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La fraudulenta apelación al sentido común

Guillermo Quintás escribe que «debemos estar prevenidos ante el discurso de los que apelan sin desarrollo al sano sentido común».

/ por Guillermo Quintás /

Hable quien hable, replique quien replique, arengue quien arengue, la apelación al sano sentido común se está prodigando por nuestros líderes políticos. Una u otra medida se propone y no se analiza ni discute, esto es, se presenta como justificada por ser avalada por el sano sentido común; solo los marginados se opondrían a este tipo de propuesta. Como herramienta electoral ha sido reiteradamente utilizada esta apelación y les ahorro las referencias. Siendo esta la situación, bien merece la pena que hagamos alguna consideración sobre el tema, porque hay dos grandes líneas de reflexión en torno a los peligros que arrastra consigo esta apelación al sentido común en las declaraciones hechas ante el atril y las cámaras. Solo oír esta apelación al sentido común, debemos ponernos en guardia.

Reconocer que algo se justifica apelando al sentido común es ni más ni menos que afirmar que nuestra razón tiene medios discursivos para pronunciarse sobre esa cuestión, para alcanzar conclusiones verdaderas mediante un análisis y una demostración que pueden ser trasmitidos y han estado metódicamente asistidos. Claro está que, en tal caso, todo depende del criterio de verdad que se utilice, del método que guíe nuestra investigación. Descartes generó esa apelación al sentido común, esto es, a la capacidad de nuestra razón para indagar la verdad y solo consideraba que se debía otorgar el rango de verdad cuando no pudiéramos establecer o fingir duda alguna que pusiera en cuestión la verdad de juicio sometido a examen. No procedería razonablemente quien, no existiendo motivo alguno para dudar de la verdad de algún juicio, se obstinara en mantener la duda sobre su verdad.

Este proceder era imprescindible para desarrollar el campo de las ciencias, pero podía revelarse casi imposible en el campo de acción, de la vida cotidiana, porque mil circunstancias nos urgen a decidir y actuar; debemos optar por una u otra teoría, partido y justificación, aunque no tengamos resueltas todas las dudas que nos plantea esa acción y esa opción. Por eso, sea cual sea el proyecto teórico que emprendamos y al que dediquemos nuestros días y horas, no podemos evitar proveernos de una moral, de unas máximas, para lograr la mayor dicha posible en nuestro vivir cotidiano. Eso sí, esta apelación y limitación del ejercicio del sentido común  o razón requiere participar de un criterio: se nos exige que mantengamos el deseo de continuar instruyéndonos y estar dispuestos a la adopción de otra tesis si a ello nos conduce nuestra indagación..

Así pues, la simple apelación  al sentido común no satisface la más mínima exigencia de las doctrinas o propuestas asociadas a la lógica del sentido común.  

Si hago esta reflexión es para destacar que debemos estar prevenidos ante el discurso de los que apelan sin desarrollo al sano sentido común. ¿Es necesario mantenernos alerta tan pronto como sea invocada la lógica del sentido común vaciada de desarrollo? Creo que sí y en este momento debo retomar unas líneas de Hegel, participadas por otros ilustrados:

«Lo que se llama sano sentido común es, con harta frecuencia, muy malsano. El sano sentido común encierra las máximas de su tiempo. Así, por ejemplo, quien, antes de venir Copérnico, hubiese afirmado que la tierra giraba en torno del sol […] habría atentado contra el sano sentido común. El sano sentido común es la mentalidad de una época que encierra todos los prejuicios de esta época: la gobiernan imposiciones mentales de las que ella no se da cuenta».

Así pues, aceptemos la apelación al sentido común o razón, pero es preciso requerir su despliegue para no participar de todos los prejuicios de nuestra época y para no ser víctima de propuestas que ocultan su verdadero rostro. Tanto más importante es esta alerta cuando estamos en tiempos en los que las medidas improvisadas sustituyen al proyecto pensado y orientado a unos fines.


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Guillermo Quintás Alonso (Gradefes, 1944), doctor en filosofía, obtuvo el Premio Extraordinario de Doctorado por la Universitat de València con una tesis dirigida por el Dr. Fernando Montero Moliner. Ha impartido clases de filosofía en enseñanza media y de filosofía moderna en la Universitat de València. En su faceta editorial, ha formado parte del equipo de lectura de prestigiosas editoriales y ha sido director de colecciones como «Leyendo… », «Filosofía. Las propuestas en sus textos» o «Educació. Materials». Autor de numerosos artículos y conferencias integradas en seminarios de distinto signo, siempre ha asociado sus reflexiones a la edición de textos clásicos.

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2 comments on “La fraudulenta apelación al sentido común

  1. Lúcido y esclarecedor como siempre
    Gracias!!!

  2. Muy oportuno en los tiempos que corren. Gracias

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