Mirar al retrovisor

Væ victis

Joan Santacana recuerda el famoso «¡ay de los vencidos!» de Tito Livio en referencia a la guerra de Ucrania.

/ Mirar al retrovisor / Joan Santacana Mestre /

Cuando se inició la primera guerra mundial con el conflicto entre Serbia y Austria, la gente fue a la guerra creyendo que se trataría de una guerra corta, limitada a los Balcanes. Estaban en un error. Cuando décadas después se inició la segunda guerra mundial, con un conflicto entre Alemania y Polonia, también muchos creían que sería un conflicto corto. Pero tampoco fue verdad.

Ahora, en este conflicto entre Rusia y Ucrania, muchos pensaron que Ucrania seria ocupada rápidamente y se impondría la pax rusa, pero no parece que sea verdad.  Yo no sé si es verdad o mentira que tantos generales rusos mueran en esta guerra de Ucrania. Tampoco conozco las causas de lo que parece ser una invasión del país medio fracasada. Sí que sé que es mucho más fácil defender un territorio que atacarlo; también sé que los carros de combate, decisivos en las guerras convencionales, fracasan cuando se enfrentan con sistemas ligeros anticarros, o bien con drones. Cuando yo hice el servicio militar obligatorio, hace de ello medio siglo, los carros de combate requerían un mantenimiento continuo, ya que eran más exigentes que un vehículo normal; y esta situación se mantiene hoy. Por lo tanto, cuando nos movemos en sistemas políticos corruptos, sucede con la casta militar —como la que yo conocí en mis años mozos— que el carburante destinado a estos vehículos blindados se roba para revenderlo en el mercado negro, o bien no se realizan los preceptivos protocolos de movilidad; como resultado de ello, los carros de combate, cuando salen de maniobras, sufren infinidad de problemas, de la misma forma que le ocurre a mi coche cuando lo tengo medio año sin sacarlo del aparcamiento. Puede que esto les ocurra hoy a los ejércitos rusos. Yo recuerdo haber visitado Berlín Oriental al poco tiempo de caer el famoso Muro: allí estaban los soldados soviéticos todavía en sus acuartelamientos. Sus uniformes, sus cuarteles, su material rodante y todo cuanto les rodeaba mostraba una decadencia absoluta. Aquel ejército no hubiera podido entrar en combate. Yo imaginé que la corrupción afectaba a la misma médula espinal del Ejército Rojo de entonces.

Transcurrido medio siglo, las cosas deben haber mejorado, pero en un sistema fundamentalmente corrupto, sin control democrático, ni el ejército ni ninguna institución puede mantenerse al margen de la corrupción. Por ello deduzco que, en este aspecto, poco debe haber cambiado. Y tampoco ha cambiado el hecho de que defender es más fácil que atacar y Ucrania se defiende mientras que Rusia ataca; de esto no me cabe la menor duda.

Lo que me sorprende es lo primitiva que es esta guerra. Hay imágenes que me remiten a la segunda guerra mundial. Solo los drones, las ligeras armas antitanque construidas en fibra de vidrio, los misiles y los servicios de espionaje vía satélite me demuestran que estamos en el siglo XXI. Y precisamente, parece que Ucrania tiene una cierta superioridad en algunas de estas armas a pesar de la aplastante superioridad numérica del ejército ruso.

Por último, hay una batalla tanto o más fundamental que la de las armas y es la de la información. Según se reciban noticias de Occidente o de Oriente, parece que se trata de guerras distintas. Para Occidente, según sus medios de información, Rusia es una potencia asesina, bárbara y brutal, que quiere cambiar el orden mundial con la excusa de Ucrania. Es la lucha de David contra Goliat, tema recurrente cuando los combatientes son desiguales. Los poderosos oligarcas rusos —antes tan apreciados en las tiendas de lujo del Paseo de Gracia de Barcelona— hoy son unos brutos y apestosos cómplices de un criminal de guerra.

Para los medios de comunicación rusos y de una buena parte de los pueblos eslavos, así como para el mundo ortodoxo —la religión todavía cuenta, y mucho—, la Santa Rusia ha emprendido una operación militar limitada para detener el inexorable avance hacia sus fronteras de una alianza militarista agresiva —la OTAN— que les ha mentido y engañado en diversas ocasiones, que quiere rodear el sagrado territorio de la Patria rusa obligando a antiguos amigos y parientes, como Ucrania, a alinearse con ellos. Esta alianza, dirigida por Estados Unidos, presiona y condiciona a los débiles y volubles países de Europa Occidental para hacer resurgir el odio y los prejuicios contra Rusia, los mismos que impulsaron desde los caballeros de las ordenes teutonas medievales hasta Napoleón o a Hitler.

Tampoco sabemos el número de victimas mortales; se habla de 13.000 soldados rusos muertos en combate. Por cada muerto suele haber cuatro heridos, es decir, estaríamos hablando de unos 52.000 heridos, o sea, 65.000 víctimas directas de la guerra. Pero por cada muerto o herido, hay unas diez personas afectadas de su entorno inmediato (padres, novias, hermanas, etcétera), lo cual significa unas 650.000 personas que viven en sus parientes próximos la tragedia. Esta cifra se incrementa notablemente si quisiéramos calcular el numero de personas que se enteran de la noticia. En este caso hay que multiplicar por cincuenta, lo cual nos daría una población no menor de 3.250.000 personas que conocen la existencia de bajas. Por todo ello, dado que la existencia de la guerra es imposible de esconder. Lo óptimo es siempre justificarla y plantearla como inevitable y justa de una duración limitada. Pero, como hemos visto, la mayoría de las guerras se inician pensando que serán conflictos cortos en el tiempo y limitados en el espacio, mas esto también suele ser falso. Hay que prepararse para un conflicto largo y penoso, que puede que no se limite a esta región del este de Europa y en el cual va a ser difícil saber la verdad de lo que ocurre. Y como siempre, hay que exclamar, como escribió Tito Livio en Ad Urbe Condita, «væ victis», es decir: «¡Ay de los vencidos!».


Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.

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1 comment on “Væ victis

  1. José Manuel Ferrández

    A veces se escuchan cosas un tanto sorprendentes, como que la mayoría de los rusos ignoran la existencia de la guerra y, al mismo tiempo, se celebran manifestaciones en contra de ella en algunas ciudades rusas

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