Antonio Monterrubio escribe sobre el mal y el horror que pueden habitar en una casa, en el seno de una familia, y el error que es suponer que lo cometen monstruos y no malvados banales.
Antonio Gracia analiza las entretelas de un personaje que nace de la unión de dos personajes esbozados en poemillas medievales: el caracterizado como enamorador y el signado como maldito y pendenciero.