/ por Víctor Colden /
1. «Qué bien», me dijeron muchos cuando empecé a trabajar en la Biblioteca Nacional, allá por 1991: «Con lo que te gusta a ti leer».
2. Escribir un libro: meter en una pequeña caja nuestra historia, con esmero, con ilusión. ¿Querrá alguien mirar lo que hay en ella? Leer un libro: la curiosidad de abrir las cajas de otros para ver lo que contienen.
3. «¿Has leído este libro?». «No, no lo he leído. ¿Conoces tú a esta escritora, has leído sus novelas?». «No…». Incluso entre personas apasionadas por la lectura, lo difícil —lo casi imposible— es coincidir. ¿Cuántas probabilidades hay de que una haya leído lo que ha leído la otra? Aunque se hable de autores clásicos o prestigiosos, la mayoría de las veces la respuesta a esa pregunta —«¿Has leído…?»— será negativa. Mucho más difícil aún es que, habiendo leído el mismo libro, a dos lectores les haya gustado de la misma manera. ¡Qué maravilla cuando eso sucede! Un pequeño milagro que siempre hay que celebrar.
4. Un esfuerzo sin igual: el que tiene uno que hacer en el metro cuando la persona que se sienta enfrente va leyendo uno de los libros de nuestra vida. ¿Interrumpiremos la lectura de esa persona, nos entrometeremos? ¿Pero para decirle qué? ¿«Vaya libro excepcional, es uno de mis favoritos»? No, no: qué absurdo, qué patético. Mejor callar, con el corazón acelerado. Mejor desear fervientemente que sea esa persona la que se decida a hablarnos al notar la intensidad de nuestra mirada. Mejor bajar, por fin, en nuestra estación con la íntima alegría de saber que tenemos por ahí hermanos a los que no conocemos.
5. Escritores que nos son simpáticos aunque solo hayamos leído uno o dos de sus libros. La simpatía se debe a lo mucho que nos gustaron esos libros, pero también a otras cosas, muchas veces nimias. A detalles, a vislumbres. Su sonrisa, su timidez, un gesto de generosidad que tuvieron con alguien, una frase que dijeron en una entrevista. Su voz en lo que escribieron, su tono. No hablo de admiración, aunque puede coincidir con ella. Hablo de… De eso, de simpatía. De una grata impresión: la de que existe cierto acuerdo vital entre ellos y nosotros.
6. ¿Duermo con mi cuaderno? Duermo con mi cuaderno. No en la mesilla de noche, no: a mi lado, en la cama.
7. Una vocación lectora como la que describía hace muchísimos años Alex Susanna comentando un artículo de Pere Gimferrer: «No el lector para quien leer es una manera de pasar el tiempo, o de instruirse, sino aquel lector para el que la literatura —la lectura— es una actividad magnética, en la que cree, y de la que espera —aunque sólo sea de vez en cuando— algún tipo de revelación. El lector que tiene fe en sus lecturas». También la escritura, me parece, es cuestión de fe.

Víctor Colden (Madrid, 1967) es licenciado en Filología Románica. La editorial Libros Canto y Cuento publicó en 2019 su novela Inventario del paraíso y en 2020 la colección de prosas literarias Gazeta de la melancolía. Su breve relato autobiográfico Veinticinco de hace veinticinco apareció en Newcastle Ediciones en 2021. En otoño de 2022, la editorial Pre-Textos publica su novela Tu sonrisa sin temblar.
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