/ una reseña de Begoña Colmenero /
En portada: retrato imaginario del rey Leovigildo, de Juan de Barroeta (c. 1854-1855)
Y por esto el príncipe no reinó, la última novela del escritor leonés Óscar M. Prieto (Sílex Ediciones, 2022, 268 páginas), a pesar de estar ambientada en la Bética, donde los baltos y los amalos se reparten el reino de visigodos y romanos, es completamente atemporal y su localización geográfica podría ser la de cualquier punto del planeta, puesto que cuestiones como el acceso al poder, la conquista y la ambición son tan universales como lo pueda ser la existencia del hombre. El tema principal de la novela es de gran actualidad, porque explora los sentimientos más ruines y viles del ser humano.
El rey Leovigildo tiene un único sueño: quiere unificar el reino dividido en dos credos: católicos y arrianos. Sabedor de que, como ya dijo Jean de la Fontaine, «cualquier poder, si no se basa en la unión, es débil», no duda en casarse con Gosvinta, arriana, viuda del rey Atanagildo. Ambos piensan que el primero puede serles de utilidad. Él en la lucha contra el enemigo común: el Imperio de Bizancio. Ella, porque está convencida de que así, su bisnieto encarnará la restitución del dominio de los baltos.
Con frases cortas y un estilo directo Óscar M. Prieto narra las intrigas de palacio y del destino del príncipe Atanagildo, devorado por la ambición de su familia. Un niño que es moneda de cambio desde antes de su nacimiento, sin voluntad ni futuro propio. Un niño que no reinará, como nos indica el propio título de la novela.
Atanaglido es, como diría Tagore, una de las criaturas que son aplastadas por las ruedas del poder. Solo cuando nos adentramos en los motivos que le han llevado a ser prisionero en Bizancio descubrimos que finalmente un acto de amor es el que le aleja de esta pesada carga, que en cualquier momento puede explotar y estallar, arrastrándolo en caída libre desde la cumbre.
Esta novela que habla de la imposición de la autoridad sin escrúpulos, de la ambición humana por el dominio ilimitado, se adentra, a través de la poesía de su narrativa, en el mundo de la traición, de los celos, la usurpación, la religión, el abandono, la soledad, el miedo, el nacimiento y la muerte, que no consiguen interrumpir las disputas reales y familiares que llevan al fracaso cualquier ilusión de reconciliación con el ser humano. «No hay sitio en la política para el amor», afirma el autor, dejándonos entrever la cara más dura de la naturaleza humana.
Pero en medio de la envidia, la ambición y del odio que mueve a la familia de Atanagildo aparece la figura de un misterioso eunuco que educa al niño, a través de la audacia, la gloria y el coraje de los héroes mitológicos. Junto a él está la figura de Nósibe, la nodriza esclava, llena de amor y cariño, y en la que el niño encuentra la ternura que su madre ya no puede ofrecerle.
Con cada historia que el eunuco cuenta, proporciona las claves que ayudan a Atanagildo a entender la naturaleza humana. Le muestra cómo, detrás la belleza de las enseñanzas de los mitos con los que intenta protegerle del mundo que le espera fuera de su vida como rehén, se esconde lo peor del carácter humano. El eunuco, conocedor de que la maldad es capaz de presentarse y de ocultarse bajo el aspecto de lo bello, intenta demostrar al niño que los personajes de su familia no son tan diferentes de los que pueblan los mitos.
En uno de los pasajes más bellos del libro el eunuco confiesa que en un mundo sin religión, sin familia, sin libertad, los libros son su único deseo, el único lugar de salvación. Libros, como ésta estupenda novela, quesuponen el refugio de quien busca respuestas, distracción o consuelo. Un refugio al que todos, en momentos como el actual, deberíamos acudir.

Óscar M. Prieto
Sílex, 2022
268 páginas
22 €
Begoña Colmenero es jefa de biblioteca del Instituto Cervantes de Múnich.
0 comments on “‘Y por esto el príncipe no reinó’, o la belleza mitológica de la fragilidad humana”