Creación

Palabras de arena

Publicamos unos extractos de 'Palabras de arena (el lugar minucioso)', un diario de Ricardo Martínez-Conde.

/ por Ricardo Martínez-Conde /

Al libro le debemos buena parte de nuestra libertad, y, a la vez, no existe esa libertad pura donde haya un libro; él la cuestiona, o dilata, o… La soledad que engendra es de provecho; sugerencia, alusión…


Hasta aquí he llegado, podría decir, y así habría salvado con una cierta unidad mi vida. Una unidad, me temo, más propia del azar y el sueño que no de cuanto he sido… Para conocer, de verdad, el acto de haber sido, siempre habrá de venir la noche.


«… en un momento tenemos el pensamiento para el que las palabras, capaces de expresarlo aproximadamente, están a nuestro alcance» (Nietzsche). «Capaces de expresarlo aproximadamente». Por eso si escribo cada día en este confesonario que siento la soledad (y a veces la tristeza) por causa de esas palabras debéis creerme, debéis entenderme.

—Ha amanecido y ahí está la lluvia, sobre el viejo paisaje. Melancolía.


La lluvia aviva los sentidos. Aviva una comprensión un poco más allá.


Me interpelan, y suelo responder libre de cualquier sospecha o interés. La psicología y los allegados insisten, sin embargo, en lo ingenuo de mi comportamiento. Y yo me digo: ¿el interés, o la maldad, o la sospecha no habrían de venir después de la palabra? Sobre todo de la palabra del otro, ese otro que, mientras escucho, todavía no soy yo.


¡Cuánto me gusta que alguien evoque el pasado: para intervenir, para criticar! Todo es reduccionismo, sin embargo. Cada cual se evoca con obsesiva reiteración, pero, eso sí, también con un miedo enfermizo a ver el otro lado de sí. ¡Humillante!


«Tan alta cortesía, hasta la negación propia» (Imre Kertesz). Esta ha de proceder de dentro, desde la memoria, desde el origen. Ahí somos quien somos, anudados al paisaje por una vieja y oscura generosidad.


Han venido, con el atardecer, un silencio inerte y la lluvia pródiga acompañando a la tormenta, un adelanto de la noche no esperada todavía. Ha sido un signo para el recogimiento, para el pensar melancólico; la aproximación a una filosofía y una pregunta.

El cruento verano va tocando a su fin en favor del ecléctico Otoño.         


¿Qué decir de uno mismo? ¿qué pensar? La verdad está afuera, lo que nos interesa y mueve reside en el exterior. Cuando se acude al interior es que existe alguna disfunción grave en esa Nada que nos ata.

Y, al final, esa reiteración va construyendo el sustrato de la vida. ¡A fe que todos necesitaríamos un poeta; por nuestras debilidades!


Ella ha aludido a un hábito en mi indumentaria y su comentario me ha azorado por dentro. Pretendía ser irónico con ella y me ha devuelto una pobre turbación. ¿Me ha identificado y ahora estoy desprotegido?

Ingenuo vivir.


El mal, esa connotación intrínseca.

¿Habrá triunfado, a estas alturas en que vamos, ya, del Hombre, sobre el hombre?


Percibo la realidad y a la vez, he de admitirlo, esta ha dejado de serlo en cuanto la hago mía. Es así: la realidad es la acumulación de apropiaciones subjetivas de nuestro miedo disimulado, y una voluntad desmedida por perpetuar algo de nosotros, como si tal pretensión fuese algo inexcusable para el equilibrio de la Naturaleza.


He estado viajando por en medio de este país antiguo y secreto, Galicia, por dentro de este paisaje añorado y vilipendiado a la vez. El fruto obtenido es una soledad más consciente. Más personal. Más propia.


En torno al libro parece querer elaborarse la vida, como si el libro fuese paradigma de un bien situado algo más allá de la decepción. Este es su nudo: el argumento nace de la desnudez de la vida. ¿Quién aporta su imaginación a la nuestra sino él?

¿Se trata de colocar al hombre antes que al dios? ¿al libro antes que al hombre? (El caso es que, para este tiempo que ahora corre, el gesto no resultaría del todo descabellado ante tanta sequía estética y moral).


¿Qué texto, hoy, colmaría nuestros sentidos de lector hasta demorarle en el transcurso del tiempo? ¿Cuál posee el discurso sereno, el de la sencillez? A veces parece como si la escritura hubiera perdido la convicción emocional, el desafío para la inteligencia. Ha perdido su demorada convicción para el solitario. Todo mas, el lector es como si hubiera sido condenado a aprovechar fragmentos, retazos nada más. El resto semeja literatura oral ansiosamente decadente.


Palabras de arena (el lugar minucioso)
Ricardo Martínez-Conde
Zadar, 2021
96 páginas

Ricardo Martínez realizó los estudios de filosofía y letras en las universidades de La Laguna y Valladolid, concluyendo su carrera universitaria con los estudios de doctorado en la Universidad Complutense de Madrid. Su obra como escritor es bilingüe, habiendo publicado tanto en gallego como en castellano. Como ensayista y crítico literario ha colaborado tanto en prensa (La Voz de Galicia, El País) como en revistas especializadas (Clarín, Revista de Occidente). Ha cultivado distintos géneros como autor. En poesía podemos citar: Lento esvaece o tempo (Milladoiro, 1990), Los argumentos de la tarde (A.G., 1991), De cuanto nos es dado (Calima, 2006) y Na terra desluada (Espiral Maior, 2009). Su obra Orballo nas camelias pasa por ser la primera obra de haikus en la literatura gallega. En prosa ha publicado varios libros de aforismos: Debullar (Galaxia, 1996), Cuentas del tiempo (Pre-textos, 2004), Alusión al paisaje (Calima, 2006), Ecos da néboa (Trifolium, 2012). Es autor, asimismo, del libro de relatos La luz en el cristal (Calima, 2011). Ha obtenido el premio Benasque de poesía y diploma de honor en el concurso internacional de relatos breves Jorge Luis Borges y en 1997 le fue otorgado el premio Reimóndez Portela de periodismo. Colabora en prensa y revistas especializadas. Desde el año 2014, la Fundación Jorge Guillén es la depositaria de la obra del autor. Dispone de su propia página web.

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