peor, el bolchevismo? Los jóvenes congoleses estudiaban a la familia real belga, pero no el movimiento por los derechos civiles estadounidense, mientras que la Revolución francesa se explicaba con mucha cautela para que todo aquello no pareciera excesivamente atractivo en las ediciones africanas de los libros de texto».


Jueves, 23/12/2021. Leo en El método Yakarta que la playa de Seminyak, en Bali, devino campo de exterminio en 1965-1966, como parte de la represión anticomunista de Suharto, que fue particularmente virulenta en esa isla. Muy poco después del último asesinato, se levantó en ella el primer hotel para turistas. Me acuerdo de lo leído a Naomi Klein en alguna parte sobre cómo el tsunami de 2004 fue aprovechado para turistificar una zona de Sri Lanka que se había resistido a la turistificación. Debajo de la alfombra del neocolonialismo turístico hay montones de cadáveres.

Leo también en El método Yakarta sobre los terrores particulares que inspiraba Gerwani, rama feminista del Partido Comunista de Indonesia, en torno a la cual se pergeñaban bulos sobre mujeres que seducían a los militares y los castraban que avivaron la violencia enloquecida de la represión de Suharto. Siempre ese componente de género, esa levadura de miedo de machos asustados, en la violencia anticomunista, de Indonesia a Chile pasando por España. Para muchos, el horror determinante no era el reparto de la propiedad, sino el cuestionamiento del patriarcado. Por eso hoy que no hay una insurgencia socialista, pero sí un auge feminista, resurge el anticomunismo con la potencia con que lo está haciendo. Hay anticomunismo sin comunismo porque, para muchos, el monstruo comunista es ante todo eso: un desordenador de la jerarquía de género. Y eso es lo que posibilita un anticomunismo popular. El reparto de las tierras o de los beneficios de las fábricas aterroriza a cuatro: a sus dueños. Que te pongan a fregar aterroriza (y aterroriza es la palabra) a millones. Pero, como ese terror es ridículo (y, sobre todo, poco viril), tiene que desarrollar bulos como aquellos de la era Suharto, que demonicen y formidabilicen a las feministas como brujas violentas sedientas de sangre y no meramente como adversarias políticas. En nuestras sociedades, la cosa tiene que sofisticarse un poquitín, y en lugar de amazonas castradoras con machete el arquetipo del terror de los soto ivars de hoy pasa a ser la loca o la taimada que te puede hundir la vida con su sola palabra. Pero la lógica es la misma. Y es esta: no tenemos enfrente a personas cabales con demandas legítimas y deliberables, sino a brujas prodigiosas con formidables superpoderes, que nublan nuestro seso con malas artes de seducción y nos quieren despedazar.

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El médico le ha dicho hoy a una amiga que tiene la variante Delta que, a tenor del grado de infección que padece, si no estuviera vacunada, estaría en la UCI. Muriéndose. Gracias a estarlo, lo que tiene es una especie de gripe y una leve opresión de tórax. Benditas vacunas.

Pienso mucho últimamente en la figura del antivacunas. Hay algo en ella que condensa todos los fracasos de la edad contemporánea; que fusiona todos los monstruos que los últimos dos siglos y medio y sus utopías, tanto las luminosas como las sinestras, dejaron sin matar o alimentaron.


Viernes, 24/12/2021. Ibérico Saint-Jean, general argentino, 1977: «Primero mataremos a todos los subversivos, luego mataremos a todos sus colaboradores, después a sus simpatizantes, enseguida a aquellos que permanecen indiferentes, y, finalmente, mataremos a los tímidos». Leído en El método Yakarta. También esto de Roberto d’Aubuisson, líder de los escuadrones de la muerte, autor del asesinato del padre Óscar Romero, a la periodista Laurie Becklund: «Puedes ser comunista incluso si personalmente no piensas que eres comunista».

Una de las cosas más sobrecogedoras de este libro es ver cómo, frente a la imagen del movimiento comunista como una taimada maquinaria de subversión, con demasiada frecuencia los comunistas del mundo pecaron de todo lo contrario: una extrema candidez; una confianza ilusa en las instituciones democráticas y su irreversibilidad. Con demasiada frecuencia, murieron como conejos, como corderos enviados al matadero, quietos como el ciervo deslumbrado por los faros de un coche, incapaces de asimilar que las leyes que permitían su existencia se habían quedado en papel mojado.

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Conozco a gente a la que le encanta la Navidad, gente que la detesta y toda clase de mediopensionistas. Y todos podrían no celebrarla, pero todos la celebran aunque sea a regañadientes, y más o menos del mismo modo. El poder todopoderoso de los grandes ritos.


Sábado, 25/12/2021. Leo en Espejos de la revolución, de Francesco Benigno, esta importantísima advertencia para historiadores:

«Conrad Russell escribió que muchas veces los historiadores se pueden comparar a un lector de novelas policiacas que desde el principio sabe quién es el asesino y que tiende a fijarse solo en aquellos elementos que en la narración le conducen a la conclusión que espera descuidando, por tanto, todos los cambios de dirección, esos twists and turns que dan lugar al suspense. Este paralelismo, añade Russell, se agudiza en el caso de aquellos historiadores que estudian los períodos que preceden a las revoluciones, tantas veces interpretados en función de “su desenlace”».

No existe una historia necesaria. Todo lo que en la historia fue no estaba escrito en las estrellas, sino que pudo suceder de otro modo. Y su relato debe hacerse cargo de ello.

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Ángel de la Cruz: «Cuando una política no es tan ambiciosa como nos gustaría pero supone un avance y va en la dirección correcta, aunque despacio o incluso erráticamente, oponerse a ella es trabajar para hacer la desesperación más convincente: todo es inútil e insignificante, la política no sirve». Se refiere, deduzco, a las iras despertadas en algunos sectores en torno a la reforma laboral de Yolanda Díaz, despreciada como insuficiente.

Yo, con respecto a la reforma laboral, detecto tres extremos idiotas: el maximalismo crítico y el triunfalismo fuera de bolos de un Echenique, pero también convertirnos en nuestros padres cuando justifican la Transición; ese «se hizo lo que se pudo». Que no se pueda todo no quiere decir que no se pueda más. Con demasiada frecuencia la famosa correlación de fuerzas se convierte en algo así como la fragata de juguete con que Chandler Bing se da baños con espuma y velitas para no sentir que hace algo de chicas. Invocamos la correlación de fuerzas y con eso queda todo validado. Y no debería.

La casualidad me hace toparme con esta frase de Raymond Williams que viene muy a cuento de todo esto: «Ser verdaderamente radical es hacer la esperanza posible, no la desesperación convincente».

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Sobrecogido por este cuadro hermosísimo que acaba de ser votado como pintura nacional de Finlandia: El ángel herido, de Hugo Simberg (1903).


Domingo, 26/12/2021. Titular: «El mensaje de Navidad de Felipe VI se hunde en audiencia: pierde 2,8 millones de espectadores». Cierto republicanismo corre a celebrarlo como indicativo del descrédito de la Monarquía. Yo soy más pesimista. No creo que la cosa tenga más lectura que un cansancio generalizado hacia la política después de un ciclo de politización muy intensa, que también afecta a Felipe. Gaspar Llamazares me responde: «Creo que el mensaje no se asocia estrictamente con lo político. Es más bien una tradición y un mensaje tópico a la comunidad en un día señalado. La señal de una institución que pierde credibilidad y una sociedad individualizada que no ve la salida. Creo que el mensaje no se asocia estrictamente con lo político. Es más bien una tradición y un mensaje tópico a la comunidad en un día señalado. La señal de una institución que pierde credibilidad y una sociedad individualizada que no ve la salida». Le contesto compartiendo mi parecer de que no me refiero a que se perciba a Felipe VI como un político, sino a que en los últimos años había un ver el discurso gente que habitualmente no lo veía para sacarle punta política (a ver qué dice de los catalanes, a ver qué dice de su padre, etcétera) que es lo que se ha perdido.

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Recién comprado El siglo soviético, de Karl Schlögel, y acordándome también de los estupendos títulos de La Caja Books o el éxito de los libros de Svetlana Alexiévich, pienso que es curiosa la proliferación de novedades editoriales sobre la URSS, el Este y la civilización soviética que se encuentra uno en las librerías últimamente. Pienso que, por un lado, se debe simplemente a los treinta años que deben pasar de cualquier cosa para, desde esa distancia prudencial, empezar a estudiarla bien, pero que hay algo más. Y es esto: el interés por conocer y recrearse en una civilización distinta, en un sistema alternativo (pero a la vez cercano, comprensible), en un momento en el que ya no hay civilizaciones distintas, pero en el que sentimos derrumbarse la nuestra y la urgencia de pensar otra. Significativamente, estas novedades se centran mucho en la vida cotidiana en aquellos países, no tanto en las grandes estructuras. Pienso que, en medio del estrés turbocapitalista, nos despierta fascinación eso que digo: ver que gente como nosotros vivió de otro modo. Despacio. No nos interesan, como lectores de ese pequeño boom, los planes quinquenales, sino, frente al There Is No Alternative, thatcherista, comprobar que la hubo para Nikolái tal o Pável cual, que vivieron vidas no ininteligibles para nosotros con curro asegurado, vivienda, tranquilidad, educación superior, etcétera. Reafirmarnos en que hay otros mundos posibles. Y no necesariamente este y ese (que esos libros no idealizan, y nosotros tampoco) y ya está, sino otros, así en general; otra vida no mediada por la competición y el consumo desenfrenados.

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Titular de una entrevista a Teodoro León Gross: «La gran amenaza no es Vox, sino el nacionalismo». ¿Cómo de obtuso o de taimado tiene uno que ser para no identificar a Vox como un partido nacionalista? ¿Qué más tendría que hacer Vox para sobrepasar el listón de lo que es nacionalismo y lo que no?

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Titular: «Juan Carlos I se compromete a llevar una vida discreta cuando regrese a España». Con vida discreta se refiere, presumo, a la misma vida de excesos sultánicos de siempre, pero esforzándose más en disimularla o pagando más para que se la disimulen.

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Leo que, durante la Fronda (1648-1653), el duque de Beaufort, un noble de porte real y larga y rubia cabellera, se convirtió en ídolo y cabecilla de las masas proletarias de París por una razón: sabía hablar como se habla en las Halles, los mercados.


Lunes, 27/12/2021. Leo que Norma McCorvey, la Jane Roe demandante del caso Roe vs. Wade, que legalizó el aborto en Estados Unidos, acabó haciéndose cristiana, participando en el movimiento antiabortista y declarando que aquella demanda fue «el mayor error de [su] vida». Pero que más tarde, durante una entrevista poco antes de su fallecimiento en 2017, en lo que denominó su «confesión en el lecho de muerte», declaró que le habían pagado por hablar en contra del aborto, y que seguía estando a favor del derecho a la interrupción del embarazo. Parece ser que McCorvey recibió al menos 450.000 dólares de grupos antiabortistas. «Yo cogía su dinero y ellos me ponían delante de las cámaras y me decían lo que tenía que decir. Eso es lo que yo decía», acabaría declarando. El pastor evangélico Robert Schenck confirmó que era así. «Su nombre y su foto supondrían una de las mayores ganancias de dólares para mi grupo y muchos otros», explicó.

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Hannah Arendt: «Pensar críticamente es siempre ser hostil».

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Michael Walzer: «La unión de los seres humanos solo puede ser simbolizada. No tiene forma o sustancia palpable. El Estado es invisible. Debe ser personificado antes de poder ser visto, simbolizado antes de poder ser amado, imaginado antes de poder ser concebido».

El runrún interior: un dietario (31)


Pablo Batalla Cueto (Gijón, 1987) es licenciado en historia y máster en gestión del patrimonio histórico-artístico por la Universidad de Salamanca, pero ha venido desempeñándose como periodista y corrector de estilo. Ha sido o es colaborador de los periódicos y revistas Asturias24, La Voz de Asturias, Atlántica XXII, NevilleCrítica.cl, La Soga, Nortes, LaU, La Marea y CTXT; dirige desde 2013 A Quemarropa, periódico oficial de la Semana Negra de Gijón, y desde 2018 es coordinador de EL CUADERNO. Ha publicado los libros Si cantara el gallo rojo: biografía social de Jesús Montes Estrada, ‘Churruca’ (2017), La virtud en la montaña: vindicación de un alpinismo lento, ilustrado y anticapitalista (2019) y Los nuevos odres del nacionalismo español (2021).

3 comments on “El runrún interior: un dietario (30)

  1. libreoyente

    Lo de Juan Carlos es como esa típica y tópica novela policiaca en la que el veneno se va administrando en dosis pequeñas para que la víctima no lo perciba.

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