/ por Francisco Abad Alegría /
Hace unos veintitrés siglos…
… el general chino denominado Sun Tzu (Señor Tzu), socialmente llamado Changqing, dejó para la posteridad, tras ejercer como dirigente militar, el influyente libro El arte de la guerra, que llamativamente defiende, sensu lato, que la mejor guerra es la que se evita. Los artificios tácticos e intelectuales que detalla serán útiles para el caso de que la pugna sangrienta sea ya inevitable.1
Probablemente desarrolló su labor intelectual y táctica en la época denominada de los reinos combatientes, en la actual China oriental, históricamente fechada entre los siglos V a III a. C., y verosímilmente lo hizo al principio de tal periodo como general del rey Hellü del reino de Wu, capital de una de las siete naciones en pugna. El libro fue parcialmente pulido o completado hacia el siglo III de nuestra era, bajo la dinastía Han, y fue frecuentemente utilizado por los estrategas chinos hasta que al fin se hizo de estudio obligado para el estudio de los aspirantes a puestos militares oficiales a finales del siglo I, bajo la dinastía Tang. Casi milagrosamente sobrevivió a las quemas de libros, a menudo plagiados después, de los emperadores de los siglos III-II a. C. y a la mucho más violenta e indiscriminada de Mao Tse-Tung, quien incluso llegó a atribuir alguna de sus sangrientas victorias sobre el Kuomintang al estudio y aplicación de la obra.
A partir de los años cincuenta, el Departamento del Ejército norteamericano dispone que El arte de la guerra esté presente en todas las Academias y bibliotecas militares de los Estados Unidos, para instrucción del personal graduado o aspirante, y, siguiendo tal ejemplo, décadas después las escuelas de negocios, primero estadounidenses y luego del resto del mundo, lo incorporan como parte de su curriculum formativo a la cotidiana lucha por la competencia empresarial y económica. El triunfo de la obra, de escueta redacción y casi lapidaria formulación, se debe fundamentalmente, aunque no de modo exclusivo, a la actividad bélica y empresarial desarrollada aproximadamente veintitrés siglos después de su redacción nuclear.
Formulario comercial extraído del Arte de la guerra
En el mundo de los negocios, se han llegado a vulgarizar en forma de consignas algunas citas libres del libro. El arte de la guerra, obviamente, es inviable tal como se diseña en detalle por Sun Tzu, aunque practicable con tecnologías diferentes y sus consecuencias: no encajaría la información obtenida por medio de las actuales técnicas de comunicación, espionaje y detección, o el ataque y defensa mediante misiles intercontinentales o haces de alta energía, en mentes y medios propios del siglo I a. C. Pero el proceso mental subyacente a las sentencias del general chino puede tener utilidad, quizá hipervalorada, en la batalla cotidiana de las actividades empresariales. Algunas de tales consignas son las siguientes:2
- Lo básico en una operación militar no es la persistencia sino la victoria,
- Quienes viven cerca del ejército combatiente pueden vender sus producciones con notables ganancias, pero ello supone el empobrecimiento de la población propia,
- Las medidas de gasto público, militar o táctico favorecen al poder, pero empobrecen al pueblo llano, base de la sociedad,
- El prisionero debe ser tratado con benevolencia; quizá en un futuro próximo será tu aliado o servidor,
- Al oponente colérico, irrítale y al arrogante, hazle confiar en que es superior; así los haces más vulnerables,
- La auténtica victoria se logra cuando la estrategia disuade de la lucha directa, evitando la destrucción o el prolongado asedio,
- Si tus fuerzas son muy superiores a las del enemigo, cércalo; si mayores, atácalo; si sólo ligeramente superiores, divídelo,
- Si eres incapaz de ser fuerte y también de someterte, estás inevitablemente vencido,
- Las órdenes no las debe dar quien tiene el poder, sino quien entiende de la guerra; de otro modo, antes o después, la derrota está garantizada,
- La victoria se logra conociéndose a sí mismo y a los demás; ignorar tales conocimientos aboca inevitablemente a la continua inseguridad o la derrota,
- El invencible se conoce a sí mismo, pero no actúa antes de saber cuáles son los puntos débiles del oponente,
- Escruta siempre los detalles más sutiles del oponente, que pueden darte las claves reales para la victoria,
- La victoria se obtiene antes de entablar batalla, no a la inversa,
- No es posible mandar solo con órdenes: es precisa una buena organización,
- No ataques a los adversarios que están en posición dominante ni bien alimentados; córtales los suministros y espera a que estén descansando confiadamente.
Parecen un listado de obviedades, pero no dejan de ser un compendio catequético de las reglas precisas para obtener la victoria, tanto en la confrontación bélica como en la económico-empresarial, que a la postre no son más que dos aspectos de una misma realidad.
El maestro Musashi
Miyamoto Musashi (1582-1645) es el referente universal del samurái japonés. Desde su primera adolescencia se entrega al ejercicio de la fuerza armada, comenzando su andadura por la participación en la batalla de Sekigahara (1600) en la que encajó precozmente la lección del perdedor. Decidido a tomarse la vida militar seriamente, se formó en las artes marciales siguiendo las reglas de la vida samurái. Su primer desafío, del que salió victorioso, se produce cuando tiene solo trece años y desde entonces se enfrenta personalmente en otras sesenta ocasiones al menos, en las que la victoria lo acompaña. Inicialmente fanfarrón y provocador, pretendía una gloria de guerrero que lo hiciese acreedor a ser admitido oficialmente al servicio de algún poderoso daimio,3 lo que consiguió muy pronto, llegando incluso a ser maestro de armas de familias guerreras y gobernantes de importancia. Verosímilmente participó en la persecución contra los cristianos, considerados contaminadores de la pureza cultural e independencia de Japón desde 1587.7 Probablemente zurdo, muy pronto desarrolló una enseñanza en la que la táctica guerrera se ejecutaba manejando simultáneamente la gran espada (katana) y la pequeña (wakizashi o tachi) con tácticas peculiares, que desde 1605 aproximadamente se plasmó en la escuela de esgrima y lucha Enmei-Ryu.
Las hazañas bélicas de Musashi fueron exaltadas y exageradas por relatos tanto novelescos como teatrales, que remotamente fueron preparando excesos bélicos como el intento de Lebensraum expansivo (al modo de la Alemania nazi con el Oriente, Polonia y Rusia básicamente) sobre Manchuria, que muchos estudiosos sitúan como comienzo real de la segunda guerra mundial en 1937, o la sustitución de tal expansionismo hacia el Sur australiano y filipino, iniciado formalmente por la sangrienta epopeya de Pearl Harbor. La realidad que emerge de los escasos datos que se tienen de la vida de nuestro protagonista es que madura y crece como guerrero y persona de sólida formación intelectual y moral, de acuerdo con los valores del momento, al amparo de las enseñanzas de expertos guerreros y del monje zen Takuan Soho. Y de un principio que con variables formulaciones repite insistentemente: piensa por ti mismo, medita sin descanso sobre lo que ocurre y lo que buscas y piensas.
Hacia los cincuenta y nueve años (1643), Miyamoto Musashi se retira a meditar y escribir sobre las lecciones que la vida le ha dado, para que sean útiles a un discipulado más amplio que el que ha formado directamente. En la cueva de Reigandó al oeste de Kumamoto, en la isla de Kyusu del suroeste del archipiélago japonés, redacta su obra cumbre Los Cinco Anillos (Gorin-no-Sho) con referencia a los elementos de la cultura tradicional y su devenir, hasta llegar al quinto libro o anillo, sobre el éter, equivalente al vacío perfecto, sublimación del arte de la lucha y al tiempo del autodominio, no equivalente al concepto de nirvana aunque de raíz abiertamente zen, enseñando los preceptos de la lucha, su valor para la persona y el arte de cumplir perfectamente con los deberos del guerrero tradicional.
Además de Los Cinco Anillos, escribe otros cuatro breves libros (rollos) que son propiamente resúmenes prácticos de la doctrina desarrollada en los precedentes anillos y una especie de testamento lacónico, desarrollado sintéticamente en 21 sentencias, denominado El camino recorrido en solitario (Dokkodo).5
Los principios vitales que propugna el maestro como síntesis de su docencia son los siguientes:
- Evita todos los pensamientos perversos,
- Fórjate en el Camino practicándolo personalmente,
- Abraza todas las artes y no te limites a una sola,
- Conoce el Camino de cada profesión, y no te limites al que ejerces,
- Aprende a distinguir las ventajas y desventajas de cada cosa,
- En todo acostúmbrate a juzgar intuitivamente,
- Aprende a conocer instintivamente lo que no ves directamente,
- Presta atención a cada detalle,
- No hagas nada inútil.
Resulta muy revelador del carácter universalista y sumiso al conocimiento y el valor de todos los Caminos en la vida social, que inicia sus Cinco Anillos con una ferviente loa del trabajo del carpintero, tan alejado aparentemente del de un guerrero, pero de extrema utilidad a la sociedad.6 el carpintero de su tiempo hacía desde pequeños adornos suntuarios o muebles, hasta pasarelas de cursos de agua o casas.
Acompañado de su hijo adoptivo, Iori, y de unos pocos discípulos, muere en la cueva Reigandó, en 1645, verosímilmente a causa de un cáncer terminal de estómago, ayudado por los circunstantes a recibir el trance en pie, revestido, apoyado sobre la katana en una mano y un bastón en la otra. «Abandoné mi cuerpo, pero no mi honor», dice el punto 20 del Dokkodo.
Samuráis y bushido
De antiguo, todos los japoneses portadores de armas y capaces de usarlas eran considerados como personas socialmente superiores (el primer Gran Rey o Mikoto —Jinmu— se sitúa hacia el siglo VII a. C.). A partir de la segunda mitad del siglo XII, aproximadamente, la institución del shogunato7 establece la categoría de samurái como clase dominante básicamente militar, a veces con funciones administrativas. En el periodo Meiji, el año 1878, queda abolida la figura del samurái y progresivamente se instaura un sistema educativo que hace, sensu lato, a todos los ciudadanos libres una clase general análoga a la casta guerrera, luchadora por su país y su Emperador, denominándolos shikozu (clase media del momento). A partir de 1890 se establece progresivamente un código de conducta patriótico, devoto del honor y potencialmente bélico, denominado bushido (código del bushido).8
Los ítems claves del código del bushido son siete y coinciden exactamente, punto por punto, con los del samurái.9 Surge su formulación, no solo como reglas de conducta, sino como forma de vida, partiendo de varias fuentes de pensamiento (confucionismo, budismo y zen) , sustituyendo al código del samurái y samuraizando a la entera sociedad nipona pensante. Son los siguientes:
- Justicia (Gi). Nada de medias tintas; acción moralmente correcta según la propia conciencia.
- Respeto cortés (Rei). No envanecerse ni demostrar superioridad; actuar con dignidad y sencillez y no humillar a nadie.
- Coraje (Yu). Vive con valor y dignidad, indiferente al peligro.
- Honor (Meiyo). El supremo juez de la conducta debe ser el honor ante todo.
- Benevolencia (Jin). Apoya las buenas causas, favorece al débil y favorece a las personas.
- Honradez (Makoto). La palabra dada es sagrada y no retractable. Lo que se dice se cumple, huyendo de la doblez y el engaño.
- Lealtad (Chuugi). Fidelidad a los propios criterios y a las personas, superiores o no, con las que se ha adquirido un compromiso de expresión externa o de asunción interna.
Es posible que aún existan algunos seguidores de la suerte de religión laica, ajena a cultos, deidades y jerarquías eclesiásticas, que supone el bushido, pero la triste realidad es que han quedado reliquias formales, flecos más estéticos y egolátricos que morales, en la proliferación de seguidores de orientalismos bélicos hiperdomesticados, en multitud de escuelas de artes bélicas barnizadas por una frágil y superficial capa de espíritu estético oriental.10 También parece que existe una asentada tendencia en Japón que asume aspectos útiles a la actividad empresarial extraídos de los escritos de Musashi, al modo de las escuelas de negocios occidentales seguidoras de consejos derivados de Sun Tzu. Pero todo esto no es más que la degradación universal de todo lo elevado, en los desdichados tiempos que vivimos actualmente.
Quizá uno de los últimos adeptos reales del bushido, el hijo amado del espíritu del samurái, fue el general José Millán Astray (1879-1954), que supo conjugar su espíritu militar como primer organizador de la Legión durante la guerra de Marruecos (RD de 28-1-1920), con el empleo de Comandante, fundiendo el espíritu del bushido, del que era ferviente seguidor, con el pragmatismo de la Legión Extranjera francesa activa en el Magreb, poliglotismo, una amplísima cultura general y exquisito trato social, además de fundar Radio Nacional de España. Millán Astray no oculta su afección vivida del espíritu del bushido en el prólogo de la obra Bushido: el alma del Japón, de Inazo Nitobe (1905), prologando la obra editada en español en 1941, traducida en colaboración con Jesús Álvarez Espejo. La convicción humana y militar de quien protagonizó notables hechos militares y culturales no pudo resistir al paso del tiempo y la célebre e inventada polémica con Miguel Unamuno11 se ha demostrado no solo falaz sino cronológicamente imposible.
Humanismo combatiente
La vida es lucha; no únicamente lucha, pero sí combate para el autoconocimiento, el progreso inacabable del progreso en la superación de las propias imperfecciones y la pugna por la preservación de la persona en medio de las adversidades externas, entre las que la más destacable es la fuerza de quienes pretenden el dominio sobre los demás. No es vida la mera supervivencia, aplicable incluso al mundo mineral.
Ante todo ello, Musashi piensa y se comporta como un guerrero, no solo en la pugna bélica. El guerrero combatiente no es un general estratega, buscador de la derrota del enemigo tanto por medios disuasorios como tácticos en el enfrentamiento armado; el Maestro es un combatiente, invariablemente luchando contra un mortal enemigo, para lo que emplea tanto la inteligencia y la estrategia como la fuerza directa. No busca la paz, porque actúa cuando la lucha ya está entablada.
Y lo hace desde la perspectiva del combatiente, el oficio que desempeña en la sociedad, aunque cuidando al tiempo con esmero la promoción personal, cultural y de saberes que hacen de él un hombre completo. Sus expresiones no dejan lugar a la duda. «El Camino correcto del guerrero consiste en practicar al mismo tiempo las artes del estudio y la guerra»; «Para quienes practican el Camino de la Estrategia de Combate, es fundamental ser mejor que los otros [sacerdotes, campesinos, alfareros, peones, etc.] en todas las cosas. El guerrero debe imponerse cuando cruce su espada contra un solo oponente y también lograr la victoria en una melée contra muchos a la vez».12 «Sobre todo, recuerda empuñar la espada con la intención de cortar».13 «Debes empuñar la espada de forma que te permita cortar al enemigo de forma contundente».14 «No se consigue cortar para matar cuando se actúa con demasiada fuerza y tampoco sin ella. Solo se consigue con la fuerza justa para causar la muerte».15
Consejos útiles para la lucha vital cotidiana
Básicamente desarrollados en los cinco rollos denominados Los Cinco Anillos (Tierra, Agua, Fuego, Viento y Éter), nos alejaremos del combate sangriento directo y del dojo de entrenamiento para extraer lecciones vitales. Como premisa, nada sangrienta, hay que decir que el Maestro comienza su desarrollo ensalzando la labor del carpintero,16 que considera excelsa para la sociedad, ya que construye con esmero tanto adornos, candeleros, muebles, puentes para pasar sobre cursos de agua, casas y templos: la trabazón física completa de la estructura física de la sociedad.
Aprovechar los errores ajenos. «En el combate, para vencer es imprescindible saber actuar a contrarritmo [del oponente] o contratiempo».17
Siempre alerta pero sin tensión. «Tu mente debe ser sincera y estar siempre abierta, libre de tensiones, sin dejar jamás que se distraiga […] La mente que rebosa de actividad como la que está en letargo, suponen la derrota».18
La actitud vital debe ser global y estable. «Como ocurre en todas las artes marciales, es esencial mantener una postura de combate en tu vida cotidiana, y una postura cotidiana en el combate».19
Tener la mirada despierta para captar toda la realidad. «La mirada debe ser amplia y abierta, de largo alcance. Es una mirada dual, que consiste en mirar de cerca (kan) y mirar a lo lejos (ken) […] El guerrero debe reconocer la espada del enemigo sin ni siquiera verla […] Resulta de vital importancia sercapaz de ver por ambos lados sin necesidad de mover los ojos».20
Jamás desaprovechar una oportunidad. «Cuando lanzas un ataque y el enemigo responde bloqueando o desviando tu hoja, aprovecha al máximo la oportunidad para cortarle en la cabeza, las manos o las piernas. Cortar a través de todo lo que esté ante la trayectoria de la espada es lo que yo denomino la oportunidad llama a tu puerta».21
Tanteo previo del opositor y contundencia en la acción. «Atacar con la espada a tu enemigo y golpearle con ella son cosas diferentes. El ataque se ejecuta con determinación en cualquier momento. El golpe se emplea básicamente para tantear y valorar las distintas posibilidades […] incluso un golpe fuerte que derriba al enemigo, sigue siendo un golpe; el ataque es un esfuerzo consciente para cortar y rajar».22
Imponerse invadiendo el espacio vital del enemigo. «En el instante en que entres en el espacio de tu oponente, choca con todo tu cuerpo contra él […] La conmoción será tan fuerte que podría incluso causarle la muerte».23
Aparenta debilidad. «Cuando el enemigo esté a punto de atacar, permanece tranquilo y muéstrale una fingida señal de debilidad […] cuando se acerque, atácale sin contemplaciones».24
Ante fracasos previos adaptarse a las nuevas situaciones. «Si un ataque fracasa una vez, sigue presionando y vuélvelo a intentar […] pero nunca repitas tres veces. Si sigue sin tener efecto, adáptate deprisa y cambia de táctica».25
Descubrir la táctica del opositor. «Cuando no puedes estar seguro de la situación del enemigo, lo mejor es simular el inicio de un ataque total. En ese momento su situación se hará patente y al quedar sus tácticas al descubierto, será fácil derribarlo».26
Es mejor mantener una cadencia correcta que apresurarse. «Aquel que se mueve con prisas, acaba viniéndose abajo y al final se enlentece, lo que no es bueno. Quienes tienen gran talento pueden parecer lentos, pero nunca pierden el ritmo. En todo caso, un profesional de talento nunca parece tener prisa».27
Autodisciplina. «Cuando se adquiere un mal hábito, se convierte en una costumbre y es casi imposible ponerle remedio […] Los principios que hay detrás del dominio de la espada y de la victoria en el combate son los mismos».28
¡Banzai!
«¡Diez mil años de vida al Emperador!», pero también grito bélico que significa «¡victoria!» puede ser la síntesis, débilmente empañada por la vileza y rapacidad humana, de la vida y obra de Musashi.
El máximo samurái de la historia, capaz de guerrear con eficacia inusitada, de impartir docencia de máximo nivel, de llevar a lo sublime la caligrafía nipona, de honrar al papel exaltándolo con algunas de las pinturas más exquisitas del arte japonés, magisterio de la simplicidad de lo casi perfecto, de enseñar a pensar a las personas por sí mismas, encuadradas en el puesto y labor en que la sociedad les ha puesto, de morir en plena lucidez y serenidad, sin duda puede entonar su ¡banzai! con todo merecimiento. Su soledad vital es fecunda y serena, apoyada básicamente en el mérito y el esfuerzo: «No me adherí a creencias supersticiosas» y «Respeté a las deidades y a Buda, sin pedirles ayuda»;29 se niega a utilizar la tendencia mágica de recurrir a todo tipo de Supermanes.
Aunque de su vida y obra se hayan aprovechado escritores hiperbólicos, músicos y dramaturgos halagadores de la plebe o las instituciones del Estado, motivando a un pueblo obediente hasta la muerte y cruel hasta la abyección, el maestro ha vencido en su vida y ha dejado constructiva huella en la posteridad.
1 Sun Tzu: El arte de la guerra, Madrid: EDAF, 1999.
2 S. Cabezas Castellanos: Portfolio – 20.11.2016.
3 Señor del gobierno de una región, de máximo poder civil y militar encuadrado en una región cuasi soberana o shogun, formalmente sometido a la suprema autoridad, a menudo más simbólica que real, del Emperador, en la época del feudalismo japonés fechada entre los siglos XI y XIX.
4 El daimio Toyotomi Hidegoshi, de la prefectura de Kagoshima, en la isla de Kyusu, prohíbe, con pena de extrañamiento y exilio, el cristianismo, incluso en la práctica privada. La oleada liberticida, de excusa nacionalista se extiende rápidamente por todo el Japón. Por iniciativa ya concluyente del Emperador, el cristianismo es proscrito en todas sus formas en Japón, marcando un hito ejemplar la crucifixión de 1597 de 26 mártires, encabezados por el sacerdote japonés Pablo Miki, en Nagasaki.
5 M. Musashi: Obras completas, Barcelona: Alienta, 2021.
6 Rollo I de los Cinco Anillos, El pergamino de la tierra, cap. 1. Ver referencia a Obras completas.
7 Shogun es el gobernante máximo de una amplia zona del territorio japonés, que actúa y gobierna en nombre del emperador, con poderes aún más amplios que los de los señores feudales europeos, que tiene a su vez el mandato de diversos daimios. Durante algunos periodos históricos la figura imperial era irrelevante o inexistente y los shogunatos luchaban entre sí para obtener el poder supremo. La auténtica unificación imperial del Japón se produce a partir del siglo III de nuestra era; están reconocidos como emperadores 125 máximos gobernantes en toda la historia nipona. Ya en el periodo Meiji (desde 1868) se inicia la apertura al mundo exterior, de forma abruptamente alterada por el expansionismo nipón sobre la Manchuria china y la posterior Guerra Mundial.
8 «La modernización de Japón coincidió con el proceso de samuraización global; la difusión popularizada de la ideología de la clase militar dominante» (Harumi Bafu).
9 A. Matellanes García: «Las 7 virtudes del bushido», Koratai, 21 de febrero de 2016.
10 Por ejemplo, véase: Kendo supplies.
11 Miguel Unamuno Jugo (1864-1936) fue un destacado polemista y mediano escritor (salvando la breve y ejemplar obra Niebla y algunos escritos de controversia religiosa e ideológica), catedrático primero de filosofía y luego de griego y rector de la Universidad de Salamanca. Inicialmente cooperador de Sabino Arana Goiri, cofundador del PNV, pronto renegó de la absurda pretensión antihistórica y culturalmente desvalida del nacionalismo vasco. Desde muy pronto fue cooperador del regeneracionismo falangista de José Antonio Primo de Rivera, asistiendo incluso de forma destacada al Acto Fundacional de Falange Española en 1935; luego se enfrentó a sus dirigentes, denunciando concomitancias con algunos poderosos capitalistas y con la Jerarquía católica. En su accidentada vida, llena de polémicas, fue condenado a pena de cárcel, que no cumplió, en 1913, y depuesto como rector dos veces (1914 y 1924), siempre por injurias al Jefe del Estado y al Gobierno, y ya iniciada la guerra civil, depuesto por el entonces presidente Azaña de su concejalía vitalicia salmantina en 1936, por críticas al Gobierno republicano aún en pugna. La frase aireada de «venceréis pero no convenceréis» procede de una carta de su epistolario (carta núm. 480) y no se dio en el pregonado enfrentamiento con Millán-Astray de la Universidad de Salamanca. Murió mientras charlaba sentado a la mesa-camilla con su amigo falangista Bartolomé Aragón.
12 Introducción a Los cinco anillos. En adelante las citas literales del Maestro se refieren a sus obras, obviando la versión más directamente utilizada (ver cita 5) y empleando expresiones a veces más asequibles de otras traducciones distintas de la de Alexandre Casanovas de 2021.
13 Anillo 2, 4.
14 Anillo 2, 13.
15 Anillo 4, 2.
16 Anillo 1, 1-4.
17 Anillo 1, 8.
18 Anillo 2, 1.
19 Anillo 2, 2.
20 Anillo 2, 3
21 Anillo 2, 18.
22 Anillo 2, 22.
23 Anillo 2, 27.
24 Anillo 3, 2.
25 Anillo 3, 21.
26 Anillo 3, 10.
27 Anillo 4, 8.
28 Anillo 3, 27.
29 Puntos 15 y 19 de Dokkodo, su testamento vital. Ver Obras completas.

Francisco Abad Alegría (Pamplona, 1950; pero residente en Zaragoza) es especialista en neurología, neurofisiología y psiquiatría. Se doctoró en medicina por la Universidad de Navarra en 1976 y fue jefe de servicio de Neurofisiología del Hospital Clínico de Zaragoza desde 1977 hasta 2015 y profesor asociado de psicología y medicina del sueño en la Facultad de Medicina de Zaragoza desde 1977 a 2013, así como profesor colaborador del Instituto de Teología de Zaragoza entre los años 1996 y 2015. Paralelamente a su especialidad científica, con dos centenares de artículos y una decena de monografías, ha publicado, además de numerosos artículos periodísticos, los siguientes libros sobre gastronomía: Cocinar en Navarra (con R. Ruiz, 1986), Cocinando a lo silvestre (1988), Nuestras verduras (con R. Ruiz, 1990), Microondas y cocina tradicional (1994), Tradiciones en el fogón (1999), Cus-cus, recetas e historias del alcuzcuz magrebí-andalusí (2000), Migas: un clásico popular de remoto origen árabe (2005), Embutidos y curados del Valle del Ebro (2005), Pimientos, guindillas y pimentón: una sinfonía en rojo (2008), Líneas maestras de la gastronomía y culinaria españolas del siglo XX (2009), Nuevas líneas maestras de la gastronomía y culinaria españolas del siglo XX (2011), La cocina cristiana de España de la A a la Z (2014), Cocina tradicional para jóvenes (2017) y En busca de lo auténtico: raíces de nuestra cocina tradicional (2017).
excelente artículo, gracias