Tercera entrega del cuestionario que toma como punto de partida la situación que han generado los acontecimientos políticos en Cataluña durante las últimas semanas. Además de una contextualización concreta, se propone una revisión del concepto de identidad como motor de arranque de los nacionalismos y una valoración del auge o deriva de los mismos en la actualidad.
Xuan Bello (Paniceiros, Tineo, 1965). Es uno de los escritores más destacados de la literatura contemporánea en asturiano, trayectoria por la que ha recibido el Premiu Nacional de Lliteratura Asturiana 2017. En 2009 recibió el Premio de la Crítica RPA por su libro de poesía en edición bilingüe Ambos mundos. La traducción al español de su obra narrativa Historia Universal de Paniceiros suspuso el reconocimiento de su escritura en el ámbito hispano. Ha conducido diversos programas culturales en la RTPA, medio en el que actualmente presenta y dirige La cocina de les lletres.
Marta Sanz (Madrid, 1967). Ha recibido el Premio Herralde de Novela, el Premio Ojo Crítico de RNE en al sección de narrativa (2009) y el XI Premio Vargas Llosa de Relatos. Fue finalista del Premio Nadal. Es una de las voces más interesantes y activas de la actual narrativa española y colabora habitualmente en medios como El País y el suplemento cultural de El Mundo. Clavícula (Anagrama, 2017) es su última novela publicada hasta el momento.
1.-¿Qué valoración hace del concepto de identidad como reivindicación nacionalista?
2.-¿Cuál es su análisis de la evolución de los nacionalismos en España a raíz de los acontecimientos políticos en Cataluña?
Xuan Bello
1.
La identidad, individual o colectiva, no es una roca homogénea. Las sociedades (y los individuos) participan de muchas identidades que pueden entrar o no en conflicto. En este sentido, la identidad es el paso previo para cualquier reivindicación política, social o cultural. Puede primar en algún punto la identidad de clase y tendríamos la división clásica entre derechas e izquierdas. Se puede plantear la identidad sexual, por ejemplo, y hablaríamos del femenismo, del heteropatriarcado o de lo que se quiera. Por otra parte, un individuo sin identidad es alguien que no existe y una sociedad sin identidad será la de los ángeles. Dicho todo esto, que es previo, el nacionalismo es una palabra muy imprecisa. El nacionalista español no reconoce su nacionalismo y el catalán (lo estamos viendo) tampoco se reconoce por entero en esa etiqueta (ERC se define como independentista y abjura del término nacionalista). Dos nacionalistas de signo contrario y antagónico son dos personas predispuestas a no entenderse puesto que esa falta de entendimiento es la razón de ser de su ideología. Por esa razón no se puede jugar con fuego irresponsablemente con las emociones individuales o colectivas. Existe un nacionalismo cultural que pone en valor determinadas pautas culturales que la revolución jacobina puso en peligro (en España, por cierto, menos que en ningún sitio). Ese nacionalismo, que lucha porque los ciudadanos de una sociedad hablen la lengua que hablen no sean perjudicados ante el Estado, es la forma que hemos encontrado para subsanar diferencias. Más que nacionalismo cultural yo lo llamaría ecolingüismo e intelectualmente milito en sus filas: simpatizo con el asturiano hablante que no tiene los derechos que tiene un castellanohablante, pero también simpatizo con un castellanohablante de Tejas que está obligado a hablar sólo en inglés con la administración. Los procesos de aculturación que se vieron en el XIX y buena parte del XX no son deseables y han provocado dolor físico y moral a individuos de todo el mundo. Favorecer la transculturación no sólo es posible sino que enriquece a las sociedades. En el mundo se hablan entre cuatro mil y seis mil lenguas. Está claro que cuatro mil estados serían un problema. Los Estados están para garantizar los derechos de las minorías pero también para establecer un sistema sanitario eficiente, una educación solvente, etc. etc.
2.
España es una realidad menguante desde 1898. Esto es un hecho. Los diversos nacionalismos del Estado beben de la misma fuente, una ideología romántica y antañona. Paradójicamente, la rendición de ETA (otros que tal bailan) supuso un aumento de la pulsión nacionalista en Cataluña y en el resto de España. Los medios de comunicación avivan cualquier rescoldo de litigio y se ha futbolizado conscientemente la política. El panorama es desolador. Dionisio Ridruejo, que fue falangista de joven y demócrata antifranquista después, dio en los años 70 con la solución: tanto el nacionalismo catalán como el español debían rebejar sus pretensiones si querían llegar a un entendimiento. Pero no quieren entenderse porque todo este conflicto actual está para ocultar lo evidente: cómo se convive en el Estado con la corrupción política. En una futura reforma constitucional deberá afrontarse el «problema» territorial, sin duda, pero casi más importante sería una obligación de transparencia de los movimientos económicos de los políticos y gobernantes. Mientras esto no se haga, seguirá habiendo gente dispuesta a cargársdelo todo y afilar adjetivos, meterse con la identidad del otro y actuar como aquel general carlista, Cabrera de nombre, que apelaba a sus huestes al grito de: «¡A por ellos, que son de regadío!».
Marta Sanz
1.
No me interesa el asunto tal como se plantea. Yo soy republicana, federalista y empiezan a darme mucho miedo los patriotas. Sobre todo, esos patriotas españoles que reducen la patria a un trapo y la convierten en unidad de espíritu en lo universal. O algo así. El patriota que a mí me interesa es el que todavía se acuerda de la brecha de la desigualdad y la lucha de clases. Y desbroza los bosques para que no se quemen. Estoy muy cabreada y creo que se oye un ruido blanco que desdibuja el significado de las palabras interesadamente: legalidad, democracia, golpe de estado, mayoría silenciosa, voluntad popular…
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