Coincidiendo con la publicación en España de Salido (Varasek Ediciones, 2018), su nuevo libro de poemas, y Consuma resta I (libros de la resistencia, 2018), el primer tomo que reúne su poesía, Eduardo Milán realizará una lectura pública de ambos en la librería madrileña Enclave de Libros este sábado 28 de abril a las 19:00 horas. El autor estará acompañado de la poeta Esperanza López Parada.
Eduardo Milán (Uruguay, 1952) ha desarrollado también una extensa labor como crítico y académico. Ha escrito numerosos ensayos sobre las vanguardias y los fenómenos literarios más relevantes del siglo xx. Miembro activo del consejo de redacción de la revista Vuelta, que dirigió Octavio Paz hasta su muerte, forma parte, junto con otros uruguayos como Saúl Ibargoyen, Ida Vitale y Enrique Fierro, del grupo de exiliados en México por razones políticas o ideológicas. El propio Milán reconoce en su poesía una marcada influencia de William Carlos Williams, Pound, Cummings, Stevens… Milán vive en México desde hace casi treinta años.
Poemas
esto sueño yo, yo sin
más realidad que la que nos cae sin sueño
un sueño que va camino a realidad
ondea un matriz deseo materialista
las hilachas del sueño, la emancipación
el sueño de la emancipación está en hilachas
de lectura, un sueño de lectura, no tanto:
no un sueño de lectura sino un sueño de escritura
corta por lo sano, camino a liberarse va
la sombra de hojas de álamo sobre la barda de roca
la sombra que va delante deja una estela detrás
parecido signo el de libro y liberarse
un libelo incendiario pasando de mano en mano
se incendia una libélula
toda ala una levedad aún la de un águila
la velocidad de un halcón
un ala casi, un ala apenas
ven a ver ese temblor
los dedos tan de casa se vuelven excesivos
el excesivo concentrado se embute en etcétera
se toma el agua entera la vaguedad del más
cuando la naturaleza no alcanza
toda ala de verdad se juega a todo o nada
demasiada llama para tanto tenue
—
en Mujica el lenguaje es capital
andan escasos de capital los campos
hecho casi un chajá, acontecimiento
–del país, no Montevideo: un margen de murga
se cierra sobre el centro donde nace 18
de abajo arriba viniendo del puerto
se diría que un aullido arrastra el mar vía la murga
llamada Las llamadas, un enigma del año que se acepta
social, que atraviesa el mar la ciudad por una vez
de un tambor a otro tambor –unas gordas tetonas
lo detestan
sociales, se asoman desde un balcón del Salvo–
la mejor carne se exporta pero la mejor carne
no se exporta: sale sólo en carnaval 18 arriba
la aparición de la mejor carne una sola vez al año
daría qué pensar
ese lenguaje: lugar donde la música encarna
anarquista, negra en roja 18 arriba
en todo caso ese lenguaje no envía al ahistórico Lenguaje
“¿Mi deseo? Que al darse la hora escuche usted al lenguaje,
en que aquello a poetizar le da a usted su palabra”
–no sé si la historia ya no reventó la entraña del lenguaje,
su vacío
no sé donde reside lo entrañable, a veces manifiesto
mucho me temo que va de un lugar a otro tipo humano
que copió del pájaro
el ir de este a otro lado del pájaro
(Cita: Heidegger responde a Paul Celan)
—
33 orientales contra el bajo precio de la necesidad
Donde coinciden un viejo de ahora y un joven de ahora es en que ambos pierden. Un viejo ve que se le va yendo la vida –cuando todavía tiene tiempo para ver–, un joven ve que se le va el mundo. Las excepciones se salvan solas. Pero lo que no se salva solo o no se salva constituye ahora el horizonte de lo venidero. Me gustan los momentos en el movimiento de pérdida donde algo se sale. Esto es una excepción. Lo que se sale al costado de la pérdida cuando la pérdida parecería la gran salida del mundo del triunfo. El mundo del triunfo cultiva sus penachos. Se llama allí fastos y fiestas. Aquí se llama lo que hay poco. O lo que, simplemente, no se tiene. Salida no en el sentido de solución –ni mucho menos de éxito, el señalamiento oficial de la Gran Puerta, eso ahí por donde todos quieren pasar y no pocas veces provoca el aplastamiento. Pero volviendo al ensayo: yo no escribo ensayo por Simón Rodríguez. Yo escribo ensayo por mí mismo. Mi vida derivó fundada en dos momentos amargos. Amargos como caer antes de la caída, avance –la edad avanza hacia su desenlace pero atraviesa distintos mercados, el del sábado en el Eje 10 casi enseguida de dejar Pacífico, desvía el tráfico, el de pulgas donde se espera dar con todo lo que no hay pero allí está, dejado al costado sobre una mesa larga, barato– como una suspensión de caer, no caer con la amenaza de caer. Un aplazamiento de caída es difícil de tragar. Eso es lo amargo, también el agua amarga. Amarga no es la sed, es el agua que suplanta la sed, lo que la colma, cuando no es fresca. Lo que la colma no la desborda. Y la felicidad juntada es un desbordamiento del mundo ahora. La gente inventa su feliz de modo diferente. Los cultivadores de un feliz ven como infeliz lo de los cultivadores de otro feliz. Parecen los antiguos cultivadores de arroz. No hay consenso en la felicidad. Pero no pasa por la carencia, no pasa por la falta ni por la ausencia de querer. Fue cuando encontré a Simón Rodríguez que me di cuenta de lo que el ensayo había representado para mí. El ensayo es lo que representa a la tierra experimental. Dijo Simón Rodríguez: “O inventamos o erramos”. Hay que decir eso. Parece un poeta verdadero, ese que inventa contra la inmovilidad sin concesión a ningún chantaje eterno. La eternidad es una forma, la mejor, del chantaje. Exista o no exista, sea o no más que un deseo, es una práctica de dominio que se propaga como consuelo frente al no tener. Soy pobre pero eterno: ahí cabe la pérdida del mundo. La gente quiso críticos literarios. Ni siquiera críticos. La crítica ahora es intolerable. La gente la remite a la llaga. Hay una llaga viva que interconecta al mundo entre sí. La herencia eterna señala a la crítica como un dedo metido en la llaga. Yo no hago crítica literaria. Yo ensayo con la crítica literaria. Yo ensayo con el ensayo. Y ensayar con lo que ya es ensayo parece una tautología. Y eso es poesía, el subterráneo hirviente de la tierra de la tautología. Poesía fría no hay.
—
tranquilo sería pensar que va por sus días
por lo suyo el poema, yo por lo mío
lo que da todo un período, una clara medida
el adjetivo adelante, a la inglesa
más carnal que amoroso, sexo, no romance
tiempo del habla de un sujeto firme
sujeto que sabe, sujeto que duerme
el insomnio tiene un sonido sordo a desconocimiento
no a ignorancia, la montaña que sube
—
a cierta edad el tiempo te recuerda el tiempo
aunque rockees
pierdas en los rápidos el mando del barquito
negro en la hondura, la patera
o cayeras por las dos delanteras, caballo
a manera de niño de antes al fin de la metáfora
hecho ya todo un barroco
el tiempo te recuerda el tiempo no en la cana ni en la cara
estriada a izquierda y a derecha por dos patas de gallo
al terminar los ojos
en el cuenco que se vuelca de la palma por donde se va
a la arena
de la playa Pocitos, no a la guerra
—
yo te amo
lo dominante es la violencia
yo te amo en el sentido antiguo, anterior
el que deriva en la lógica de to have sex
sé que to have sex is love, also
ahí está la frontera con Estados Unidos
el otro día vi contigo aquella cosa ingrata
Morgan Freeman de vicepresidente
la legitimación total de la ideología dominante
así empieza la violencia, no termina
el error fue confiar en los actores
cierto, actores son actores
la actuación está en la base de todo arte
veníamos de la guerra de Irak
actores parecían que pensaban más allá
tierras lejanas, polvorientas, las montañas
el carro de combate solo sobre la arena humeante
el hilo subía en serpentina y silbido sin oír
siempre el mismo carro en todas las imágenes
la soledad del carro de asalto
el cormorán, el pato, albatros bañado de petróleo
sus plumas ya secas, empastadas, duras
más duras que su ojo de perfil que nada dice
mucho más duras que el mármol a mis quejas
Eduardo Milán Poeta y ensayista. Nació en Uruguay en 1952. Exiliado en 1979, reside en México. Fue miembro del consejo de redacción de la revista Vuelta que dirigió Octavio Paz y del Sistema Nacional de Creadores de Arte (FONCA). Ha publicado los libros de poesía Estación, estaciones (1975), Esto es (1978), Errar (1991), Nivel medio verdadero de las aguas que se besan (1995), Acción que en un momento creí gracia (2005), Unas palabras sobre el tema (2005), El camino Ullán (2009), Disenso (2010), Vacío, nombre de una carne (2011), Donde no hay (2012, 2014) y Chajá para todos (2014). Es autor de los ensayos Resistir (1994-2004), Crítica de un extranjero en defensa de un sueño (2008), Ensayos Unidos. Poesía y realidad en la otra América (2011), No hay, de veras, veredas (2012), Visión de cuatro poemas y el poema que no está (2013), En suelo incierto, ensayos (1990-2006) (2014). Ha realizado las antologías Pulir huesos. Veintitrés poetas latinoamericanos (2007) y Las ínsulas extrañas (2002), en colaboración con José Angel Valente, Blanca Varela y Andrés Sánchez Robayna.
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