Crónica

Carnaval de Cádiz: el acontecimiento anual de la palabra

La comparsa "Los mafiosos" de Juan Carlos Aragón se lleva el premio en el Carnaval de Cádiz 2018. "No tenemos el congo pa farolillos" de Vera Luque se lleva el premio en chirigotas.

La comparsa «No tenemos el congo pa farolillos» de Vera Luque se llevó el premio en la sección de chirigotas en la final de concurso del Carnaval de Cádiz con una parodia dedicada a la «familia real congoleña», que guarda ciertos paralelismos con la española, sobre todo en lo que se refiere a sus problemas con la justicia. «Los mafiosos» de Juan Carlos Aragón triunfa en comparsas y los cuartetos de Manuel Morero o Luis Rivero en la sección de coros fueron otros de los premiados.


/ por Jaime Cedillo /

 “Una ciudad es un trocito de papel en un mapa”. Con este verso presentaba el año pasado Jesús Bienvenido el primer pasodoble de su comparsa, Los Irracionales, que a la postre se convertiría en el primer premio de su modalidad en el concurso de agrupaciones (COAC) que cada año se celebra en el Teatro Falla. En el desarrollo de la pieza —el pasodoble representa la emoción y la crítica—, el autor iba desgranando la idiosincrasia de ese rincón del sur que cada año se presenta ante el mundo a través de sus carnavales. El objetivo de este reportaje no es la celebración del arte y la gracia de los gaditanos, peculiaridades más que reconocidas por todos. Se trata de reivindicar lo que, objetivamente, es una parte fundamental de la cultura andaluza y, por tanto, española, por más que no tenga la repercusión que merece más allá de Despeñaperros.

Comparsa«Los Irracionales», vencedora en 2017

«El Carnaval de Cádiz es único y no está valorado por lo patosos que somos los propios gaditanos a la hora de hacer las cosas». Así se manifiesta Juan Carlos Aragón, uno de los autores más importantes de la modalidad reina en la actualidad, la comparsa, en su libro El carnaval sin nombre, uno de sus ensayos sobre la fiesta, analizada desde un punto de vista cultural y comunicacional. Lo cierto es que agrupaciones como la suya, o la del ya mencionado Jesús Bienvenido, se erigen como embajadores del patrimonio cultural de la ciudad. Por no hablar del hijo pródigo del concurso, Antonio Martínez Ares, el nombre más mediático del Carnaval de Cádiz por comparsas como Los Piratas, que llegó a ser Disco de Oro en 1998, alcanzando una venta de 50.000 copias de discos. Un estudio en redes sociales sobre el anuncio de su regreso en 2016, después de 13 años sin salir en el Falla, asegura que tuvo más repercusión en los medios de comunicación que la sucesión en la alcaldía de Teófila Martínez por parte de otro carnavalero, José María González «Kichi».

En cualquier caso, todo este efecto mediático que se vive en la bahía y municipios —incluso provincias— colindantes se desvanece cuando traspasa las fronteras de Andalucía. Los autores que consideran que el Carnaval no debe construir su propia jaula en «la tacita de plata», que es como se refieren a Cádiz los autóctonos, atribuyen la responsabilidad a los «puristas» o «fundamentalistas» del Carnaval, que tratan por todos los medios de conservar la pureza en su lugar de origen. Precisamente otro de los autores más celebrados en comparsa durante los últimos años, Tino Tovar, escribió para la sesión de semifinales que tuvo lugar el martes en el COAC un pasodoble con cierto tufillo nacionalista en contra de quienes habían viajado hasta el Teatro Liceo de Barcelona a interpretar sus repertorios. Los conflictos del carnaval siempre se mueven entre la tradición y la vanguardia, la pureza y la trasgresión. Pero lo verdaderamente trascendente es lo que engrandece a la fiesta: las coplas.

La copla de carnaval «es una combinación métrica de características indeterminadas hecha sobre la medida de una música, simultáneamente o con posterioridad, donde la rima es la principal base rítmica», según la definición de María Luisa Páramo, autora de una tesis sobre la fiesta que finalmente se materializó en el libro El carnaval de las coplas, un arte de Cádiz. Cuando se habla de «fiesta popular» para referirse al Carnaval de Cádiz, es importante matizar las connotaciones del término. Mientras que en Alicante se tiran tomates, en Pamplona se sacan los toros a la calle y en Valencia se queman figuras artesanales impresionantes, en Cádiz se componen repertorios musicales para cantar ante un público, ya sea en un teatro o en la calle, donde la palabra se erige como elemento imprescindible.

El lenguaje, el «habla de Cádiz» para ser más exactos, es la base sobre la que se construye este movimiento eterno. Sin la palabra no tendrían lugar la sátira o la sorna, la emoción o la crítica, que con mucho criterio se consideran atributos inherentes a la identidad de la fiesta. Tendría menos sentido la música, el otro elemento imprescindible, y por supuesto el atrezo y la escenografía carecerían de importancia. El protagonismo de la letra es lo que convierte en única a esta disciplina de disciplinas. Si, además, se tiene en cuenta la amplísima variedad de fórmulas literarias utilizadas para establecer una comunicación con el público-receptor, es procedente referirse al Carnaval de Cádiz como un género en sí mismo.

Se estima que cada año 4.000 personas cantan, tocan o parodian 600 músicas distintas —absolutamente originales— y 9.000 composiciones literarias diferentes, según los datos aportados por Ignacio Sacaluga en el artículo El Carnaval de Cádiz como generador de infor­mación, opinión y entretenimiento. Un ejemplo de comunicación masiva. No existe en España otro acontecimiento —véase festival o certamen— que concentre mayor talento e ingenio en cada una de las piezas literarias que se interpretan cada año. «Todo lo que envuelve el carnaval es carne de literatura», asegura Juan Carlos Aragón, que ya ha escrito varios libros en torno a la fiesta. Si aún no se ha incluido en una categoría literaria es precisamente por su naturaleza inclasificable. La simbiosis de contenido —humor, emoción y crítica—, que a su vez se imbrica en una música con identidad propia, y la importancia en las últimas décadas de la escenografía, hacen del Carnaval una disciplina demasiado compleja como para ser categorizada, aunque lo cierto es que ya casi nadie duda de su naturaleza literaria.

La literatura en las coplas de carnaval

A lo largo de la historia, la sociedad gaditana ha sido una de las más obedientes a los preceptos de Don Carnal, que proponía la extralimitación y la rebeldía contra el pensamiento único y la moralidad puritana. Los ritmos antillanos que llegaron por el puerto de mar en el siglo XVIII evolucionaron hasta el flamenco, a través de cuyas composiciones —rumba, alegría, tanguillo, bulería o pasodoble— hoy se construyen los repertorios de carnaval. Desde el tanguillo «Los duros antiguos», compuesto en 1904 por Antonio Rodríguez «El Tío de la Tiza», el más antiguo de los contemporáneos, no han dejado de perpetuarse coplas en el Carnaval de Cádiz. «Quizás nuestras letras queden en la memoria de los andaluces mucho más que las de algunos literatos», dice en una conferencia José Luis García Cossío «El Selu», el más importante autor de chirigotas en activo. La presentación de una de sus agrupaciones en 1992, Los borrachos —así ha quedado en la memoria, aunque su nombre en el concurso era El que la lleva la entiende—, también quedará para la historia del carnaval por interpretar «Los duros antiguos» al revés.

José Luis García Cossío chirigotas «El Selu»

Por su parte, Martínez Ares asegura que «hay mucha gente que es capaz de escribir libros pero no de hacer nuestras coplillas, que son literatura con mayúsculas». En la misma conferencia, cuenta una anécdota sobre su padre, que salía en la comparsa de Paco Alba, el nombre más importante del Carnaval por haber «inventado» el género o modalidad, y al que este año se le dedica el concurso porque se cumple el centenario de su nacimiento. Al parecer, el poeta José María Pemán le dijo a Paco Alba que él, tan distinguido intelectual, no era capaz de conseguir lo que el autor de comparsas conseguía con sus composiciones. Nombres como el de El Tío de la tiza, Paco Alba, el poeta Fernando Quiñones, Pedro Romero o Enrique Villegas, con su inolvidable agrupación Los Beatles de Cádiz, que recorrieron todo el país e Hispanoamérica en 1965, son referencias para los nuevos autores, que no olvidan la tradición pero cada año tratan de renovar el Carnaval con nuevos giros.

En realidad, el concepto de literatura del Carnaval de Cádiz se manifiesta según la importancia que se le otorgue desde la autoría de los repertorios. En esta edición del concurso, destaca como una de las agrupaciones más literarias que se recuerdan la comparsa de Martínez Ares, El perro andalú. El tipo, que es la concepción del autor sobre la idea que quiere transmitir o sobre el personaje que va a interpretar sus letras, es un arquetipo sobre la imagen del andaluz visto por el resto de España: vago, juerguista, capillita y bufón. Lo que trata el autor con su comparsa, que es la modalidad más propensa a la literatura, es desmitificar a su compatriota-ciudadano de ese sambenito interesado y ofensivo, según el tono de las piezas que el grupo interpreta.

La presentación —se define la idea del personaje—, el cuplé —la pieza humorística por excelencia—, el pasodoble, el tango y el popurrí son las piezas que componen los repertorios de las agrupaciones que concursan en el Falla. Cuatro son las modalidades: chirigota, comparsa, coro (al que corresponde la pieza de tango) y cuarteto, que es un repertorio teatralizado que no contiene pasodobles ni presentación, y el «tema libre» sustituye a la pieza del popurrí. La chirigota y la comparsa son las modalidades que más se prestan a la literatura. Las comparsas, que son las que desatan las pasiones desde el «pelotazo» de Los Piratas, son aún más susceptibles a la utilización de recursos literarios por interpretar sus composiciones desde un tono más sobrio y por la intención más crítica y emocionante —menos humorística— por parte de los autores.

Volviendo a El perro andalú, el tipo de Martínez Ares contiene referencias poéticas muy interesantes, como la Generación del 27, que está presente en todo el repertorio y, por supuesto, en la escenografía. La pandereta, que hace referencia al poema «El mañana efímero» de Antonio Machado —«La España de charanga y pandereta»—, y el collar de perro, que es un homenaje al «Niño yuntero» de Miguel Hernández, forman parte del espectacular disfraz. El forillo (el decorado) se divide en ocho partes, que corresponden a las ocho provincias andaluzas fundidas en una barraca, en referencia a Lorca, con lo más característico de cada una de ellas.

La personalidad literaria de cada autor

Martínez Ares reconoce cómo cada año echa mano de la literatura para construir la idea de la comparsa: el tipo. Por ejemplo, en 2016, año de su regreso con la comparsa Los cobardes, pidió ayuda al periodista Juan José Téllez para que le recomendara lecturas sobre el miedo. Así, el autor, después de leer El miedo a la libertad de Erich Fromm, encontró en las últimas líneas de la otra recomendación literaria, El libro de los abrazos de Eduardo Galeano, la metáfora que se convertiría en el disfraz de su comparsa: el camaleón. El otro autor que domina en comparsa durante los últimos años, Juan Carlos Aragón, también recurre a menudo a la literatura para dar forma a sus obras carnavalescas. Este año, Los mafiosos llevan una presentación que otorga el protagonismo a un estribillo que es, a su vez, una especie de aforismo con forma de retruécano: «El mundo se divide en dos; los que viven como Dios manda, y los que mandan viven como Dios».

Aragón es el mejor letrista del Carnaval de Cádiz y si no tiene tantos premios como sus rivales directos en activo, Martínez Ares y Tino Tovar, es porque nunca se ha autocensurado y ha pecado más por darle a la lengua rienda suelta que por mordérsela. No obstante, en 2002 sí fue primer premio con la comparsa Los ángeles caídos, que dejó un verso inolvidable en uno de los pasodobles: «Te quiero porque sé que tanto que te quiero / sólo se puede querer cuando se quiere tanto». No esconde sus influencias obvias: Neruda, Benedetti… y asocia a estos autores de línea clara con la intención poética del Carnaval de Cádiz: «Hay más jóvenes enganchados a lo literario por culpa de los comparsistas que por obra y gracia de sus propios profesores».

El Ángel de Cádiz, comparsa de Tino Tovar

Cada autor tiene su propia fórmula literaria. Por ejemplo, Tino Tovar destaca por la narración elegante a la hora de contar un cuento en sus pasodobles, mientras que la fórmula para componer del Canijo de Carmona, autor de chirigotas, es la de separar el lexema de una familia de palabras y jugar con sus variantes a lo largo del desarrollo del pasodoble. Respecto a los Hermanos Carapapas, autores de comparsa también muy mediáticos en los últimos años, destaca una cuarteta del popurrí en la que utilizan refranes y frases hechas sobre gatos (el tipo que llevaban aquel año) para hacer una dura crítica política y social, manejada con gran habilidad literaria.

El tipo es lo que condiciona todo lo que alrededor de él se dispone: disfraz, atrezzo, composiciones y, por supuesto, interpretación. Es este un elemento escénico que recuerda al teatro. Por ejemplo, en 2001 el grupo de la comparsa de Martínez Ares, La niña de mis ojos, interpretó a un personaje ciego y llevaron un pañuelo en los ojos durante toda la actuación. Cambiando de registro, en chirigotas, que es la modalidad de la sorna y el descaro, El Selu es el autor que maneja con mayor habilidad la interpretación del tipo. «Yo no escribo; escriben mis personajes. No utilizo ninguna palabra que no utilizara el personaje ni hablo sobre un tema sobre el que él no hablaría», dice. Y hay muchos ejemplos que lo confirman. Los enteraos, un segundo premio que se recordará como uno de los mayores «cajonazos» (tongo o injusticia) de la historia del Carnaval, representaba al típico personaje que todo lo sabe y de todo entiende, y no se recuerda una mejor interpretación.

Con respecto a la puesta en escena, tan importante en el carnaval moderno, fue también El Selu quien sacó a un muñeco pegado al cuerpo de cada componente en la chirigota Si me pongo pesao me lo dices, que representaba al cansino de turno que «se la da mortal» a Juan, el muñeco, que adquirió su propia personalidad, consiguiendo que el público le tomara un cariño especial. Si Selu representa el humor disparatado, el Yuyu, que ya no sale en el concurso, es el máximo exponente de la chirigota surrealista en la década de los 90. Suyo es el pasodoble de la chirigota Los bordes del área (iban de árbitros), en el que interpretan una letra inolvidable.

El manejo del doble sentido y la habilidad para la ironía son los atributos que definen a las mejores chirigotas del carnaval gaditano, tal y como hacían los autores del Siglo de Oro con los poemas satírico-burlescos. Sin embargo, no es la única forma de llevar a cabo «la gracia de Cádiz». Este año ha sido el concurso de «los ofendidos». Siempre en el candelero del debate por los límites del humor, el Carnaval de Cádiz ha recibido tres demandas este año por supuestas vulneraciones del honor. Andrea Janeiro, la hija de Belén Esteban, ha sido «víctima» de numerosas mofas con respecto a su físico, una asociación independentista catalana ha denunciado una parodia en la que Puigdemont era guillotinado y otra que lucha contra el racismo ha tratado de censurar la chirigota de Vera Luque, uno de los autores más premiados en chirigota, por interpretar un tipo de negros. La respuesta de los gaditanos suele ser unánime: “Es carnaval, joe…”

La música de las chirigotas llena las calles de Cádiz durante los carnavales

A pesar de todos los conflictos internos, con un concurso siempre a la sombra de la corrupción, el Carnaval de Cádiz sigue en pie, y se erige cada año como referente de cultura, talento e ingenio. Las agrupaciones «ilegales», denominadas así por los años en que el Carnaval estuvo prohibido por las dictaduras, representan la fiesta más desenfadada y alejada de instituciones y premios. Es el carnaval puro, «periodismo cantado» tal y como lo denominó Bartolomé Llompart refiriéndose al tratamiento que se da a la actualidad. Sea como fuere, referirse al Carnaval de Cádiz sólo como «cultura popular» suena a desprecio, no porque el término ostente semejante naturaleza, sino porque lo que allí se canta suena a literatura de alto voltaje, y no decirlo es «de carajotes».


 

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