Cerca del cielo

Diario de Urriellu, II

Sergio Fernández Salvador prosigue una crónica montañera que atraviesa parajes de los Picos de Europa como el Jou Negro, la horcada de Don Carlos, el Jou sin Tierra o el Jou de los Boches.

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Refugio de Cabrones con Torrecerredo al fondo

Me propongo subir desde el refugio de Cabrones hasta la horcada de Don Carlos, de ahí al collado de Santa Ana cruzando el Jou de los Boches, y luego a la collada Bonita, para bajar por la canal de la Celada al refugio de Urriello, donde ayer he tenido que dejar las cosas debajo de la escalera (como esa noche no iba a dormir en él, el guarda no me dio una taquilla). Parece mucha tela, pero los días son largos y a las nueve, ya desayunado, estoy caminando.

La subida que bordea el sombrío glaciar del Jou Negro es preciosa. También el llaneo hasta la base de Torrecerredo. Luego hay que atravesar unos neveros que tienen bastante caída. La nieve da confianza, ni dura ni demasiado blanda. La tensión desaparece al llegar a la horcada de Don Carlos. Toca comer algo y disfrutar de la bajada, de a hecho por el nevero del Jou Carnizoso, que desemboca en el Jou sin Tierra.

Horcada de Don Carlos
Jou sin Tierra y picu Urriellu

Dudo sobre si seguir la ruta planeada o ir directamente al refugio. De momento subo hasta el inicio del Jou de los Boches. Desde ahí se ve el collado de Santa Ana. Es una buena tirada y estoy poltrón. Nada. Mañana.

Doy la vuelta hacia al refugio del Picu, donde me espera ropa seca y limpia y un par de horas de asueto antes de la cena. A la derecha, hacia el cordal del Naranjo, veo una canal que podría acortar la excursión de mañana, que consiste en rodear el Naranjo. Tendré tiempo para mirar el plano y preguntar. Allí vuelvo a coincidir con los de Burgos. Este reencuentro me recuerda otro, en el mismo lugar hace dos años, con un vasco y una mejicana, del que nació un poema, «Cerca del cielo», a la amistad en la montaña. Este refugio está mucho mejor acondicionado. Tiene dos pisos. En el de abajo están el comedor y los servicios. Arriba, las habitaciones. Una estufa de pellet mantiene caliente el comedor y sube el calor a los radiadores de los dormitorios. Viene una ensalada de pasta deliciosa, con mucha cebolla. Luego menestra y yogur. Hay una mesa larga con dos docenas de chicos jóvenes del cuerpo de la Escuela Militar de Montaña del Ejército, que están haciendo prácticas de escalada. Me toca dormir con ellos. Aún de día, ya estamos unos cuantos en la cama. Los otros van llegando de pocos en pocos, y no me duermo. Hay uno que hace sonar los pedos. Los otros le ríen los primeros. Otro empieza a roncar, pero lo hace a un volumen tan bajo que no molesta; al contrario, se diría que arrulla. Cuando suena el primer despertador, a las siete, me levanto. Doy los buenos días a mi vecino de catre, que se está calzando. Me mira con cara de haber dormido mal y no contesta, y ya imagino que les he dado la noche a los veinticinco miembros del EMMOE, tan majos. Nadie es perfecto.


Sergio Fernández Salvador (León, 1975) es autor de los libros de poesía Quietud (2011), Lo breve eterno (2012) e Hilo de nada (2020), así como de la miscelánea Mitos y flautas (2013), selección de textos de su blog homónimo. Desde 1996 reside en Valladolid, de cuyo conservatorio de música es profesor.

Acerca de El Cuaderno

Desde El Cuaderno se atiende al más amplio abanico de propuestas culturales (literatura, géneros de no ficción, artes plásticas, fotografía, música, cine, teatro, cómic), combinado la cobertura del ámbito asturiano con la del universal, tanto hispánico como de otras culturas: un planteamiento ecléctico atento a la calidad y por encima de las tendencias estéticas.

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