/ por Pablo Batalla Cueto /
Martes, 19/7/2022. Se aprueba en el Congreso la abolición de treinta y tres títulos nobiliarios concedidos por Franco, desde el ducado de Primo de Rivera hasta el condado de Iturmendi, pasando por el ducado de Calvo Sotelo, el de Mola, el condado del Alcázar de Toledo, el marquesado de Queipo de Llano o el delirante condado de Fenosa. Lo celebro, pero títulos nobiliarios, había que abolirlos todos, no solo los concedidos por Franco. Y, si acaso, de abolir solo los concedidos por Franco, abolir el más importante de todos: el que extendió graciosamente a un tal Juan Carlos de Borbón.
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Otro barrendero madrileño, en estado grave tras un golpe de calor. Leemos que «el trabajador, que ha sido trasladado al Doce de Octubre, según la información proporcionada por los sindicatos, pertenece a la empresa Valoriza, adjudicataria de uno de los lotes de limpieza externalizados por el Ayuntamiento de Madrid». El necroliberalismo ayusista y su reguero de devastación.
Miércoles, 20/7/2022. Los recuerdos no son algo que quede atrás, sino encima. El paso del tiempo los va elevando cada vez más, y recordar es sufrir el golpe, cada vez más doloroso (aunque el recuerdo sea bonito; especialmente si lo es), de algo que se despeña sobre nosotros.
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Se preguntan en Twitter «cuántas manifestaciones masivas se han visto en España contra la discriminación hacia los gitanos. Y cuántas por George Floyd y otros racismos allende los mares que, como no nos salpican directamente, resultan más cómodos. Los gitanos son nuestros afroamericanos, hablando claro». Tiene razón este tuitero anónimo. Ser antirracista con un océano de distancia del racismo que se rechaza es fácil. Lo difícil es serlo cuando la distancia es una pared o una calle, y uno se topa con que los estereotipos, incluso los más groseros, son ciertos en gran parte, sin que por ello deje de ser el antirracismo inapelablemente exigible. La trampa siniestra del racismo no es exactamente la mentira. Un estereotipo no es exactamente una mentira. Había judíos usureros, hay afroamericanos que roban, hay gitanos machistas. La cuestión es que la casa del diablo no es la mentira, sino la verdad parcial o superficial. ¿Todos los X o Y son Z? ¿Solo los X o Y son Z? ¿Qué procesos históricos, qué causas profundas, subyacen a una posible incidencia especial de Z en X o Y, que sea intolerable adscribir a alguna clase de fatum genético o cultural, y posible deconstruir?
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Publica el inefable Pío Moa un nuevo libro en el que anuncia que ha «prescindido de notas […] porque la inmensa mayoría de la documentación es hoy fácilmente localizable en internet, lo que hace algo pedante ese tipo de referencias, salvo en trabajos muy especializados». Una obra divulgativa puede aligerar el aparato de notas, y también puede enviarlo al final para que las páginas sean más limpias y cómodas de leer, pero no puede eliminarlo. Dificultar la profundización y la consulta de relatos alternativos no es historia: tiene otro nombre.
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La comidilla del día es el exabrupto de un famosete de medio pelo que dice en una entrevista: «La política me parece la mayor basura que ha inventado el ser humano». Comenta Alfonso Torres que lo que denota esa observación es la clase a la que pertenece: «es un chaval pijo que no ha necesitado la política para mejorar su vida». Qué clave es esto: haber necesitado, o no, la política para mejorar tu vida. Yo la he necesitado, y mucho. No sería quien soy, por ejemplo, sin las becas que recibí y que me permitieron ir a sitios y recibir formación que, sin beca, me hubieran estado vedados. Sin las que, por ejemplo, me permitieron ir dos veranos a Inglaterra, uno a Malta y otro a Irlanda para estudiar inglés (por cierto que no vinculadas a buenos estudios: simplemente a ser hijo de minero). Aprendí mucho inglés, pero no solo, ni principalmente: viajé, vi mundo, me transformé. Y conviví con gente con más pelas que la Banca Rothschild a la que la beca me permitió conocer, y obligó a que me conociera. Aquello que cuenta César Rendueles del NHS británico: no estaba pensado solo para proporcionar salud, sino también convivencia y conocimiento mutuo interclasista. Que en la misma habitación de hospital convalecieran y charlaran un obrero y un bancario, un panadero y un profesor, un barrendero y un abogado, y de tal modo se engrasara una sociedad más igualitaria y armoniosa no solo en lo económico.
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Me encuentro con este brillante resumen. Literatura inglesa: «Moriré por honor». Literatura francesa: «Moriré por amor». Literatura estadounidense: «Moriré por la libertad». Literatura rusa: «Moriré». Literatura latinoamericana: «Me van a matar».
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Hace justo un año, el Rin se desbordaba. Hoy va más seco que nunca y está a pulgadas de no poder permitir el tráfico de barcos, clave para la logística centroeuropea. Imprevisibilidad, inestabilidad, espamos anticíclicos: como comenta el tuitero Gonzaire, el cambio climático es exactamente eso.
Jueves, 21/7/2022. Cuarenta grados en Hamburgo y más de treinta y cinco en Dinamarca. Marina d’Øresund, ciudad de vacaciones.
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Aburridos de un tiempo sin épica, queríamos vivir la historia, y los dioses a los que se lo suplicábamos nos condenaron a vivir la geología.
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Tengo trato con un par de personas que niegan la existencia del cambio climático. Hasta ahora, la negaban de manera categórica, pero en las últimas semanas (y no antes), veo que su posición ha cambiado: admiten a regañadientes que existe, pero culpan de él a los ecologistas y la izquierda. La buena noticia es que la existencia del cambio climático va aceptándose, lo que es el primer paso para combatirla. La mala es que bien pueden estar poniéndose las primeras piedras de una tiranía ecofascista. O nos organizamos o nos comen.
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Soy otra persona después de saber esto en lo que nunca había reparado: llamamos polla al pene porque está encima de los huevos.
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Pasmado con este dato que no sé cómo interpretar: «Asturias registró entre enero y mayo 1995 nacimientos, una cifra que supone un aumento del 6,7 por ciento respecto al mismo periodo del año pasado y que vuelve a representar la tasa más alta entre las comunidades autónomas».
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Ian Kershaw: «El camino que va a Auschwitz se construyó con odio, pero se pavimentó con indiferencia».
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Se avecina un invierno duro en el norte de Europa, marcado por los cortes de gas, y de pronto, todos aquellos países que nos trataron con suma condescendencia y dispensaron comentarios xenófobos contra el sur europeo —aquello de los PIGS, los derrochones y los frugales— en los años de la crisis de deuda nos piden solidaridad. Da muchas vueltas la vida, y hoy la ministra Ribera, tremenda jefaza, se inviste de mujer de negro, rechaza el plan de Bruselas para prorratear el sacrificio gasístico entre los países miembros de la UE y comenta: «A diferencia que otros países, los españoles no hemos vivido por encima de nuestras posibilidades desde el punto de vista energético». Es cierto. España es un país particularmente responsable en términos de uso racional de la energía, frente al derroche característico de los países nórdicos, donde, por ejemplo, es típico tener los radiadores y calefactores a todo trapo incluso en momentos de calor. España emite 4,7 millones de toneladas de CO2 por cápita; Holanda emite 8,1; Alemania, 7,9. En Twitter, gente que pasó por allá cuenta anécdotas de pasmo ante ejemplos nórdicos de dilapidación: descongelar carne colocándola bajo el grifo de agua caliente corriendo durante más de una hora, irse de vacaciones una semana dejando todas las luces de la casa encendidas y la calefacción puesta… En la lógica calvinista que se utilizó contra nosotros, toca ahora a estas naciones que pecaron de despilfarro la penitencia del ahorro y el apretarse el cinturón. Y si países responsables como el nuestro los ayudan —que en realidad es lo que hay que hacer—, enviarles unos hombres de verde que velen por que hagan los deberes.
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Leemos hoy que ha muerto de un golpe de calor un hombre de 56 años que repartía propaganda en Paracuellos del Jarama. Barrenderos, operarios, pastores, repartidores de propaganda. El cambio climático es un asesino clasista. Ana Patricia Botín o Amancio Ortega la podrán palmar de muchas cosas, pero no de un golpe de calor.
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Leo que en una serie histórica de la televisión pública polaca, una lesbiana comunista asesina a un judio por encargo a cambio de dinero y después compra a un niño huérfano para adoptarlo junto a su amante, otra comunista militante. Ambientada en los años treinta, en la serie el partido comunista polaco se financia mediante la usura, el robo con violencia, los asesinatos por encargo y el tráfico de drogas. Macarthismo nacionalcatódico.
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Estas son las propuestas de Vox para recuperar las mareantes 60.000 hectáreas quemadas durante la última oleada de incendios que han asolado la provincia de Zamora:
- Diez inscripciones gratuitas a la ultramaratón de Sanabria para habitantes de las zonas afectadas.
- Regalar maillots firmados por ciclistas de renombre a los alcaldes de los pueblos afectados.
- Un concierto benéfico con «artistas de primer nivel» (o sea, muy probablemente, Bertín Osborne, Pitingo, José Manuel Soto y así).
- Poner a los parados a limpiar los bosques en vez de contratar profesionales forestales: Vox rechaa un operativo contra los incendios durante todo el año.
Sencillamente impresionante. Si estas bromas pesadas en torno al mayor incendio de la historia no acaban con estos bufones, no sé qué puede hacerlo.
Viernes, 22/7/2022. Últimamente, cada día nos obsequia con una o varias columnas de gente de derechas afligida por la traición del «sanchismo» al Verdadero Socialismo™. Y a mí me recuerda a cuando, al surgir Podemos, a todos mis amigos del PSOE les empezó a desconsolar una cosa mala la supuesta desaparición de Izquierda Unida.
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En viejas casas desvencijadas a las afueras del pueblo, seleccionamos con mimo las piedras más adecuadas (gruesas, planas, pesadas) para componer un camino en el jardín de la casa nueva. Vinimos aquí en otra ocasión: se trataba entonces de seleccionar con mimo las piedras más adecuadas (gruesas, planas, pesadas) para componer una tumba para R., mastina querida, a la que acababa de llevarse un cáncer. Tumba que se amplió más tarde para ser también sepultura de T., otra bestezuela amada, negra gata longeva. Hay fosas comunes excavadas por el amor en lugar del odio. Esta fue escarbada con lágrimas en los ojos y es discreta y hermosa. Un matojal de menta creció entre las junturas; insectos y colibríes liban sus flores blancas. Los perros y los gatos vivos duermen la siesta a su vera. Como en muchas sociedades prehistóricas, la biópolis se enreda con la necrópolis. Me pregunto a veces qué podrán barruntar unos arqueólogos del futuro a la vista de esta yacija; qué sofisticada liturgia imaginarán y cuánto se alejarán sus hipótesis de la sencilla realidad: no hubo chamanes pintados derramando agua bendita sobre estas losas, ni danzando a su alrededor, ni poblando los cielos de dioses animalistas, sino simplemente la voluntad de parar las aguas de nuestro propio olvido; de hacer visible, rocoso y cotidiano, en lugar de inmaterial y evanescente, el recuerdo de dos amigos a los que quisimos, y que a su vez nos quisieron. Las lápidas son un pisapapeles de la memoria.
Mientras transporto, con la ayuda de Á., las cuatro o cinco que escogemos ahora al maletero de su coche, se adueña de mí el pensamiento, nuevamente proyectado hacia el futuro, de si algún día las piedras de mi propio hogar serán tomadas por otros hombres para edificar otras casas, trazar otros caminos, enlosar otras sepulturas. Serás, pequeña piedra, piedra de audiencia, de iglesia o de una honda, escribe León Felipe. Las piedras gruesas, planas, pesadas encadenan también existencias innumerables. Los hombres germinan y se extinguen en una decadencia sin fin; las piedras prevalecen en cambio, piezas impasibles del puzle hecho, deshecho y rehecho de la civilización.
El sábado pasado se casó J., uno de mis mejores amigos. Conoció a B. cuando ambos vivían en París. Y me acuerdo asimismo de ellos en el trajín de las piedras transportadas. J. más asturiano que la pata de Pelayo, su padre de Luarca, su madre de Covadonga; B. una judía askenazi de Nueva Jersey, de ancestros de la Europa del Este; su boda en un llagar de Sariegu, oficiada por un rabino progresista de Barcelona, argentino de origen, con apellidos germánicos. Rostros eslavos, mediterráneos, asiáticos, entre los invitados. La segunda mujer del padre de B. es vietnamita; el mejor amigo de J. y B. en París es también oriental, un amante de la lingüística que se puso a bucear con suma curiosidad en el Diccionariu de la Llingua Asturiana en cuanto supo por J. de la existencia del asturiano. Dos gaiteros tocan Hava nagila. Tomamos las kipás (opcionales; yo cojo una) de una caja al lado de la mesa en la que una cortadora prepara platos de jamón serrano. Piedras distintas, distantes, piedras errantes, piedras que un día fueron sillares de fortalezas rivales, componen en esta ceremonia preciosa, en la que un rigorista del cristianismo, el judaísmo o el antiposmodernismo vería una blasfemia gigantesca, un mismo camino: el incierto sendero de la felicidad.
Sábado, 23/7/2022. Juan Manuel Moreno (me niego a llamarlo Juanma como si fuese amigo mío) toma posesión como presidente de Andalucía en una copetuda ceremonia ante el Palacio de San Telmo, con papel destacado para la esposa de Moreno, presentada como una suerte de primera dama andaluza. Mucha fanfarria identitaria, también. Banderas andaluzas y un discurso que empieza con Carlos Cano y termina con María Zambrano. La instrumentalización de un identitarismo andaluz fuerte es una de las claves del triunfo de Moreno, como lo fue durante lustros de las victorias de un PSOE que también supo arrimar el ascua de Blas Infante a su sardina. He aquí una lección para nuestro Adrián Barbón: el peligro del identitarismo vistoso pero superficial, desvinculado de contenidos de clase (a Barbón le da últimamente por reivindicar la batalla de Covadonga), es que lo puede practicar cualquiera.
Domingo, 24/7/2022. Me despierto con dolor de espalda y me doy cuenta de que he pasado toda la noche soñándome protagonista de una aventura surrealista, pero en la que tenía dolor de espalda. Nuestros sueños vuelan a veces muy alto o muy lejos, pero arrastran consigo la materialidad de los achaques de la vigilia. Si tenemos ganas de beber o de mear, también las tenemos en el sueño, y nos soñamos buscando una fuente o un urinario en el espacio sideral o las veinte mil leguas de viaje submarino que recorremos oníricamente. No hay escapatoria posible de las servidumbres del cuerpo.
Con frecuencia las sociedades también sueñan así. Trazan utopías resplandecientes en el lienzo blanco de la fabulación colectiva, pero la imaginación vuela solo hasta cierto punto; traslada también al sueño sus alifafes. Imagina un rey justo, no un mundo sin reyes; una religión cívica y libertaria, no un mundo sin religión; factorías que sean propiedad de sus trabajadores, no un mundo sin factorías. Por supuesto, en otras ocasiones, el utopismo humano sí ha fabulado un mundo sin reyes, sin religión, sin factorías. Pero, entonces, tal vez el problema haya sido el contrario: es importante hacerse cargo de los dolores de espalda, de los límites físicos de lo posible. No es malo soñar sueños realistas. Alguien dijo una vez que el socialismo no debía ser imaginado como una sociedad sin penurias ni enfermedades, sino como una en la que se conceda a cada ciudadano el tiempo y los recursos necesarios para que las penurias y las dolencias se afronten con tranquilidad y red de seguridad.
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Leo por ahí una cosa muy cierta: todo el mundo habla de los traumas de los niños con padres divorciados, pero nadie de los niños cuyos padres deberían haberse divorciado y nunca lo hicieron.
Lunes, 25/7/2022. Pétalos blancos a orillas de la carretera. Florecer en el límite, al filo, en los recovecos desatendidos del infierno.

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Evacúan a los monjes del monasterio de Silos por la proximidad de uno de los terribles incendios que asuelan Castilla y León. Visiones de Angelus Novus.
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Leo estos días La idea francesa de la historia: Joseph de Maistre y sus herederos, de Carolina Armenteros, libro interesante, que explora la complejidad del pensamiento maistreano rebatiendo algunos lugares comunes sobre el más insigne y cautivador de los reaccionarios. Isaiah Berlin dijo de él, en un librito que leí hace unos meses y disfruté mucho, que era el precursor remoto del fascismo: un vindicador de la intuición, la jerarquía y la violencia; y no un nostálgico, sino un ultramoderno, que admirando la Revolución que lo espantaba, fantaseó con una revolución adversaria en los fines pero idéntica en los medios, insurrección conservadora, que encontrara inspiración para su utopía en el Antiguo Régimen pero no lo restituyese sin más. Armenteros, que defiende que no se ha leído a Maistre con la atención que merece, argumenta con solvencia lo superficial de la tesis de Berlin —que contextualiza en la comprensible aflicción de un judío horrorizado por el Holocausto y que sentía la necesidad de encontrar un culpable, una semilla maligna primigenia— y presenta a Maistre como un más civilizado fundador del conservadurismo moderno. La intuición maistreana —explica por ejemplo— no es un arrebato, sino un racionalismo a posteriori y colectivo, frente al racionalismo a priori e individual de la Ilustración; la sedimentación y naturalización de la experiencia de las generaciones muertas. La violencia no fascina a Maistre aunque se recree en sus imágenes, sino que lo horroriza desde la adolescencia, cuando fungió como pénitent noir, esto es, ayudante de verdugo, y la obsesión que lo vuelve autoritario es justamente evitarla. La religión, Maistre, que no era un romántico sino un hijo racionalista del Dieciocho, la defiende, no como una verdad de fe, sino como una institución útil para la cohesión social: es un liberal eclesiástico, no un absolutista; cree, con Montesquieu, en el papel moderador de la Iglesia y en su carácter de contrapeso del autoritarismo monárquico, garante de ese modo de las libertades individuales. Etcétera.
No sé si me convence del todo la argumentación de Armenteros, porque recuerdo bien el librito de Berlin, y no me pareció superficial ni desconocedor de la obra maistreana, y sí muy convincente. Sea como sea, cautivado por la erudición de la profesora, busco entrevistas en YouTube y leo otros de sus trabajos. Y me topo con un artículo, también interesantísimo, titulado «La utopía clásico-hinduista, clave del primer conservadurismo religioso». Armenteros se adentra en este caso en cómo los reaccionarios que asumieron el carácter irreversible de la nueva era inagurada por la Revolución francesa (no un acontecimiento, sino una época, según la célebre constatación de Maistre) se pusieron a buscar en Asia materiales para construir una utopía conservadora que rectificara el rumbo del progreso. Trabajando con la idea de que en Europa estaban ya corrompidos hasta los buenos, la propia grey cristiana, encontraban en las culturas orientales que empezaban a conocerse bien solo entonces (a través de los informes enviados por los jesuitas o del descubrimiento de los clásicos sánscritos) una paleta de sociedades admirablemente ordenadas y rectas, envidiables «civilizaciones vigiladas», aunque fuera en torno a rituales absurdos, y entendían que, si se vertía la verdad cristiana en aquellos recipientes, se conseguiría la sociedad ideal. Maistre, por ejemplo, a pesar de que rechazaba algunas prácticas hindúes y consideraba justificado el imperialismo europeo, se entusiasmaba, leyendo las draconianas Leyes de Manu, del hallazgo de «la razón europea con una medida justa de ese énfasis oriental que place a todo el mundo cuando no es exagerada». E incluso comprendía si no justificaba el sati, la práctica de quemar a la esposa en la pira funeraria del marido muerto, «institución terrible», pero gracias a la cual «la vida de un esposo se encuentra bajo la guardia incorruptible de sus mujeres y de todos los que se interesan por ellas».
Aquellos hombres manejaban asimismo la idea de que el hinduismo —en cuyas deidades, rituales y textos sagrados encontraban fascinantes concomitancias con los cristianos— venía a ser un resto corrompido de la primera Revelación, una suerte de ascuas de un cristianismo primordial similar al que se atribuía al reino legendario del Preste Juan, y se deleitaban en la rectitud de la religiosidad de los conversos que los misioneros conseguían, frente a la dejadez de los cristianos viejos de Europa. Se inauguraba así una historia luego larga de fascinación orientalista de europeos atribulados que incluye a los fascistas cautivados, a principios del siglo XX, por el bushido japonés, pero también a las izquierdas atraídas décadas más tarde por la Revolución maoísta. Ex Oriente, lux; del Oriente, la luz que redima a la Europa decadente. Al leer el artículo de Armenteros, me han venido a la cabeza las peculiares alabanzas al islamismo que uno encuentra últimamente en ultraderechistas islamófobos por lo demás, en plan «estos son los malos, sí, pero copón, qué bien montado lo tienen, allí no tienen mariquitas pintaos ni irenes montero». En foros ultraderechistas, me cuenta un mutual tuitero que los frecuenta, ya se leen alabanzas al ayatolá Jomeini como «el primer líder que consiguió doblegar el espíritu de la Ilustración». La historia pasa, a la vez, muy rápido y muy despacio.

Pablo Batalla Cueto (Gijón, 1987) es licenciado en historia y máster en gestión del patrimonio histórico-artístico por la Universidad de Salamanca, pero ha venido desempeñándose como periodista y corrector de estilo. Ha sido o es colaborador de los periódicos y revistas Asturias24, La Voz de Asturias, Atlántica XXII, Neville, Crítica.cl, La Soga, Nortes, LaU, La Marea, CTXT y Público; dirige desde 2013 A Quemarropa, periódico oficial de la Semana Negra de Gijón, y desde 2018 es coordinador de EL CUADERNO. Ha publicado los libros Si cantara el gallo rojo: biografía social de Jesús Montes Estrada, ‘Churruca’ (2017), La virtud en la montaña: vindicación de un alpinismo lento, ilustrado y anticapitalista (2019) y Los nuevos odres del nacionalismo español (2021).
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Sobre Maistre hay que leer el “Ensayo sobre el pensamiento reaccionario. (A propósito de Joseph de Maistre)”, de Cioran, incluido en su libro “Ejercición de admiración” (Tusquets).
Le ha faltado la literatura española
Moriré porque me da la gana
Tiene razón Agustín Villalba sobre lo de leer a Cioran a propósito de De Maistre
Pero no solo eso
El escritor rumano es quien más lucidez ha aportado al conocimiento del alma humana, aunque sus observaciones son tan negativas como irónicas, y como hombre de carne y hueso necesitó mantenerse al margen de sus propias ideas para poder sobrevivir, pero a costa de su razón, puesto que acabó loco, como Nietszche, un alma infantil comparada con la de su discípulo, quien era paisano del Conde Drácula
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