Creación

Un largo puente

Un relato de Eduardo García Fernández sobre un día en el que van sucediendo cosas raras.

/ un relato de Eduardo García Fernández /

Llevo varios días con ganas, o antojo más bien, de pollo al ajillo, así que de hoy no pasa. Llamo por teléfono, no para reservar mesa, sino para encargarlo y comerlo en casa, pues así será más cómodo. Decido salir con antelación a la calle para dar un paseo, pues los domingos por la mañana suele haber algo de ambiente; la tarde, ya se sabe: «alguien debería prohibir los domingos por la tarde», como dice Isabel Coixet en su programa de Radio 3. Lo curioso es que hay poca gente caminando y menos coches, pero quizás sea porque hay futbol. Pero veo que tampoco hay gente paseando perros. Será el frío, pues aunque voy abrigado, la humedad me traspasa. Alguien me saluda, pero no lo reconozco. Sin embargo, le devuelvo el saludo. A medida que avanzo en el paseo siento como si todo fuera irreal; como estar dentro de otra realidad, un sueño del que no es fácil salir. Observo que nadie está hablando por el móvi;  el mío lo dejé en casa cargando y últimamente prefiero dejarlo allí: total, nadie me llama. Es un largo fin de semana, ya que hay puente, así que he conseguido encadenar cinco días sin trabajar, aunque más bien para dedicarlo en parte a descansar y en parte para ponerme a pintar un cuadro en que quiero probar ciertas técnicas. Saco una radio del bolsillo y me conecto los auriculares buscando una emisora de música, pero mientras muevo el dial, oigo una noticia: «En Ucrania están sin electricidad (y sin opción de calentarse); Rusia parece ser la causante a través de un software malicioso que afecta a varias centrales eléctricas, lo mismo que ocurrió cuando se anexionó Crimea en 2015». Pienso en el día a día de los pobres ucranianos y la incertidumbre de la guerra: siempre lo mismo. Mientras oigo la radio, veo a un grupo de personas agrupadas hablando en alto porque parece que no tiene conexión a Internet. Unos adolescentes no paran de gritar; son los que hace unos días perseguían pokemons. Más allá, un hombre agita el móvil como si fuese un batido y después lo mira con mirada incrédula; habla él solo con su móvil; parece ser que ha quedado a medias en una discusión y ahora ya discute con el aparato. La extraña sensación que tenía hace un rato parece confirmarse por lo que voy viendo, así que decido buscar alguna emisora para oír alguna noticia más. «Una tormenta solar está afectando a los satélites, Internet está fallando». No puede ser. «Parece ser que el sol está teniendo unas reacciones extrañas, según está informando un satélite japones que lleva años estudiando al mismo». Increíble. ¿Y si todo lo está provocando Rusia? No soy paranoico, pero ya que Rusia quiere estrangular a Ucrania, tampoco es tan descabellado pensar así, o quizás sea verdad que solo es una tormenta solar, vete tú a saber. Sin embargo, no sé por qué, uní las dos noticias en mi cabeza y ahí estaban. Me acerco a recoger la comida y entablo una breve conversación con un conocido que ha decido comer en la terraza. Nos despedimos con esa muletilla del «cuídate». De camino a casa, me entretengo recordando la de veces y la de cervezas que tomé en aquella terraza en los veranos. Una vez en casa, decido no encender la televisión por temor a más malas noticias. Mi móvil funciona, pero al buscar algo en Internet, niet, nada. Como con la compañía de la radio. Al terminar, me echo la siesta. Al levantarme, veo que el móvil sigue igual, y además no tengo luz en casa. ¿Saltaría el automático? Pero no es así: lo compruebo y veo que falta luz aquí y en el exterior. Que no cunda el pánico: será cualquier cosa. Al rato vuelve la luz y con ella la tranquilidad.

Al día siguiente, parece ser que no sólo no hay internet, sino que «hay una tormenta geomagnética que ha derribado el sistema eléctrico mundial». Pero bueno, ¿y por qué sigo teniendo electricidad? Dicen que es debido a que ciertas líneas se han librado. Otras noticias hablan de unos misiles rusos que impactaron en ciertas centrales eléctricas. Las noticas cada hora se contradicen y de repente hay un apagón y escucho sobre mi cabeza un vuelo rasante de unos aviones que semejan cazas; un sonido atronador que me eriza toda la piel y me saca el corazón por la boca. Se alejan y de repente, en la lejanía, una explosión, el sonido de las sirenas y gritos. La gente se asoma a las ventanas y un humo negro tiñe el cielo. Después, más explosiones, y más gritos.


Eduardo García Fernández (Oviedo, 1968) es licenciado en psicología clínica y máster en modificación de conducta. En 1999 abrió una consulta de psicología clínica en la que aborda todo tipo de patologías y adicciones. Entre sus aficiones se encuentran la literatura y el cine. Y acostumbra a vincular éstas con su profesión dando lugar a artículos con un enfoque diferente. Ha realizado y participado en programas de radio en Radio Vetusta, ha colaborado con la revista digital literaturas.com y en la actualidad colabora esporádicamente con artículos y reseñas en el periódico La Nueva España.

Acerca de El Cuaderno

Desde El Cuaderno se atiende al más amplio abanico de propuestas culturales (literatura, géneros de no ficción, artes plásticas, fotografía, música, cine, teatro, cómic), combinado la cobertura del ámbito asturiano con la del universal, tanto hispánico como de otras culturas: un planteamiento ecléctico atento a la calidad y por encima de las tendencias estéticas.

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