/ artículos de José Manuel Sariego /
El avance de Gijón
Abril de 1999
La última edición del Observatorio local recoge un conjunto de resultados que hablan por sí mismos sobre el avance de Gijón en los últimos 10 años. En términos generales, se puede concluir que el progreso de la ciudad se constata en la mayoría de los indicadores, sobre todo en lo relativo a la calidad de vida, medio ambiente, cultura, empleo y actividad económica. Nuestro concejo ha crecido, se ha enriquecido y ha mejorado de forma significativa.
Si tomamos como referencia los indicadores de consumo, el crecimiento ha sido muy importante tanto en energía eléctrica (56%) como en gas natural (3,5 veces más entre 1990 y 1997). El consumo de agua también ha tendido al alza, aunque con altibajos producidos por la cambiante demanda industrial. Otro indicador de desarrollo como es el número de líneas telefónicas instaladas señala un crecimiento superior al 23% en la pasada década.
En el ámbito del medio ambiente destaca la reducción drástica de los niveles de contaminación del aire y de las aguas costeras, así como el crecimiento de un 74% de la superficie de parques y jardines en el concejo. Las nuevas pautas de consumo han provocado un aumento del 58% en la recogida de residuos urbanos, así como un incremento elevado de la recogida selectiva de papel, cartón y vidrio en los últimos tres años. La limpieza viaria se incrementó un 26% en los últimos cinco años.
La demografía, en contraste, presenta tendencias recesivas en lo relativo a la fecundidad, provocando un envejecimiento de la población. A pesar de este hecho, generalizado en España y sobre todo en Asturias, es notorio que Gijón es uno de los municipios asturianos con mayor crecimiento total de habitantes entre 1991 y 1996, producto de una importante corriente migratoria procedente de otros concejos asturianos y de otras comunidades autónomas.
En el breve plazo de cinco años (1991-1996), la población de nuestro concejo ha experimentado un gran salto formativo: un 26% más de titulados en enseñanzas medias, un 35% más de titulados universitarios de grado medio y un 56% más de titulados de grado superior. Como nota discordante cabe mencionar el relativo estancamiento de la matrícula en los centros del campus universitario de Gijón que en el último quinquenio ha crecido menos que el conjunto de la Universidad asturiana.
La actividad económica ha mantenido un ritmo ascendente a lo largo de la década, a pesar de la coyuntura de crisis económica experimentada en toda Europa a principios de los años 90. Así, las licencias de comercio minorista aumentaron un 45% entre 1992 y 1997. La creación de empresas se mantiene en niveles relativamente altos, con una inversión anual media de 2000 millones de pesetas. La construcción acusó el fuerte impulso municipal que supone la edificación de 19.200 viviendas entre 1988 y 1997, además de las numerosas rehabilitaciones.
Las cifras correspondientes al transporte son también favorables: el parque de vehículos censados en el concejo ha aumentado un 19%; el puerto de El Musel incrementó un 22,5% el total de toneladas cargadas y descargadas; el tráfico ferroviario aumenta constantemente, sobre todo en las líneas de pasajeros de cercanías.
El sostenimiento de la actividad económica en los últimos años ha repercutido de forma positiva sobre el empleo, produciendo una reducción de casi 3600 desempleados entre 1988 y 1997 (un 14%), que se ha visto completado con una caída adicional de más de 2500 parados entre diciembre de 1997 y diciembre de 1998. Las colocaciones registradas o gestionadas por el INEM en Gijón aumentaron en el período 1989-1997 un 129%.
Aunque la evolución, efectivamente, ha sido positiva y algo más favorable que la del conjunto de Asturias, no se debe olvidar que el paro sigue siendo un problema acuciante que afecta a las vidas de muchos de nuestros conciudadanos. Esta situación se agrava por la progresiva reducción de la ocupación, mucho más acusada en el conjunto de Asturias que en Gijón. En el período que va de 1987 a 1996, la reducción del empleo total medido por SADEI ha sido del -13,2% en Asturias, mientras que en Gijón no llegó al -5%.
La crisis del empleo ha sido el detonante de la puesta en marcha por parte del Ayuntamiento de Gijón de políticas activas de lucha contra el desempleo, que han alcanzado su apogeo en los últimos años. En conjunto, hasta diciembre de 1997 los planes municipales de empleo contribuyeron a la creación de unos 10.000 nuevos empleos. A lo largo de 1998 y 1999 se puede prever la creación de otros 6000 empleos a través de medidas tales como el Plan Piles, las Escuelas Taller, los incentivos a la contratación de titulados en prácticas y de colectivos desfavorecidos, las subvenciones municipales para la promoción empresarial, la habilitación de suelo industrial, el fomento de la tecnología, la promoción turística y un largo etcétera de programas de actuación que tienen como objetivo común el combate contra el desempleo, el crecimiento de la economía local y la mejora de la calidad de vida de todos los ciudadanos. Si bien alguno de los proyectos cuenta con cofinanciación externa, el Ayuntamiento viene asumiendo en los últimos años la mayor parte de los gastos derivados de estas actuaciones a las que destina más del 10% de sus presupuestos.
Finalmente, los indicadores tradicionales de calidad de vida, tales como la cobertura social y sanitaria, el uso de instalaciones culturales y deportivas, los índices de delincuencia, etcétera, experimentaron en la última década una evolución extraordinariamente positiva, configurando un nuevo modelo de ciudad cada vez más implicada en el bienestar común y en la prestación de servicios de calidad a todos los ciudadanos.

Gijón, orgullo de ciudad
Abril de 1999
Tras unos años críticos, Gijón ha logrado recuperar su vitalidad y redefinir su nueva identidad. Aunque las secuelas de la crisis aún persisten, se ha abierto paso nítidamente una conciencia colectiva que confía en el futuro, que alberga orgullo de ciudad.
El empleo constituye el objetivo prioritario del Partido Socialista en Gijón. Hemos creado condiciones objetivas para modernizar la estructura productiva de nuestro territorio. Hemos alentado acciones de todo tipo en favor de la aparición de nuevas empresas y del afianzamiento de las existentes. Hemos promovido la formación y cualificación de diversos colectivos. Hemos impulsado infraestructuras vitales para el desarrollo económico. Hemos consensuado con agentes sociales y económicos un marco estratégico de referencia que orienta todas las acciones de promoción, desarrollo y empleo.
Hoy, Gijón es un modelo destacado en las experiencias de desarrollo local y en la aplicación de políticas activas de empleo. Si bien la batalla contra el desempleo se presume ardua, podemos, no obstante, demostrar que en la última década el paro registrado disminuyó un 26% en nuestra ciudad.
El urbanismo desarrollado en estos años ha permitido integrar y cohesionar la ciudad: articulando el centro y los barrios, recuperando nuestro litoral, ganando habitabilidad y accesibilidad, dignificando espacios degradados, rehabilitando el patrimonio inmobiliario e histórico, generando un parque nuevo de viviendas a un ritmo intenso.
La calidad ambiental de la ciudad ha experimentado un avance extraordinario. El Plan de Saneamiento Integral supone un hito histórico que, una vez culminado, acrecentará la calidad de vida de todos los gijoneses y gijonesas.
Las comunicaciones interiores y exteriores de la ciudad han observado un salto cualitativo de gran importancia: las rondas de circunvalación y la lucha por la incorporación a la autovía del Cantábrico, la apuesta estratégica por implantar y extender rápidamente los nuevos sistemas de telecomunicaciones, el diseño racional y equilibrado del plan de peatonalización, etc. Todo el conjunto de actuaciones configura una ciudad estructurada y funcional.
La consolidación del campus universitario de Gijón se erige como uno de los objetivos más firmes, esperanzadores y de mayor impacto en el tejido productivo local.
Los equipamientos y servicios culturales adquirieron una progresión sin precedentes. 10 centros culturales, 10 bibliotecas municipales, 7 centros municipales con sala de lectura, 8 museos, el Teatro Jovellanos, un centro de recursos para el movimiento asociativo juvenil… conforman una red cultural amplia, descentralizada, participativa, vertebradora de la sociedad.
El número y nivel de dotaciones deportivas resulta sorprendente: Un palacio de deportes, 6 pabellones deportivos, 3 piscinas cubiertas y 2 más en construcción, instalaciones deportivas públicas en todos los barrios, pistas cubiertas en colegios, un puerto deportivo, campos de golf de titularidad municipal… hacen de Gijón un espacio excepcional para la práctica de cualquier modalidad deportiva.
Las políticas de solidaridad son ya un rasgo definitorio de nuestra ciudad. Las personas mayores, las mujeres con dificultades, los discapacitados, los niños con problemas, los drogodependientes, los inmigrantes, las personas, en fin, que sufren riesgo de exclusión social encuentran acogida en alguno de los doce programas o en cualquiera de los centros de distrito que gestiona la Fundación de Servicios Sociales. Por otra parte, la aplicación pionera y escrupulosa del 0,7% que compromete cada año el Ayuntamiento de Gijón nos permite intervenir activamente en numerosos proyectos de cooperación internacional.
El Partido Socialista Obrero Español puede mostrar, satisfecho, a los ciudadanos y ciudadanas la actual realidad de un Gijón renovado y pujante.

La fortaleza del PSOE gijonés
Junio de 2007
La comisión ejecutiva de la Agrupación Socialista de Gijón se reunió el pasado 4 de junio con objeto de analizar los resultados de las recientes elecciones municipales. En dicha reunión se extrajeron una serie de conclusiones, algunas de las cuales merecen ser comentadas.
El Partido Socialista Obrero Español ha ganado por octava vez consecutiva las elecciones municipales en Gijón. Por tanto, Paz Fernández Felgueroso volverá a ser alcaldesa un tercer mandato para que, juntos, hagamos más por Gijón, como rezaba nuestro lema de campaña.
Gijón es la decimoquinta ciudad más poblada de España, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Pues bien, de entre esas 15 ciudades más populosas, el partido socialista de Gijón ha obtenido el mayor porcentaje de voto de nuestra organización.
En España hay 27 ciudades que superan los 200.000 habitantes y el PSOE de Gijón ocupa el segundo lugar en porcentaje de voto, solo superado por el partido socialista de Hospitalet.
Añado otro dato de interés: solo hay en nuestro país 4 ciudades con más de 200.000 habitantes donde siempre ha habido alcaldía socialista: Sabadell, Hospitalet, Barcelona y Gijón.
Los datos aportados demuestran la fortaleza y solidez de la organización socialista gijonesa. Es todo un récord, un honor y también una responsabilidad para nosotros esta extraordinaria confianza de nuestros conciudadanos, que, de nuevo, ha sido renovada por los votos libremente emitidos. Una confianza que agradecemos, como ya resaltó nuestra candidata la misma noche electoral y que nos proponemos no defraudar.
En 2009 celebraremos 30 años de ayuntamientos democráticos, de gobiernos progresistas en nuestra ciudad, de cambios y transformaciones constantes, de superación de múltiples dificultades, de crecimiento continuado. Al hilo de esta celebración, decir que vamos a trabajar sin descanso para que Gijón conquiste su futuro con la vista puesta en el pleno empleo, en viviendas asequibles, en una calidad de vida que haga de nuestro entorno un espacio natural, cultural y social privilegiado en el que las personas sean protagonistas.
Una vez que nuestra candidata, Paz Fernández Felgueroso, sea investida alcaldesa el 16 de junio, iniciaremos las conversaciones formales con IU para asegurar la estabilidad del Gobierno municipal por dos razones fundamentales: la mayoría de los electores gijoneses (54% y 17 concejales) ha depositado su voto en ambas organizaciones; y la experiencia de cogobierno de los últimos cuatro años, sin duda, ha resultado beneficiosa para el conjunto de los ciudadanos y para el avance imparable de nuestro municipio.
Finalmente, no puedo dejar de hacer algunos comentarios relativos a la reaparición, una semana más tarde, de la candidata del Partido Popular. De su particular análisis de los resultados electorales se deduce que Pilar Fernández Pardo lo ha ganado todo. Todo menos las elecciones. Me satisface enormemente observar en ella un ánimo contento y confiado, que no triste y depresivo. La ciudad, efectivamente, se merece, después de los últimos ocho años, una oposición alegre y sólida, que no deprimida y dividida. Acojo de buen grado su espíritu constructivo, empezando por la exigencia de más despachos para los suyos. Veremos qué se puede hacer. También me han sorprendido muy gratamente las insinuaciones de pactos puntuales entre PP e IU. Aunque se pasó toda la campaña denostando el actual pacto de gobierno y diciendo a los ciudadanos que, si votaban a otro partido que no fuera el suyo, no sabían lo que votaban, ahora cambia de posición seguramente porque ha entendido, por fin, que el diálogo, el acuerdo, la concertación, el pacto son consustanciales al sistema democrático. Le doy mi más calurosa bienvenida al funcionamiento democrático ordinario de las instituciones. Porque no creo que esta última ocurrencia responda a una ambición desmedida o a su desesperación por ocupar el sillón de la alcaldía.

Respuesta al ejemplar Gabino de Lorenzo
Agosto de 2009
El domingo, día 22 de agosto de 2009, Gabino de Lorenzo contestaba a la invitación de mi compañero portavoz del grupo parlamentario socialista, Fernando Lastra, explicando que la mejor solución contra la crisis consistía en aplicar el ejemplo de Gobierno municipal de Oviedo. Como en dicho artículo vierte ataques gratuitos y desliza acusaciones ofensivas contra el Gobierno y los intereses de Gijón, me creo en la obligación y el derecho de replicarle con respeto, pero sin compasión.
La inmensa mayoría de los asturianos rechazó sin paliativos el modelo despótico, chabacano y bufonesco que representó don Gabino como cabeza de lista del Partido Popular de Asturias a las elecciones generales celebradas hace poco más de un año. Desde ese momento, su fracaso político resulta tan palmario que uno no puede entender cómo se atreve, después de tan rotundo varapalo, a asomar la cabeza. Claro que tiene derecho a recluirse en la alcaldía de Oviedo, pero no lo tiene a agredir cada dos por tres al resto de concejos de Asturias y menos a este de Gijón.
No sé cómo se atreve a hablar de sobrecostes quien no ha sido capaz de controlar ni concretar los gastos que supusieron su hípico, su auditorio, su estadio de fútbol o su Calatrava, por citar algunos ejemplos. No sé cómo se atreve a criticar las inversiones del principado en la Laboral o en el Niemeyer o en el campus de Mieres quien no reconoce, ni agradece, el apoyo cifrado en 10.000 millones de las antiguas pesetas que el Gobierno de la comunidad autónoma propició para poder concluir el mentado edificio de Calatrava, por poner otro ejemplo.
No sé cómo se atreve a tachar de chiringuitos a las empresas públicas del Principado quien montó Gesuosa, quien orquestó Jovellanos XXI o Cinturón Verde, quien privatizó casi todos los servicios públicos del Ayuntamiento de Oviedo, convirtiéndolo en el municipio más caro (transporte, IBI, agua, limpieza, viñeta…). Y no sé cómo se atreve a reprochar los sueldos de los rectores de aquellas empresas públicas regionales cuando tiene concejales que cobran más que el presidente del Gobierno de España. No sé cómo puede presumir de hacer descansar en sus funcionarios la gestión municipal si apenas hay nada que gestionar puesto que, como decía, los servicios públicos del Ayuntamiento de Oviedo están en manos de empresas privadas.
No sé cómo se atreve a exigir al presidente del Gobierno del Principado que dé la cara en este o aquel asunto cuando el alcalde de Oviedo no aparece ni en los plenos o se ufana de gobernar si ciudad desde Onís a través del teléfono móvil. Mal ejemplo este del alcalde de la capital.
No sé cómo se atreve a dar lecciones de urbanismo. No sé cómo se atreve a escribir que el gobierno local de Gijón no cumple la ley, entrometiéndose así de forma grosera en asuntos litigiosos de nuestra propia incumbencia. No nos obligue, don Gabino, a adentrarnos en las procelosas aguas de su planificación urbana. No nos obligue a sacarle los colores.
No sé cómo se atreve a engordar su obsesiva y machacona cantinela del cerco a Oviedo porque un día se representa una ópera en Gijón. Si un apasionado del bel canto decide acercarse a Praga o Milán, también querrá, si puede, disfrutar lo mismo en Oviedo, Avilés, Langreo, Ribadesella o Gijón. Su exacerbado localismo capitalino raya en el ridículo más espantoso. Por cierto, le puedo demostrar que los gijoneses contribuimos al programa operístico de Oviedo y lo hacemos gustosos porque entendemos que es una actividad musical y cultural de gran interés. En cambio, tendrá usted muchas dificultades para demostrar que los ovetenses contribuyen al ciclo lírico de Gijón.
Para que lo comprenda de una vez, le pondré un ejemplo muy sencillo. A los gijoneses no nos complace ostentar ahora el monopolio del fútbol en primera división. Es más, nos estimularía mucho que el Sporting disputara en dicha categoría limpia y deportivamente con el Real Oviedo porque redundaría en beneficio común, pero, eso sí, nunca permitiríamos que se utilizaran los balcones del Ayuntamiento para insultar a nadie en la celebración del triunfo, como usted cobardemente facilitó (y hasta, quizá, lo amparó y avaló). Y digo esto último porque aún estamos esperando que ofrezca las públicas disculpas que elegante y amablemente le solicitó nuestra alcaldesa.
En definitiva, las recetas que propone don Gabino de Lorenzo en el artículo de marras son tan simplonas, burdas e hirientes que sospecho que sus compañeros del Partido Popular de Gijón andarán un tanto abochornados. Porque estoy convencido de que a los militantes, simpatizantes y votantes de la derecha gijonesa también les presta que haya ópera en su pueblo. ¿O no?

Calle, por Dios, señor arzobispo
Septiembre de 2012
Por su Dios se lo pido, señor Sanz Montes, no prosiga con sus filípicas y admoniciones tan escasamente evangélicas. No aproveche el día de la Santina para proclamar que cede una parte de su salario a Cáritas, olvidando una básica recomendación de Jesús: «Lo que haga tu mano izquierda, que no lo sepa la derecha».
Aquella sonada proclama, en su boca, se convierte en una obscenidad, en una traición a los dictados del Evangelio, en un pecado de impudicia ostensible.
Por su Dios se lo pido, señor Sanz Montes, deje a Santiago Carrillo en paz (que de verdad requiescat in pace). No tiene usted derecho a calificar su vida de inmisericorde. Su Dios no se atrevería a edificar tanta ofensa, no osaría promulgar tal condena sumarísima. Su Dios se conduciría con mayor prudencia, con una infinita misericordia que usted no posee, a pesar de atribuirse su representación en la tierra.
Por su Dios se lo pido, señor Sanz Montes, no acuse veladamente a Carrillo de provocar «mártires de Cristo», como textualmente profiere, cuando ya no le puede replicar, en el mismísimo trance de su muerte.
Su juicio humano no resiste contraste o comprobaciones historiográficas solventes, por lo que su frase resulta insidiosa, dañina, inclemente y, lo peor en su caso, carente de toda intención caritativa. El juicio divino, monseñor, le sobrepasa, le supera, le empequeñece.
Sus opiniones revelan cobardía frente a un difunto, irresponsabilidad ante una persona que predicó, con aciertos y errores, la reconciliación entre los españoles. Cállese, por Dios, señor arzobispo.

Toca despedida (ante la asamblea general 02/11/2012)
Gijón, noviembre de 2012
Lo diré de entrada y sin preámbulos: esto es Gijón.
En esta villa, los socialistas podemos y debemos andar con la cabeza alta; podemos y debemos mostrarnos orgullosos por haber conseguido modernizar, transformar, mejorar muy notablemente nuestra ciudad y las condiciones de vida de sus habitantes, nuestros convecinos.
El espléndido resultado del que disfrutamos no es producto de la casualidad, sino fruto del trabajo político constante de cientos de hombres y mujeres pertenecientes a la Agrupación Socialista, quienes, desde el centro de trabajo, desde los movimientos sociales, desde las instituciones o desde el propio partido nos empeñamos en la tarea colectiva de alcanzar el progreso de este pueblo, de defender a ultranza los intereses generales frente a los egoísmos particulares y los corporativismos.
Me cumple rendir cuentas de los últimos cuatro años, pero ni vosotros ni yo hemos de olvidar que llevo casi doce al frente de esta nave y que toca arribada. Toca despedida. No ignoremos que hoy acaba un tiempo y un estilo que os corresponde juzgar libremente.
Un tiempo duro, intenso, apasionante que compartí con vosotros y con otros compañeros y compañeras de manera parcial o incompleta porque sucumbieron, perecieron en el transcurso de esta andadura. Mi primer reconocimiento ha de ser para quienes ya no están aquí. No puedo relacionarlos a todos. Permitidme, a riesgo de capricho, que personalice el recuerdo en dos: Chus Rojo y Encarna Vega. Ambos reflejan, cada uno a su modo, la personalidad de esta organización, su heterogeneidad y pluralidad, su ambición idealista y su sentido práctico, su sencillez y su grandeza.
Digo que esto es Gijón y que ha sido un tiempo apasionante.
En doce años, hemos celebrado doce contiendas electorales. De las doce, ganamos once. Solo perdimos las autonómicas del pasado año. Expongo este dato no por afán de autobombo sino para resaltar algunas cosas.
En primer lugar, la fortaleza de nuestra organización en este concejo, capaz de obtener continuadamente la confianza mayoritaria de gijoneses y gijonesas.
En segundo lugar, la constatación de que cuando a nuestro partido en España le va bien, nosotros en Gijón vamos en moto y cuando le va mal, resistimos mejor que nadie.
En tercer lugar, la conclusión de que el socialismo en Gijón dispone de una vitalidad extraordinaria que debemos realimentar, cuidar y mimar con el mayor esmero e inteligencia.
No oculto que los éxitos electorales mencionados en absoluto constituyen un bálsamo suficiente que amortigüe el mazazo que supuso la pérdida de la alcaldía. Ni lo ignoro, ni lo tapo, ni escurro el bulto de la responsabilidad que me corresponda. Pero he de añadir que ante semejante adversidad nuestra agrupación reaccionó con templanza, con entereza, con un coraje tal que nos permitió ganar las elecciones generales posteriores, donde el PSOE cosechó los peores resultados de su historia reciente; y producir un vuelco en las segundas autonómicas, propiciadas por la megalomanía y el delirio de Cascos, de forma que aventajamos a FAC en más de 4.000 votos y al PP en más de 20.000.
Eso quería decir: en Gijón somos un partido fuerte y hegemónico porque los gijoneses confían en nosotros, porque tenemos el aval del buen gobierno, el reconocimiento general a un ejercicio político correcto, limpio, pulcro, honrado que acreditamos durante más de tres décadas. Que nadie lo dude. Que nadie lo olvide.
Aun así, no somos una isla. Sufrimos, como los demás, los embates de una crisis devastadora que azota a los más débiles y soportamos, en particular, al Gobierno municipal más desnortado e inútil que nunca sufrió la ciudad, apoyado por el grupo popular más indigno que haya pisado las consistoriales.
Atravesamos tiempos de clara deriva hacia una especie de autoritarismo posdemocrático donde impera la negación del disidente, la satanización del conflicto, el ninguneo de los parlamentos, los discursos del miedo, la humillación de los perdedores, el desprecio a las voces distintas, la implantación de una cultura de castas o la jibarización de las básicas condiciones de igualdad propias de una democracia.
Algo no va bien cuando los ingresos fiscales en nuestro país significan el 32% del producto interior bruto, mientras que en Suecia suponen el 45% de su PIB.
Algo no va bien cuando hace veinte años las diferencias salariales entre directivos y asalariados eran entre 10 y 20 veces superiores y ahora pueden ser entre 100 y 200 veces mayores.
Algo no va bien cuando el respeto al texto constitucional se convierte en un fetiche.
Algo no va bien cuando comienzan a escasear los valores de respeto, diálogo, transacción y pacto.
Algo no va bien cuando la gente pierde la ilusión y la confianza en sus gobernantes y en el futuro ante una espiral negativa aparentemente sin fin.
Algo no va bien cuando algunos se esconden en el recurso identitario para no hablar de modelo social o de reformas democráticas.
Algo no va bien (y esto, creo, es lo que más importa a este cónclave) cuando constatamos la incapacidad de la izquierda (nuestra incapacidad) para dibujar un horizonte alternativo, esperanzador.
Algo no va bien, por rematar un inacabable relato de desdichas, cuando la política decae, el miedo cunde y la indiferencia reina.
En esta época convulsa tenemos que saber que lo que está en juego es la fe de la gente en la democracia como sistema político útil. Y cuando se deja de creer en la democracia se puede acabar creyendo en cualquier cosa.
En tiempos de crisis, el voto suele estar dominado por el miedo y por la rabia. El miedo de quien se aferra a algo firme en medio de la tempestad y la rabia del que alienta el vendaval para que acabe por destruirlo todo. Los del miedo persiguen seguridad, por eso votan al poder establecido (PP, en Galicia, PNV, en Euskadi). Los de la rabia rastrean el cambio radical (Alternativa Galega o Bildu).
Los socialistas, ahora mismo, ocupamos una posición excesivamente ambigua, nos ubicamos en un territorio de medias tintas: no apoyamos los recortes, pero fuimos los primeros en aplicarlos; rechazamos el rescate, pero mantenemos un respeto reverencial ante los mandados de la Europa dominante; entre españolismos y soberanismos, defendemos un federalismo tardío e incomprendido. Nuestro problema, el problema del Partido Socialista Obrero Español, es que no somos capaces de ofrecer, por el momento, algo firme, sólido, creíble.
Recordad que en mayo de 2010 se produjo una quiebra del vínculo más estrecho que unía a nuestro partido con la sociedad española. Esta comprobó entonces que no disponíamos de una respuesta propia a la altura de las dramáticas circunstancias que la crisis había generado.
Convertimos en nuestra una respuesta a la crisis en la que no creíamos ni nosotros mismos y causamos un profundo descontento. Aquellas decisiones nos quitaron el presente y mermaron nuestra credibilidad en cualquier proyecto de futuro inmediato. Esta es, a mi entender, la situación real y cruda ante la que estamos obligados a reaccionar como organización política.
Confieso que no guardo recetas concretas, pero en esta última comparecencia como secretario general no debo esquivar la realidad, ni dejar de manifestar algunas opiniones sinceras.
Yo no creo que nuestros principales problemas sean de caras nuevas, de limitación de mandatos, de primarias, de incompatibilidades de cargos, de número de ayuntamientos, o de diputados, o de concejales. Los problemas mayores no residen en el funcionamiento de las autonomías o del Senado. La arquitectura política que consagró la Constitución de 1978 no es la culpable de la crisis. Esa es una de las trampas tendidas por la derecha más autoritaria y rampante. Nuestros problemas de verdad son y tienen que ser los de la gente sencilla: el paro, la vivienda, la sanidad, la educación, la pensión digna, la desigualdad, la injusticia, la pobreza, el abuso de los poderosos.
No digo que no haya que mejorar los procedimientos de elección y decisión tanto internos como externos. Por supuesto que nuestras normas democráticas son perfectibles dentro y fuera. Pero lo que de verdad debe preocuparnos es la carencia de nuevas ideas, de propuestas alternativas, de discurso coherente, de soluciones distintas a las angustias de la gente. Este es nuestro problema, el problema de la izquierda europea y el nuestro en particular.
Al acabar la segunda guerra mundial, se firmó un pacto no escrito en Europa: la mayoría de la clase trabajadora aceptó la economía de mercado con la condición de que buena parte del beneficio del capital se distribuyera entre los trabajadores. La consecuencia de ese pacto se denominó Estado de bienestar. Eso es lo que ahora está en riesgo porque el capitalismo más especulativo y salvaje ha decidido romper aquel acuerdo tácito
Por tanto, estamos obligados a reconstruir, a inventar un nuevo escenario europeo y global que salvaguarde los derechos y los intereses básicos e irrenunciables de los más débiles. Esa es, creo yo, nuestra principal misión. Esta debe ser la tarea más apremiante de nuestro partido para recuperar la confianza de la sociedad.
Pero volvamos al cantón Gijón, que es peculiar, que es especial, que es nuestro objetivo, que es el territorio en el que debemos centrarnos, sabiendo que hay contextos exteriores, tratando de explicitar un nuevo contrato con los ciudadanos, con nuestros vecinos, tratando de consolidar y ampliar la confianza que siempre depositaron en nosotros.
Alguien teorizó que la democracia, más que un régimen de acuerdos, es un sistema de convivencia en condiciones de profundo y persistente desacuerdo. Añadiré, aunque parezca contradictorio, que los desacuerdos son más conservadores, más retrógrados que los acuerdos, puesto que cuanto más polarizada esté una sociedad o una organización menos capaz será de transformarse. Quiero decir que mantenerse fiel a los propios principios parece admirable, pero sostenerlos sin flexibilidad conduce al estancamiento.
La acción política democrática no puede producir cambios en la realidad social sin algún signo de cesión mutua. Afirmación que vale para enfocar la crisis del euro o afrontar la gestión de una agrupación política como la nuestra.
He querido defender mis propias posiciones de un modo que no impidiera necesariamente rechazar las posiciones diferentes. El estilo de gestión que intenté practicar en el gobierno de esta agrupación pretendía un equilibrio entre acuerdos y desacuerdos, entre desconfianza y respeto, entre cooperación y competencia, entre principios y circunstancias.
Siempre entendí que la dirección política correcta consiste en distinguir entre aquello en lo que debemos ponernos de acuerdo y aquello otro en lo que podemos e incluso debemos mantener el desacuerdo (otra vez apelo al pacto de la discrepancia que he practicado dentro y fuera de la organización). Imbuido de esta filosofía, quise que esta Agrupación Socialista de Gijón fuera la más importante de Asturias y, a la vez, la más humilde; la más poderosa y, también, la más generosa; la más influyente y, sin embargo, la más solidaria y comprensiva con las aspiraciones de otros territorios.
Creo que hemos conseguido que hoy se nos contemple en el conjunto de la Federación Socialista Asturiana como una agrupación respetada y querida. Hoy estamos en la mejor posición para participar activa y constructivamente en un proyecto de región donde el socialismo gijonés ostente el papel que le corresponde con absoluta normalidad y naturalidad.
En todo caso, me empeñé en conformar una agrupación donde cupiéramos todos, donde todo el mundo se sintiera cómodo. No escatimé el diálogo y procuré que las decisiones no se guiaran por el capricho, la arbitrariedad o la veleidad de nadie (ni tan siquiera la mía). Quiero que sepáis que nunca actué bajo ataduras o servidumbres que no fueran las de mi cargo o las derivadas de lo que en cada momento consideraba de interés para el partido. A pesar de mi buena intención, seguro que causé decepciones y desilusiones. Lo siento.
Debo gratitud inmensa a la mejor militancia que he conocido, la vuestra, por confiar en mí durante tres mandatos consecutivos mediante un respaldo abrumador, quizás inmerecido.
Marcho como vine, con el mismo ligero equipaje, que diría el poeta. Eso sí, un poco más baqueteado, algo más desvencijado; pero me despido con la satisfacción de haber cumplido con el deber que me encomendasteis tres veces, con el orgullo de haber sido vuestro secretario general.
Una última cosa: cuando nos crucemos en cualquier calle de este Gijón del alma, ofrecedme una mirada, una sonrisa, un saludo de cordial complicidad, de amistosa vecindad. Y si cuadra y cae un culete compartido, pues mejor que mejor. Hasta siempre.
P.D. El día 2 de noviembre de 2012 comparecí con este discurso (resumido) ante la XII asamblea del PSOE gijonés para rendir gestión por última vez como secretario general, después de casi 12 años (demasiados) en el cargo.

La famosa foto de Colón
Marzo de 2019
¿Y qué pinta la alcaldesa de Gijón en esa foto? Por más vueltas que le doy no encuentro respuesta tranquilizadora a la presencia destacada, en primera fila, de la actual alcaldesa de Gijón en la famosa fotografía de la manifa de Colón. Ese ostensible, casi marcial, paso al frente produce espanto. Máxime cuando confesó con posterioridad, por toda explicación de su conducta, haberse sentido a gusto en aquel machito.
Y si sorprende ese gesto selectivo, de prepotencia (al modo viril), ese ademán hierático, impropio en la figura de una alcaldesa cuya inexistente gestión de ocho años se resume, según ella misma propala, en la práctica del diálogo permanente (bien que improductivo, tal que de sordos si a los resultados nos remitimos), más asombra la ausencia de comentarios en la villa respecto a la foto de marras. Si la sorpresa escenográfica amedrenta, la imperceptible reacción crítica de una villa con fama de contestataria invita a temer que sesteamos.
¿Que qué pinta la alcaldesa de Gijón en esa foto? Muy sencillo: la colocaron en su sitio naturalmente. Por fin conocemos la ubicación política de la alcaldesa que no había votado nunca (y no por razones de edad). Ella misma aireó, ufana, su pureza, su carencia de mácula política cuando tomó posesión por vez primera de su cargo. Ahora, gracias a esa foto, sabemos que está alineada con quienes no condenan explícitamente la dictadura, con quienes velan por el cadáver del dictador y añoran volverlo a pasear por las calles bajo palio, con quienes pretenden limitar las libertades con más mordazas, más concertinas… Ahora sabemos que está plásticamente vinculada al franquismo redivivo. Ese es el crudo significado de la foto de Colón. Y allí se sintió bien a gusto, según su propio decir, la alcaldesa de la villa de Jovellanos.
Quien prefiera ignorar esa imagen, taparse los ojos, mirar para otro lado o repantingarse en el sofá de su casa el día de la emisión del voto, como diciendo aquí me las den todas o todos son iguales, que lo haga. Ningún reproche a la voluntaria decisión de cada cual, faltaría más. Luego, cuando los trabajadores se sientan abandonados a su suerte, los derechos conquistados abolidos, las mujeres demonizadas, subyugadas, los inmigrantes apabullados, los jóvenes adoctrinados en el gregarismo, los humildes dejados de la mano de Dios…, será el llanto y el crujir de dientes.
Entonces resonará nuevamente en algunos púlpitos de la progresía aquel poema falsamente atribuido a Bertolt Brecht, ese que suele titularse Ahora vienen por mí, pero es demasiado tarde. Entonces correrán de boca en boca, por lo bajinis, clandestinamente, de chigre en chigre historias parecidas a las que se narran en El cuento de la criada escrito por Margaret Atwood.
Vale, táchese la advertencia de exagerada, de alarmista, júzguese al autor de ave de mal agüero si se quiere; pero esa foto que mete miedo alberga una distopía, es decir, contiene los gérmenes de un propósito indeseable: la planificación de otro orden social más radicalmente injusto, abierta, obscenamente autoritario. Y allí la tenemos encaramada a ella, tan pichi. Esa fotografía enmarca, encuadra a las claras las ideas, las convicciones —hasta el momento, quizás, un poco difusas, un mucho camufladas— de la alcaldesa de nuestro concejo.

De aguas benditas y cielos santos
Julio de 2019
Más economía y menos antropología.
Esta o frase parecida la saqué de algún texto de César Rendueles, filósofo y sociólogo gijonés de nacencia y crianza. Sospecho que la firmarían a ojos cerrados los dos Marx, Karl y Groucho. El uno, por marxista primigenio. El otro, por lo mismo o por lo contrario, por genio a secas. La cosa viene a cuento de las polémicas vanas que, como serpientes de verano, tratan de envenenarnos la convivencia canicular. Si la alcaldesa, en coherencia con su pensamiento y su ideario, decide no participar en el acto religioso de hisopar las aguas de la bahía de San Lorenzo, surgen farisaicos rasgados de vestiduras. Si los cielos de la misma bahía acogen un pacífico cabriolear de aviones, estallan reacciones antibelicistas de apariencia extemporánea.
Más economía y menos antropología.
Confieso que no sé describirlo con la precisión de César Rendueles, pero tengo la sensación de que este iliberalismo imperante, como ahora se llama al sistema político y económico de emergente dominio, gana por goleada cuando nos mete, arropado por multiplicadoras redes sociales, en disputas sobre pilosidades y nos distrae de los meollos de las cuestiones. Quiero decir que no ha de confundirse el espacio privado (las iglesias) con el público (las playas), como tampoco un cómic de hazañas bélicas con la guerra de Siria. Quiero decir que la discriminación de las mujeres no se resuelve modificando los diccionarios de la RAE, sino atacando de raíz su mayoritaria dependencia económica. Quiero decir que el rechazo a los que surcan los mares en pateras no proviene de su color o de su raza, sino de su pobreza y la de sus pueblos de origen. Quiero decir que el maltrato animal no desaparecerá por un generalizado y absurdo otorgamiento de derechos a todos los seres orgánicos que viven, sienten y se mueven por sus propios impulsos, sino por la exigencia de obligaciones en su cuidado y preservación a los tenedores.
Quiero decir que los árboles que nos plantan ante los morros no nos dejan ver el bosque, nos dispersan en cien batallitas a la vez, nos entretienen, nos ocultan los problemas de fondo. Cuando un castizo afirma que más cornadas da el hambre, está señalando cuál ha de ser la prioridad del combate por la vida. Lo que quiero decir y digo es que poco progresaremos si nos enredamos los unos y las otras en tanto ismo moderno y fútil y no acometemos los cuatro derechos de siempre lejos aún de asentarse aquí, allá y acullá: el trabajo digno, la vivienda decente, la sanidad y la educación universales y gratuitas.
Lo dicho: Más economía y menos antropología.

Gobernanza zangolotina
Septiembre de 2019
Descártese, por alambicado y exigente en extremo para los tiempos que corren, el primer significado de la palabra gobernanza que figura en el Diccionario de la lengua española. Dice así: «Arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía». Escójase, mejor, por sencillo e inclusivo (a todos incumbe), el segundo, que se limita a reproducir la definición registrada correspondiente a la palabra gobernación: «Acción y efecto de gobernar o gobernarse». El precitado diccionario anota también que el término zangolotino,na se aplica a una persona joven que manifiesta un comportamiento y una mentalidad aniñada. Señala además que proviene del verbo zangolotear que, cuando alude a cosas, significa moverse por estar flojas o mal encajadas, mientras que referido a personas significa moverse de una parte a otra sin concierto ni propósito. Que cada cual elija o asigne al encabezamiento titular las acepciones que prefiera. De todas todas, se podrá observar que el vocablo zangolotino viene al pelo, por desusado o raro que parezca, para describir el ejercicio de la política en esta era del tecnonegocio, de las tecnoindustrias de la información y la comunicación tanto en los patios patrios como allende nuestras fronteras. Son como niños sus actores principales cuando confunden la transparencia con el espectáculo, con la escenificación impúdica, con un reality show. Como jabatos con los brazos en jarras cuando tan a menudo desafían. Como gallitos de pelea cuando, en su particular corral, se encaraman a tribunas, púlpitos o plataformas. Como youtubers imberbes o instagramers lampiñas cuando se exhiben ufanos desde una pantalla. Como adolescentes compulsivos cuando tuitean. Como personajillos inmaduros cuando wasapean con denuedo. Como infantejos atorrantes cuando bloguean. Son, en resumidas cuentas, fatuos zangolotinos. Lo peor —nadie saque pecho— es que se nos parecen como gotas de agua. Son igualitos al resto de los mortales. Como el presidente de la comunidad de vecinos obsesionado con la vigilancia de los trasteros, tal que si jugara a policías y ladrones. Como la inquilina del quinto que busca modo hasta en el ascensor de distraerle el chorbo a la del segundo. Como el camarero del bar de abajo que sisa, al descuido, la pasta del bote de las propinas. Como la cocinera del restaurante de los fines de semana que fuma entre los fogones a escondidas del dueño. Como la entrenadora que no saca de titular a fulanita porque no traga a su padre zutano. Como el estudiante que fabrica chuletas de usar y tirar en vísperas de exámenes. Como el taxista que pega rodeos desenfadados para llegar a la calle del cliente con el solo objeto de engordar la factura con torpe disimulo. Como el jefe de personal que cronometra el tiempo del bocadillo como si de una carrera contrarreloj se tratara. Como el fontanero que ofrece los servicios, cual prestidigitador, con IVA por aquí, sin IVA por allá. Como el periodista que rotula titulares llamativos y falsos con el único objetivo de epatar. Como el sindicalista que considera a los trabajadores soldaditos de plomo predispuestos a inmolarse, a transformarse en cenizas de cuento. Como el cura que juega a un obsceno escondite por debajo de la sotana. Como el cantante que no canta, perrea, o el músico que no toca, engaña con playback. Como el futbolista que simula penalti a la desesperada en el tiempo de descuento…
A qué seguir si tal parece, al decir de la RAE, que nos hemos travestido en cosas inestables, volubles, inconstantes por flojas o mal encajadas; en personas que deambulamos sin concierto ni propósito. Todo indica, al dictado de la academia y a nuestro parco entender, que en este tiempo y lugar predominan mentalidades y comportamientos aniñados; que impera un patológico y casi universal infantilismo en el desempeño de la función política y en la propia organización y funcionamiento de las sociedades civiles, articuladas en torno a redes virtuales de juguete. La gobernanza planetaria de los zangolotinos, vaya.


José Manuel Sariego Martínez (Santibáñez de la Peña, Palencia, 1954), más conocido por su dedicación a las tareas políticas como concejal, diputado regional y dirigente del partido socialista gijonés, ha publicado dos libros en los que se entremezclan reflexiones y comentarios derivados de aquella actividad junto a textos más intimistas: La ciudad y la memoria que se me escurren entre los pliegues de la rutina (La Productora, 2004) y Desusado estuche de mi memoria (Trea, 2013). En 2015 publicó en Trea su primera, decidida, neta incursión en los inabarcables territorios de la república literaria: Los reinos tristes de Acilina.
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