Mirar al retrovisor

Cuando no llueve en febrero, no hay buen prado ni centeno

Un artículo de Joan Santacana.

/ Mirar al retrovisor / Joan Santacana Mestre /

No llovió en febrero, luego – como reza el refrán- no habrá buen prado ni centeno. ¿Qué ocurre con el clima? Es bien sabido que los registros científicos del clima son relativamente recientes. Alcanzan algo más de un siglo. Por ello, siempre resulta relativo todo comentario sobre la evolución del clima cuando nuestra información es tan precaria. No me tomen por un negacionista climático, ya que resulta evidente que fenómenos meteorológicos como las prolongadas sequías se producen de forma inevitable. Sin embargo, sí que quisiera plantear algunas observaciones basadas en los registros históricos, como por ejemplo la circunstancia de que el estudio del archivo de la catedral de Toledo, en el siglo XVI, muestra que hubo veinticinco años con sequía, con episodios extremos en 1521, 1561, 1567 y 1578, cuando de febrero a mayo no caía una gota de agua.

Dejando aparte este episodio que al parecer sólo afectó a esta parte de Castilla,  quisiera recordar que cuando Felipe II murió, mientras se le hacían las exequias y el famoso predicador fray Lorenzo de Ayala, en las honras fúnebres del rey, el 15 de noviembre de 1598, invocaba  un nuevo Apocalipsis, en toda Europa central  hubo un episodio de heladas que se extendió desde 1591 a 1598. Fue el episodio de frio más violento del último medio milenio; y en este mismo periodo. El Mediterráneo Oriental sufrió una sequía infernal, la más larga desde los últimos seiscientos años. Todos los datos directos e indirectos de que se disponen nos revelan unas condiciones de sequía extremas durante largos años en toda la Península Ibérica. A los inviernos helados, las primaveras secas y los veranos tórridos les siguieron grandes inundaciones. Así, en 1590, que fue un año terriblemente frio, el rio Ebro se heló en Tortosa; en 1591 la primavera y el verano fueron muy secas en todo el Reino de Valencia y en Cataluña, mientras que en el antiguo reino de Mallorca fue tan seco que la tierra fue estéril durante mucho tiempo, situación que se prolongó a todo el año 1592, hasta el otoño, con lluvias torrenciales. En 1593  las lluvias siguieron siendo escasas en el Mediterráneo y se perdieron las cosechas y así podríamos continuar con un 1594, con una primavera sin lluvias y unas cosechas tan irregulares que provocaron hambrunas en muchas partes del reino.

En el 1595 hubo un paréntesis. Fue un año muy húmedo, pero en algunas zonas, como Sevilla, hubo rogativas para que cesaran los temporales, que inundaron campos y ciudades y desbordaron el Guadalquivir desde el 20 hasta el 30 de noviembre. En el año siguiente las tormentas violentas se cebaron sobre Barcelona hasta el punto de derribar parte de la muralla. Pero el tiempo gélido y la sequía atenazó de nuevo a gran parte del país en 1598, cuando los viñedos se helaron en Castilla, mientras en Cataluña y Valencia la sequía volvió a azotar los cultivos. Ya en el último año del siglo, después de la muerte del Rey, pareció que el tiempo diera la razón al fraile, dado que no cayó una gota de lluvia desde el otoño precedente, manteniéndose seco todo el invierno; y se continuó así a lo largo de la primavera. En otoño llegaron las riadas, acompañado todo de peste. Y aquella epidemia de peste, para colmo de males, fue la más terrible conocida; la peor en cuando a mortalidad de los últimos novecientos años.

Así pues, tenemos una década en la cual el frio extremo y la sequia se cebó sobre la gente. No es una casualidad que ya en febrero de 1591 el capellán del rey, Mateo Vázquez, que también era su secretario, le advirtiera de que «acá la gente se va acabando», al comentar la despoblación evidente del centro de la Península. El monarca no parece que se diera por enterado, ni hiciera caso de las súplicas del procurador de Burgos que le instaba a que, «aun cuando guerras de Flandes e Inglaterra y Francia son santas y justas, se debe suplicar a vuestra majestad que cesen» a fin de poder atajar los males asociados a una climatología desfavorable, que todo el mundo, casi sin excepción, atribuía a un castigo de Dios por los pecados de los humanos.

Ni que decir tiene que el monarca murió y nada cambió; el clima volvió a su cauce anterior y pronto todos se olvidaron de lo que los historiadores han llamado la pequeña era glaciar.  Y hoy, casi 425 años despues, nos vuelve a sorprender una epidemia violenta y la sacudida climática, con parecidos episodios, atribuidos esta vez al cambio climático. Pero lo cierto de toda esta historia es que el pasado no suele servir para aprender: una población creciente, un despilfarro de agua y una negligencia en los regadíos no parece que tengan visos de alterarse.


Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.

Acerca de El Cuaderno

Desde El Cuaderno se atiende al más amplio abanico de propuestas culturales (literatura, géneros de no ficción, artes plásticas, fotografía, música, cine, teatro, cómic), combinado la cobertura del ámbito asturiano con la del universal, tanto hispánico como de otras culturas: un planteamiento ecléctico atento a la calidad y por encima de las tendencias estéticas.

0 comments on “Cuando no llueve en febrero, no hay buen prado ni centeno

Deja un comentario

Descubre más desde El Cuaderno

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo