El runrún interior

El runrún interior (91)

Pablo Batalla Cueto registra en su dietario pensamientos propios y notas de libros leídos y cosas vistas en Internet, escribiendo sobre las 'Stolpersteine' o la lectura de 'Mundo soñado y catástrofe', de Susan Buck-Morss.

/ por Pablo Batalla Cueto /

El runrún interior (90)

Martes, 21/2/2023. Una noticia de El Comercio: «MODA INSPIRADA EN POZOS Y SINDICATOS. El diseñador langreano Oliver Iglesias presentó en Madrid su marca, 93 sierra/crosses, con sello de la Cuenca minera». Un mundo fenecido se convierte en disfraces, como siempre que fenece un mundo. Anida la misma lógica en este desfile que en una feria medieval. Disfrazarse de minero, de sindicalista, ya es lo mismo que hacerlo de caballero del Medievo.

*

Parece que Manuel Díaz, célebre hijo extramatrimonial de El Cordobés, con quien llevaba décadas tratando de establecer relación, a lo que este se negaba, lo ha conseguido por fin. Lo cuentan los periódicos y las revistas del corazón, mostrando una foto de los dos, abrazados y sonrientes. Siento por la tauromaquia y el universo de caspa carpetovetónica que le rodea la mayor de las repugnancias y desde luego la siento por El Cordobés, pero confieso que he seguido con curiosidad esta historia a lo largo de los años. Hay algo en ella en lo que retumba la resonancia de las profundidades de lo humano. Me inspira lástima y compasión ese niño que creció persiguiendo la sombra de un padre ausente, que se hizo torero como él a fin de impresionarlo, que en 1986 saltó al ruedo en Las Ventas durante una corrida suya, que cuando ya era famoso a su vez seguía siendo repudiado, que no desfalleció, ni tuvo la racionalidad de despreciar con toda su alma a aquel perfecto mierda que le despreciaba, y ahora abraza sin ningún reproche, con rostro de resplandeciente felicidad sin matices, a quien lo engendró de este modo y luego se hizo el sueco (y de quien es de esperar que pronto tendrá que ir a su funeral: El Cordobés tiene 86 años):

«La vida de María Dolores Díaz no fue fácil, pero ella no dejó que sus problemas afectaran a su primogénito. Apenas tenía 20 años cuando, en 1967 conoció a Manuel Benítez cuando éste visitó la casa en la que ella trabajaba de camarera. El ya popular torero se fijó en ella enseguida e intentó conquistarla. Huyendo de él, la joven dejó el empleo y empezó a trabajar en un bar, pero el Cordobés logró localizarla. La insistencia del diestro hizo que María Dolores se enamorara de él, cayendo rendida a sus encantos y quedándose embarazada, algo que disgustó enormemente a sus padres, quienes la echaron de casa».


Miércoles, 22/2/2023. Recibo un e-mail genérico de Marina Valero, quien se presenta periodista de Objetivo Empleo por LinkedIn Noticias España. Leo: «Pablo, ¿crees que España está preparada para el trabajo por objetivos? ¿Te imaginas poder irte a casa antes de hora si cumples tu trabajo? La jornada por objetivos ayuda a conciliar, da flexibilidad a los trabajadores para organizarse y premia a los más productivos. A diferencia de lo que muchos piensan, trabajar más horas no significa ser más productivo ni mejor profesional». Apetece contestarle: «Hola, Marina. Creo que España está muy preparada para, si eso se empieza a hacer, y uno cumple sus objetivos del día antes de la hora, al día siguiente le pongan más objetivos».

*

Me topo con una nueva Stolperstein en La Calzada, en Gijón: uno de esos pequeños cuadrados dorados que, encastrados en el suelo, guardan la memoria de una víctima del nazismo. Esta dice: «Aquí vivió José Otero Álvarez · Nacido 1919 · Exiliado Francia · Deportado 1940 Mauthausen · Asesinado 17.9.1941 Gusen». Me parece, esto de las Stolpersteine (en alemán, «piedras de tropiezo»), una iniciativa maravillosa; una memoria democrática a la vez discreta y llamativa; modesta, pero sorpresiva, y omnipresente en lugar de arrinconada; homenaje, no a un abstracto heroísmo, sino a la concreción plural de los héroes. Las Stolpersteine te dicen: «La gran historia no es un cuento mitológico que ocurrió en otra dimensión, distinta del espacio y el tiempo que conoces, sino que sucedió aquí, en tu calle, en tu barrio, la acera por la que pasas todos los días. Eres vecino de la casa de un héroe. Aquí vivió un señor o una señora que tenía nombre y apellidos, carné de identidad, que podía llamarse como tú, que era tan singular como cualquier otro ser humano, que tenía su vida y circunstancia, sus grandezas y sus miserias, pero en un momento crucial cumplió con su deber». El nombre no se ahoga en el océano de cuatro mil otros, como en otros monumentos que los listan, sino que se singulariza, se realza, te obliga a fijarte en él. Pero, a la vez, la pequeñez de la piedra transmite el uno entre muchos cuya pedagogía también es muy necesaria.

En ocasiones, es cierto, las Stolpersteine no homenajean a héroes, a combatientes, sino a meras víctimas, como es el caso de las que, por toda Europa, recuerdan a los judíos masacrados por la Shoá, pero también en ese caso imparten estas escuetas piedras una lección necesaria para ponernos las pilas: aquí, al lado de tu casa, vivió un hombre o una mujer inocentes a los que la barbarie más inconcebible se llevó para exterminarlos. Y como decía Primo Levi, si ocurrió, puede volver a ocurrir.

*

He contado alguna vez que en Tazones, mi pueblo paterno, se hace cada año desde hace unos cuarenta una representación del desembarco de Carlos V en 1517. Es una cosa seria y escrupulosa, pero ayer me enteré de algo curioso: al principio era de coña; una cosa más bien paródica. El promotor sí quería hacer algo serio, pero en el pueblo se lo tomaban a chufla y se lo convertían en eso; en una parodia. Con los años, sí fueron tomándoselo en serio. Y ahora es una cosa cuidada hasta el mínimo detalle. Esa evolución, me parece, dice algo sobre nuestra época.

*

Conocemos hoy que Vox presentará la moción de censura contra Sánchez, con Ramón Tamames de candidato, el próximo lunes. Yo, aparte de cualquier otra cosa que se pueda decir de este esperpento, creo que, incluso desde su punto de vista, es un error. Es no leer el momento: en 2023, a diferencia de en 2014, la gente está saturada de política-espectáculo y de sacamiento de conejos de chisteras.

*

Leo en Mundo soñado y catástrofe: la desaparición de la utopía de masas en el Este y el Oeste, de Susan Buck-Morss, que inmediatamente después de la Revolución, los bolcheviques grabaron estos nombres en un obelisco zarista resignificado: Marx, Engels, Liebknecht, Lasalle, Bebel, Campanella, Meslier, Winstanley, Tomás Moro, Saint-Simon, Vaillant, Fourier, Jaurès, Proudhon, Bakunin, Chernishevski, Lavrov, Mijailovski y Plejánov.


Jueves, 23/2/2023. Leo en Mundo soñado y catástrofe que

«Cuando la película Intolerancia de D. W. Griffith (EE.UU. , 1916) fue elegida para ser presentada en el primer Congreso del Comintern en Petrogrado en 1921, “el problema mayúsculo con el que se encontraron los soviets fue el insistente tema de la película, según el cual la historia es cíclica. Intolerancia adelanta las razones por las que los mismos ciclos de intolerancia e injusticia simplemente se repiten con diferente vestuario histórico… una época tras otra”. Por el contrario, la película de Sergei Eisenstein Octubre (1927), versión de la Revolución Bolchevique, usa la técnica del movimiento hacia atrás para representar el deseo imposible de los reaccionarios políticos de dar marcha atrás al tiempo. Eisenstein describió la primera escena del siguiente modo:

“La película comienza con tomas semi-simbólicas del derrocamiento de la autocracia, representada mediante el derribo de la estatua de Alejandro III… El desmoronamiento de la estatua se filmó también en movimiento inverso: el trono con el torso sin brazos y sin piernas volaba hacia atrás de vuelta al pedestal. Los brazos, piernas, cetro y orbe volaban hacia arriba también para unirse al cuerpo. La indestructible figura de Alejandro III se sentaba una vez más, muy ceremonioso, mirando con expresión ausente al espacio. Esta escena se tomó para el episodio del ataque de Kornilov sobre Petrogrado en el otoño de 1917 y representaba los sueños de todos aquellos reaccionarios que esperaban que el éxito del general llevara a la restauración de la monarquía… Visualmente hablando, la escena tuvo un enorme éxito”.

[…] A comienzos de los años treinta se eligió en Moscú un emplazamiento para la construcción del Palacio de los Soviets. La Catedral de Cristo Salvador, construida para conmemorar la victoria rusa sobre Napoleón (y completada en 1883 bajo el reinado del zar Alejandro III) fue dinamitada con el objeto de despejar el terreno. La destrucción de la misma fue filmada. […] La construcción del palacio comenzó en 1939 y se interrumpió cuando Alemania invadió Rusia. Tras el discurso de desestalinización de Krushchev, los planes para la construcción del Palacio de los Soviets se abandonaron definitivamente. En el solar de “dos edificios inexistentes”, se construyó una inmensa piscina pública. […] En 1994, el gobierno ruso eliminó la piscina y comenzó en este mismo lugar la restauración de la Catedral de Cristo Salvador, reproduciendo exactamente la apariencia que tenía en 1883. Este proyecto, completado en 1998, de hecho reproducía hacia atrás el curso de la historia, imitando, al revés, la película de la demolición de la catedral».

*

Leo también en Mundo soñado y catástrofe que, entre los campesinos de la primera URSS, Henry Ford adquirió un aura casi divina. Era el fabricante de los codiciados tractores Fordson, que maravillaban a aquellos labriegos como una promesa de la liberación de su atraso. Algunos campesinos llamaron Ford a sus hijos. Richard Stites escribe que «los campesinos llamaban a sus tractores fordzonishkas… Lo veían como un personaje mágico, y le preguntaban al periodista Maurice Hindus si era más rico que los zares y si era el americano más listo. Ansiaban contemplarle personalmente. El nombre de Ford era conocido mejor que el de la mayoría de las figuras comunistas, con la excepción de Lenin y de Trotski. […] Un periodista de negocios observó en 1930 que Lenin era el Dios ruso y Ford su San Pedro».


Viernes, 24/2/2023. Hay una canción de hace unos años que detesto, pero en cuyo éxito —hace unos años ya— he pensado mucho, porque me parecía que revelaba algo sobre el presente de Asturias; algo a lo que no acababa de poner nombre. Me refiero al Asturias de Melendi. Y me parece que ya he dado con el quid. La canción debe ese éxito a cómo refunde todos los imaginarios asturianos: el nacionalcatólico («Covadonga es la Santina más bonita de la Tierra», «y hacer caso a don Pelayo luchando con pundonor, pues mientras nos queden piedras lo que nos sobra es valor»), el obrero («su cuenca minera borracha y dinamitera») y el turístico («el jardín de Adán y Eva estaba en territorio astur»). Melendi, sin proponérselo, supo condensar el nuevo relato de la asturianidad postindustrial; resolver las carencias de himnos anteriores en cuanto a su capacidad de hablarle al presente. El Asturias, patria querida, con ser, por supuesto, muy popular, encarna un imaginario demasiado agrario: el árbol, la flor y la morena en el balcón de la quintana. El Asturias de Víctor Manuel, demasiado industrial. La nueva juventud de la Asturias terciarizada de las minas cerradas y los astilleros desmantelados necesitaba un himno en el que reconocerse a sí misma, que recogiendo los restos de imaginarios pasados hablase también del hoy. De Fernando Alonso, el descenso del Sella, les fiestes de prau y el puñetero paraíso natural.

*

Vuelvo a toparme por ahí con la historia, que me parte el corazón cada vez que la leo, de Malva Marina, hija de Pablo Neruda y la holandesa María Antonieta Hagenaar, que nació con hidrocefalia en el Madrid de 1934. Neruda, que desapareció pronto, la describió como «un ser perfectamente ridículo, una especie de punto y coma, una vampiresa de tres kilos»; y cuando la niña falleció, con ocho años, recibió un telegrama que no contestó. Parece que se conservan varias cartas en la que la madre, en medio de la segunda guerra mundial, pide dinero a Neruda desesperadamente, diciéndole que cumpla con sus tareas de padre, porque el poeta, muchas veces, no les pasaba dinero.

Hay dos cosas que a mí me hicieron dejar de admirar a Neruda, con independencia de no dejar de reconocerle las cosas admirables que hizo, ni de leer y disfrutar su poesía. Una es esta historia. La otra es mucho menos grave, pero algo que —diríamos en Asturias— a mí no me cayó embaxo. Fue visitar Isla Negra, en Chile, y ver que, habitación por habitación de aquella casa de la que se nos contaba que estaba tal cual era cuando vivían en ella, con la ropa de Neruda y Matilde en los armarios, etcétera, todo estuviera repleto de cosas de Neruda. De sus colecciones, sus cosas, decoraciones que él había decidido, etcétera. La cantina con los nombres de sus amigos grabados en las vigas. ¿Dónde estaban las cosas de Matilde? Me dio la sensación de un hombre ególatra y eclipsador.

Los defensores de Neruda justifican lo de Malva Marina con lo típico: la época. Pero en aquella época, Federico García Lorca escribió a esa niña despreciada por su padre este poema hermoso:

Malva Marina, ¡quién pudiera verte
delfín de amor sobre las viejas olas,
cuando el vals de tu América destila
veneno y sangre de mortal paloma!

¡Quién pudiera quebrar los pies oscuros
de la noche que ladra por las rocas
y detener al aire inmenso y triste
que lleva dalias y devuelve sombra!

El Elefante blanco está pensando
si te dará una espada o una rosa;
Java, llamas de acero y mano verde,
el mar de Chile, valses y coronas.

Niñita de Madrid, Malva Marina,
no quiero darte flor ni caracola;
ramo de sal y amor, celeste lumbre,
pongo pensando en ti sobre tu boca.

Y luego está esto que yo no sabía, que me cuentan ahora, y que Neruda relata en Confieso que he vivido:

«El cubo amanecía limpio cada día sin que yo me diera cuenta de cómo desaparecía su contenido. Una mañana me había levantado más temprano que de costumbre. Me quedé asombrado mirando lo que pasaba.

Entró por el fondo de la casa, como una estatua oscura que caminara, la mujer más bella que había visto hasta entonces en Ceilán, de la raza tamil, de la casta de los parias. Iba vestida con un sari rojo y dorado, de la tela más burda. En los pies descalzos llevaba pesadas ajorcas. A cada lado de la nariz le brillaban dos puntitos rojos. Serían vidrios ordinarios, pero en ella parecían rubíes.

Se dirigió con paso solemne hacia el retrete, sin mirarme siquiera, sin darse por aludida de mi existencia, y desapareció con el sórdido receptáculo sobre la cabeza, alejándose con su paso de diosa.

Era tan bella que a pesar de su humilde oficio me dejó preocupado. Como si se tratara de un animal huraño, llegado de la jungla, pertenecía a otra existencia, a un mundo separado. La llamé sin resultado. Después alguna vez le dejé en su camino algún regalo, seda o fruta. Ella pasaba sin oír ni mirar. Aquel trayecto miserable había sido convertido por su oscura belleza en la obligatoria ceremonia de una reina indiferente.

Una mañana, decidido a todo, la tomé fuertemente de la muñeca y la miré cara a cara. No había idioma alguno en que pudiera hablarle. Se dejó conducir por mí sin una sonrisa y pronto estuvo desnuda sobre mi cama. Su delgadísima cintura, sus plenas caderas, las desbordantes copas de sus senos, la hacían igual a las milenarias esculturas del sur de la India. El encuentro fue el de un hombre con una estatua. Permaneció todo el tiempo con sus ojos abiertos, impasible. Hacía bien en despreciarme. No se repitió la experiencia».

*

«La solución es la paz», dice Ione Belarra en referencia a la guerra de Ucrania. Lo que equivale perfectamente a no decir nada. Algo así como decir que la solución al cáncer es la salud. Ni la paz es una gracia celestial que caiga sobre nosotros si la invocamos lo suficiente, ni existe propiamente la Paz. Existen paces; distintas situaciones de no-conflicto, tantas como correlaciones de fuerzas posibles. La España de 1940 era una España en paz; la de 1935 también. No había guerra en aquellas dos Españas separadas por un lustro. Pero convendremos en que equiparar las dos situaciones llamándolas la Paz no tiene mucho sentido. A mí, en este asunto me sale una vena medio bueniana: dime a qué paz concreta, a qué correlación de fuerzas realista y precisa aspiras y cómo pretendes conseguirla; no me vengas con líricas de cura melindroso que no van a ninguna parte.


Sábado, 25/2/2023. Leo una microhistoria de la Transición que ilustra bien una historia macro: Juan Carlos Rodríguez Ibarra, expresidente de Extremadura, reconoce que el Día de Extremadura —el 8 de septiembre compartido con Asturias, que allá celebra a la Virgen de Guadalupe— fue «una cacicada mía» suya. «Los grupos parlamentarios decidieron que fuera el día que se constituyó la Asamblea de Extremadura. Yo llamé a mi grupo y ahí está el 8 de septiembre».


Domingo, 26/2/2023. Escuchado en una localidad en la que se va a celebrar una jura de bandera: «Vamos Fulano y Mengano. Perengano no hace falta que venga, porque ya la hizo en la mili». ¿La jura de bandera es una especie de vacuna del sarampión filoetarra: te la pones una vez y a correr? ¿No conviene una segunda dosis?

*

Luis López Carrasco: «Leo habitualmente en reseñas y artículos sobre la “amarga lucidez” o la “lúcida amargura” de Rafael Chirbes. Que todo bien, pero que también a veces la amargura es solo amargura».


Lunes, 27/2/2023. Leo que, en una carta, Monet se lamentaba porque un día había amanecido sin nada de smog, elemento crucial en sus cuadros: «Cuando me levanté,  me asusté al ver que no había niebla, ni siquiera un hilo de niebla». En muchas cartas, lamenta la ausencia de las nuevas industrias para despertar su creatividad: «Todo es como si estuviera muerto, sin tren, sin humo ni barco, nada que emocione un poco la tormenta». Sin revolución industrial, no habría habido impresionismo.

*

Leo, y me parto de risa al leerlo, que la última propuesta que hizo Ramón Tamames en el Comité Central del PCE antes de irse —pensada para excluir a Santiago Carrillo— fue… poner un tope de 65 años a la edad de los dirigentes del Partido.

*

Comenta Segio Félix Frías: «A mí me parece que la moción de censura [de Vox] puede ser un buen momento para que Yolanda Díaz anuncie que es candidata a la presidencia. Es probable que me equivoque, pero en ese debate se va a hablar sobre el pasado, presente y futuro. Podría cambiar la agenda política completamente». Yo diría que no. Creo que la moción va a ser fuertemente repudiada por una población saturada de la política-espectáculo de la última década, y que asomar la cabeza en ella, aunque sea para presentarse como contramodelo, significaría recibir el mismo castigo. Conviene aquí aquello de no interrumpir al enemigo cuando comete un error. De Yolanda Díaz, la gente ya sabe perfectamente que va a ser candidata. Anunciarlo a bombo y platillo sería visto como una exigencia de atención que creo que le perjudicaría. Frente al sainete ridículo con el que un Vox declinante pretende forzar el protagonismo que ha ido dejando de tener, el mejor contramodelo es la discreción.

El runrún interior (92)


La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es lnuevodr-1024x682.jpg

Pablo Batalla Cueto (Gijón, 1987) es licenciado en historia y máster en gestión del patrimonio histórico-artístico por la Universidad de Salamanca, pero ha venido desempeñándose como periodista y corrector de estilo. Ha sido o es colaborador de los periódicos y revistas Asturias24, La Voz de Asturias, Atlántica XXII, NevilleCrítica.cl, La Soga, Nortes, LaU, La Marea, CTXT y Público; dirige desde 2013 A Quemarropa, periódico oficial de la Semana Negra de Gijón, y desde 2018 es coordinador de EL CUADERNO. Ha publicado los libros Si cantara el gallo rojo: biografía social de Jesús Montes Estrada, ‘Churruca’ (2017), La virtud en la montaña: vindicación de un alpinismo lento, ilustrado y anticapitalista (2019) y Los nuevos odres del nacionalismo español (2021).

2 comments on “El runrún interior (91)

  1. Pingback: El runrún interior (90) – El Cuaderno

  2. Pingback: El runrún interior (92) – El Cuaderno

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: