Palo y astilla

Turistas

Francisco José Faraldo escriben sobre los amigos que nos avasallan con las fotos de sus viajes, a la vuelta de sus vacaciones.

/ Palo y astilla / Francisco José Faraldo /

En vacaciones todo vuelve por donde solía. La gente viaja, las pandemias se olvidan y el precio de los limones también. Las masas se mueven hacia las terrazas de los bares, se embarcan en cruceros o suben a toda prisa  las escalerillas de los aviones con rumbos exóticos. Algunos cogen una mochila y se ponen a andar como posesos. Todos los que participan en tales desplazamientos se parecen en esto: llevan consigo algún artefacto —un móvil, una cámara— para poder celebrar más tarde que se han movido del sitio habitual. Los que se quedan en las terrazas también perpetúan su excitante experiencia fotografiando la ración de mejillones que tienen sobre la mesa. Para joderle el día, envían la foto a algún amigo que sigue trabajando y vuelven a lo suyo. El problema son los que viajan a lugares más lejanos que el bar de la esquina. A esos les llamamos turistas, especie particularmente peligrosa en verano.

Los viajeros de Semana Santa resultan más fácilmente esquivables; son fechas menos proclives al desmadre y cuando regresan ya tenemos que reintegrarnos a nuestras tareas de costumbre y es más fácil encontrar pretextos. Pero en verano ya será otro cantar. Los turistas regresan inexorablemente a su lugar de origen, y allí estamos nosotros. Empieza septiembre, que siempre fue un mes con mucho peligro porque es cuando se reabren los parlamentos y el pedrisco perfora los racimos en las viñas. Los turistas de los que hablo son nuestros amigos, nuestros vecinos: estaría feo odiarlos.

Pienso en Alfonso, por ejemplo, que ayer me dijo que ya tiene programado su viaje a Egipto. No se quedará a vivir junto a las pirámides, sino que volverá a su casa, y a los pocos días aparecerá en la mía, llamará a mi puerta, me dará un abrazo, conectará su cámara de video al televisor —a mi televisor— y me invitará a visionar las 2 horas y media de la película de sus vacaciones. El verano pasado fueron playas, murallas romanas, el festival indie los drones en vuelo rasante sobre las cabezas de los bañistas. El próximo habrá cocodrilos, dromedarios y momias. Todos los agostos de su vida Alfonso viaja a lugares cada vez más lejanos  y lo filma todo. Yo, como un gilipollas, en vez de conducirle al ascensor a mitad de la sesión, repetiré el rito anual y le iré sirviendo cervezas y aceitunas mientras realiza sus comentarios, porque no es cosa de arruinar una amistad de veinte años, pero ganas me sobran. Después será el turno de Marisol, que es más de fotos y viene con su pareja. El año pasado fueron 321 fotos. Estos prefieren vino y patatas fritas.

Marisol y Alfonso no entienden mi extraña afición a pasarme en casa el mes de agosto. Varias veces intenté explicarles que no me atrae el tipo de viajes masificados donde no hay apenas contacto con las personas de los lugares visitados, pero no se dieron por aludidos y continúan en sus trece sin haber hecho un solo amigo en ninguno de los destinos turísticos elegidos en los últimos lustros. Al final de agosto regresan y muestran las nuevas aportaciones veraniegas para su base documental, que ya supera a la de la Filmoteca Nacional. A mí me dejan sin patatas y aceitunas. Ojalá no lean esto. O mejor sí.


Francisco José Faraldo (Ferrol, 1947) estudió magisterio y filosofía y letras en Madrid. Ejerció la enseñanza en Asturias y, durante doce años, en el Instituto Giner de los Ríos (Lisboa), ciudad en la que residió hasta 2018. Es autor de los libros de poemas Prédica del iluso (Premio Trivio) y La mano en el fuego (2017), tres textos teatrales y los ensayos El vecino invisible (2015) y Asociación Amigos de Mieres: cultura popular y lucha por la democracia en Asturias. En 2021 publica la novela Onofre, Raymond Queneau y una mula. En 2022 ha presentado la colección de poemas «Cantos y señas (básicamente es esto)» en Bohodón Ediciones.   Colabora en publicaciones periódicas de España y Portugal y ha impartido y coordinado cursos de creatividad destinados a profesores en ambos países. Como traductor ha vertido al portugués la obra teatral del dramaturgo sudafricano Athol Fugard y al castellano la producción del pedagogo y compositor belga Jos Wuytack.

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1 comment on “Turistas

  1. Inconmensurable Paco. Me has alegrado el día. Un abrazo

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