Películas de nueve nacionalidades conforman una programación de cine para el primer trimestre del año en el Centro Internacional Niemeyer de Avilés que se completará con las proyecciones de la VI Muestra de Cine Social y Derechos Humanos y del Festival Internacional de Rotterdam (IFFR). Chile, España con cuatro largometrajes, Estados Unidos con tres, Japón, Canadá, Argentina, Rusia, Italia y Francia serán los países representados en este nuevo trimestre de cine.
Morir de Fernando Franco es una de las cuatro películas españolas programadas en este trimestre y podrá verse el próximo viernes 19 de enero a las 20.00 horas.
Un septiembre lluvioso en la costa cantábrica. Un músico llamado Luis (Andrés Gertrudix) le confiesa a Marta (Marian Álvarez), su pareja, interiorista de profesión, que le ha mentido, que las pruebas médicas que se hizo antes de salir de vacaciones no habían salido bien. Ella estaba planeando las vacaciones del año siguiente y él es consciente de que no durará tanto, de que no tiene futuro. Las vidas de ambos se ven abruptamente paralizadas. Las mentiras, la culpa y el miedo ponen a prueba la estabilidad de la pareja en medio de la incertidumbre. Nada resulta complaciente en Morir, la última película de Fernando Franco. Si en La herida, su ópera prima, planteaba desde un aplaudido rigor formal y narrativo la existencia dual de una mujer bipolar, en este segundo largometraje tampoco hace ninguna concesión al sentimentalismo cuando plantea una reflexión sobre la posibilidad de que a la hora de ser víctimas de una enfermedad incurable nos convirtamos en peores personas.
Morir es una película sobre el proceso de la muerte. No tanto sobre la muerte en sí misma como sobre el proceso de morirse, sobre cómo nos morimos. Y por encima de todo, la película plantea qué es lo que ocurre alrededor de una persona que se muere. Cuatro años después de dirigir La herida, película que ganó dos goyas –mejor actriz para Marian Álvarez y mejor dirección novel para Franco– y se llevó en el festival de San Sebastián de 2013 la Concha de Plata a la mejor actuación femenina y el Premio Especial del Jurado, Fernando Franco ha vuelto a la última edición del Festival de San Sebastián con esta historia basada en la novela homónima de Arthur Schnitzler. La novela comparte con La montaña mágica, de Thomas Mann, por ejemplo, esta idea del retiro hacia la naturaleza para sanarse. “Me interesaba más trabajar ese contexto del retiro en el campo que ahondar en el contexto hospitalario. ¿Y los referentes? Pues, sí, con Miguel Ángel Rebollo, el director de arte, trabajábamos mucho las imágenes románticas de pintores como Friedrich, Turner, o Hammershøi para los interiores. Quería que el paisaje fuera un tercer personaje, porque la película casi todo el rato está concentrada en ellos dos, y quería que el entorno fuera importante”, señala su director. En Morir, como anteriormente en La herida, hay una manera determinada de entender la producción cinematográfica basada en una historia bajo mínimos, cercada de intimidad, que logra un alcance universal mediante un número muy reducido de actores.
La película se sustenta emocionalmente en el magnífico dúo protagonista que permanece constantemente en pantalla. Mientras Luis y Marta se mueren, uno en lo físico y el otro en lo emocional, ambos se miran. Miradas de una honestidad abrumadora por lo que tienen de soledad, miradas oblicuas, miradas en sombra. En ellas hay mucha más información que en las líneas de un diálogo que en algún caso la crítica ha tildado de impostado por contraste con ese contexto de naturalidad que genera Franco. En ese cruce de miradas se produce una situación muchas veces repetida y reconocida fuera de pantalla: el maltrato involuntario del que recibe el cuidado sobre el que cuida. No hay nada romántico en morirse, ni mucho menos en cuidar de una persona enferma. Si logramos empatizar con la historia de esta pareja, la película nos lleva a un callejón de interrogantes afilados. En caso de padecer una enfermedad terminal, ¿qué decisiones tomarías? ¿Dejarías que siguiera su curso en casa a fin de evitar las incomodidades de una hospitalización? Y si el afectado no eres tú sino tu pareja, ¿qué pasa si no estás de acuerdo con sus decisiones? ¿Te dolería no coincidir en este asunto? ¿Serías capaz de mantener el amor hasta el final? ¿Hasta dónde serías capaz de llegar en los cuidados?,¿Qué pasa cuando los sufrimientos de cada uno divergen? ¿En qué momento empiezas a vislumbrar un futuro donde ya no aparecéis juntos? Todo esto se plantea a lo largo de los 106 minutos de Morir, una película que mira de frente y sin concesiones a lo cotidiano, a la obvio, todo eso que no decimos y al final sea posiblemente lo único que nos define, incluso que nos une. Nos hemos acostumbrado a esconderlo donde no se vea y Morir apila un montoncito con esas costras delante de nuestras narices. El propio Fernando Franco lo afirmaba en una entrevista reciente: “Me interesan los temas subterráneos, los que están escondidos debajo de la alfombra”.
La cinta, rodada entre Sevilla y Euskadi, está producida por Kowalski films y Ferdydurke Films.
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