Escuchar y no callar

Bajar impuestos, mantener la recaudación

Miguel de la Guardia razona la posibilidad de, bajando impuestos a las clases bajas, mantener la recaudación.

/ Escuchar y no callar / Miguel de la Guardia /

En épocas de crisis como la que vivimos, la política tradicional asigna a los partidos de la derecha conservadora el mantra de bajar impuestos y a los de la izquierda progresista el de subir impuestos. La derecha más rancia pretende sacar réditos electorales de su planteamiento, a la vez que reafirma la supremacía del mercado y sus leyes sobre la solidaridad, y la izquierda más anticuada se escuda en garantizar los servicios públicos para mantener o subir los impuestos a todo el mundo, con una pretendida verborrea progresista de disponer de más fondos para hacer mejor las cosas. Los unos tratan de ocultar que a quien más favorece una reducción general de impuestos es a quienes más ganan y los otros ocultan que no bajar los impuestos a las clases bajas y medias incrementa la brecha salarial y, además, el aumento de los precios supone una subida de impuestos indirectos, a través del IVA, que es idéntico para todos los consumidores, independientemente de sus rentas.

Con tantos representantes públicos que costeamos los contribuyentes y, a pesar de una plétora de altos cargos que se reproducen como células malignas, sorprende que nadie haya tirado de ordenador para recalcular una fórmula solidaria que permitiera, manteniendo el nivel total de recaudación de los impuestos directos, reajustar la proporcionalidad de impuestos como el IRPF y el impuesto de sociedades; de manera que se pudiese rebajar la carga impositiva a los menos favorecidos y mantener el poder adquisitivo de la clase media de asalariados, profesionales y autónomos que, no lo olvidemos, es la garante de la estabilidad política y social en Europa.

Por supuesto, la fórmula antedicha existe y solo es necesaria una cierta dosis de inteligencia y decisión política para aplicarla. Además, no me negará el lector que supondría mantener el nivel de servicios públicos, al no afectar a la recaudación total, y favorecería el mantenimiento del consumo sin agobios para las familias; lo que en definitiva mejoraría la recaudación aún sin bajar el IVA de los productos esenciales.

En cualquier caso, la política fiscal no debería ser el bálsamo de Fierabrás de la economía y deberían ser conscientes los políticos, de cualquier tendencia, de la insostenibilidad de mantener una macrocefalia dirigente con múltiples representantes a nivel local, provincial y autonómico; por lo que la crisis podría ser la oportunidad de oro para limitar y reducir el número de representantes a elegir, poner coto y tope al nombramiento de altos cargos, limitar gastos suntuarios en forma de sueldos abusivos, como los de alcaldes de muchas ciudades, secretariados, vehículos oficiales, servicios de escolta y otros privilegios, y reducir drásticamente los gastos de la administración corriente. Solo así se puede mejorar el nivel de los servicios públicos sin asfixiar a la población con impuestos.

Otra medida a tomar urgentemente para contener los efectos dramáticos de las crisis sobre la vida diaria de los ciudadanos sería modificar las leyes y los servicios de habilitación e inspección; de manera que no fuese posible que los representantes públicos, sus amigos  y altos cargos se lucraran mediante prácticas corruptas. En esto le doy la razón al actual presidente del Gobierno cuando dice que la corrupción es uno de los impuestos más altos que pagamos todos, y espero que aplique medidas al respecto dentro de su partido y los de sus socios y no solo emplee este argumento como arma dialéctica contra los demás. Habría que facilitar la recuperación de los fondos defraudados por incompetencia o acciones ilegales de los representantes públicos, sus amigos y familiares, completando el esfuerzo de la inspección de hacienda con una evolución paralela en la lucha contra la corrupción.

Espero convencer al lector de que, al margen de matices ideológicos, en tiempos de crisis se deberían adoptar decisiones sensatas y dejar las palabrerías huecas para los mítines electorales.


Miguel de la Guardia es catedrático de química analítica en la Universitat de València desde 1991. Ha publicado más de 700 trabajos en revistas y tiene un índice H de 77 según Google Scholar y libros sobre green analytical chemistry, calidad del aire, análisis de alimentos y smart materials. Ha dirigido 35 tesis doctorales y es editor jefe de Microchemical Journal, miembro del consejo editorial de varias revistas y fue condecorado como Chevallier dans l’Ordre des Palmes Académiques por el Consejo de Ministros de Francia y es Premio de la RSC (España). Entre 2008 y 2018 publicó más de 300 columnas de opinión en el diario Levante EMV.

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