Poéticas

Lo breve en su eternidad

Una antología de la creación aforística del asturiano Fernando Menéndez muestra la fortaleza de un pensar y un escribir que busca «descubrirse en el otro».

/ una reseña de Carlos Alcorta /

«Sé que somos la suma/ de instantes sucesivos», escribió José Hierro en el poema titulado «El momento eterno». Fernando Menéndez (Mieres del Camín, 1953) ha titulado esta antología de aforismos «La eternidad del instante» que no contradice los versos de Hierro, aunque si nos atenemos con rigor a las dos partes del axioma podríamos concluir que, en definitiva, nosotros somos eternos, y quizá lo seamos mientras dura el relampagueo de ese aforismo que nos paraliza y nos deslumbra, como lo hacen muchos de los de Fernando Menéndez; un autor con una más que consolidada trayectoria como aforista y escritor de formas breves. No es aventurado asegurar que ha sido uno de los baluartes en la resurrección del género. «En mis creaciones de poesía ya prevalecía la brevedad en poemas muy condensados que me permitieran tiempo para crear una variada y singular colección de manuscritos», escribe. Prueba de ello libros son títulos como, por citar los más recientes, Biblioteca interior (2003), Dunas (2004), Hilos sueltos (2008), Tira líneas (2010), Salpicaduras (2013), Artificios (2014), Los sueños de las sombras (2016) o Tempo di silencios (2018). Un buen puñado de libros, y es que Menéndez es uno de los más inveterados cultivadores de un género que solo en los últimos años ha adquirido la proyección que sin duda merece.

Los aforismos que ocupan esta «Antología esencial» preparada por José Luis Trullo, abarcan el enorme abanico temático que interesa a Menéndez, aunque su contenido se puede resumir en varios bloques principales: como en todo aforista que se precie, encontramos aquí también una suerte de metapoética que analiza la propia esencia del aforismo: «Un aforismo puede perforar el silencio», explica, y también «Un aforismo fija la mirada de su tiempo», aunque, casi en sentido opuesto, afirme que «El aforismo es un viento de loco en los oídos».

No escasean tampoco los aforismos de contendido político y social, con una carga crítica notable, como vemos en estos ejemplos: «La política es la meretriz de las promesas», «La clase política, unas marca distintiva y definitiva del sistema» o «El pueblo no es dueño de su destino sino de su incertidumbre».

Fernando Menéndez respeta como nadie una de las características más sustanciales del aforismo: la brevedad. «También se llega a la brevedad por la indolencia», afirma; y de Horacio son estos versos: «Si procuro ser breve, soy oscuro». Salvo escasas excepciones, ninguno de sus aforismos sobrepasa la línea. Así, la brevedad queda directamente asociada a la contundencia del decir, otra de las características más significativas del género. «Me quedo siempre con aforismos de una sola línea, y si ocupan menos, mucho mejor ―escribe Fernando Menéndez―. El trabajo consiste en pulir y desechar hasta conseguir el encaje de las formas aforísticas en una estructura compleja y diferente». Esta contundencia tiene algo, sin embargo, de perverso, porque desecha la ambigüedad del significado, tan recomendable en la hora del lector, y se establece casi como una guía de una interpretación única.

Las reflexiones sobre el acto de pensar, sobre el pensamiento, o la carencia de este, también provocan que el autor coja la pluma y con ella busque dar cauce a sus ideas: «Pensar ―escribe― es ofrecerse a la incertidumbre de vivir», «Lo propio del pensamiento es la necesidad de lo inacabado». O: «Todo pensamiento, como todo hombre, está en el aire». La poesía y los poetas son también objeto de su mirada crítica: «Cada poeta tiene en su página en blanco de soledad seducida». «Todo poeta secreta algo inhumano». «Hay dos tipos de poetas: los borricos del fondo y los papanatas de la forma». O, por lo que respecta al poema: «El poema es temporal y el instante irrevocable». O: «Un poema, una angustia autónoma con música». Y hablando de música, esta, junto a la pintura, también suscitan reflexiones en Menéndez: «La música, como la historia, vive la raya del mysterium magnum». O: «En la música, donde la luz y la sombra se dan cita». Con respecto de la pintura, solo un par de ejemplos, eso sí, suficientemente definitorios: «La pintura es una transfiguración de la apariencia» y «La pintura entra en lo desconocido por lo conocido».

Hay otros temas en esta sobria recopilación, pero este comentario es solo una invitación a la lectura de uno de los aforistas más convencidos de la idoneidad de un género que condensa en pequeñas cápsulas de pensamiento el remedio oportuno para hacer frente a una época convulsa, en la que el ser humano ha perdido la confianza en las grandes ideas; la ilusión en los mitos ancestrales y la fe en las religiones. Nos queda, por tanto, el resquicio de la palabra y la esperanza en que vivir sea, como quiere Menéndez, «descubrirse en el otro».



Antología de aforismos de Fernando Menéndez

Pensar es ofrecerse a la incertidumbre de vivir.

También se llega a la brevedad por indolencia.

Pocos hombres alcanzan  su infancia.

Hay metafísica de sobra en toda bañera

Los mapas son los deseos en miniatura.

En toda política se oculta otra política.

Mires a donde mires, rumores y brumas.

Toda perfección es póstuma.

Cada época elige su ausencia genuina.

La cultura justifica los remordimientos.

La ausencia, la sombra nunca dibujada.

Irás al sueño, al otro lado del aforismo.

La honestidad es una tentación.

La felicidad no tiene historia.

Tener razón no es un hecho sino una tarea.

La rebelión como lo tópico o lo utópico.

Todo hombre tiene su campo de concentración.

El equívoco del político es que cree necesaria su existencia.

Toda poesía tiene su doblez y su vacío.

La levedad del verso, un secreto del poeta.

Bienaventurados los poetas que os mudáis de mentiras.

Aforismos y vanidades hay en todas partes.

Los pensamientos son los arpegios del corazón.

La música es un espacio privado del corazón.


La eternidad del instante
Fernando Menéndez / José Luis Trullo (sel. y pról.)
Cypress, 2022
94 páginas
12 €

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Carlos Alcorta (Torrelavega [Cantabria], 1959) es poeta y crítico. Ha publicado, entre otros, los libros Condiciones de vida (1992), Cuestiones personales (1997), Compás de espera (2001), Trama (2003), Corriente subterránea (2003), Sutura (2007), Sol de resurrección (2009), Vistas y panoramas (2013) y la antología Ejes cardinales: poemas escogidos, 1997-2012 (2014). Ha sido galardonado con premios como el Ángel González o Hermanos Argensola, así como el accésit del premio Fray Luis de León o el del premio Ciudad de Salamanca. Ejerce la crítica literaria y artística en diferentes revistas, como ClarínArte y ParteTuriaParaíso o Vallejo&Co. Ha colaborado con textos para catálogos de artistas como Juan Manuel PuenteMarcelo FuentesRafael Cidoncha o Chema Madoz. Actualmente es corresponsable de las actividades del Aula Poética José Luis Hidalgo y de las Veladas Poéticas de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander. Mantiene un blog de traducción y crítica: carlosalcorta.wordpress.com.

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