Mirar al retrovisor

Los signos de los tiempos

Joan Santacana recurre a una imagen bíblica para disertar sobre las cosas inquietantes que pasan en un mundo que parece encaminarse a un gran desastre.

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Distinguir los signos de los tiempos, en lenguaje bíblico, es reconocer e interpretar el tiempo presente. Y el tiempo presente, nuestro tiempo, tiene unas características muy preocupantes. En primer lugar, parece como si una buena parte de la población, en todo el mundo, aceptara lenguajes y posturas radicales, extremas. Así, vemos cómo territorios inmensos como la Argentina, antaño país acogedor y próspero, se deja mecer en manos de un loco que anda con una sierra mecánica, anunciando milagros; en Estados Unidos, cuna de la más vieja democracia del mundo, la mitad de sus ciudadanos creen a un viejo estafador, mentiroso, xenófobo y misógino; en la vieja Europa vemos arder una guerra en su puerta trasera, que amenaza en incendiar el continente, mientras radicalismos de derecha y de izquierda se disputan escaños en los parlamentos y en Oriente Próximo la brutalidad se muestra con toda crudeza una vez más.

Cierto que este panorama va acompañado de otro tipo de signos, como los avances científicos en el campo de la medicina, que nos han permitido desarrollar unas vacunas que ni podíamos soñar hace solo un lustro. Además, la inteligencia artificial culmina viejos sueños tecnológicos, pero incluso todo esto, que podrían ser signos positivos, se puede leer en negativo.

La cuestión es saber por qué está ocurriendo esto. ¿Qué nos está pasando? Intentando responder a esta inquietante pregunta, hay que analizar la situación de la gente, de nuestra gente. Nosotros, nuestros conciudadanos, desde la segunda mitad del siglo XX nos hemos considerado clase media. Éramos una clase ascendente; quizás nuestros abuelos y padres no pudieron estudiar, pero nosotros sí; tuvimos esperanzas de cambiar el mundo para mejor y muchos de nuestros padres, o nosotros mismos, pudimos comprar una vivienda; gozamos de una seguridad social prácticamente universal y en España podemos decir que es de una aceptable calidad; conseguimos la escolarización casi total y gratuita; tuvimos vacaciones pagadas, cosa que no tuvieron la mayoría de nuestros abuelos, gozamos de una jubilación nada despreciable y, finalmente, pudimos permitirnos ir a restaurantes en alguna ocasión al mes. Por encima de todo ello, nuestra época se caracterizó por una cierta estabilidad laboral. Todas estas cosas son las que nos dieron derecho a decir que formábamos parte de la clase media.

En octubre de 1921 un 52,3% de la población española se autodefinía como clase media; un mes después, esta cifra descendía hasta un 48,1%. Es decir, la autopercepción de la ciudadanía es que cada vez más su familia se aleja de la clase media e ingresa en la clase baja. Y no es falsa esta percepción; es real y está ocurriendo en gran parte del mundo en donde la situación es similar a la nuestra; en Europa la clase media se restringe notablemente, en especial desde 2008; en los países latinoamericanos esta clase social está en una pendiente sin solución de estabilización; en la poderosa sociedad yanqui, junto a la pérdida de poder adquisitivo de la clase media, hay que sumar la angustia por el futuro a causa de su precario sistema de sanidad pública y con sistemas de pensiones en manos de sociedades privadas, aptas solo para ricos.

Tras casi quince años de vivir cotidianamente esta situación, muchas personas en gran parte del mundo han aprendido a desconfiar del sistema en el que viven. Ya no creen en la política razonable; desconfían de los mensajes de las administraciones y por ello se apuntan a las más absurdas teorías conspiratorias; empiezan a creer en profetas que cantan la desesperación con una motosierra en las manos; desprecian los sistemas democráticos y se suman en confiar su vida a los salvadores del mundo.

Hay que recordar que, si bien esta es la primera vez que todo ello ocurre en un sistema global, planetario, ya hubo ensayos de ello en el pasado. Recuerden los que conozcan la historia cómo en los territorios del centro de Europa en 1919, perdida como tenían la primera guerra mundial, sufrieron un empobrecimiento súbito y extremo. Con gran esfuerzo muchos alemanes y antiguos súbditos del Imperio austrohúngaro lograron rehacer sus vidas y volvieron a ahorrar dinero, de forma que parecía que hubieran superado la tragedia bélica y postbélica. Pero no fue así: en 1929, un crack bursátil se llevó de golpe sus ahorros; sus monedas dejaron de tener valor; todo el esfuerzo realizado, todos los sacrificios habían resultado inútiles y las calles y plazas se cubrieron de multitudes desesperadas que clamaban por hallar un guía, un líder, un caudillo, alguien que les prometiera mano dura, que desafiara al sistema —que no era otro que la democracia—, y se apuntaron a millones, y los líderes surgieron de las tinieblas: supieron leer los signos de los tiempos y cual flautistas de Hamelin, hacer sonar sus músicas. Les siguieron todos los jóvenes, hasta que los condujeron al holocausto de sesenta millones de personas. Las familias de las clases medias supervivientes, en gran parte de Europa tuvieron que empezar desde cero. ¿Sabrán leer esta vez los dirigentes de este mundo los signos de los tiempos?


Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.

Acerca de El Cuaderno

Desde El Cuaderno se atiende al más amplio abanico de propuestas culturales (literatura, géneros de no ficción, artes plásticas, fotografía, música, cine, teatro, cómic), combinado la cobertura del ámbito asturiano con la del universal, tanto hispánico como de otras culturas: un planteamiento ecléctico atento a la calidad y por encima de las tendencias estéticas.

2 comments on “Los signos de los tiempos

  1. guillermoquintsalonso

    Y los ciudadanos sabremos tener cada día actitudes más reflexivas? En los ciudadanos estará la respuesta. Guillermo Quintás

  2. j m ferrandez

    A mi modo de ver hay un calentamiento general no solo de los climas y los meteoros (palabra asombrosa por lo de meter el oro: dónde, cómo y por qué) sino también de las personas humanas y de los animales que conviven con ellas

    Hoy en día se celebran muchas más batallas de todas clases que en épocas pretéritas en las que sobre todo se celebraban muchas fiestas de guardar. Y nuestras fiestas modernas son además de usar y tirar

    Ignoro la causa de tanto acaloramiento universal, ya que es un fenómeno que no sabemos si corresponde más al cuerpo o al espíritu o a ambos a la vez

    Desde luego el hecho de ser tantos y estar tan comunicados y creer tantas cosas a mismo tiempo, bien o mal, entre todos, no juega un papel flaco en todo este lío

    Decía Cioran que cualquier éxito es un malentendido. No sé por qué limitó los malentendidos a los éxitos

    Y Einstein que la tercera guerra mundial no sabía cómo se iba a celebrar pero que la cuarta sería con piedras y palos.

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