Escuchar y no callar

Fatiga

Miguel de la Guardia escribe sobre los distintos tipos de fatiga, buenos y malos.

/ Escuchar y no callar / Miguel de la Guardia /

Imagen de portada: «Cansada», de Christian Krohg (1852-1925)

Al cabo del día hacemos muchas cosas, actividades profesionales, desplazamientos, mantenimiento de la casa, farragosas gestiones bancarias o discusiones con servicios de salud, operadores de telefonía… Y muchas de ellas no son gratificantes en lo absoluto; pero eso no debe estresarnos, pues nada es urgente excepto, como me decía un amigo médico, el diagnóstico de un paciente que acude a un hospital, pues es vital tomar la decisión de ingresarlo o dejar que se vaya a su domicilio. Por ello, de nada vale forzar la maquinaria de nuestro organismo, añadiendo a los esfuerzos diarios un plus de agotamiento por estrés

Si quien lee este texto tiene el privilegio de trabajar en algo que le gusta, ya tiene casi garantizado un treinta y tres por ciento de su felicidad y, seguramente, muchas de las actividades que implica su profesión, tomadas de una en una, son creativas e interesantes, diversas y atrayentes, y por eso los días de trabajo deberían ser gozosos, distraídos y estimulantes, aunque consuman mucha de nuestra energía.

Yo distingo entre dos tipos de fatiga: la buena y la mala. La buena es la que se deriva de hacer muchas cosas al día, aprovechar cada momento, entregarse en el trabajo y en el cuidado de los hijos y del hogar. Esta buena fatiga es la que justifica largamente nuestro sueldo y lleva nuestros cuerpos fatigados al encuentro del sueño. Luego, dormimos, cargamos baterías y nos levantamos al día siguiente llenos de energía y de ganas de terminar lo mucho que quedó pendiente, pero sin angustia, sin estrés.

Por el contrario, lo que debería preocuparnos es la mala fatiga, que es la que deriva de la  insatisfacción en algo de lo que se hace. La mala fatiga es en ocasiones el resultado de algún tipo de dolencia o enfermedad y eso solo podemos saberlo nosotros mismos, y solo un médico puede diagnosticarlo con precisión y resolverlo con nuestra ayuda, a través de la medicación y el reposo.

Todavía más preocupante es la fatiga que acompaña a un estado de insatisfacción con nosotros mismos. Esto es difícil de diagnosticar por nadie que no sea cada uno y exige enormes dosis de sinceridad y lucidez, pero es un problema cuya solución es imprescindible para garantizar nuestro bienestar, puesto que esa fatiga puede crecer en nosotros y arruinar nuestra felicidad.

En ocasiones, el problema está fuera de quien lo sufre; en personas tóxicas o que mantienen con nosotros una relación tóxica. No es fácil reconocerlo, pero es imprescindible mirar hacia nosotros mismos y evaluar nuestras relaciones tomadas de una en una y confirmar si realmente son sanas y gratificantes. Si alguna de nuestras relaciones es tóxica, lo mejor es tomar decisiones quirúrgicas y extirparla de nuestras vidas, sin dudas, sin contemplaciones.

En cualquier caso, la peor de todas las fatigas es la que está dentro de nosotros y atañe a una inseguridad o insatisfacción con nosotros mismos. Aquí, la causa principal suele ser el efecto de una relación tóxica que no supimos extirpar a tiempo o alguna carencia o trauma antiguo que dañó nuestra estima. No creo demasiado en el valor terapéutico de la psicología, pues, en definitiva, el psicólogo es un intermediario entre yo y mi yo mismo y en ese diálogo interior no resulta imprescindible la presencia de una segunda persona, pero sí una importante dosis de lucidez y sinceridad y, ¿por qué no?, la ayuda de las personas que nos quieran para que nos permitan reflejar nuestra imagen en el espejo de sus ojos.

De cualquier manera, piense quien lea este texto que la ilusión es un excelente tónico para nuestras vidas y espero que lo escrito ayude a quien se encuentre fatigado de esa tarea tan estimulante que es vivir a recuperar la ilusión en cada nuevo día, mirarse a sí mismo con cariño y sonreír a todos y todo cuanto le rodea y, en una simple frase, ser feliz.


Miguel de la Guardia es catedrático de química analítica en la Universitat de València desde 1991. Ha publicado más de 700 trabajos en revistas y tiene un índice H de 77 según Google Scholar y libros sobre green analytical chemistry, calidad del aire, análisis de alimentos y smart materials. Ha dirigido 35 tesis doctorales y es editor jefe de Microchemical Journal, miembro del consejo editorial de varias revistas y fue condecorado como Chevallier dans l’Ordre des Palmes Académiques por el Consejo de Ministros de Francia y es Premio de la RSC (España). Entre 2008 y 2018 publicó más de 300 columnas de opinión en el diario Levante EMV.

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