Crónica

Helen McDonald: cómo salvar nuestro planeta

/ por José de María Romero Barea /

Un manual de cetrería corre, a priori, el riesgo de parecer algo tan técnico como impenetrable para el lector común. El libro que nos ocupa, sin embargo, elude ampliamente ese escollo. A cambio, ofrece una prolija descripción de toda una vida entre halcones que es, a partes iguales, memoria, comentario social y cultural. Falcon (Reaktion Books, 2016) es una lectura no más gruesa que una carta de amor, en la que cada oración parece estremecerse: “Los halcones no son meros receptáculos de significados simbólicos. Viven, se reproducen, vuelan, cazan, respiran (…) eluden e incluso contradicen los significados que a menudo les adherimos” (“Introducción”. Mi traducción, al igual que las restantes).

Difícil imaginar un relato de vida más detallado que el libro de la británica Helen Macdonald (1970). La sensación de ser herederos de todo un sistema natural emerge de la serie. Ilustra la escritora su detallada crónica de una existencia individual inmersa en lo rural. Orgullosa de su legado, desarrolla la autora de H is for Hawk (2014) su trabajo en términos de respeto y gratitud. Desde los primeros párrafos, nos dejamos arrastrar por este delicuescente estudio, donde lo convencional no tiene cabida.

Esboza la naturalista con destreza lo humano y lo divino. Al referirse a las cualidades míticas del ave rapaz, nos recuerda que, para el pueblo tungo de Siberia, “al igual que un chamán, [el halcón] guía las almas hacia el cielo, negocia con dioses y espíritus, cura enfermedades e incluso predice el futuro”. La autora se encuentra a gusto tanto en el mundo físico como en el conceptual: “La tarea del cetrero es, sobre todo, dotar de oportunidades a su halcón para permitirle demostrar sus habilidades naturales en todas las oportunidades de que disponga”. Todo ello contado con en un tono distendido, en una prosa que fluye tan fácilmente como el habla, que se escinde ávidamente en lo particular y se desplaza sin esfuerzo entre lo cotidiano y lo imaginativo.

“La gradual importancia de esas aves respecto al equilibrio medioambiental, unida a una nueva actitud respecto a los predadores y la naturaleza en general, nos ha llevado a preservarlas justo a tiempo”. Vislumbres como la anterior son recurrentes, mientras la erudita levanta los ojos de su apasionante investigación y se deleita en el mundo que habita. “Comenzamos a comprender cómo la fauna urbana nos ayuda a construir nuestra identidad ciudadana. Los halcones peregrinos, por ejemplo, crean comunidades; su mera presencia hace que nos sintamos parte de una ciudad y un colectivo de forma definitiva”.

Si la novela se ocupa del paso de las generaciones, la simplicidad de la carga emblemática de este ensayo sobre el ave de presa —su lealtad feudal, su instinto intemporal—, crea una sensación de ligereza que permite que la historia remonte. Se entrelazan anécdotas y alusiones. En apenas unas páginas, Macdonald generaliza sobre la influencia de la ecología en nuestras vidas, la necesidad de la misma, la realidad de la misma, mientras nos muestra la relevancia del cuidado de los animales, la importancia de alimentarlos de forma adecuada, “cuestiones cuya importancia sobrepasa el interés académico (…) respuestas a la pregunta cómo salvar nuestro planeta” (“Prefacio”).

No idealiza la Premio Samuel Johnson 2014  lo difícil y, a menudo, poco gratificante de su empresa, sino que muestra su satisfacción ante un trabajo tan exigente. Visionaria austera en su estilo arcano, capaz de una comunión mágica con las criaturas, todo lo se reduce en Falcon a la forma más cercana posible de ver una forma de vida que la mayoría de nosotros solo vislumbramos mientras paseamos por el campo. Esos destellos son terapéuticos. Esos momentos pertenecen al ámbito de lo vivido y sentido, lo que la profesora de Cambridge ha mantenido y mejorado durante generaciones, aprovechando la cultura de sus antepasados, desde el principio de los tiempos.


Falcon
Helen McDonald
Reaktion Books, 2017
224 páginas; 8,99 €

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