Narrativa

Toda la verdad que se esconde

Antonio Reseco reseña 'La belleza de lo pequeño', de Tomás Sánchez Santiago, un libro que se fija en aquello y aquellos que no suelen captar nuestra atención.

/ una reseña de Antonio Reseco /

He usado en más de una ocasión una cita de Walt Whitman que dice: «The insignificant is as big to me as any» («Para mí, lo insignificante es tan grande como cualquier otra cosa»). Bien pudiera resumir esta especie de mantra el libro de Tomás Sánchez Santiago, La belleza de lo pequeño. Porque, tanto tras la acotación, como tras la obra del zamorano, se esconde toda una filosofía de vida que busca la médula del mundo y de las cosas en la cotidianidad, en aquello que no llama la atención, en todo lo alejado del ruido y el exhibicionismo y que es, sin embargo, lo que arma nuestra existencia. En un portentoso alarde de observación, los detalles captados por el autor nos hablan de una sensibilidad en perfecta simbiosis con el hombre de a pie, es decir, con la sabiduría de vivir y no de medrar. Podríamos decir que el espíritu de lo pequeño es el espíritu de Dios, y entiéndase esto como un panteísmo laico, de humanidad, que resalta la importancia de todo lo que en silencio nos acompaña.

Tomás Sánchez Santiago, con sus textos de prosa poética, cargados de poderosas imágenes («tomamos el caldo a cucharadas, golpeándolas como remos en el agua»), nos implica en una suerte de huir del mundo para quedarnos en él. Pues es solo aquí donde podemos encontrar la belleza y nuestra propia explicación. Cualquier detalle, cualquier objeto, cualquier palabra, cualquier persona sirve de base para llegar a la esencia de las cosas: unas ciruelas hirviendo, unas gotas de agua en una baranda, un cascanueces, un zapatero. Todo encierra una lección: «Envoltorios, desperdicios, cáscaras, munición que habla con otra sabiduría, lejos de las obligaciones ya». De hecho, somos nosotros, los locos que caminamos obnubilados por la fanfarria y el reloj, los que despreciamos lo mucho que se esconde en lo menudo: «Hay cosas que de repente nos dejan por su cuenta. No desean seguir con nosotros, quizá no las merecemos».

La belleza de lo pequeño se fija en aquello y aquellos que no suelen captar nuestra atención y que, sin embargo, están ahí, cubriendo huecos cuya ausencia solo se nota en el sosiego y la pausa. En el capítulo El sitio de las cosas, son estas las que poseen un nombre que ignoramos, a veces, pero que, rescatadas, atesoran la fuerza de lo auténtico: «Feliz el sueño de las especias: olores y sabores en formación callada».  Igualmente ocurre con esas personas, en ocasiones secundarias, que conforman un universo de personajes casi dickensianos, humildes en su origen, pero poseedores de un saber genuino y ancestral. Son Los seres suaves. Hombres y mujeres que viven lo cotidiano; seres ya olvidados pero que poblaban el imaginario de nuestras calles hasta que el tiempo les fue haciendo menguar y diluirse. Son todos esos seres entrañables que «perdieron siempre su turno porque su lugar era la desaparición». Y, por último, están Los pequeños quehaceres. Un frutero, un comerciante, un barrendero, un relojero. Profesionales enamorados, quizá sin saberlo, de su humilde ciencia, como la pareja que a nadie encaja pues él es rico y ella pobre, pero donde «en el fondo del enamoramiento está siempre el exceso como constituyente natural». Un amor hacia lo menudo y que es, sin embargo, el pilar de todo lo que somos.

Tomás Sánchez Santiago nos muestra en este libro equilibrio y armonía y, por supuesto, su habitual precisión en el lenguaje. Porque, aunque buena parte de estos textos quiera huir de cualquier exaltación poética, son pura poesía y es en esta donde más cómodo parece encontrarse el autor. Su forma de mirar el mundo, o lo que es lo mismo, de buscar la belleza en la fealdad que nos rodea, solo puede conseguirlo aquel que disfruta con la propia belleza de las palabras. Para ello se requiere, además de industria, tiempo de contemplación ya que, como bien dice él, «mi único oficio es esperar».

Incluido en una cuidada y precisa colección de Eolas Ediciones, La belleza de lo pequeño es de esos libros que valen para pensar. Pero no proyectando el discurso hacia ideas abstractas y ajenas, sino para pensarnos a nosotros mismos, cómo hemos llegado hasta aquí, qué es lo verdadero y qué pura impostura. Para enriquecernos con una lectura que suma y apacigua, que uno desearía que nunca terminara de mostrarnos ejemplos de toda esa maravilla que nos rodea ante la indiferencia generalizada. Ejemplos que son luz, llama que ilustra e ilumina, «lumbre baja que no brilla pero sí quema».


La belleza de lo pequeño
Tomás Sánchez Santiago
Eolas, 2022
116 páginas
13 €

Antonio Reseco (Villanueva de la Serena, 1973) es licenciado en derecho. Entre otros, ha publicado los poemarios Un lugar conocido (2002), Anotaciones del viaje (2005), El otoño cotidiano (2005), Geografías (2006), Huidas (2009), London Bureau (2012), Casi no existir (2015) y Equilibrios (2021). Es autor de numerosos artículos, relatos y poemas que han aparecido en distintas revistas y ha sido incluido en diversas antologías. En 2012 fue publicada su primera obra de teatro, Dickens no tiene corazón, y el libro de relatos El conejo, la chistera y el mago sin memoria; en 2018 el volumen de relatos El café portugués. También en narrativa, Lo que no será (2021) Dedica también otra parte de su labor creativa a la traducción, al ensayo y a la crítica literaria. Dentro de estos, se encuentra su último libro El tiempo de los transatlánticos.

1 comment on “Toda la verdad que se esconde

  1. Agustín Villalba

    El autor del cuadro (minúsculo) que ilustra el artículo y se halla en el Musée d’Orsay es Manet (“L’asperge”,1880).

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