El colectivo Offmothers expone el proyecto Animales domésticos como una invitación al debate sobre mujeres y madres domesticadas por un hogar que dificulta sus proyectos existenciales. Hasta el 24 de septiembre en la sala 1 del Antiguo Instituto de Gijón, dependiente de la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Gijón (Asturias).
/ por Susana Carro Fernández /
De la arquitectura al concepto
El término casa denota un espacio, una extensión limitada para el asentamiento y basta una simple ramada de tallos trenzados para dejar constancia de la demarcación entre un lugar interior frente al exterior. Más tarde vendrán las arquitecturas, las conductas asociadas al abrigo o a la intemperie y las expectativas o valores que, con el tiempo, hacen de la casa el locus de la familia y, finalmente, el hogar.
Y en el devenir de la casa como espacio hacia la casa como hogar existe toda una construcción conceptual en la que la modernidad es artífice inexcusable. A filósofos como Rousseau debemos que la dicotomía entre razón y pasión se traslade a la teoría política moderna como distinción entre el ámbito público y privado (Molina, 1994:116). Rousseau es consciente de que la vida humana no puede ni debe prescindir de la emoción, de las pasiones o de los sentimientos pero, por otra parte, considera que las necesidades y deseos individuales dificultan la imparcialidad de la razón moral, nunca podrán conducirnos a una concepción normativa de las relaciones sociales[1]. ¿Cómo compatibilizar ambos aspectos? La solución es sencilla pero no ingenua: recluyendo lo emocional al ámbito de lo privado y nombrando a las mujeres fieles guardianas de los sentimientos. Así inicia la modernidad la demarcación entre lo público y lo privado y la reclusión femenina al ámbito doméstico.
Esta reclusión se justificaba apelando a la identificación de la mujer con la naturaleza por sus peculiaridades biológicas, su sexualidad y su capacidad para ser madre. El discurso surgirá al amparo de los cambios sociales que se operan entre los siglos XVII y XVIII y ambos elementos provocarán la paulatina transformación de la «casa» como centro de producción, al «hogar» como cálido refugio para el marido, escuela de virtudes para el niño y de buenas maneras para la niña (Molina Petit, 1994: 134).
Tras Rousseau serán Hegel, Schopenhauer o Nietzsche quienes defiendan el hogar como nido de virtudes ajeno a cualquier influencia exterior, nociva y contaminante. El hogar como ideal definitivo de la mujer victoriana e hito a través del cual las diferencias biológicas se van configurando como desigualdades políticas.
Potencia y eficacia de un prejuicio
Del siglo XIX a nuestros días las arquitecturas de la casa se han sucedido y evolucionado: desde la redistribución de los espacios condicionada por la implantación de la iluminación artificial hasta la introducción de los primeros ingenios domésticos de Catherine Beecher, desde la vivienda urbana entre medianeras a la arquitectura orgánica de Frank Lloyd Wright, de la máquina habitable de Buckminster Fuller a las estructuras en falansterio, L´Habitation Minimun y la construcción bajo requisitos de exigüidad espacial y funcionalidad. Auténticas revoluciones tecnológicas y cambios de paradigma estético frente a los cuales una constante se resiste: la mujer como parte inexcusable de la casa.
En las sociedades occidentales, donde la mujer es considerada, en términos abstractos igual al hombre, la casa sigue siendo el locus propio de la feminidad y la crianza. Sin negar los avances conseguidos en materia de equidad, a día de hoy y en los hechos ordinarios son numerosas las situaciones en las que trascender el ámbito de lo doméstico es algo que, a las mujeres, se nos dificulta más que posibilita. Obstruir la trascendencia de la mujer a la esfera pública no tiene por qué estar legitimada por ley para que resulte eficaz. Como ya dijo el antropólogo francés Lévi-Strauss[2], basta urdir mecanismos disuasorios que la dificulten. Y esa obstaculización no hace sino construirse a partir de la identificación de la mujer con el hogar y la crianza. Tal es la fuerza de un prejuicio que llega hasta nuestros días debido a su utilidad: es la mujer doméstica quien en gran medida sigue manteniendo el orden familiar necesario para el desarrollo del mundo público y político.
Ser-en-la-casa o Ser-en-el-mundo
Queda un vasto territorio por recorrer para que la mujer pueda ser definida, en términos heideggerianos, como Ser-en-el-mundo. Desde los párrafos iniciales de Ser y Tiempo Heidegger anuncia que lo que da sentido a la existencia es que se orienta hacia el vivir, el actuar, el relacionarse. Sólo somos si somos en el mundo; ser es siempre ser-en. Pero si el hogar es el lugar donde acontece el ser de las mujeres, desde donde somos definidas y desde donde se pretende que nuestra vida cobre sentido, entonces, el hogar adquiere un sentido cuasi ontológico: la mujer no es «ser-en-el-mundo», sino «ser-en-su-casa» (Molina Petit, 1994: 135). Y con vocación de denunciarlo surge la nueva propuesta del Colectivo Offmothers, Animales domésticos, que permanecerá en la Sala 1 del Centro de Cultura Antiguo Instituto de Gijón hasta el próximo 24 de septiembre.
El Colectivo Offmothers inicia su andadura como grupo de trabajo interdisciplinar en agosto de 2014. Sus componentes son Susana Carro, Elena de la Puente, Natalia Pastor, Roxana Popelka, Blanca Prendes, Gema Ramos y Eugenia Tejón. Siete nombres propios que se diluyen en el trabajo en colaboración para abordar la cuestión de la maternidad desde la filosofía, la sociología, la plástica, la literatura, la fotografía, la música y el vídeo. El objetivo último del Colectivo es generar una visión crítica de la maternidad; lectura que no resulta cómoda a quienes transitan por sus exposiciones pero en la que ellas se han mantenido con obstinación a lo largo de su trayectoria.
Pájaros en la cabeza (2015) fue el primer proyecto del Colectivo y en él se abordó el problema de la compatibilidad entre maternidad y creación artística. El trabajo se materializó en una instalación realizada en las lavanderías de la antigua Universidad Laboral y que reunía registros documentales, piezas de audio, fotografía, vídeo y performance. Acordamos un viaje perfecto fue el siguiente trabajo del Colectivo expuesto al amparo de AlNorte en su edición del año 2016. Su formato era el de pieza sonora y en ella se desvelaba la ambivalencia amor/odio en la experiencia de la maternidad. En Animales domésticos, último proyecto del Colectivo, el campo de reflexión se traslada al hogar en tanto construcción discursiva. Quienes se acerquen a la muestra podrán encontrar siete casas monocromas en su blanco, simples en su forma, idénticas en su sencillez. Todas ellas tienen también en común un detalle: una puerta, ventana o mirilla que incita a mirar en su interior donde encontramos a los animales domésticos. Mujeres y madres domesticadas por un hogar que dificulta el desarrollo de sus proyectos existenciales, barre los rasgos que las diferencian como personas y las convierte en seres definidos por los valores de género. El debate está servido hasta el día 24 de septiembre en la Sala 1 del Antiguo Instituto de Gijón.
[1] Rousseau, Jean-Jacques: Emilio o de la educación. EDAF, Madrid, 1981.
[2] Lévi-Strauss, Claude (1988):Tristes tópicos. Barcelona, Paidós.
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